𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 42: 𝐷𝑖𝑎𝑔𝑛𝑜𝑠𝑖𝑠
El nombre de Jungkook sonó por los parlantes del pasillo, junto a su apellido, que parecía difícil de pronunciar. Él borro su sonrisa, y comenzó a echarse para atrás hasta golpear su espalda con la pared, su mirada tenia pánico escrito, mirando hacia todos lados, encontrándose con mis ojos, alargando su mano hasta que tocó levemente la mía. — Es mi cita con la doctora.
— ¿Qué es lo que ocurre con eso?
—La última vez me dijo que tenía que subir de peso, pero no he comido más que las medicinas que me recetó, ellos van a llevarme al cuarto de aislamiento porque no estoy progresando. —medio tembló, enviando con ello un movimiento que produjo el que su mano tocara la mía de forma más plena. Me sentí extraño, porque la envolví en un apretón cuando él lo hizo. —Acompáñame.
Asentí, cuando volví a escuchar por segunda vez, Jungkook, a la oficina de la doctora. Nos levantamos después de eso aún con nuestras manos unidas. No sabía porque lo hacíamos, pero se produjo de todas formas. Estaba loco, desquiciado tal vez, tenía sangre en sus manos, no comía e inevitablemente iba a morir, pero parecía que todo eso fue lo que él siempre quiso. En su rostro no había ningún rastro que me demostrara que él realmente quería mejorar y salir de aquí. — ¿Cuál es tu diagnosis? —pregunté, sintiéndome como un chismoso al respecto, pero sinceramente, si él no quería compartir conmigo eso, yo lo aceptaba. De todas formas con la ingenuidad que aparentaba se me hacía que si iba a decírmelo, y estuve en lo correcto.
Estuvo un rato callado pensando, quizá en si decírmelo, o quizá en cómo hacerlo. Parecía un poco extraviado de la realidad, hasta que me miró con esos ojos que parecen trasmitir inocencia, aun si eso es de lo que más carece. —Al principio solo era esquizofrenia, veo personas, y ellas hablan muchas cosas locas. Enfermas. Al principio creí que tú eras una de ellas por eso te ignore completamente cuando entraste, pero, se siente cálido estar contigo, nunca fui capaz de sentir emociones, y ellos, ellos son horribles, tú no podrías ser uno. —sonrió hacia mí, mientras caminábamos lejos de la habitación. No escuché más aquella voz femenina gastada por el alto parlante. Pero si la voz de Jungkook cantando cosas en voz baja. —Luego dijeron que también tenía psicopatía, porque comenté, sin querer, que el haber matado a mi hermano no había causado en mi remordimiento alguno.
— ¿Estabas feliz de hacerlo?
—Nadie me creería si dijera que no.
Aquí, por más que intentes explicarte, nadie va a entenderlo. Esas personas que se disfrazan de especialistas intentando meter sus manos en tu mente, no lo logran. Yo estaba sufriendo una crisis y no era normal, he pasado por muchas, había pasado por muchas, pero mis padres nunca hicieron nada. Como niño, en ese entonces, no tenía idea de que era bueno y que era malo, solo hacia lo que ellos me decían. ¿Tú crees que aquí alguien va a entender alguna vez, que la sed de matar no es mía, si no de personas que mi propio cerebro creó? Jamás. La culpa la trasmiten a mi inevitablemente, quizá la tengo, quizá es lo que yo deseo camuflado como enfermedad. ¿Qué más da?—irradio felicidad en una sonrisa al soltar la última frase. No habíamos llegado aún, pero podía ver miradas sobre nosotros, grupos de personas esparcidas por cada lugar. Me di el tiempo de inspeccionar a cada una unos minutos.
Vi a JiEun, apoyada en la pared, observándonos con una media sonrisa y un cigarrillo entre sus labios. Me preguntaba si aquí estaba permitido, cuando lo encendió, supe que sí. Tuvimos que estar cerca de ella porque, la oficina de la doctora estaba allí, Jungkook soltó mi mano haciendo una pequeña mueca de tristeza ante aquello, mirándome, y levantando el pulgar solo para decirme que estaba bien, que iba a salir bien de eso. Podía entender su significado. Dentro, aquellos pequeños segundos en los que se me permitió tener una vista del lugar, había una pesa, sofás, escritorios y una mujer de unos cincuenta años, con un rostro infinitamente feliz sentada detrás de uno.
Cuando se cerró e inevitablemente me impidió seguir viendo, así que la chica rubia tomo asiento a mi lado, luego de que yo lo hiciera, con las piernas abiertas y apoyando una de sus manos en el espacio de la silla que su cuerpo no ocupaba. Mientras con la otra, fumaba el cigarrillo mirándome con sus grandes ojos marrones. Inclinó una ceja, sacó de su bolsillo una cajetilla para tirarla sobre mi regazo, si dijera que no necesitaba uno en ese momento, estaría mintiendo indiscriminadamente. Por lo que lo tome entre mis dedos y cuando lo puse en mi boca, ella con su encendedor pudo prenderlo. —El siguiente eres tú.
— ¿Uh?
—Que vas después de Jungkook, esto es por orden de cuarto, yo fui la primera, luego él, tienes que contarme que te dice tu diagnosis, es bueno escuchar que tan ido de la cabeza están otros, te hacen sentir menos enferma. —soltó una risa algo escalofriante. Dios mío, ella daba miedo, cada parte de lo que hacía o como sonreía, todo era espeluznante. —Si lo que quieres es pastillas por montón, omite que eres adicto a ellas, lloriquea un poco y miente, miente mucho. Entre más demuestres cuan enfermo estas, más saciada se sentirá ella con tu visita.
Hice lo que ella me había dicho, por lo tanto, el segundo día, ni el tercero, fueron tan duros gracias a la medicación. Fumaba un montón de cigarrillos últimamente, y era quizá porque solo podía aferrarme a ellos.
Dormir y ducharme eran lo peor. Usualmente, las últimas dos noches, me desperté por los gritos de Jungkook, llorando, moviéndose, quejándose. JiEun no pestañeaba ni una sola vez, porque al parecer ya estaba acostumbrada.
No lo habían llevado a la sala de aislamiento, porque prometió subir en dos meses el doble de peso que había dicho que subiría antes. Había grandes ojeras debajo de mis ojos más acentuadas que la última vez, hasta que comenzaron a darme pastillas para dormir junto a los tranquilizantes.
Era como estar en el jodido paraíso. No sentía, solo estaba ahí, acostado. Fui al comedor acompañado de este chico que lo único que hacía era sonreír, y cuando llegamos él solo se sostenía fuerte de mi brazo, ver tanta gente le causaba un terror que lo inmovilizaba hasta que yo le recordaba que estaba ahí.
En tan solo unos días, él se había refugiado en mí. Me trataba como su amigo, me contaba historias y solo porque yo iba al comedor, Jungkook también lo intentaba. Se sentaba con un poco de gente a mirar la pantalla que estaba sostenida de la pared. Yo no sé si cariño se le podía llamar a esto, porque no era así en absoluto, quizá solo era el sentimiento de querer protegerlo, porque veía de alguna forma la imagen de JiHyun reflejada en su rostro.
Todo estaba bien, conmigo. Yo me quedaba en el sofá fumándome un cigarrillo, mientras veía a las personas y me mantenía en aquella brumosa nube de tranquilidad que me inundaba. Veía la locura esparcida en cada rincón pero también el sentimiento de una realidad diferente, me sentía renovado. Tuve que dejar de pensar en eso, en lo bien que me sentía, en lo bueno que era para mí esto, porque una enfermera se acercó a mí, deteniendo mis pensamientos, mientras veía a Jungkook fruncir el ceño ante algo que había dicho una persona detrás de él, una chica. Parpadee varias veces, después de tantos tranquilos días, pude sentir como todo iba a terminar en un completo desastre.
Pero ella no me dejaba ver que estaba pasando cuando comencé a escuchar gritos, porque su voz estaba dirigida solo a mí y con rapidez movió mi hombro intentando llamar mi atención. — Tienes una visita, JiMin.
La miré, pero no respondí nada. ¿Qué iba a importarme en esos momentos cuando estaba ocurriendo algo malo detrás? Me obligó a levantarme, lo que agradecí, porque pude tener una vista más clara.
Lo vi, su rostro medio deformado por la rabia, no sabía que había sucedido, pero ahí estaba Jungkook, gritando: — ¡Voy a matarte, puta! ¡Voy a matarte, voy a hacer tu vida miserable! —su voz cambiaba, pero seguía pareciendo infantil, intentando tirarse encima de ella pero, detrás, personal del lugar obviamente lo estaba deteniendo. Tomando sus delgados brazos tan fuerte que pensé que iban a romperlo.
— ¿Vas a matarme, cómo? ¡No vas a poder hacer nada encerrado, imbécil! Por eso es que no tienes que salir nunca de tu jodido cuarto. —a ella también la tomaban, no sabía quién era pero lucia delgada hasta puntos extremos, igual, por la sonrisa que poseía y la risa histérica que soltaba, no creía que a ella le fuesen a hacer nada malo. O puede que sí, puede que solo no le importara.
— ¡JiMin! —escuchar mi nombre salir de su endeble voz, me hizo automáticamente llevar mis ojos hacia él. Se mantenía mirándome con esa cara de cachorro asustado, forzándose e intentando inútilmente escapar, haciéndome saber que se lo llevaban a algún lugar horrible, y esa era la razón por lo que estaba tan asustado. Era algo a lo que verdaderamente le temía.
¿Era esto, una de cosas por las que no quería irse de su cuarto, si no permanecer en el todo el día?
Estuve a punto de moverme para ir por él, porque quería, porque nacía de mi ayudarlo, aun si parecía innecesario porque nada de lo que hiciera lo sacaría de esta situación, muy a mi pesar, esto no se me fue permitido, porque la estúpida e insistente enfermera seguía diciéndome que tenía visita, que tenía que ir. Así que tuvimos que darnos la última mirada antes de seguirla.
Pobre, sinceramente, no sé a qué clase de infierno se lo llevarían.
Pasillo por pasillo, y aun así, seguía escuchando detrás los gritos de Jungkook, fuertes y profundos, entre el silencio que llenaba aquel lugar. Me martirizaba pensando que había pasado, echándome la culpa, porque si mi presencia no lo hubiese obligado a salir, quizá estaría en su zona de confort, encerrado en él mismo con la misma sonrisa inconsciente de siempre.
Indiferente, minutos después, miré al final, donde la puerta por la que alguna vez yo entré, se encontraba. YoonGi estaba ahí, observando mi figura que desde su perspectiva, seguramente era pequeña, hasta que llegue a su cercanía.
—El monstruo está aquí de pie, para ver tu demacrada cara. —anunció.
Con algo de ironía, dejé escapar un par de palabras. — ¿No estoy demasiado horrible para ti?
—Nunca lo estas, creo que ese es el problema. —tras terminar su alago desastroso, remojo sus labios, seguramente deseando que los míos estuvieran sobre ellos. Sonreí, me encanta tener el control.
—Supongo que estas aquí para saber mi diagnosis, ¿No? —asintió, en parte, porque quiso decir algo también después de eso, yo no lo dejé. —Es; no come y está cansado. Loco de amor por un hijo de puta, enfermo por tomar pastillas. Mirándote y deseando destrozar tu cara con sus puños pero también, queriendo verte morir, a la vez que él lo hace también. ¿Cuál cura hay para eso?
—Solo hacerlo.
—Exacto.
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