❨𝟎𝟑❩┊❛ the campfire
📆 OCTUBRE 12, 2019
🌸 OUTER BANKS - CONDADO DE KILDARE
📍CASA DE JULIET
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
En algún rincón oculto de la vida, uno cree que todo está en su lugar. Que las personas que amas siempre estarán cerca, que las amistades que hoy te rodean serán inquebrantables, y que, con el tiempo, el futuro dejará de ser un espectro aterrador cuando encuentres refugio en tu propio espacio. Pero, ¿qué ocurre cuando las grietas empiezan a formarse, pequeñas e invisibles al ojo ajeno? Puede que nadie más las perciba al principio, pero tú sí. Lo sientes en los silencios prolongados, en los gestos inadvertidos que antes pasaban desapercibidos, pero que ahora pesan como un susurro en un cuarto vacío. Algo empieza a resquebrajarse. La risa se apaga al instante cuando cruzas la puerta; las miradas, antes familiares y cálidas, se desvían de manera involuntaria. Es como si el aire hubiera cambiado, como si el hogar que alguna vez conociste comenzara a desmoronarse, ladrillo a ladrillo.
Juliet se sentía como una forastera en un lugar que antes llamaba suyo. Había algo inquietante en esa sensación, algo que no podía nombrar del todo, pero que estaba ahí, latiendo como un tambor lejano. El calor de la tarde no lograba disipar el frío que se había instalado en su pecho, un frío que no venía del exterior, sino de adentro.
Era ese tipo de frío que aparece cuando las certezas comienzan a tambalearse, cuando te das cuenta de que las cosas ya no son como solían ser, aunque todos finjan que nada ha cambiado. Sus pensamientos eran una maraña desordenada, un nudo de voces que hablaban al unísono, todas exigiendo respuestas que ella no sabía cómo dar.
"¿De verdad nos están excluyendo?" La pregunta rebotó en su mente como un eco. El eco de sus inseguridades, tal vez. O el eco de una verdad que se negaba a aceptar. Desde que ella y JJ habían dicho adiós aquella noche—la noche que ahora parecía tan distante y cercana al mismo tiempo—, todo había cambiado.
"Estás siendo paranoica." La voz de su padre resonó en su memoria, firme y áspera, como siempre. Lo decía con frecuencia, cada vez que Juliet se atrevía a expresar sus temores, sus dudas. "Piensas demasiado en cosas que no importan." Quizá tenía razón. Quizá todo esto no era más que una ilusión creada por su mente, una proyección de sus miedos más profundos.
Pero entonces, ¿por qué dolía tanto?
— ¡JULIET!
El grito atravesó la calma como una ráfaga helada, cortando el tenue murmullo de los pensamientos de Juliet. El cuchillo que sostenía en su mano se detuvo a medio corte, y la brillante fresa frente a ella rodó suavemente sobre la tabla, dejando un rastro carmesí. Sus ojos parpadearon varias veces, ajustándose al resplandor cálido pero ahora extraño de la cocina, mientras su mente regresaba abruptamente al presente.
Levantó la mirada, y allí estaba él. Easton, su padre, estaba en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba impaciencia y enojo con los ojos vidriosos y la mandíbula apretada. Había algo casi teatral en su postura, como si estuviera preparado para un enfrentamiento, tambaleándose apenas lo suficiente para delatar lo que ya sabía: había estado bebiendo otra vez, listo para imponer su autoridad de la manera más evidente posible.
— Te estoy hablando, Juliet — dijo él, su voz baja, pero cargada de un filo que hacía que las palabras parecieran mucho más pesadas.
Juliet tragó saliva y apartó la vista, enfocándose de nuevo en las fresas. Su respiración era lenta, medida, como si estuviera construyendo un muro invisible entre ellos.
— Perdón, no te escuché — respondió finalmente, su tono neutro, casi monótono.
Pero Easton Trelawney no era un hombre que se conformara con una disculpa superficial. Dio un paso dentro de la cocina, sus botas resonando contra el piso de baldosas, un eco que llenó el pequeño espacio entre ellos.
— Claro que no me escuchaste — dijo él, con un sarcasmo que se deslizó como veneno —. Nunca escuchas, ¿verdad? Estás tan metida en tu propio mundo que no te importa lo que sucede a tu alrededor.
Juliet dejó el cuchillo sobre la tabla con un leve golpe, un gesto pequeño pero cargado de intención. Inspiró profundamente antes de girarse hacia él, sus ojos oscuros enfrentándose a los de su padre.
— No estaba ignorándote — dijo, su voz firme, aunque contenía un borde de cansancio —. Estaba pensando. ¿Eso es un delito ahora?
Easton entrecerró los ojos, como si tratara de descifrarla, pero su ceño fruncido solo se profundizó.
— No se trata de pensar, Juliet — replicó, alzando un poco la voz —. Se trata de respeto. Estoy aquí hablándote, y ni siquiera tienes la decencia de prestarme atención.
La palabra "respeto" resonó en su mente como una campana hueca. Juliet cruzó los brazos, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su pecho, una presión que amenazaba con explotar.
— ¿Respeto? — repitió ella, con un tono sarcástico que sabía que solo lo enfurecería más —. ¿Así es como lo llamas? Porque para mí suena más a control.
La cocina quedó en silencio por un momento. Easton la miró con una mezcla de sorpresa y enojo, como si no supiera si regañarla o simplemente marcharse.
— No me hables así — dijo finalmente, su voz más baja pero cargada de advertencia.
Juliet mantuvo su mirada, sintiendo el calor de la confrontación subir por su cuerpo. No era la primera vez que discutían, y seguramente no sería la última, pero cada palabra que intercambiaban parecía profundizar la grieta invisible entre ellos.
— Entonces no me trates como si fuera una niña que no sabe lo que hace — replicó ella, con un tono más suave pero igual de desafiante.
Easton apretó los labios, como si estuviera conteniendo algo, y luego negó con la cabeza, exhalando un suspiro frustrado.
— No sé qué hacer contigo, Juliet — dijo finalmente, girándose hacia la puerta —. De verdad que no lo sé.
— ¿Qué quieres, Easton? — preguntó, llamándolo por su nombre, algo que sabía que lo irritaba más de lo que debería.
Easton se irguió, tambaleándose levemente.
— Quiero que me traigas las cervezas que dejé en el refrigerador — escupió, como si pedirlo fuera un acto de autoridad divina.
Juliet sintió cómo la rabia le subía desde el estómago, encendiendo cada fibra de su cuerpo. Se quitó el delantal que llevaba atado a la cintura y lo lanzó sobre la encimera con un gesto brusco.
— ¿De verdad es por eso que estás gritando como un loco? ¿Por un par de cervezas? — Las palabras salieron rápidas, cortantes, como cuchillos afilados.
Easton dio un paso al frente, sus ojos entrecerrados en una expresión peligrosa.
— Ten cuidado con cómo me hablas, niña.
Ella cruzó los brazos, plantándose firme frente a él.
— No, tú ten cuidado — respondió, con un tono cargado de desafío. — Porque no soy tu sirvienta. ¿Quieres tus cervezas? Levántate y ve por ellas tú mismo.
Sus pasos resonaron mientras se alejaba por el pasillo, dejando a Juliet sola en la cocina, con el aire aún denso por las palabras no dichas. Ella se giró de nuevo hacia las fresas, pero ya no tenía ganas de continuar.
El cuchillo seguía allí, brillando bajo las luces, y por un momento, todo en la cocina le pareció extrañamente vacío. Era como si cada rincón del espacio que una vez había sido un refugio ahora estuviera lleno de sombras. Juliet apoyó las manos en el borde de la encimera, dejando escapar un suspiro profundo mientras cerraba los ojos.
"¿Por qué siempre tiene que ser así?" pensó, sintiendo cómo el frío de su interior se mezclaba con la calidez artificial de la cocina. La sensación de aislamiento creció, envolviéndola como un abrigo pesado del que no podía deshacerse.
Ella sabía que lo que realmente dolía no eran las palabras de su padre, sino el eco de lo que nunca decía. Y eso, pensó, era lo que más la agotaba.
Su mente volvía, inevitablemente, a JJ. Pensó en cómo solía tomar su mano y en cómo siempre parecía encontrar la manera de hacerla sonreír, incluso en los días más grises.
Pero JJ ya no estaba. Y ella estaba atrapada aquí, en esta casa, con este hombre.
¿Hasta cuándo?
La voz de su madre, April, irrumpió en el silencio con una suavidad que solo los años de desgaste podían forjar. Había algo en su tono, sin embargo, que llevaba consigo el peso de jornadas interminables, el eco de la fatiga de días largos y noches de pensamientos sin fin. April había sido siempre la que intentaba ver lo bueno en todo, la que tomaba las riendas del día a día con un equilibrio inquebrantable. Pero en su mirada, Juliet había aprendido a leer lo que no se decía: la sombra de los años difíciles, la cicatriz de los recuerdos que Easton jamás dejaba atrás, que flotaban pesadamente en la atmósfera, como un manto invisible que todo lo cubría.
April se movía con destreza por la cocina, metiendo las compras en la despensa, pero su mirada no dejaba de posarse sobre las fresas que Juliet había dejado sobre la mesa. Las manos de su madre trabajaban rápido, sin prisa, pero con una calma que reflejaba una quietud profunda, como si el tiempo ya no tuviera la misma urgencia que antes. Los gestos eran pequeños, silenciosos, pero con el conocimiento que el espacio compartido entre madre e hija siempre traía consigo.
— ¿Vas a ver a JJ? — La pregunta flotó en el aire con una ligereza curiosa, pero detrás de ella había una carga de sabiduría que Juliet no pudo evitar reconocer. Era como si su madre hubiera aprendido a leer cada rincón de su ser, más allá de las palabras que ella decía o las que callaba.
Juliet sintió un destello de sorpresa atravesar su mente, una chispa de incredulidad. Pero cuando sus ojos encontraron los de su madre, vio esa chispa de complicidad, esa mirada que decía "sé lo que está pasando, aunque tú no lo digas". Fue un recordatorio de cuán poco se podía esconder de una madre, especialmente cuando ella lo había visto todo antes. Un rubor comenzó a escalar por sus mejillas, un calor que subía y se enredaba en su cuello, mientras trataba de esquivar la mirada de su madre.
— No — respondió rápidamente, sin pensar. Su voz sonó más nerviosa de lo que le habría gustado, un temblor de inseguridad en cada palabra. — ¡No! No lo voy a ver, mamá.
Pero April no dijo nada. No hizo falta. Con una sonrisa que parecía tener toda la ternura y paciencia del mundo, miró a su hija fijamente, como si todo estuviera claro. No había juicio en sus ojos, solo una comprensión que se extendía más allá de lo que las palabras podían explicar. Juliet, al sentir el peso de esa mirada, no pudo evitar un suspiro, una frustración interna que se instaló en su pecho. Sabía que no podía esconder nada de su madre, no cuando ya todo estaba dicho en el silencio compartido entre ellas.
— Ya... claro, claro. ¿Vas a ver a JJ? — repitió, esta vez su tono cargado de una suavidad que no ocultaba la diversión, pero tampoco la cercanía de alguien que había estado en la misma situación demasiadas veces para no saber cómo se sentía.
Juliet, ahora completamente roja, intentó no mostrar lo mucho que sus emociones la estaban abrumando. Respondió con un murmullo, como si al hablar en voz baja pudiera escapar de la magnitud de lo que sentía.
— Sí, lo voy a ver... pero también estarán John B y Pope — sus palabras fueron casi un susurro, como si temiera que decirlas en voz alta fuera a hacerlas más reales. — No sé qué va a pasar.
April soltó una risita ligera, casi como si la situación no fuera tan grave, como si aquello no fuera más que una pequeña chispa en un océano de complicaciones. Su rutina continuó mientras la conversación se disolvía en la normalidad del día a día. A pesar de todo, había algo en esos momentos con su madre que siempre la reconfortaba, como una capa de calma en medio de la tormenta. En el fondo, aunque el dolor de Easton seguía colándose en sus vidas, Juliet sentía una paz inexplicable al saber que su madre la veía, la entendía y, lo más importante, la quería sin reservas.
— ¿Te quedas a dormir? — La pregunta de April, sin urgencia, pero con un toque de afecto, hizo que Juliet se perdiera en sus pensamientos por un momento.
La imagen de la fogata se coló en su mente con fuerza, el crujir de la madera, el cálido brillo de las llamas reflejando el mar en la distancia. El sonido de las olas, el fuego chisporroteando, y la sensación de que el mundo se reducía a esa pequeña burbuja de luz en la oscuridad. Ella recordó la forma en que JJ había propuesto la idea, con esos ojos brillantes y esa sonrisa llena de promesas, como si el tiempo no importara, como si la única regla fuera disfrutar del momento, sin pretensiones, sin más complicaciones que el calor del fuego entre amigos.
— Sí, el señor Routledge nos va a invitar unas pizzas para cenar... — susurró Juliet, casi con una sonrisa al recordar las constantes batallas de Big John para mantener el hogar intacto a pesar de la invasión constante de chicos. — Dice que quiere evitar que vaciemos su despensa esta vez.
La risa de April fue suave, sin malicia, más bien con la calidez de una madre que conocía bien a esos chicos. Era una risa que no dejaba de ser indulgente, pero también llena de comprensión. Juliet, en su interior, no podía dejar de pensar en cómo Big John veía a sus amigos como una extensión de su familia, aunque a veces no se atreviera a admitirlo.
— ¿Y Big John qué opina? — preguntó April, esta vez con una mirada más penetrante, buscando entender realmente la situación. — ¿Te da miedo que algo pase entre tú y JJ?
Juliet se quedó en silencio por un momento, el peso de las palabras no dichas colgando en el aire. April había tocado un tema delicado, uno que Juliet ni siquiera sabía si estaba lista para abordar. Su madre siempre había sido la que intentaba mantener el equilibrio, la que veía la situación desde un ángulo más amplio, y eso la dejaba sin palabras muchas veces.
— No sé... — murmuró finalmente, como si al decirlo en voz baja pudiera entenderlo mejor. — Big John... no sabe qué hacer con nosotros. Pero, bueno, siempre está ahí, ¿no?
La conversación continuó entre risas y pequeñas sonrisas nerviosas, pero Juliet sabía que su madre, aunque no lo dijera en voz alta, entendía. No hacía falta que hablara para saber lo que sentía.
Con las fresas guardadas en su bolsa y las cervezas organizadas en la nevera portátil, Juliet se preparó para salir. Se ajustó el bolso de tela sobre su hombro, el borde ligeramente doblado por el uso, y echó un vistazo final a la cocina, que parecía descansar en el silencio de la tarde. Había algo especial en esos momentos sencillos, en cómo la rutina de cada día se desvanecía cuando el horizonte prometía algo diferente.
Al pasar junto a su madre, April la miró por un instante. No había palabras, pero en su mirada residía un mundo entero de sentimientos. Una mezcla de amor y melancolía, una conexión que Juliet sentía profundamente sin necesidad de que se dijera nada. April estaba orgullosa, aunque lo ocultara bajo el velo de la cotidianidad, y Juliet lo sabía. Ese amor, aunque callado, era como un refugio al que siempre podría regresar. A veces, ni los gestos más simples podían transmitir la profundidad de lo que una madre sentía por su hija.
La puerta se cerró tras ella con un suave clic, un sonido tan familiar que casi parecía una despedida cariñosa, un "hasta pronto" sin necesidad de palabras. El aire cálido de la tarde la envolvió, dándole la bienvenida a una nueva aventura, a la promesa de un instante más allá de la rutina.
Fue entonces cuando escuchó el sonido del motor, suave pero cercano, que la hizo detenerse por un momento. Un pitido bajo y familiar, como si el Twinkie la llamara, le recordó que estaba allí, esperando. El vehículo estaba estacionado frente a la casa, y Juliet pudo ver la forma del icónico furgón café bajo la luz tenue del sol que comenzaba a ponerse. Algo en su interior despertó, una chispa que la conectó instantáneamente con JJ, con la idea de la fogata, las risas, y la sensación de estar completa cuando él estaba cerca.
Pope, que se encontraba al frente del Twinkie, sonrió al verla acercarse y, con un movimiento fluido, abrió la puerta del lado trasero. A pesar de la actitud relajada de siempre, había algo en su gesto que era más que un simple acto de cortesía; era un pequeño ritual, una señal tácita de que todo estaba bien, de que no había dudas. Sus ojos reflejaban una mezcla de camaradería y afecto por Juliet, un cariño que no necesitaba palabras.
— ¿Su majestad quiere que la carguemos también? Porque JJ se ofreció como voluntario — bromeó Pope mientras le abría la puerta con un gesto exagerado de reverencia, al tiempo que lanzaba una mirada divertida hacia JJ, quien puso los ojos en blanco pero sonrió divertido.
El comentario arrancó una risa general de los chicos. Incluso John B, que estaba ajustando los espejos desde el asiento del conductor, soltó una carcajada breve, como si la tensión no existiera en ese instante. Juliet, por su parte, se quedó paralizada por un segundo, sorprendida por la ligereza con la que Pope hacía esa broma.
JJ, que estaba recostado en el asiento trasero con una actitud despreocupada, levantó las manos como si estuviera exonerándose.
— Ey, yo no dije nada — dijo, pero la sonrisa que le curvaba los labios traicionaba su diversión.
El calor subió a las mejillas de Juliet, aunque no pudo evitar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios. Era como si, por un momento, todos hubieran olvidado la realidad: que ella y JJ ya no estaban juntos. O tal vez no lo habían olvidado, simplemente lo ignoraban de una manera que dolía y reconfortaba a partes iguales.
Pope, todavía riendo, se apartó para dejarla pasar.
— Anda, sube antes de que JJ de verdad lo haga.
Juliet rodó los ojos, intentando mantener la compostura mientras entraba al Twinkie. Pero mientras se deslizaba hacia su lugar junto a JJ, notó cómo el eco de las risas aún flotaba en el aire. Por un momento, todo parecía más ligero, aunque en su pecho pesara algo que no terminaba de desaparecer.
Mientras Juliet se acomodaba, no pudo evitar observar a April desde la distancia. La veía en la puerta de la casa, observando la escena con esa mezcla de cariño y resignación que solo una madre conoce. La figura de April , con el sol del atardecer iluminando su rostro, parecía la figura de alguien que había dejado ir a su hija de la manera más tierna, casi imperceptible. La forma en que se mantenía allí, mirando de lejos, lo decía todo: el amor, la esperanza, la preocupación. No necesitaba más palabras.
Cuando el Twinkie comenzó a moverse, Juliet miró hacia la ventana, viendo cómo la imagen de su madre se desvanecía con el paso de los kilómetros. Había algo especial en esos pequeños momentos, en los gestos que no se pronunciaban, pero que formaban la base de todo. Aunque no todo estuviera dicho, algo en su pecho latía más tranquilo, sabiendo que el amor de su madre siempre sería una presencia silenciosa, un faro en la oscuridad.
Y mientras el Twinkie avanzaba por la carretera, Juliet cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por la sensación de libertad que el viaje le ofrecía, por la posibilidad de lo que vendría. La fogata, las risas de JJ, el calor de su presencia... todo estaba ahí, en el aire, en el horizonte, listo para ser vivido.
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
El Twinkie avanzaba por los caminos de Outer Banks, atravesando paisajes bañados en una luz dorada que se filtraba tímidamente entre las hojas de los árboles. Juliet, con los ojos entrecerrados, apoyaba su cabeza en la ventanilla, dejando que el viento acariciara su rostro mientras el mundo pasaba a su alrededor en una sucesión de sombras y destellos. Había algo innegablemente terapéutico en el zumbido constante del motor, en el aroma a cuero viejo que se mezclaba con la sal marina que llegaba a través de la ventana abierta. John B, al volante, canturreaba una canción cuyo ritmo juvenil llenaba el aire, mientras Pope, a su lado, estaba completamente absorto en un libro, ajeno al bullicio que parecía envolver a todos a su alrededor. Y entonces, estaba JJ... siempre presente, pero de una manera silenciosa, casi palpable...justo a su lado.
La tensión en el aire era como una cuerda estirada, tan delicada que parecía a punto de romperse. Juliet intentaba no mirarlo demasiado, aunque sentía su presencia como una sombra que la envolvía. Cada vez que el vehículo tomaba una curva, podía sentir el roce casi imperceptible de su brazo contra el suyo. Un toque tan sutil, pero suficiente para que su corazón diera un pequeño salto. Él miraba hacia la ventana con la expresión neutra que tanto lo caracterizaba, pero sus dedos jugueteaban nerviosos con el encendedor que siempre llevaba en el bolsillo.
— ¿Crees que habrá cangrejos en la caleta hoy? — preguntó John B, rompiendo el silencio con su tono juguetón, mientras giraba brevemente la cabeza hacia Pope.
— Probablemente no. El agua ha estado algo fría últimamente — respondió Pope sin apartar la vista del libro, su voz tranquila y racional.
— Qué aguafiestas eres, Popy — chasqueó la lengua John B, pero la sonrisa que se formaba en sus labios denotaba que no lo decía en serio.
— Solo soy realista. A diferencia de algunos, no pretendo ignorar las leyes de la naturaleza — replicó Pope, dejando escapar una sonrisa burlona.
Juliet soltó una risa ligera ante la dinámica, un sonido suave que casi parecía bailar con la brisa del exterior. Por un instante, la atmósfera se relajó, pero no por mucho tiempo. John B, con su incansable energía, giró la cabeza hacia atrás, mirando a Juliet con esa chispa en los ojos que siempre la hacía sonreír.
— ¿Y tú, Jul? ¿Qué piensas? — preguntó con ese entusiasmo contagioso que hacía que todo a su alrededor pareciera más ligero.
Juliet levantó los hombros, dejando que una ligera sonrisa jugara en sus labios. — Creo que Pope tiene razón, pero eso no significa que no puedas intentarlo. Nunca sabes lo que puede pasar, aunque seas un asesino de cangrejos — dijo, con un brillo burlón en sus ojos, sabiendo bien que la referencia al "asesino de cangrejos" era una broma interna entre ellos.
John B asintió con entusiasmo, como si hubiera ganado una pequeña victoria.— ¡Ese es el espíritu! — exclamó, volviendo a centrarse en el camino.
El trayecto continuó entre bromas y charlas triviales sobre cosas que, en el fondo, no importaban tanto, pero que de alguna manera mantenían el ambiente ligero. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de John B por mantener la diversión, la tensión entre Juliet y JJ seguía palpable. Cada movimiento de él, cada leve roce, se sentía como una chispa que prendía una tormenta en su interior. Algo que no podía evitar, por más que intentara distraerse con las conversaciones ajenas.
Cuando finalmente llegaron a la playa, el sol ya estaba alto en el cielo, tiñendo todo con un resplandor cálido, mientras las olas rompían suavemente contra las rocas. El lugar tenía un aire mágico, como si el tiempo hubiera decidido detenerse allí para permitir que todo respirara en calma. Mientras los chicos descargaban sus tablas de surf y los recipientes con los snacks que usarían para la fogata, Juliet se quedó unos momentos observando el horizonte, dejándose absorber por la belleza del lugar, su mente llena de pensamientos que no podía compartir.
— Juliet, ven, ayúdame con esto. — La voz de JJ la sacó de su ensimismamiento, cortando su burbuja de pensamientos.
Se giró hacia él, ligeramente sorprendida de que la estuviera llamando directamente. JJ estaba sosteniendo su tabla de surf, y le hacía un gesto para que tomara la hielera que estaba a su lado. Sin decir una palabra, Juliet caminó hacia él, recogió la hielera y comenzó a caminar hacia la orilla. A pesar de su esfuerzo por mantener la calma, podía sentir el pulso acelerado en su pecho, y las pequeñas corrientes de nerviosismo que recorrían su cuerpo.
— ¿Cómo lograste convencer al profesor Walker? — La voz de JJ rompió el silencio entre ellos, su tono curioso, pero no exento de una cierta admiración.
Juliet parpadeó, sorprendida por la pregunta. — El profesor Sunn habló con él. Supongo que fue persuasivo. — respondió, sin dejar de caminar a su lado.
JJ asintió lentamente, como si estuviera reflexionando sobre la respuesta. — Walker no es fácil de convencer. Debes haber impresionado a Sunn mucho para que hiciera ese esfuerzo. — Su tono era tan sutil, pero con un dejo de admiración que hizo que el corazón de Juliet se acelerara involuntariamente.
— Supongo que sí. — respondió ella, con una sonrisa que no pudo evitar dirigirle, sintiendo una calidez extraña y agradable en su interior.
A medida que caminaban hacia la orilla, con las tablas de surf bajo el brazo y la hielera entre ellos, el silencio se volvió más cómodo, como si ambos estuvieran consciente de algo que no se decía, pero que flotaba en el aire. Juliet trató de centrarse en el sonido de las olas y en el ambiente relajante de la playa, pero su mente seguía regresando a la cercanía de JJ, a su presencia, y a la forma en que su mirada parecía calarla sin siquiera intentar hacerlo.
Llegaron cerca de la orilla y dejaron sus cosas junto a una roca plana, donde la brisa marina acariciaba sus rostros con suavidad. JJ, con sus ojos fijos en el suelo, se agachó para mover los dos troncos de palmera caídos que había encontrado cerca, los cuales había dispuesto de manera improvisada. Con un gesto que reflejaba un ligero esfuerzo, los acomodó uno frente al otro, creando una base donde más tarde, en la noche, encenderían la fogata. Juliet observaba en silencio desde un costado, sintiendo cómo sus pensamientos se disolvían en el aire fresco, mientras sus ojos seguían los movimientos de JJ. La luz dorada del sol se filtraba entre las hojas de los árboles y resaltaba su cabello rubio desordenado, dándole una apariencia casi etérea. Había algo en él, algo a la vez tan cercano y tan distante, que le resultaba desconcertante, como si hubiera un abismo que se abría con cada gesto suyo.
Sin quererlo, su mirada se alargó un poco más de lo que había planeado, lo que la hizo rápidamente apartar la vista hacia otro lado cuando él se enderezó y la sorprendió con una mirada fugaz. El silencio que compartían era cómodo, pero había una tensión callada que flotaba entre ambos, algo que ni ellos, ni el entorno, podían disimular.
— ¿JJ, estás listo para recoger ramas y madera? — La voz de John B rompió el instante, su tono cargado de energía como siempre, mientras se acercaba con una amplia sonrisa y dos cervezas en la mano.
— Siempre estoy listo — respondió JJ, levantándose con una sonrisa traviesa que iluminaba su rostro, aunque rápidamente se apartó de Juliet, como si el contacto visual prolongado de alguna manera lo hubiera incomodado.
Tomó una de las cervezas que John B le ofreció, y al hacerlo, Juliet notó un leve cambio en su postura. Como si, en su manera de ser, en esos pequeños gestos, hubiera algo más profundo de lo que mostraba. JJ se alejó caminando con John B hacia el bosque cercano en busca de madera para la fogata, y Juliet, al verlos perderse entre los árboles, sintió una mezcla de alivio y anhelo que no sabía cómo procesar.
Mientras tanto, Pope y Juliet se dirigieron hacia las bolsas que traían los snacks. Los abrió con movimientos cuidadosos, como si estuviera organizando cada detalle de la tarde. Los trozos de galletas, las bolsas de papas fritas, y las bebidas se alineaban sobre una roca cercana, creando una atmósfera simple pero reconfortante. Todo parecía tranquilo, pero dentro de ella, la conversación que acababa de tener con JJ resonaba con fuerza.
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
— Jul, ¿estás bien? — murmuró Pope, su voz suave como un susurro, mientras se inclinaba ligeramente hacia Juliet. Caminaban juntos cerca de la orilla, el mar tocando sus pies en una danza suave y constante, como si la naturaleza misma quisiera calmar el ritmo tenso de sus corazones.
Juliet asintió, pero su sonrisa era apenas un reflejo de su habitual alegría. — Sí, estoy bien. Solo... pensando.
Pope no presionó más, pero su mano, tan grande y cálida, apretó ligeramente su brazo. Era un gesto sutil, pero cargado de significado: un recordatorio mudo de que no estaba sola, de que siempre tendría alguien a su lado. Juliet, con la mirada fija en el horizonte, le devolvió una sonrisa tenue, silenciosa en su agradecimiento, más profunda de lo que las palabras podían expresar.
— Mira, Julie, no sé exactamente qué pasó entre ustedes, pero quiero que sepas algo: no es tu culpa. — dijo Pope, su voz firme, aunque suave, como si quisiera que sus palabras fueran un refugio donde Juliet pudiera encontrar algo de paz. Hizo una pausa, arriesgándose a romper el silencio que ya se había instalado entre ellos, mientras sus ojos buscaban los de ella, con la esperanza de alcanzar su alma — JJ a veces no sabe manejar sus emociones, y eso lo lleva a tomar decisiones estúpidas. — la pausa se alargó, y con una ligera sonrisa, continuó — Eres una persona increíble, Julie. Muchos chicos desearían estar contigo, tener una oportunidad contigo, no solo por lo que eres, sino por quién eres: un alma pura, un corazón lleno de bondad. Y si él no puede ver eso ahora, créeme, es su pérdida.
Juliet, que había estado luchando por mantener el control, sintió cómo sus ojos se humedecían. Contuvo las lágrimas con un esfuerzo titánico, pero no pudo evitar que su voz se quebrara al responder. — Gracias, Pope... — sus palabras salieron entrecortadas, un ligero intento de sonrisa se asomó en su rostro, pero pronto desapareció, como si la tristeza la hubiera arrastrado de nuevo.
Pope la miró con una preocupación silenciosa, notando el cambio sutil en su caminar, en la forma en que sus pasos se volvían más lentos, como si no pudiera seguir el ritmo de la conversación. Se detuvo ligeramente, dejando que el mar acariciara sus pies antes de seguir, queriendo darle espacio, pero también asegurándose de que no se sintiera abandonada.
— ¿Y qué es lo que te preocupa, entonces? — murmuró suavemente, casi como si temiera que las palabras pudieran quebrar el delicado equilibrio entre ellos.
Juliet vaciló, su mente luchando entre continuar y guardarse todo para sí misma. Al final, optó por dejar salir lo que había estado guardando dentro, como si ya no pudiera soportarlo más. — Tengo miedo de perderlos también a ustedes... — murmuró, y con esas palabras, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Las dejó caer, incapaz de detenerlas, mientras apartaba la mirada, como si tratara de esconderlas en la vastedad del mar.
Pope se detuvo de golpe, su rostro ahora lleno de seriedad. Con un movimiento suave, tomó sus hombros, deteniéndola con delicadeza pero con firmeza. — No vas a perdernos — dijo, y en su voz había una seguridad tan palpable que hizo que Juliet sintiera el deseo de aferrarse a ella. — ¿Entiendes? Nunca lo harás. — sus palabras no eran solo una promesa vacía, sino un compromiso silencioso, una certeza que Juliet necesitaba escuchar más que nada en ese momento. — ¿Por qué piensas eso?
Juliet levantó la mirada, sus ojos brillando con las lágrimas no derramadas, sus emociones a flor de piel, un torbellino de inseguridades y temores. — Ustedes han sido amigos desde que eran niños, se conocen de toda la vida... Ustedes se eligieron, se eligieron unos a otros, y yo solo estoy aquí porque fui la novia de JJ... — su voz temblaba, un susurro tan bajo que parecía desvanecerse en la brisa — Si nunca hubiera salido con JJ, ni siquiera nos hubiéramos conocido... y eso me da miedo, porque sé que en algún momento ustedes van a elegirlo a él, y eso está bien. No tienen ninguna obligación de elegirme a mí. No tienen que seguir incluyéndome.
Las palabras de Juliet flotaron en el aire, llenas de tristeza y vulnerabilidad. En su mente, se repetía una y otra vez que no encajaba realmente, que su presencia en ese grupo siempre había sido provisional.
Pope, en silencio, pensó por un momento. No le sorprendió la inseguridad de Juliet; era natural que se sintiera así, dada la situación. A lo largo de los años, habían sido amigos de JJ, y Juliet había llegado a ellos como su novia, sí. Pero lo que pocos entendían, y lo que Pope sabía en lo más profundo de su corazón, era que el vínculo que habían formado con Juliet iba más allá de esa relación. Ella había encontrado su lugar entre ellos, se había ganado su cariño, su respeto, y nada de eso iba a desaparecer solo porque las cosas entre ella y JJ hubieran cambiado.
— Oye, — susurró Pope, buscando su mirada con una suavidad que contradecía la firmeza de sus palabras. Cuando Juliet alzó la vista hacia él, pudo ver el reflejo de una tormenta en sus ojos, un océano de emociones contenidas — Nunca te dejaremos sola, ¿entiendes? — dijo con voz cálida, pero también implacable — Eres una parte de nosotros, no solo eres la chica que estuvo con JJ, eres nuestra hermana — su voz se quebró un poco, y por un momento, la fragilidad de sus palabras alcanzó el alma de Juliet — Sé que esto es raro ahora, que todo se siente extraño, pero no es a propósito. Nos cuesta creer que lo de ti y JJ haya terminado, para ser sincero, John B y yo apostamos que ustedes llegarían a casarse — una risa nerviosa escapó de su garganta, y vio cómo Juliet intentaba devolverle una sonrisa, aunque su mirada seguía húmeda — Tal vez lo de ustedes se acabó, pero eso no debería importarnos. Será incómodo al principio, claro, pero siempre lo superamos. Siempre lo hemos hecho. ¿Entiendes? Eres mi mejor amiga, la hermana que nunca tuve. Y John B y yo no te vamos a dejar ir tan fácilmente.
Las palabras de Pope fueron como un bálsamo para la herida de Juliet. Sabía que, aunque sus miedos no desaparecieran por completo, en ese instante, el peso sobre sus hombros se aligeró. Los tres chicos se habían convertido en su familia en tan poco tiempo, y saber que la aceptaban por lo que era, no por lo que había sido, la hacía sentir un calor reconfortante en el corazón.
En ese momento, sin palabras, Juliet se acercó a Pope y lo abrazó. Un abrazo silencioso, pero lleno de significado. En él, se refugiaba, buscando consuelo, buscando esa sensación de que no todo estaba perdido. Pope la recibió sin dudar, envolviéndola en sus brazos con el mismo cariño con el que ella solía hacerlo. Ella sollozaba, pero cada lágrima que caía parecía un poco menos amarga, un poco menos solitaria.
Pope, aunque también preocupado por JJ, no podía dejar de concentrarse en Juliet. Ella estaba herida, lo podía ver en la forma en que sus sonrisas ya no eran tan brillantes, en cómo su alma había perdido un poco de su luz. Pero lo que más le dolía era saber que esa luz, esa magia que Juliet había aportado a su vida, también se sentía apagada por una historia que no había tenido el final que todos esperaban. Sin embargo, Pope sabía que, aunque JJ no lo admitiera, Juliet era esencial para él. Y, por supuesto, Pope no la dejaría ir. Ninguno de los dos lo haría.
El abrazo entre Juliet y Pope no fue un gesto casual ni un simple consuelo. Fue un refugio, un espacio en el que las palabras dejaban de ser necesarias, y donde las emociones fluían libres. Juliet se aferró a él con fuerza, como si ese momento pudiera sostenerla en pedazos y mantenerla intacta a la vez. Sus brazos rodearon su torso con una mezcla de vulnerabilidad y gratitud, buscando un refugio que ella misma no sabía que necesitaba tanto.
Pope correspondió con la misma intensidad, pero con una calma que decía: Estoy aquí, y no voy a dejarte caer. Sentía los pequeños sollozos de Juliet vibrar contra su pecho, y aunque sabía que ella intentaba controlarlos, no hizo nada por detenerlos. No quería que se reprimiera. Quería que se sintiera segura, libre para llorar, para dejar salir todo aquello que llevaba dentro.
La brisa del mar envolvía la escena, llevando consigo el aroma salado de las olas que rompían suavemente a unos metros. El sol, ya alto en el cielo, bañaba a ambos con una luz dorada que hacía brillar las lágrimas en el rostro de Juliet como pequeñas estrellas fugaces. Era como si el universo entero hubiera decidido detenerse para ser testigo de ese instante, silencioso y lleno de significado.
Pope cerró los ojos un momento, dejando que su mente se llenara de la presencia de Juliet. Sentía la presión de sus brazos, el ritmo entrecortado de su respiración y el temblor ligero que aún recorría su cuerpo. En ese instante, no pensaba en JJ ni en las complicaciones que su ruptura pudiera haber traído al grupo. Todo lo que importaba era Juliet, su tristeza, su miedo y su necesidad de sentirse querida.
— ¿Sabes? —murmuró él finalmente, su voz apenas un susurro que se perdió entre el sonido de las olas — Cuando era pequeño, solía pensar que la amistad era algo que tenías que ganarte, como un premio. Pero contigo... contigo aprendí que a veces simplemente encaja. Sin esfuerzo, sin explicaciones.
Juliet, aún con lágrimas en los ojos, alzó la mirada hacia él, sorprendida por sus palabras. Su voz no tenía la seguridad habitual, pero tampoco parecía vacilar. Era genuina, como todo lo que Pope hacía.
— Tú no estás aquí por JJ — continuó él, mirándola directamente a los ojos, como si quisiera grabar sus palabras en su corazón — Estás aquí porque perteneces. Porque eres una de nosotros, Julie. Y no importa lo que pase en el futuro, siempre lo serás.
Las lágrimas de Juliet volvieron a brotar, pero esta vez no eran de tristeza. Eran de alivio, de gratitud, de un sentimiento que no podía nombrar pero que llenaba su pecho de una calidez reconfortante. Pope limpió con cuidado una de las lágrimas que corría por su mejilla, y aunque su gesto fue torpe, no podía haber sido más sincero.
— Gracias, Pope — susurró Juliet, su voz temblorosa pero cargada de emoción. No necesitaba decir más. En esas dos palabras había un mundo entero, un cúmulo de sentimientos que no podía expresar por completo.
Cuando finalmente se separaron, el abrazo dejó un eco en el aire, una especie de energía que los envolvía como un recordatorio de que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro. Juliet sonrió, una sonrisa pequeña pero real, y Pope le devolvió el gesto con una de sus típicas sonrisas cálidas, esas que parecían iluminar incluso la noche más oscura.
— Vamos — dijo él, inclinando la cabeza hacia la orilla —. Creo que necesitamos un poco de agua fría en los pies antes de que terminemos llorando los dos.
Juliet soltó una pequeña risa, una risa que sonó como música para los oídos de Pope. Y mientras ambos caminaban de nuevo hacia el mar, la sensación de que las cosas estarían bien se asentó entre ellos, como una promesa no dicha, pero absolutamente comprendida.
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
El crepitar de las ramas secas, al ser lanzadas sobre la hoguera, cortó el silencio que comenzaba a extenderse sobre la playa. JJ y John B regresaron, cada uno cargando un brazo lleno de madera, con la risa fácil y la actitud relajada de quienes disfrutan de la compañía del otro. Entre bromas y risas sobre quién había cargado más peso, Juliet no pudo evitar alzar la vista, sorprendida por la ligereza que trajo consigo su presencia. A pesar de la distancia, su energía parecía envolver el aire, como si el mundo, al menos por un instante, se hubiera vuelto un poco más cálido.
JJ evitó deliberadamente mirarla, enfocado en apilar la madera de manera meticulosa. Su rostro, marcado por una seriedad que no lograba ocultar del todo su agotamiento, revelaba gotas de sudor que se deslizaban por su frente y caían, fusionándose con el rastro de arena que cubría su piel. Había algo en la forma en que se movía, en la energía contenida en cada gesto, que la hacía querer mirarlo, aunque intentara distraerse mirando hacia otro lado. La fuerza magnética de su presencia siempre había sido difícil de ignorar, incluso cuando él hacía todo lo posible por no ser el centro de atención.
— ¡Perfecto! Ahora sí, esta fogata parece sacada de un campamento de película — dijo John B con entusiasmo, limpiándose las manos en los pantalones cortos y mirando a Pope con complicidad. — ¿Qué sigue, jefe?
— Surfear — dijo JJ de repente, con una sonrisa tranquila, lanzando la última rama sobre el montón con una precisión que solo él podía alcanzar. La voz, con su tono despreocupado, ocultaba un brillo fugaz en sus ojos, como si estuviera buscando la forma de evadir algo, de mantener la conversación en movimiento para evitar cualquier incomodidad.
John B sonrió ampliamente, sus ojos brillando con la emoción del momento. — ¡Esa es una excelente idea! Las olas están perfectas.
Pope, en cambio, parecía menos entusiasta, encogiéndose de hombros. — Bueno, alguien tiene que vigilar los desastres de ustedes desde la orilla.
Juliet, quien había estado en silencio hasta ese momento, se levantó lentamente, como si estuviera dejando atrás una capa invisible de incomodidad que la envolvía.
— ¿Competencia de quién atrapa la mejor ola? —preguntó con una sonrisa tranquila, pero su tono cargaba una ligera provocación. Sabía que JJ estaba escuchando, aunque él no reaccionó de inmediato.
— Sabes que no puedes ganarme, Julie — contestó él finalmente, alzando una ceja, desafiándola con una mirada fugaz. Era un desafío sutil, pero sus palabras, cargadas de nostalgia, hicieron que ella sintiera una punzada en el pecho, como si el pasado la alcanzara por un momento.
— ¿Ah, sí? — replicó Juliet, sin dejarse intimidar, buscando mantener el control. — Entonces, ¿por qué no lo probamos?
El grupo comenzó a moverse hacia la orilla, las tablas bajo el brazo y las toallas al hombro, mientras el sonido de las olas se volvía más presente con cada paso que daban hacia el agua. Juliet, siempre confiada en el agua, caminaba ligeramente delante de ellos, pero no podía evitar que su corazón latiera más rápido al sentir la cercanía de JJ detrás de ella. Había algo en la proximidad de su figura que la hacía sentir como si cada paso suyo marcara un ritmo que solo ella podía percibir.
Cuando llegaron al agua, las risas y bromas llenaron el aire, mientras Pope, como siempre, tomaba su lugar en la orilla, observando la escena con los ojos llenos de diversión. John B ya estaba en las olas, haciendo malabares para mantenerse de pie, mientras JJ y Juliet se quedaban un poco más cerca de la orilla, ajustando sus tablas.
Fue entonces cuando lo sintió: esa mirada. JJ intentaba ser discreto, pero no pudo evitar que sus ojos se posaran brevemente en ella, justo cuando se inclinaba para ajustar la correa de su tobillo. Era un instante fugaz, casi imperceptible, pero Juliet lo notó. Su forma de mirarla no había cambiado. Incluso cuando trataba de contenerse, su mirada seguía siendo tan intensa como antes. Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. Se mordió el labio inferior, intentando distraerse, pero no pudo.
— ¿Sigues viva o ya estás pensando en rendirte? — dijo él de repente, su sonrisa ladeada y burlona, aunque la ligera tensión en sus ojos no pasaba desapercibida.
Ella lo miró, encontrándose nuevamente con esos ojos azules que tanto le costaba enfrentar últimamente. — Todavía no te he visto atrapar una ola.
La tensión se disipó momentáneamente cuando una ola particularmente fuerte sacudió a John B, quien cayó al agua de manera espectacular, provocando carcajadas de Pope desde la orilla. — ¡Eso cuenta como un punto menos! —gritó, entre risas.
Aprovechando el momento, Juliet se lanzó al agua con gracia, su tabla deslizándose sobre la cresta de la ola con una habilidad que solo la práctica constante podía otorgar. JJ la siguió de cerca, sin perder detalle de cada uno de sus movimientos. Y, aunque trataba de ocultarlo, el recuerdo de todas las veces que habían compartido esas olas juntos, desafiándose mutuamente, se hizo presente en su mente, como un eco de lo que había sido.
Las bromas no cesaron mientras competían. John B, que ya se había recuperado de su caída, comenzó a narrar cada ola como si fuera un comentarista deportivo, exagerando cada movimiento, buscando captar la atención del grupo. — ¡Y ahí va Juliet! La reina del agua... pero cuidado, JJ Maybank está pisándole los talones!
Cada tanto, Juliet notaba las miradas furtivas que se cruzaban entre John B y Pope, como si dijeran sin palabras: "¿En serio están actuando como si nada hubiera pasado?" Pero ella se negó a dejarse intimidar. Estaba decidida a disfrutar del momento, a dejar que la ola se llevara consigo los recuerdos dolorosos y las dudas que aún nublaban su mente.
Fue en medio de una ola desafiante cuando sucedió. Juliet la atrapó con una destreza que hizo que el agua se partiera a su alrededor, deslizándose por la cresta con la confianza de quien sabe lo que hace. Desde la orilla, Pope aplaudió con entusiasmo, y cuando la ola terminó, Juliet no pudo evitar mirar a JJ, como si de alguna forma supiera que él también la había estado observando.
El intercambio de miradas fue breve, casi imperceptible, pero cargado de significados no hablados. JJ desvió la vista rápidamente, como si intentara borrar esa conexión que solo ellos dos entendían. Juliet dejó escapar un suspiro, permitiendo que el agua salada la rodeara, mientras intentaba no dejarse atrapar por el nudo que se formaba en su estómago.
La tarde siguió llena de risas, agua y más olas, pero entre ellos dos, había algo que el sonido del mar no podía ahogar.
Con las olas comenzando a calmarse, el grupo decidió hacer una pausa. Se sentaron en la orilla, dejando que las pequeñas olas acariciaran sus piernas mientras las conversaciones fluían entre ellos con la ligereza del ambiente. John B, siempre el alma del grupo, rompió el silencio.
— ¿Recuerdan cuando intentamos construir un bote con tablas de surf? — preguntó con una sonrisa traviesa.
Pope se inclinó hacia adelante, riendo también. — ¿Intentamos? Diría más bien que fracasamos miserablemente.
Juliet sonrió al recordar aquel día. — ¡Fue tu idea, John B! Dijiste que era "ingeniería pura".
JJ, con una sonrisa torcida, añadió. — Y luego yo terminé hundiéndome con ese desastre.
— Porque eras el piloto designado — respondió Juliet, rodando los ojos, pero riendo de buena gana.
El grupo continuó riendo y recordando aventuras pasadas. Aunque Juliet se sentía más cómoda con cada risa compartida, no podía evitar notar las miradas que JJ le lanzaba de vez en cuando. No eran obvias, pero cada vez que ella hablaba o reía, él parecía fijarse más de lo necesario, como si estuviera tratando de memorizar algo que había perdido.
Finalmente, Pope sugirió un último juego antes de regresar a la fogata.
— ¿Qué tal si hacemos carreras hasta la boya?
— ¿Otra competencia? — preguntó Juliet, levantando una ceja.
— Claro, excepto que esta vez las reglas son simples: sin trampas.
— ¿Eso significa que no puedes sujetarte de mi tabla como la última vez? — dijo Juliet con una sonrisa juguetona, mientras recordaba una carrera pasada en la que él había jugado un poco sucio.
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
Las olas comenzaban a suavizarse, su constante vaivén menos enérgico que momentos antes, como si la naturaleza misma se tomara un respiro. La adrenalina de la competencia había dejado paso a una calma imprevista, y las risas del grupo eran las únicas que rompían el murmullo suave del mar. La figura de John B se destacó entre todos, como siempre, manteniendo la energía elevada a pesar de la tranquilidad que comenzaba a instaurarse.
— ¡Claramente, Meryl se lleva el título de reina del surf! Pero, señoras y señores, ahora es cuando empieza lo real: ¡la guerra de salpicaduras! — anunció John B con teatralidad, casi como si estuviera relatando un combate épico.
Juliet soltó una risa llena de complicidad, su cabello empapado de sal y agua salpicando alrededor, reflejando la luz dorada del sol. Era un gesto juguetón, sin pretensiones, pero con una chispa que no pasaba desapercibida.
— ¿De verdad, John B? ¿Este es el gran desafío? — replicó, burlona, levantando las cejas mientras se sacudía el agua de las manos, una sonrisa curiosa curvando sus labios.
— ¡Claro! — respondió él, cruzando los brazos como si fuera el líder indiscutido de este peculiar juego. — Es el ritual de todo gran campeón. Y tú, querida Juliet, ¡eres la reina de las olas hoy!
Sin esperar otra respuesta, John B no tardó en atacar. Desde la orilla, apuntó a Pope con una fuerza desmesurada, y él, riendo y protestando, respondió a la ofensiva lanzando un balde de agua, empapando al chico de forma dramática.
En medio de la algarabía, Juliet aprovechó la confusión para lanzar un poco de agua sobre JJ. No lo miró, como si el simple acto de hacerle un truco sin previo aviso fuera suficiente. Tomó el agua en sus manos y la echó con una precisión juguetona hacia él. JJ, sorprendido por la acción, la observó primero con incredulidad, pero rápidamente recuperó su sonrisa burlona, decidido a devolverle el favor.
— ¿Crees que puedes ganarme en esto también? — sus ojos brillaban con esa chispa competitiva, pero debajo de la broma, había algo más, algo más sutil que se le escapaba a los demás.
— ¡Por supuesto! — exclamó Juliet, mientras las olas seguían empapándola, sus risas entrelazándose con los salpicones. — ¿No te has dado cuenta? Hoy es mi día de victorias.
El juego creció en intensidad, y pronto la batalla de salpicaduras se convirtió en algo más caótico. Mientras John B y JJ se unían para intentar acorralar a Juliet, ella, riendo a carcajadas, corría de un lado a otro, esquivando como podía, pero siempre con un brillo en los ojos que delataba que, más allá de los juegos, algo más se estaba fraguando en el aire.
Cuando Pope, desde la orilla, comenzó a lanzar baldes de agua como si no hubiera un mañana, la situación alcanzó un nivel de caos absoluto. En medio de la tormenta de agua y carcajadas, Juliet perdió el equilibrio y cayó de espaldas al agua con un estrépito, haciendo que todos a su alrededor quedaran empapados en un segundo.
John B, alzando la voz con su característico tono dramático, no dudó en señalarla.
— ¡El equipo Maybank-Routledge gana por nocaut técnico!
— ¡Eso ni siquiera fue justo! — protestó Juliet entre risas, aún intentando levantarse del agua con dificultad, su cuerpo mojado luchando por mantener el equilibrio.
Fue entonces cuando JJ extendió su mano para ayudarla, pero en ese simple gesto algo cambió. Fue tan automático, casi un reflejo, que ni él mismo se dio cuenta de cómo ese acto se transformó en algo más profundo, algo más pesado de lo que había sido antes. Era algo que había hecho miles de veces, pero en ese momento, las sombras del pasado parecían entrometerse. El contacto entre ellos fue breve, pero lleno de electricidad. Había algo en esa simple acción que despertó viejos recuerdos. Y aunque Juliet no lo pensó, él sí lo hizo.
Ella tomó su mano sin dudar, como si el agua, el juego y el caos fueran una excusa para restablecer un vínculo que, aunque roto, no estaba completamente cerrado. Cuando él la levantó, sus ojos evitaron encontrarse, como si ninguno de los dos estuviera listo para enfrentar lo que esa breve interacción significaba. Juliet le dedicó una sonrisa suave, casi imperceptible, un gesto que decía más de lo que las palabras podrían expresar.
— Oye, si estás ayudándola, ¡estás traicionando al equipo! — bromeó John B, rompiendo el silencio cargado de tensión, mientras lanzaba una mirada juguetona hacia JJ.
— ¿Traicionarte a ti? Jamás, hermano — respondió JJ, con fingida indignación mientras dejaba ir la mano de Juliet y salpicaba a John B, restableciendo la normalidad.
Pero aunque la atención del grupo volviera al juego, Juliet no pudo evitar notar que JJ, de alguna manera, se mantenía más cerca de ella de lo habitual. No era algo evidente, pero lo sentía. Cada vez que una ola parecía acercarse demasiado o cuando alguien la empapaba, él estaba allí, en su campo de visión, como si intentara protegerla, aunque sin palabras. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención era lo que no se decía, lo que quedaba flotando en el aire, entre los gestos y las miradas que no se cruzaban.
˖⋆࿐໋ 🎧 𝖆 𝖑𝖊𝖆𝖕 𝖔𝖋 𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍 🌊 ✩°。⋆⸜ ˙✧˖
El sol descendía con calma, extendiendo un manto dorado que cubría la playa como un abrazo cálido. Las olas rompían suavemente contra la orilla, trayendo consigo un ritmo hipnótico que parecía resonar en el corazón de Juliet. Había algo especial en esa tarde, en la brisa marina que despeinaba sus cabellos, en el sabor a sal que flotaba en el aire. Todo parecía alinearse para crear un momento suspendido en el tiempo, un instante donde las risas y el ruido del mundo eran reemplazados por algo más íntimo, más profundo.
En la arena, John B y Pope trabajaban con una energía desenfrenada, como si la construcción de su castillo fuera una misión de vida o muerte. Cada movimiento era impulsivo, cada idea, un capricho nacido de la creatividad infantil que aún latía en sus corazones. John B moldeaba torres desproporcionadas, mientras Pope cavaba un foso con su tabla de bodyboard rota, murmurando cálculos que solo él entendía.
Desde la sombra del parasol, JJ los observaba con una sonrisa ladeada, esa que escondía más de lo que mostraba. Juliet lo veía de reojo mientras recogía conchas cerca de la orilla, intentando convencerse de que su presencia no la afectaba. Pero era inútil. JJ siempre había sido como una ola inesperada: imposible de predecir, inevitable en su impacto.
Cuando él finalmente se levantó y se acercó al grupo, algo cambió en el aire. Su caminar era pausado, casi perezoso, pero cada paso parecía llevar consigo una carga invisible. Juliet, fingiendo indiferencia, concentró su atención en una concha que acababa de encontrar. Era pequeña, pero su belleza era indiscutible: blanca como el marfil, con líneas turquesas que parecían pintadas por manos divinas. En su interior, diminutas perlas brillaban como estrellas atrapadas en su propio universo.
— ¿Qué opinan de esta? — preguntó Juliet, levantándola hacia la luz.
JJ fue el primero en responder. Su mirada, intensa pero suave, se posó en la concha, luego en Juliet. — Eso parece más una joya que una concha — dijo, su voz cargada de una calidez que parecía envolvente.
Juliet sonrió, aunque su corazón latía más rápido de lo que le habría gustado. — Tal vez pueda darle un toque de clase a tu lado del castillo — bromeó, extendiéndosela.
Cuando JJ tomó la concha, sus dedos rozaron los de ella. Fue un contacto fugaz, casi insignificante, pero suficiente para que un cosquilleo recorriera su piel. Él la examinó con cuidado, girándola entre sus dedos, como si comprendiera que no era una simple concha, sino algo único. Luego caminó hacia la torre que Juliet había construido y colocó la concha en la cima, coronándola con una delicadeza sorprendente.
— Ahora sí parece algo digno de ser visto desde el espacio — comentó JJ, pero su tono ligero no lograba ocultar del todo la intensidad de su mirada.
John B, que nunca dejaba pasar un buen momento para provocar, soltó una carcajada. — ¡Vaya, JJ! Parece que Juliet aún tiene un efecto en ti. ¿Quién lo diría?
Juliet sintió el calor subir a sus mejillas, pero se limitó a sacudir la arena de sus manos. — Creo que más bien su lado necesita toda la ayuda posible — respondió, esforzándose por mantener un tono despreocupado.
La tarde continuó entre risas y trabajo. Pope logró terminar su foso, que según él era "a prueba de tsunamis", mientras John B añadía un puente improvisado con algas secas. JJ, para sorpresa de todos, contribuyó colocando conchas en las paredes del castillo, aunque lo hacía con el mismo aire relajado de siempre. Juliet, mientras tanto, daba los toques finales a las torres, perdiéndose en la sensación de la arena entre sus dedos y el eco distante de las bromas.
El sol comenzó a despedirse, tiñendo el cielo de un púrpura profundo salpicado de naranja y dorado. La luz acariciaba la piel de Juliet, haciendo que cada detalle de la escena pareciera más vibrante, más real.
Finalmente, John B se levantó, sacudiéndose la arena de los pantalones cortos. — Bueno, señoras y señores, les presento la Fortaleza Kook Killer.
Pope se inclinó teatralmente, señalando el castillo como si estuviera presentando una obra maestra. — Garantizado: resistente a huracanes, tsunamis y a los pies de cualquier Kook que intente pisarla.
JJ dejó escapar una risa baja, su tono burlón inconfundible. — Y también resistente a cualquier sentido común, porque esto no tiene ni pies ni cabeza.
Antes de que alguien pudiera responder, una ola llegó más lejos de lo esperado, besando los cimientos del castillo y llevándose consigo parte de las torres.
— ¡El Atlántico no respeta el arte! — exclamó Pope, lanzándose hacia la construcción como si pudiera salvarla con sus propias manos.
Juliet rió, permitiéndose un momento de verdadera ligereza. JJ, ahora a su lado, intentaba reconstruir una de las paredes, aunque más por diversión que por esperanza real.
El castillo finalmente cedió, y las olas se llevaron sus últimos vestigios. Pero algo más quedó flotando entre ellos, algo intangible pero innegable, como la promesa de que, aunque las cosas cambien, algunos momentos permanecen para siempre.
John B rompió el silencio con su característico entusiasmo. — ¡Bueno, eso fue divertido! ¿Fogata, alguien?
Las risas volvieron, llenando el aire con una calidez que rivalizaba con el atardecer. Juliet caminó hacia la orilla, dejando que las olas besaran sus pies, sintiendo que, aunque el castillo había desaparecido, había algo en su interior que seguía en pie.
Y por primera vez en mucho tiempo, dejó que esa sensación la envolviera, sin miedo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top