Happy Fella.

Sin duda, nunca hubo una persona mejor nombrada que el joven, pues reflejaba a la perfección cómo era: Alguien amigo de todos, simpático, agradable, siempre feliz.

¿Siempre?

No es que fingiera su felicidad, solo prefería guardarse las cosas malas para si mismo, pues lo que más amaba en el mundo era ver felices a quienes lo rodeaban.

Así que, a pesar de que, en el fondo le gustaría hablar con alguien seriamente, simplemente no buscaba a la persona.

No quería arriesgarse a entristecer a alguien. No podía.

Y luego estaba la otra cara de la moneda, Sad Guy, quien también hacia honor a su nombre: El chico solía ser alguien pesimista, lento, serio, y que parecía incapaz de formar una sonrisa.

Por esas cosas se le solía ver cómo un simple deprimido, a pesar de que era perfectamente capaz de reír junto a la persona adecuada.

El problema era que nadie estaba dispuesto a acercarse a él, y eso solo lo entristecía más.

¿Podrían ellos dos encontrar a aquellas personas que tanto necesitaban?

Happy Fella soñaba con alguien a quien hacer reír, y con quién poder hablar

—Alguien como...

Sad Guy ansiaba tener a su lado a alguien que lo alegrase, alguien a quien estaba dispuesto a escuchar.

—Una persona como...

Es una divertida coincidencia que ambos encajaran en el perfil del otro. A los dos les avergonzaba decir que querían tener a alguien como el contrario, alegrando su vida personal y no solo la profesional.

Happy temía que eso terminase con su amistad con el chico, y Sad Guy tenía pavor al rechazo por parte de alguien a quien tanto admiraba.

Ninguno decía nada, ni sospechaba de los sentimientos del otro, siendo polos opuestos como lo eran.

Pero ya saben lo que se dice de los polos opuestos... 

Así que, por mera vergüenza, solo podían contentarse con alguna señal del otro: Un saludo, un gesto o una sonrisa eran suficientes para alegrarles el día.

Con algo de suerte, algún día uno de los dos podrá confesarse al otro, y finalmente no tener que esconder lo que sienten.