Bad Romance
𝐓𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨: 𝐁𝐚𝐝 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞.
𝐏𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚𝐬: 3227
𝐏𝐚𝐫𝐞𝐣𝐚: 𝐊𝐚𝐦𝐢𝐊𝐢𝐫𝐢 (𝐊𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚𝐫𝐢 𝐃𝐞𝐧𝐤𝐢 𝐲 𝐊𝐢𝐫𝐢𝐬𝐡𝐢𝐦𝐚 𝐄𝐢𝐣𝐢𝐫𝐨)
𝐀𝐧𝐢𝐦𝐞: 𝐁𝐧𝐡𝐚
𝐀𝐝𝐯𝐞𝐫𝐭𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚𝐬: +18, 𝐚́𝐧𝐠𝐞𝐥𝐞𝐬 𝐲 𝐝𝐞𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨𝐬, 𝐚𝐧𝐠𝐬𝐭, 𝐠𝐨𝐫𝐞, 𝐦𝐚𝐬𝐨𝐪𝐮𝐢𝐬𝐦𝐨.
Sabía muy bien en que se había metido, ese "amorío" fue su perdición, un error que cometió pese a las advertencias. Lo sabía desde antes que hubiera aceptado salir con él, su familia en repetidas ocasiones le informó que los de su clase no eran de confiar, que, sin importar su dócil apariencia, jamás debía confiar en uno.
¡Oh!, y ahora se arrepentía, deseó regresar en el tiempo y decirle a su yo pasado que no hablará con aquel ser celestial. Ver su espalda, el lugar donde antes estuvo sus oscuras alas, sin nada. Vacía. Eso era una prueba de que ya no era un demonio.
Sentía un extraño picar cada que tocaban esa parte. Era incómodo, pero con el tiempo se había acostumbrado. Su vestimenta no era la mejor; una camisa demasiado larga que lograba taparle los glúteos y parte de las piernas con un bóxer algo viejo. Era lo único que su —ahora— amo le entregó para que pueda vestirse. Su cabello, que antes era rojo como la sangre, negro y lacio le fastidiaba, solía teñirlo, pues sentía que el negro era poco y muy común para él. Denki, como se llamaba él, le prohibió hacerlo más, expresando que no lo merecía.
A sus palabras, eso era lo único necesario para un demonio estúpido como él, y tras tanto tiempo que se lo viene repitiendo, finalmente se quedó grabado en su cabeza.
Porque sí, era estúpido, tuvo que hacer caso a las indicaciones que se le otorgó, pero eso ya era pasado, no podía cambiar el ahora.
—Eijiro, dulzura, ¿en qué tanto piensas, cariño? —preguntó un rubio, el cual portaba una "amable" sonrisa, logrando a engañar a todos menos a él, quien llevaba más de cuatro años bajo su servicio en forma de esclavo.
Tragó saliva antes de hablar, estaba nervioso, sentía inmensas ganas de llorar y rogar por regresar, no le gustaba estar ahí.
Recordar los momentos que tuvo antes de ser encerrado, de tener que empezar a fingir que lo amaba, cuando todos sabemos que no es así. Entre ellos solo hay una relación tóxica, una que no durará si ninguno de los dos pone de su parte. Su relación era como aquella flor que de niño plantó, cuidó, regó, pero al final, nada floreció.
—Y-yo...
—¿Papá, sucede algo? ¿Por qué a ese demonio le están quitando sus alas? ¡Eso está mal! —gritó el pequeño Eijiro, asustado de ver como el ser maligno era encadenado y despojado de sus plumas, los gemidos de dolor que soltaba eran horribles para tan inocente niño de apenas ocho años.
—Hijo, que esto no te asuste, es normal con los entes desobedientes, aquel ayudó a un humano, yendo en contra de nuestras normativas —confesó, secando las lágrimas que el menor soltaba por la impotencia de no poder ayudar.
—¿Eh? Pe-pero eso no es motivo para desterrarlo, de-deberían darle una segunda oportunidad, no creo que haya hecho algo tan malo como pa-para merecer eso —imploró, hablando con dificultad por el llanto, viendo con su tierna cara a su padre, el rey de los demonios: El Diablo.
—Lo que hizo es imperdonable, interrumpió la caza de una mujer cruel que maltrataba a su pequeño hijo, haciéndolo pasar por mujer, golpeándolo cada que le desobedecía —aclaró el rey—. Por ello, mande a uno de mis demonios de muerte a que me traigan su alma y así poder darle un merecido castigo. Yo, por mi parte, me encargó de atraer a esos seres humanos crueles, que me sirvan para expandir mi maldad, personas como ella me servían, pero, este sujeto —explicó de forma despreciable, señalando al nombrado— impidió eso, asesinando en el momento a uno de mis mejores demonios —suspiró—. Es por eso que pedí su destierro, no merece estar en mi reino, y, por lo tanto, será echado de Infierno y mandado a Limbo —finalizó, mirando serio a su hijo.
—Papá, ¿en qué casos es excluido a un demonio? —interrogó, la duda invadiendo su ser.
—Hay distintos casos, pero los más comunes son por enamorarse o ser amable con un humano u ángel, desobedecer una de mis reglas sin tener un motivo para hacerlo, obstaculizar el trabajo de un demonio noble, creerse superiores o iguales a mí, entre otras —contestó.
—Vale, gracias.
—Solo te advierto de algo, si tú llegas a cometer algo así o peor, no creas que te perdonaré, me dolerá en el alma, pero tendrás un gran castigo, Eijiro. —El que su padre lo llamará por su nombre, no significaba nada bueno.
—Entiendo.
Desde hace mucho que se estaba viendo con el ser a escondidas de todo, lo conoció en lo que vendría a ser el Limbo, un lugar donde van a parar las almas antes de ser enviadas al Cielo o Infierno, dependiendo de que hayan hecho en su vida humana.
Fue enviado ahí como prueba para que seleccione los cinco espectros que hubieran cometido las peores acciones durante su vida, ya sea que hayan asesinado a gran cantidad de personas, violado o demás acciones duras hacia un ser inocente.
Al principio no quiso ir, le resultaba aburrido y poco interesante, pero tras que su padre logrará convencerlo alegando que mejoraría su futuro como su mano derecha y posible heredero —además de darle un regalo— aceptó.
La trayectoria de ahí a las puertas de Infierno es larga, hay una pequeña parte donde pueden descansar, además que cada parte tiene un turno para estar ahí, eso para evitar problemas entre ambos reinos; claro que siempre está la excepción como esto.
Y no podemos pasar por alto está situación.
Se veía como un día común, luego de una discusión con el rey de todo lo malo existente y por haber sobre porque no deseaba ir a tal lugar, concluyó que iría a cambio de ciertas cosas.
Suspirando, emprendió su trayecto en su carruaje personal, cada miembro de la realeza tenía uno. Miraba por la pequeña ventana todo, aburrido, no sabía saber en los próximos veinticuatro minutos de viaje, le resultaba completamente fastidioso. Optó por tomar una pequeña siesta, avisando que lo despertarán tan pronto hubiera llegado a su destino.
Sintió el rato con rapidez, en menos de lo esperado ya se topaba con la gigantesca puerta de su hogar. Un arco de doscientos treinta y ocho metros, color negro con grandes cantidades de fuego ardientes a su alrededor. A cualquiera que no estuviera familiarizado con eso le asustaría, pero para alguien como él, era algo fabuloso.
Salió finalmente (y por primera vez) de Infierno, tomando una gran bocanada de aire. Miró a todas partes, sorprendido por la belleza del lugar; un lago rodeaba el centro, a unos cincuenta o sesenta metros de él, a continuación, pudo apreciar diferentes tipos de flores en los bordes y esquinas del lugar, junto a bancas y pequeños centros donde observó a demonios charlar entre ellos, como ángeles. Su curiosidad era grande, por lo que, intentó acercarse a un ángel que llamó su atención, cabellos verdes, ojos esmeraldas y cuatro pecas en cada una de sus rosadas mejillas, mas al proceder con su acción sintió una pequeña descarga.
Volteó molesto por lo ocurrido, viendo a un hombre de barba roja y de fuego. Usaba un traje pegado color azul marino que dejaba apreciar llamas de fuego en sus brazos, pecho y hombros. No sabía quien era hasta que habló:
—¿Qué crees que haces, mocoso? —cuestionó el ser, asustando al protagonista, quien trató de disimular.
—¿Le importa? —contestó tosco, queriendo intimidar a alguien que causaba es efecto en su ser.
—Soy el guardián de este preservado lugar, por obviedad me debo importar lo que idiotas como tú hagan. ¿No crees qué... —El hombre no pudo continuar su regaño por escuchar las palabras de su jefe.
—¡Hey, Endeavor! ¿Qué ocurre? ¿Quién es él? —curioseó un bello joven de alas celestes como el cielo humano. Cabello rubio oscuro, ojos ámbar brillantes como la estrella del sistema solar misma, labios carnosos que le incitaban a morderlos hasta sangrar, una ovalada cara que rogaba a ser llenada con besos. Su cuerpo, ¿hay palabras para describir lo bello qué es? No cree, pero lo intentará.
Bien formado, con músculos apenas visibles que le otorgaban esa apariencia adorable que hallas en los celestiales, un pecho plano, un trasero para comérselo en la acción nocturna, una cadera que dejaba mucho que desear para cualquier pervertido como lo era él, piernas delgadas, pero que, si prestabas atención, eran fuertes como para darte un golpe que nunca olvidarías.
—Soy Kirishima Eijiro, el próximo rey de Infierno —Su voz era seca, no quería demostrar lo interesado que estaba en el contrario.
—Soy Kaminari Denki, sucesor del Dios de los cielos, un gusto conocerte, bae —Con su delicada voz, cautivó a primera el horrible —a sus ojos— corazón del demonio. Sentía como ese órgano pulsaba a mil por segundo, cosa que nunca le pasó. El rubio alzó su mano, mas no fue correspondido.
—Am, ¿qué haces con tu mano? ¿Te duele o qué? —Algo que no sabía eran modales, no los necesitaba, así qué ¿Para que aprender algo sin importancia para su vida? Mejor era pasar el rato con sus esclavos, le sonaba divertido.
—Oh... —Bajo su mano, observando como su contrario no entendía la situación. —Enji, puedes retirarte, yo hablaré con él un rato, no te preocupes, cualquier suceso te llamó. —El de fuego asintió, desapareciendo con un bufido. —Bueno, charlemos, cuéntame de ti, ¿quién eres exactamente?
Kirishima nunca pensó que, con revelar una simple respuesta, arruinaría su vida por la eternidad.
La cara que puso su progenitor cuando se enteró de su relación secreta con el ángel, al verlos en pleno acto sexual. Esa cara significó todo, no fue Kaminari Denki quien le quitó sus preciadas alas negras, fue su propio progenitor quien lo encadenó para arrancarlas de un tirón, enojado y decepcionado de que sea su hijo quien lo haya traicionado. Vio las plumas negras caer, como de sus raíces caían chorros de sangre, como el rey -pues se había autoproclamado no pariente de tal renegado- lo golpeaba y echaba a las puertas de Limbo, indicando a los guardias que le impidieran la entrada nuevamente.
El rubio se penetraba a sí mismo, gimiendo fuertemente el nombre de su amante, el pelirrojo lo sujetaba fuertemente de las caderas, ayudándolo con el acto. El placer obtenido era grandioso, Kirishima sentía tocar el cielo cada vez que su polla se adentraba en ese agujero rosa que portaba el ángel, no se arrepentía de su decisión, el cuerpo de uno era maravilloso.
Salto tras salto, sus paredes internas abrazaban fuertemente el miembro, como queriendo decir que lo deseaban ahí. Kaminari fingía muy bien el sentimiento de placer, sus gritos y gemidos bien actuados. Sus caderas moviéndose al compás, los gruñidos del de ojos rojos. Sus movimientos hábiles, llenos de intensidad, haciéndole olvidar de la dignidad que alguna vez tuvo, su rostro bañado en lágrimas de falso placer, sus ojos entreabiertos, sus labios abiertos en una perfecta "o" dejando caer una delgada línea de saliva.
El de rubíes por ojos veía estrellas, ver como su miembro palpitante entraba y salía de aquel hoyo, lleno de semen por la corrida de hace rato, cada embestida era fuerte, rápida y firme, logrando olvidar todo y sintiendo que necesitaba más de esa "droga". Todo esto era una delicia para él.
Cuando estaba a punto de volver a impregnar al de ojos ámbar, la puerta fue abierta por su padre, quien parecía contento por alguna razón.
—Eijiro... ¿Qué mierdas estás haciendo con este ángel, y para peor, con el hijo heredero de mi rival? —Trató de decir, mas su ira pudo con él y terminó golpeando al ser celestial. —Tú, vete de aquí antes de que te asesine con mis propias manos. —No sentía ganas de acabarlo, a pesar de ser su oportunidad, su enojo logró hacerlo cegar.
El de piel clara simplemente chasqueó sus dedos y se esfumó.
—Ahora, tú. —Sus nervios a flote no le dejaron esquivar los golpes de su padre. Uno, dos, tres y cuatro, su cuerpo no respondía, y es que, nadie podría con él, el ente más fuerte del universo.
Sabe que llegó a desmayarse mientras sus alas eran quitadas, que cuando despertó lo único que encontró fue sus plumas tiradas y manchadas de carmín a un lado de él, su padre susurrando con los demonios guardias antes de retirarse. Se levantó lo más rápido que pudo y corrió, tratando de alcanzarlo. Cuando estuvo a nada, dos espadas prendidas en llamas lo detuvieron, olvidando el dolor, preguntó.
—Pa-padre, ¿qué está pasando? —Él lo miró indiferente, diciendo esa frase que le rompería el corazón y la causa de su actual martirio.
—Disculpa, pero tú y yo ya no somos nada, Eijiro.
Y tan pronto lo dijo, se fue. Las lágrimas no tardaron en aparecer, su vista se nubló de la tristeza. No sabía qué hacer.
Todo fue por el juego que creó, aquel que creyó ganar, mas era todo lo contrario. Es consciente de que, si hubiera pensado más a fondo, hubiera ganado, o por lo menos, visto que no tenía oportunidad con él.
Si nunca hubiera conocido al ángel, todo sería distinto.
—Uh, ¿qué pasó, Eiji? -Apareció de la nada, logrando sacarle un susto y un buen grito. Al voltear y encontrarse con un sonriente Denki, no dudo en atacarle, creando una bola de lava, lava que no apareció. Intentó de nuevo, al tiempo que buscaba golpearlo, pero nada. —¿Qué?, ¿no puedes usar tus poderes de diablo? —burló, riendo fuertemente —. ¿Sabes por qué no puedes? ¿Quieres saber? —Siguió fastidiando.
—Ugh, sí, idiota —respondió vulgar, sacando su lado más feroz.
—Si pierdes tus alas, tus poderes desaparecen, estúpido. Parece que a alguien no le enseñaron algo tan básico como eso, es por eso que los ángeles somos mejores. —Y tan pronto acabó la oración, un puño se impactó contra se nariz.
Producto del golpe, Denki retrocedió confundido, sin creer que él sería capaz de tocarlo, pero tenía sus motivos, aunque eso no le importaba. Sin dudar, contraataco, devolviéndole el golpe en la quijada, el cual fue esquivado, mas, sin esperarlo, lanzó un segundo golpe que hizo caer al suelo a su oponente. Eijiro intentó levantarse, pero el de ojos ámbar arrojando una patada a su estómago, esto logró hacer que el pelirrojo cayera acostado al pavimento.
El ángel trató de pisarle el pecho, sin embargo, el de ojos rubíes rodó hacía un lado, evitando el golpe, acto seguido, lo sostuvo de la pierna izquierda -la que usó para dar su fallido intento de golpe- provocando que terminará encima de él, ambos rodando por el suelo, recibiendo y aventando golpes por doquier.
Pero algo era claro, la peor parte de la llevaba el demonio, quién al no estar en todos sus cabales, no lograba acertar, siendo el más afectado. Aprovechando eso, se zafó de la golpiza, poniéndose de pie. Eijiro lo intentó, pero su cansado cuerpo no le dejaba realizar la acción, estaba totalmente agotado, recién despertaba de la pequeña tortura por parte de su (ex) padre, las marcas en su cuerpo eran prueba de eso. El rubio lo levantó del suelo, mirándolo fijamente a los ojos, sonriendo más (si es que se podía) y, antes de dar el golpe final, habló:
—Uh~, buenas noches, Eiji-chan. —Y de un cabezazo, lo mandó a la inconsciencia.
Esa fecha fue desastrosa para el joven de anteriores cabellos en punta, pasaron varios desastres que jamás imaginó: perdió su entrada a Infierno, su relación con su padre se fue al carajo, sus alas se le fueron quitadas, un ángel -al cual trató de engañar- lo derrotó en poco tiempo y, sobre todo, su libertad acabó, yendo a parar a manos de un ser "inocente". Esta seguro que la lista sigue y sigue, pero eso es lo principal y de lo poco que se acuerda.
No tenía más que dejar, su dignidad se fue por el caño, año tras año de abusos causaron eso. De ser considerado un individuo inferior, de golpes en todas partes por no cumplir las normas al pie de la letra, o simplemente por tratar de rebelarse y huir, de su cuerpo siendo quebrantado sexualmente. No está seguro, pero siente que, si muere, a nadie le va importar, causo tantas fatalidades que, a pesar de ser una salida para cobardes, sería lo mejor.
Y ahí estaba, arrodillado en el frío suelo, buscando las palabras correctas para responderle a su dominante, sintiendo sus manos sudar, su cabeza dar vueltas y picor en todo su cuerpo. No sabía que decir u hacer, el rubio no solía hablarle más que para darle órdenes que debía aceptar para evitar descontentos.
—¿Y bien? ¿no dirás nada? —preguntó, sacándolo de su ensoñación.
—Uhm, yo... Y-yo no pensaba en n-nada, amo —contestó, sintiendo que había vuelto a arruinar todo.
—Claro, haré como que te creo, pero bueno, deseo desahogarme, así que ven aquí y dame una mamada —ordenó, bajándose el cierre del pantalón —. Esto de ser hijo mayor de Jehová no es nada fácil, cosas que realizar por aquí, mandar mensajes a los creyentes mientras duermen y demás, todo esto cansa, claro que, para eso te tengo aquí.
Y regresaba a la rutina de siempre, complacer a su "pareja" tanto con su cuerpo como con otras acciones, acatar todos los mandatos que se le son dados y más.
Él ya no tenía voz ni voto, solo podía mantenerse callado y seguir con ese mal romance.
Aquel que inició como un juego que pensaba, tenía ganado, y terminó así.
𝐍𝐨𝐭𝐚𝐬:
-Esta es una de los cinco OS que más me gustaron al escribir, fue interesante de hacer. Esta en mi top de favoritos osi
-Es el segundo más largo que hago en toda mi vida, pero valió la pena xd
-Quise hacer KamiKiri, pues al escribir estaba en ese momento donde veía a Eijiro como pasiva uwu
-Quiero llorar, según yo, quedó genial.
-Para las dudas, levemente basada en la canción del mismo nombre ajá
-Tarde cerca de dos meses en hacerlo ay, todo porque el original no me convenció.
-No sirvo para el lemon :c
-Tampoco para las escenas de acción, esa fue escrita por AndrewsRY
-Fue medio complicado esto, pues no estoy familiarizada con este tema, pero ok
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