08; Necesidad
Era absurdo, era intangible quizá, pero ahí estaba.
Corrió rápido detrás de Ochako.
La necesitaba, los necesitaba, de manera enferma y obsesiva, miró detrás de él y no había señales de Todoroki.
Tres meses y estaba perdiendo la cordura, no sabía en qué rayos se había metido. Ansioso redirigió la mirada al frente.
Logró tomarla de las muñecas.
—¿¡P-por qué mierda!?
No entendía y alejó su mano, a caso no notaban que cada vez que por accidente se miraban más los amaba?
—¿¡Por qué mierda corres!? ¡¿Quieres dejarnos!? —enojo y tristeza le habían decir tonterías y gruñó harto.
La castaña entró en pánico, si, quizá si, se ahorraría todo lo que ha vivido. No estaría siendo objeto de burlas y acoso.
Las lágrimas caían y caían de sus ojos, dolía tanto respirar.
Despacio alejó su mano de Katsuki quien la miraba herido, caminó hacia las gradas y se escondió detrás de ellas, en aquel cuarto pequeño donde guardaban las cosas de jardinería.
Era su lugar favorito para jugar a hacer picnic, aunque Bakugou casi nunca quería al final terminaba ahí comiendo carbohidratos de más. Apretó los dientes, en qué estaban pensando.
Se escondió dentro de sus rodillas y se cayó a pedazos, uno por uno, de forma miserable y demoledora. Ahí seguía esa manta azul que había conseguido Shoto para no llenarse del polvo, la miró y se sintió aún peor.
Los pasos de Bakugou llegaron lentos y rendidos.
Calmó su respiración y miró los ojos dudosos y heridos color carmesí:
—¿Por qué todo fue así? No quería esto, no quería terminar así —ardía y quemaba cada palabra desde el fondo de su garganta— no quiero estar aquí. Ustedes no saben nada de lo que me está pasando, no saben lo que he tenido que aguantar simplemente por...
Ah, mierda, le gustaban. Por qué simplemente no dejaba de sentirlo?
Las manos cálidas de Katsuki levantaron su rostro y ahí estaban esos ojos, los había extrañado tanto.
—Que se vayan a la mierda esos hijos de puta —gruñó. Si, que se fueran a tomar por culo, no entendía en que les afectaba tanto a todos que saliera con Ochako y Shoto. No entendía y eso lo hacía enojar más.
La jaló hacia el y se recostó en el suelo sobre esa manta de mal gusto que les agradaba tanto a ellos, la abrazó suave y firme.
Seguro que Momo ya habría ido a decir todo, se preguntaba como se desencadenaría todo, miró como la puerta se habría despacio y Shoto entraba cerrando detrás con cautela.
—¿Qué estamos haciendo? —soltó neutro sentándose al lado de sus amores.
—No sé. Ojalá sea una puta etapa de calentura.
Tan seco e irónico como podía ser, Ochako soltó una risita y Shoto igual.
¿A dónde los llevaría esto?
El bicolor se recostó con ellos y no perdieron nada de tiempo.
Abrazarse era tan vívido que no sintieron lo fuerte que lo hacían.
Estaban viviendo el momento.
El clima era frío, el invierno estaba a punto de entrar, el aire estaba seco y tenerse a los tres los hacía sentir, hirviendo. Si, hirviendo, fundiéndose.
Tres meses aislados de los tres, ellos sin ver a su sol y ella si ver a sus estrellas los hacia sentir... ah, no tenían palabras para describirlo, desenfrenados quizá, pero simplemente dejaban que aquel fango que los trataban lo hicieran a su ritmo.
Se les estaba pasando la mano.
Morían de vergüenza pero el lugar era tan personal que no titubearon al besarse. Era algo nuevo y complicado tener besos de tres, pero entre más duraban más gusto le cojian.
—Bakugou, cierra los ojos —chilló Ochako avergonzada siendo apoyada por la mirada acusatoria de Todoroki.
El gruñó burlón —me gusta verlos, se ven bien.
Estaban contra el reloj, antes de que los encontraran, así que iban tan rápido como podían.
Uraraka era quien más amor necesitaba para cerrar aquellas heridas, así que estaba siendo asfixiada entre caricias, besos y palabras bonitas.
La temperatura subía, subía y subía. Los besos de Shoto en su oreja y los de Katsuki en su cuello la hicieron estallar.
En la bocanada de aire se escapó un leve gemido de Uraraka.
Quemaba.
No hizo falta un intercambio de miradas entre ambos masculinos para notar que eso había dado luz verde a sus desenfrenados deseos.
Anhelaban tanto pegar sus cuerpos.
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