Lo que éramos - Capítulo 17

Antes de devolverse a sus hogares, hubo una última cosa que los amigos decidieron hacer, para aprovechar su tiempo en la ciudad al máximo: Ir a un aclamado y famoso lugar de su infancia: el Game-Zone.

Este era un centro de entretención gigante, cercano al cine, que estaba abierto desde los años 2000. El edificio en donde operaba el negocio contaba con un arcade, mesas de aero-hockey, peloteros conectados a coloridos tubos de gateo y barras de mono, autitos chocadores, un rocódromo, castillos inflables, camas elásticas, un laberinto oscuro donde jugar Láser Tag, pistas de bowling y un "túnel embrujado" —que nada más era que una especie de montaña rusa indoors, llena de animatrónicos de fantasmas, zombies y hombres lobos, además de caídas inesperadas y flashes de luz repentinos—.

Juntando todo el dinero que les sobraba, ellos se compraron unas "tarjetas de Gaming" con 14000 créditos cada una, y dividieron sus horas restantes entre todas estas actividades.

Primero fueron a los bolos —el juego que más créditos les costaría, junto al recorrido del túnel— y decidieron jugar una partida en parejas: Constanza y Alexandra contra Aurora y Giovanni, contra Thiare y Bárbara.

Para la sorpresa de todos, el equipo de los artistas acabó ganando, después de que la atleta accidentalmente lanzara su última bola mal y esta se acabara cayendo al canal izquierdo, y que Thiare perdiera su oportunidad de victoria al lograr derribar a un solo pino.

De ahí los seis pensaron en ir a luchar entre ellos en el sector del Láser Tag, para que los cuatro perdedores pudieran reclamar su revancha, pero al ver que la actividad costaba dinero real en vez de créditos, y que una partida de treinta minutos sería más cara que hacer un buen uso de todas las máquinas del Arcade, se negaron.

Pasaron entonces a la mini montaña rusa del túnel embrujado.

Como todos tenían vagos recuerdos de haber visitado el centro recreativo antes, cuando aún eran niños pequeños y sus padres querían pasar un tiempo desocupados en la capital, ellos ya se acordaban más o menos en qué momento los robots aparecerían a los costados del recorrido para asustarlos, y en qué puntos del trayecto los rieles tendrían descensos repentinos. Pero ese conocimiento previo no los detuvo de soltar gritos y carcajadas desesperadas mientras se movían por la atracción.

Los seis estaban sentados en un carro con exactamente seis asientos. Los dos frontales estaban ocupados por Aurora y Alexandra, los dos del medio por Giovanni y Constanza, y los de atrás por Thiare y Bárbara. Al final del viaje una cámara oculta les sacó una foto a todos mientras atravesaban por la última caída, y sus expresiones de horror fueron cómicas. Con las copias de la imagen en mano, el corazón disparado, los rostros rojos por la adrenalina y el cabello sacudido, el grupo se alejó de la entrada del túnel y se movió entre los otros niños y jóvenes presentes al área del arcade.

Se gastaron casi todo su crédito ahí, guardando los últimos 1000 puntos para jugar dos partida de aero-hockey y para intentar escalar la "pared de la muerte" del rocódromo.

Alexandra y Bárbara fueron las reinas del Arcade, ganando más "Monedoros" —unas monedas de oro falsas que se podían intercambiar por premios en la tienda física del centro de entretenimiento— que nadie.

Giovanni se lució en la mesa de aero-hockey.

Y todos fueron épicamente humillados por la maldita pared de escalada.

Constanza se rindió primero. Giovanni se quedó atascado en un rincón, sin saber cómo seguir subiendo. Alexandra, la físicamente más fuerte y resistente de todos, pudo haber llegado a la cima si no se hubiera desorientado por la altura en el último tramo y perdido su equilibrio, arruinando su oportunidad de lograrlo. Bárbara no quiso participar del desafío, por miedo. Y Thiare perdió su agarre en las rocas de plástico al llegar a la mitad del recorrido.

Aurora, en la otra mano, les mostró a todos exactamente cómo fue capaz de subirse a una grúa durante la noche, y sin protección alguna. Se movió con rapidez por las piedras, con movimientos precisos y bien calculados. Considerando el tamaño de ciertas salientes y el hecho de que sus zapatos no tendrían un buen agarre en su superficie, ella decidió usar la punta de sus pies para subir, en vez de su arco. También hizo algo que ninguno de sus amigos atinó a hacer: escaló con sus brazos estirados. Eso le permitió ahorrar energía y no cansar tanto a sus músculos, lo que fue crucial para llegar al trecho final de la "pared de la muerte", apodada el "pico del águila".

Esta última sección del rocódromo poseía una saliente que forzaba una escalada diagonal, en vez de vertical. Poquísimas personas lograban llegar a la cima por culpa de este tramo en particular, y el premio por hacerlo era de 10.000 Monedoros.

La artista fue la primera persona en tres años en lograrlo.

Al tocar la campanita dorada que anunciaba su victoria y ser descendida por las sogas de seguridad, lo hizo entre los aplausos, alaridos y risas de sus mejores amigos, y de las demás personas esperando para intentar subir la pared. Hasta los funcionarios de la atracción se veían impresionados por su desempeño.

—Necesitas enseñarme cómo hacer eso. —Alexandra sacudió la cabeza y sonrió, impresionada por lo que acaba de ver, e incluso un poco seducida por ello.

¿Y qué hizo Aurora para enamorarla aún más? Le compró un oso de peluche blanco, gigante, como regalo de cumpleaños con su premio.

Oso al que la atleta sujetó entre sus brazos toda la tarde y que siguió apretujando hasta que ambas al fin pudieron estar a solas, durante la noche.


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https://youtu.be/mx8Vr_suo-E

Ya habían regresado de la capital y ahora estaban en la residencia Reyes, disfrutando su cita secreta. El señor Mario las había dejado allí junto a Giovanni y Constanza, a unos diez minutos atrás. El dúo de amigos se había despedido de ellas a cinco. Bárbara y Thiare habían regresado a sus casas en los autos de sus padres. O sea que ambas al fin estaban solas.

—¿Y? ¿La pasaste bien? —Aurora les sirvió un vaso de jugo de naranja.

—Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido en mi vida. Y no es un exagero. —Alexandra lo recibió, sonriendo de oreja a oreja—. Gracias, de verdad... por todo. Incluyendo esta sorpresa final. Tener un poco de privacidad para estar contigo ahora es la cereza encima del helado, te lo juro...

—Me alegra que la estés pasando bien. —La artista se sentó a su lado en el sofá y recogió el control de la televisión.

—Entonces... ¿realmente vamos a ver películas?

—No, solo me gusta tener un poco de ruido de fondo.

—Para eso te pones a ver algún canal de noticias, no un clásico como Breakin'2.

—¿Clásico? Esa es la película más mala que ya vi en mi vida.

—Es tan mala que llega a ser buena, te corrijo.

—No, solo es horrenda, punto final. "Mala al punto de ser buena" es un título que se le atribuye a películas como The Room o Mortal Kombat: Annihilation...

Alexandra soltó una risa corta al acordarse de la última cinta y la miró:

"Mother... you're alive" —citó a una de las peores líneas de la misma.

Aurora giró su cabeza hacia ella y completó el diálogo, ya sujetándose una carcajada:

"Too bad YOU will die!"

La atleta aumentó el volumen de su risa mientras la película que actualmente veían se iba a comerciales. Luego, cuando se calmó, dejó su vaso de jugo vacío en la mesa de centro y se quitó el abrigo, por tener calor.

—¿Quieres que prenda el ventilador o abra la ventana?

—No... —ella le respondió a Aurora—. Estoy bien, gracias.

—Sabes que si quieres puedes sacarte los zapatos, ¿cierto?

—¿Hm?

—Aún los tienes puestos.

—¡Ah! —La rubia se dio cuenta—. Perdón, se me olvidó...

—No te disculpes. Déjame ayudarte. —La escultora le pegó unas palmaditas a sus muslos, como diciéndole que pusiera sus piernas ahí. Y justamente eso Alexandra hizo, dejándola quitarle las zapatillas en su lugar—. Si no me equivoco, los pies ayudan a regular la temperatura corporal. Así que en teoría esto debería ayudarte a sentir menos calor.

—Gracias, Einstein.

—No hay de qué. —Aurora bajó sus piernas y puso sus zapatos a un lado.

Siguieron viendo televisión. En determinado momento, Alexandra se inclinó hacia la artista y apoyó la cabeza en su hombro. Sus cuerpos se fueron acomodando de a poco, hasta terminar abrazadas en el sofá, viendo el final de la película juntas.

—Oye...

—¿Hm? —la atleta preguntó, haciendo al pecho de la otra chica vibrar con su voz—. ¿Qué pasó?

—Tengo algo que decirte y es importante.

—¿Importante al punto de que me tenga que levantar de aquí?

Aurora se rio, encariñada.

—No... no tienes que irte a ningún lugar. —Acarició su cuero cabelludo con la punta de sus dedos—. Solo te estoy avisando que lo es.

—Okay, Rory... Dímelo entonces, lo que sea que tengas que decir. Te escucho.

—Quieres... —Ella respiró hondo—, ¿quieres ser mi novia?

Alexandra, haciendo justo lo que había jurado no querer hacer, se levantó de encima de la muchacha lentamente, boquiabierta por lo que recién había oído.

—¿Qué?

—Te pregunté... —Aurora murmuró—, si quieres ser mi novia. Oficialmente. Nada más que nosotras tiene que saberlo, pero... —No logró terminar de hablar.

La rubia ya la estaba besando con todo el amor que sentía y arrinconándola en contra del sofá con sus piernas. El oso de peluche regalado se cayó al suelo junto al control remoto. Su lengua no se demoró en tocar la de la artista, así como sus manos fueron rápidas en tomarla del rostro y del torso, prensándola en contra de los cojines.

—¿Asumo que eso es un sí? —Aurora indagó entre besos menores, sonrojada hasta parecer embriagada, y sonriendo como nunca antes habían sonreído.

—¡Obvio que es un sí! —la atleta exclamó, contentísima—. ¿Es por eso que le hablaste sobre nosotras a tu hermano hoy?

—Era todo parte del plan... —La respuesta ligeramente engreída de la escultora nuevamente fue frenada por los labios de Alexandra.

En uno de esos momentos pasionales, que solo se explican tomando en consideración la impulsividad que nace de la atracción y del deseo adolescente, la mano de la rubia que sostenía al pecho de Aurora en su lugar comenzó a deslizarse más y más abajo por su abdomen, yendo a parar a un área que jamás había sido tocada por otra persona antes. El placer que sintió fue automático, intenso y maravilloso, pero el temor que lo siguió la hizo detener la interacción ahí.

—Espera...

—¿Qué? —La rubia, quien la había estado besando sin parar hasta el momento, abrió sus ojos claros y los clavó en el fondo de los suyos.

—No estoy... l-lista para más que esto. No aún.

Fue entonces cuando Alexandra pareció entender lo que estaba haciendo, y sacó sus dedos de encima de los pantalones de Aurora.

—Lo siento... yo n-no...

—No te disculpes —la artista la cortó—. Yo quiero, algún día... pero...

—No ahora.

—No.

—Dale. —La atleta asintió, mordió su labio inferior y mentalmente empujó la culpa que sentía a un lado—. Entonces... ¿Podemos seguir con esto? No tenemos que hacer nada más.

—Quiero que sigamos. Necesito que sigamos, más bien. —Fue el turno de Aurora de concordar y besarla a ella, para tranquilizarla respecto a su desliz—. Pero tú también dime si es que quieres parar, ¿ya?

Alexandra sacudió la cabeza, aliviada, y volvió a concentrarse en hacer feliz a su novia.

Novia...

Hm.

Le encantaba poder llamarla así.

Ojalá algún día pudiera hacerlo sin limitaciones, eso sí. Porque mantener su relación un secreto de pronto se había vuelto mil veces más difícil.





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Nota de la autora: "Natural Disaster" es lo que toca en mi cabeza cuando me imagino la escena del rocodromo jejeje ^^

Y la segunda canción fue recomendación de louuuwrites  así que la tuve que añadir, sí o sí <3

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