̶c̶̶a̶̶p̶̶i̶̶t̶̶u̶̶l̶̶o̶ ̶u̶̶n̶̶o̶ 𝐿𝑜𝑣𝑒 𝑎𝑠 𝑟𝑜𝑠𝑒𝑠 𝒉𝑎𝑠 𝑠𝑝𝑖𝑛𝑒𝑠.

"Find what you love

And let it kill you."

El reloj marcaba casi las cinco de la tarde al tiempo que un joven pelinegro de 19 años entraba a su estrecho apartamento en un pequeño pueblo de Seúl.

Jimin vivía en un pequeño hogar junto a su novio YoonGi, con el cual llevaba una relación de casi seis años. Su pareja había sido su primera y única relación desde que tenía 14 años en primer año de secundaria.

Los primeros tres años de su relación fueron casi idílicos. Jimin era una infinita quimera de risas y mejillas enrojecidas. Se sentía tan afortunado de contar con el apoyo del mayor, ya que siempre fue algo inseguro sobre el mismo. Pero cualquier pensamiento oscuro se desvanecía con solo sentir la cálida mano de YoonGi sobre la suya diciéndole que todo iba a estar bien mientras estuvieran juntos.

Sin embargo, al tiempo que crecieron empezaron a cambiar, en especial el chico mayor de ojos felinos, encontrando un vicio que lo llenaba más que la compañía del chico bajo, era tan amargo y dulce que ardía su garganta, mientras nublaba su mente, cegándolo de todas aquellas cosas que eran importante para él, haciendo de ellas casi una obligación.

Todas las prioridades de YoonGi habían pasado a no ocupar relevancia en su vida,
hasta convertirse en pequeños retazos de una obra sin acabar,
Y uno de esos retazos desafortunadamente era Jimin.

YoonGi realmente amaba a Jimin.

Desde que lo conoció le cautivaron esos ojos almendrados con su eyesmile del chico bajo, los cuales ocultaba bajo un flequillo para esconderse constantemente, ya que este era sumamente inseguro e introvertido. Por lo que el menor nunca imagino que una persona pudiese ser capaz de amar a alguien "tan repugnante" según sus propias palabras, hasta que conoció al mayor de ojos felinos.

YoonGi le cautivo esas pequeñas cicatrices esparcidas en la personalidad del pelinegro, las cuales durante los primeros años de su relación se encargó de sanar. Jimin logró mejorar como persona, y ganó algo de confianza, y ciertos kilos que lo hicieron lucir más saludable en comparación a como lucia cuando lo conoció.

Jimin estaba hecho para YoonGi y YoonGi estaba hecho para Jimin. Ante los ojos ajenos parecía ridículo el pensar que su relación pudiese acabar. Ya que ellos rara vez pealaban o discutían. No eran más que una constelación de amor, hogar, seguridad, y paz.

Esas palabras pronto serian desplazadas a causa del mayor, que cayó en una de las peores adicciones, que no solo acabaría con él, sino, con Jimin también.

YoonGi tenía Alcoholismo. Un padecimiento que generaba al mayor la constante necesidad de ingerir alcohol. Haciéndole perder el límite de la cantidad que consumía, hasta desarrollar cierta tolerancia a esta droga.

YoonGi se encontraba dentro de un círculo infinito entre botellas y nicotina. Su temperamento cambio abruptamente a causa de este trastorno. A su vez también su personalidad era inconstante e impredecible que hacía a Jimin en muchas ocasiones deprender unas cuantas lágrimas.

El pelinegro de pancita hinchada lidiaba con el nuevo comportamiento de YoonGi, a causa de su terrible adicción, pensando que sería algo pasajero, que era cuestión de una etapa que no duraría más de dos meses. Hasta que esas noches en las que el mayor llegaba con un fuerte olor a whiskey pasaron de dos días a la semana, hasta convertirse en algo cotidiano, incluso su dependencia al alcohol era tan fuerte que acompañaba su taza de café con dos tercios de ginebra todas las mañanas.

Jimin solo fruncía el ceño y suspiraba en silencioso cuando observaba al mayor cumplir con esa rutina todos los días. A veces se le quedaba observando pensando si su novio estaba consciente de lo que estaba haciendo. Por supuesto, YoonGi lo notaba tomando el trago de una sola empinada para luego preguntarle si había algún problema, y por supuesto Jimin negaba, siempre guardando todo para él.


Pero Jimin nunca se atrevería a decirle algo al respecto al mayor, de alguna extraña manera seguía allí. YoonGi siempre regresaba a lo que ambos habían construido con tanto esfuerzo, y llamaban hogar.
¿Por qué tendría la potestad de juzgar las acciones del mayor? Él estaba allí, sin importar cuantas botellas habían rozado sus labios, el olor aterciopelado del alcohol desaparecía con el calor de su cuerpo mientras respiraba pausadamente abrazando el cuerpo de Jimin.

Él amaba eso.

Él amaba saber que sin importar este pequeño "defecto" YoonGi siempre volvería a él.

Él amaba a YoonGi.

Más de lo que alguna vez podría amarse a sí mismo.

Jimin decidió limpiar el apartamento para que su novio lo pudiese encontrar impecable, y así se asomara una sonrisa en su rostro.

El pelinegro estaba ansioso por ver a YoonGi, pero sabía que este llegaría a las nueve de la noche, por lo que solo le quedaba acostarse en su cama leyendo mientras recordaba los hoyuelos de su novio.

Luego de unos minutos de lectura Jimin se quedó dormido en la página 33 de cierto libro de Bukowski, mientras su mente divagaba entre la realidad y el sueño.

Recordaba todos esos años junto a YoonGi, su primer beso tan torpe y delicado que terminaron con sus mejillas ardientes. Su primera pelea, su primer orgasmo, y todas esas series de experiencias que compartía con el mayor, y que nada podría borrarlas.

Pasaron las horas, y cuando Jimin finalmente despertó eran las nueve y media de la noche, lo cual lo extraño. No solo por haber dormido tanto tiempo, sino que las luces seguían encendidas, y el mayor no se encontraba a su lado durmiendo con su usual olor a alcohol y tabaco.

Jimin busco su teléfono entre sus bolsillos para llamar a YoonGi. Estaba preocupado, su novio siempre iba por unos tragos con sus insoportables amigos, pero se aseguraba de llegar a tiempo, para encontrar a su novio despierto, y no los brazos de Morfeo.

La llamada caía al buzón de mensajes luego de largos minutos de repicar. Jimin no se dio por vencido, así que continuo llamando hasta dejar casi 20 llamadas perdidas. Incluso envió un excesivo número de mensajes a YoonGi preguntándole si estaba bien, cuando regresaría a casa, y que lo extrañaba demasiado.

Jimin a causa de la inseguridad que había logrado manejar en el transcurso de los años, vivía con el constante miedo de que YoonGi algún día se diera cuenta de lo realmente horrible que era, y lo dejase.

Por ello se encargaría de soportar todo, ya que el pelinegro sabía casi secretamente, que nadie más podría amarlo, así como él era incapaz de amar a alguien más.

Sintió un poco de ansiedad cuando ya eran casi las once, y sus ojos seguían alertas, sus manos eran un mar de sudor, y sus labios estaban agrietados de haberlos mordido tantas veces.

YoonGi no contestaba sus llamadas.

YoonGi no había llegado a las nueve para abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien.

YoonGi no estaba.

¿YoonGi, lo había dejado?

Los ojos de Jimin se cristalizaron ante esa idea, por lo que decidió apagar las luces, cubrir su cuerpo con las sabanas, y esperar por YoonGi.

YoonGi tenía que llegar, iba a llegar, pero no de la manera que llegaba usualmente.

Eran casi las dos de la madrugada, y el pelinegro seguía despierto con sus ojos ardiendo, no solo de resistir el sueño, sino de haber dejado escapar unas cuantas lágrimas.

Unos minutos después sintió el ruido de las botas de YoonGi entrar al apartamento. Una sonrisa de paz se dibujó en su rostro y se acomodó entre sus sabanas, haciendo un pequeño baile de celebración para luego simular estar dormido, y no sentirse avergonzado de haberse desvelado toda la noche esperando a YoonGi.

Cuando la puerta de la habitación se abrió podía sentir el paso irregular del mayor a causa de la posiblemente excesiva cantidad de alcohol que había consumido esa noche.
YoonGi encendió las luces de la habitación mientras se quitaba sus prendas, el pelinegro aun simulando estar dormido espió con sus ojos entre cerrados el cuerpo del mayor quien se había despojado de su camisa.

Jimin notó como en el cuerpo de YoonGi habían una serie de marcas que se asemejaban a moretones o chupetones incluso. La intriga y los pensamientos del pelinegro empezaban a abordarlo, preguntándose porque el mayor había regresado así. Jimin supuso que a lo mejor en su estado de embriaguez su novio se había
involucrado en una pelea.

Pero YoonGi no había estado en ninguna pelea esa noche, esas marcas eran evidencia del crimen que había cometido, y su corazón ya no era el mismo.

El teléfono de YoonGi empezó a sonar, y al pelinegro le sorprendió que el teléfono de su novio funcionase perfectamente, y aun así no fue capaz de contestar ninguna de sus llamadas.

-¿Alo?- Respondió YoonGi ante la llamada.

-No-

-A mí me encantó bebé-

-¿Yo? La próxima vez tú estarás de espaldas otra vez.

Los ojos de Jimin empezaban a cristalizarse, mientras su ansiedad crecía, y una batalla de pensamientos ocupaba en su mente.

¿Con quién estaba hablando YoonGi?

¿Por qué había llegado tarde?

¿Qué eran esos moretones en su piel?

¿Por qué había llamado a alguien más bebe?

¿Acaso YoonGi estaba siendo infiel?

No, eso no era posible. Jimin se estaba convenciendose que todo lo que estaba presenciando esta maldita noche era un malentendido. YoonGi no era capaz de hacer eso porque lo amaba ¿Cierto?

YoonGi colgó la llamada mientras tocia a causa de la cantidad de cigarros que había fumado esa noche. Quitándose sus botas para quedar solo en sus boxers, se acostó al lado del pelinegro, dándole la espalda a este.

Jimin logro diferenciar entre el tabaco y el amargo olor del alcohol, el olor de un asqueroso perfume barato que no era el de YoonGi. Se dio la vuelta para notar como esas marcas dibujaban la parte baja del mayor hasta trazar un camino hasta su cuello.

Había un nudo en la garganta en el chico de ojos almendrados.

¿Qué significaba todo esto?

¿Acaso era su culpa?

¿YoonGi ya no lo amaba?

El mayor se dio la vuelta para encontrar al pelinegro mirándolo fijamente por lo que soltó un bufido.

Se quedaron largos minutos sin decir nada, solo mirándose, como si estuviesen atrapados entre sus propias palabras, las cuales no salían de sus labios.

YoonGi extendió su mano hasta la palma de Jimin tomándola con fuerza mientras sus ojos comenzaban a cerrarse.

Jimin examino la acción del mayor y al tiempo que tarareo un casi silencioso "Buenas noches, YoonGi"

Porque eso era.

Jimin necesitaba solo eso.

No importaba si sus pensamientos eran correctos, y el mayor había estado con otra persona, él había vuelto, él había consumido demasiadas copas, él no sabía lo había hecho de seguro, y tal vez era su propia culpa.

Jimin tal vez no era suficiente para YoonGi, y lo entendía perfectamente.

Él estaba dispuesto a soportar cualquier obstáculo para continuar a su lado. Además, el mayor no tenía la culpa, era el maldito alcohol que lo llevo a accionar de esa manera.
Sus ojos comenzaban a cerrarse al tiempo que una lagrima escapo tanteando su mejilla.

El menor sintió como una mano limpió su mejilla, mientras una sonrisa triste se asomaba en su rostro.

Jimin estaba bien,

Jimin podía con todo esto,

YoonGi no tenía la culpa,

Jimin no tenía su corazón roto.

Pero posiblemente pronto se quebraría como las cicatrices que brotarían dentro del corazón de Jimin.

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