UNO
Jungkook.
—Tenemos que dejar de encontrarnos así —me quejo con molestia—. Tú violando la ley y yo teniendo que hacerme cargo.
Jimin resopla desde el asiento del pasajero y yo giró el rostro para verlo, este niño es un desastre y no me arrepiento de haberlo alejado de Tae, aunque no estoy seguro si el sabe lo que había entre Yoongi y él, y hoy también interrumpe mi descanso cuando se suponía que debía relajarme y tener algo de sexo.
Sin embargo aquí estoy, en mi auto rumbo a casa de sus padres, con una erección apretando mis pantalones, que me hace sentir furioso conmigo mismo y con él por causarla.
—¿Voy a poder hablar con tu papá esta vez? —le preguntó mientras conduzco por las calles oscuras hacia su enorme casa en las afueras de la ciudad.
Su cuerpo se puso rígido al escucharme, no era como si le preocupara que lo regañaran, era más como si tuviera miedo, su rostro se tensó y sus dientes presionaron con fuerza su labio inferior lastimándose.
—No, dijo que iba a ir a la ciudad por cosas del trabajo —respondió en voz baja y pude notar un leve toque de angustia.
Mis manos se cerraron sobre el volante con molestia, su padre es el alcalde de la ciudad, es un hombre ocupado lo sé, pero tiene la habilidad de jamás estar en su casa cuando es necesario, y hablar con su esposa era caso perdido, esa mujer era un maldito adorno bonito y nada más, al no ser la madre biológica del chico, no le interesaba su bienestar.
—Realmente deberías encontrar mejores amigos, esos chicos son una mala influencia —le digo mientras vuelvo a fijar mi vista al frente.
Jimin se ríe de manera cínica y clava sus lindos ojos verdes en mi.
—Pensé que YO era la mala influencia —dice enfatizando la palabra antes de continuar —. Me quitaste a mi mejor amigo, no tengo más opción que salir con alguien más —me reclama con molestia y un toque de tristeza.
La culpa burbujea en mi pecho, pensando que tal vez hice mal al no dejar que Tae siguiera viéndolo después de haberlos descubierto en otro bar, pero decido ignorar la estúpida sensación por el resto del viaje, aunque en mi cabeza sigue rondando la pregunta de si Jimin estaría enterado de su relación con mi ex mejor amigo.
Cuando finalmente llegó a su casa, espero a que salga del auto, pero en cambio sus ojos están fijos en él Mercedes Clase Ejecutiva negro estacionado afuera, su rostro tiene una mueca de sorpresa y miedo.
—¿Ese es el auto de tu padre? —le pregunto con molestia pensando que antes me había mentido.
Jimin traga saliva y asiente.
—Sí.
—Muy bien. Baja, hablaré con él.
Su cabeza se gira bruscamente hacia mí y su abultado labio inferior tiembla, y mis ganas por hundir mis dientes en él despiertan de nuevo y me maldigo al instante. Salgo del auto y empiezo a caminar hacia la puerta principal, cuando me doy vuelta para ver si el chico me está siguiendo, lo encuentro parado afuera del auto mordiendo nerviosamente una de sus uñas.
En este momento, a pesar del cabello exoticamente teñido, el maquillaje exagerado y la ropa provocativa que lo hace parecer un sexoservidor, su mirada asustada e inocente lo hace ver tan vulnerable.
—Vamos —le exijo.
Él salta con sobresaltó y comienza a caminar hacia mí.
—Por favor no le cuentes —me ruega y me agarra de la mano, sorprendiendome—. Por favor.
Las esmeraldas que son sus ojos brillan con lágrimas contenidas.
—Estás fuera de control —pronunció e intentó tirar de mi mano hacia la casa.
—Seré un buen chico —susurra, apretando mi mano con más fuerza—. Por favor no se lo digas.
Ver esa expresión desvalida despierta en mí una necesidad de protección que nada tiene que ver con el instinto paterno. Si fuera unos años menor, lo tomaría entre mis brazos y le aseguraría que todo estaría bien, y tal vez me olvidaría de que es un niño y dejaría que la necesidad se hiciera cargo.
Pero soy el maldito jefe de policía de la ciudad y por supuesto yo no soy como Yoongi.
—Lo siento —le digo y retiro mi mano de entre las suyas.
Agacha el rostro y me sigue con resignación.
Lanzó las llaves sobre el tazón de la entrada sin detenerme hasta llegar a mi habitación, en mi cabeza se sigue reproduciendo la mirada del alcalde Park mientras le explicaba lo sucedido, su cara no reflejaba nada, pero por un instante cuando vio a Jimin pude percibir un leve destello de ira en sus ojos, y no era la clase de enojo que surge cuando un padre descubre que su hijo ha hecho alguna travesura, era algo diferente. Algo que despertó mi sexto sentido de policía y que no me gustó en absoluto.
Mientras me cambio de ropa, pienso en preguntarle a Tae si el no ha visto algo raro, pero recuerdo que me dijo que pasaría la noche en casa de Hoseok, otro de sus amigos de la escuela, parecía que ahora que no le permitía juntarse con Jimin, ellos se habían acercando más, la mayoría de los fines de semana los pasaba en su casa, me duele no tenerlo cerca y pasar mis descansos juntos, pero consideraba un triunfo que por lo menos no está con Yoongi.
Estaba por acostarme cuando unos golpes acelerados sobre la puerta de entrada resuenan en el silencio de mi hogar, mis ojos se desvían hacia él despertador en mi buró, es casi la una de la mañana. Salgo apresurado hacia abajo olvidando que solo estoy usando solo mis boxers, nada más llegar al final de las escaleras, tomó mi arma de servicio y me dirijo a la puerta.
Antes de abrir me fijo quien a través de la pantalla instalada en un costado y que transmite imágenes de la cámara frente a su puerta. Nada más con ver la cabellera rosa sabía quién era, dejó el arma en el estante de la entrada y abro la puerta.
—Sargento —dice Jimin alterado mientras se arroja a mis brazos.
Está temblando como una puta hoja y no lleva más ropa que una enorme camisa ligera, mi corazón se agita al escuchar la forma tan desgarradora en que llora.
—¿Qué pasa? —exijo saber tomando sus mejillas en mis palmas, forzandolo a mirarme a la cara.
Hay rastros del maquillaje negro que llevaba en los ojos corridos por sus mejillas, pero dejabo de él, era claramente visible el moretón en su ojo izquierdo.
—¿Qué diablos te pasó?
Sus lágrimas corren por su rostro y desvía sus lindos ojos verdes de mi cara mientras niega con la cabeza.
—Nada. Yo solo... solo necesito... ¿Puedo quedarme aquí esta noche? —me pide y soy incapaz de negarme.
Lo acompañó dentro y cierro la puerta con llave, sin soltarlo del agarre entre mis brazos, su cuerpo está temblando de tal manera, que temo que caiga al suelo si lo suelto.
—¿Cómo llegaste aquí? —pregunto, esperando que mi tono de voz sea más suave.
Le acarició el cabello desordenado para consolarlo, sus ojos están clavados en mi pecho desnudo y reprimo un quejido cuando me doy cuenta que debí haberme puesto algo más de ropa antes de bajar a abrir la puerta.
—Caminé un poco desde mi casa hasta que encontré quién me diera un aventón —susurra.
Un gruñido molestó retumba dentro de mi pecho ante su estupidez.
—¿Hiciste autostop? ¿Estás jodidamente loco?
Jimin se aleja y me mira a través de sus lágrimas, con esa mirada desafiante de siempre, mostrándome al chico feroz que conozco.
—¡Maldita sea! ¡No sabía tu número y no quería molestar a Tae! —me grita frustrado, agitando su pecho por el incremento en su respiración.
Mi mirada se desvía a su pecho al notar que la delgada playera que usa permite que se vean sus pequeños pezones, y pensar en que eso mismo pudo verlo el imbécil que lo trajo hasta aquí y que pudo haberse aprovechado de él lo hizo rabiar, Jimin era jodidamente afortunado de haber llegado a salvó.
—Está bien —lo tranquilizó suavizando mi tono—. Solo dime qué pasó. ¿Quién te pegó? Sus dientes se presionan sobre su labio y vuelve a mirar hacia otro lado.
—Nadie, me caí en el baño y me pegue en la cara —miente.
—No tengo tiempo para juegos Jimin, dime la verdad —le exijo con firmeza, pero sin gritarle.
Sus dedos temblorosos encuentran el bajo de su camisa y tira de el nerviosamente, dejándome ver la cremosa y pálida piel de sus muslos, distrayendome como el infierno. Apartó la mirada de sus apetitosas piernas tragando saliva y agarró su barbilla entre mis manos para que me vea a los ojos y le suplicó que me diga la verdad.
—Le dijiste, lo hiciste enojar —me acusa.
El maldito fuego del infierno calienta mi sangre, por sus palabras.
—¿Tu jodido padre te hizo esto? —le pregunto con los dientes apretados por el coraje.
Una vez más trata de mirar hacia otro lado, pero agarro de su mandíbula para que no pueda moverse.
—Sí.
Mi visión se nubla de furia, odio a los hombres que lastiman a las mujeres y niños, he visto suficiente de esa mierda de violencia doméstica en mi trabajo para durar toda la vida.
—Eso es abuso infantil —gruño.
Sus ojos verdes me miran con fastidio.
—No soy un niño.
Los dos sostenemos la mirada en un duelo de voluntades, ninguno está dispuesto a ceder en sus creencias, él dice no ser un niño y yo solo puedo ver a un chiquillo de diecisiete años. Un chico que tiene el cuerpo de alguien mucho mayor, y cuya boca es la más jodidamente tentadora y follable que haya visto jamás.
—Voy a arrestarlo —anuncie apartando los malditos pensamientos sobre su boca y lo que podía hacerle a un lado.
Todo el fuego se apaga de sus ojos cuando el miedo lo reemplaza, al escucharme.
—Po… Por favor, no hagas eso. Simplemente saldrá y las cosas serán peores para mí y para tí, ¿se te olvida quien es?
—Entonces, ¿por qué viniste aquí si no es por ayuda? —le preguntó mirándolo confuso.
—Solo quería quedarme en un lugar seguro y tú casa es el único lugar donde me he sentido así, por eso amaba cuando me quedaba a dormir aquí con Tae —admite y sus bellos ojos se encuentran con los míos —Todo gracias a tí —admite sin rastro de duda.
Mi instinto de protección se activa por él, puede que sea rebelde y haga cosas fuera de las reglas, pero tal vez solo sea porque prefiere mantenerse lejos de lo que ocurre en su hogar, y no puedo culparlo por eso.
—Puedes quedarte aquí. Sube al cuarto de Tae, limpiaste y ponte algo de su ropa —digo por fin.
—Gracias, sargento —agradece mirándome con sus ojos brillando por el llanto.
—Puedes decirme Jungkook —le digo y él asiente.
Después de que él se va a duchar, me dirijo a la cocina, busco en los gabinetes hasta encontrar un poco de chocolate, un remedio que mi madre usaba conmigo cuando me sentía mal anímicamente y que ahora yo también usaba con mi hijo para cuando los problemas típicos de la adolescencia lo sobrepasaban, una taza de chocolate caliente siempre ayudaba.
Estoy vertiendo el espeso líquido sobre una taza cuando lo escucho entrar. Me doy vuelta y casi no lo reconozco sin todo ese maquillaje que suele llevar, su rostro blanco y terso, sus ojos lucen tan dulces e inocentes, junto a sus mejillas con un suave color rosado, su pequeña nariz y ese par de bombones rosados que son sus labios, lo hacen lucir como un pequeño ángel puro e inocente, lo que solo pone más énfasis en lo incorrecto que es verlo con un ojo morado.
Aquí vamos de nuevo con una nueva historia, espero que les guste y le den mucho amor, les dejo una imagen deas o menos como lice nuestro guapo sergento de policía.
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