"ᴅɪᴀ 4: ʀᴇʟᴏᴊ"
No había gran cosa que pudiese hacerse en una casa antigua y vacía como lo era ese lugar.
El chico daba vueltas por la habitación con aire aburrido, mirando el papel de las paredes despegarse, el suelo de baldosas agrietadas, y la cama, eso sí, impecablemente limpia y hecha.
Lo único que podría darle algún color a esa habitación, era un ramo que adornaba la mesita de noche, si no fuese porque esas flores estaban muertas y totalmente secas.
—¿Cuánto van a tardar? —se dijo a sí mismo, suspirando con pesadez
La casa de sus abuelos definitivamente no era un sitio divertido donde pasar el rato, pero aún menos lo era la alternativa, pues era eso o acompañar a la familia al velatorio por su abuela.
Estaba triste, cansado y aburrido.
Allí solo sin internet, juguetes o gente siquiera, solo le quedaba ver las horas pasar hasta que su madre lo recogiese.
Ver las horas pasar...
Echó un vistazo al reloj de muñeca de encima de la mesa, lo agarró para leerlo mejor, y notó algo extraño.
—¿Eh? —golpeó con el dedo la esfera de cristal— ¡No funciona!
El reloj estaba parado, en efecto.
—Ni siquiera puedo saber cuanto tiempo queda para que lleguen —suspiró con hartura, mirando el aparato con fastidio
Levantó el cristal de este y comenzó a darle vueltas a la aguja de las horas, intentando ponerlo en la hora que él creía que era, y así entretenerse con algo.
Retrocediendo una vuelta, y otra, y otra.
Siguió girando la aguja hacia atrás por mero aburrimiento, mientras la miraba con un aire igualmente aburrido, pero a la vez, era algo hipnótico.
—La verdad es que ni siquiera sé qué hora es —pensó, dándose cuenta de lo tonto de su idea, y dejó el reloj donde estaba
Se puso a observar la casa otra vez, intentando buscar algo más con lo que entretenerse.
Todo era igual que antes: El papel de paredes despegado, el suelo agrietado, la cama bien hecha, el ramo...
¿El ramo?
El chico abrió más los ojos. Lo que antes eran unas pocas flores secas, ahora se veían... ¿más coloridas?
No llegaban a estar vivas, pero tampoco muertas del todo, era como si recién estuviesen comenzando a marchitarse.
—¿Eh? —esto lo sorprendió, pensando que se confundía... no, estaba muy seguro de lo que había visto antes
Se levantó para mirar el ramo mejor, seguro de ese cambio, pero sin saber cómo había podido suceder.
—...
Lentamente, se giró a mirar el reloj de muñeca tenía detrás de si, que aún reposaba sobre la mesa.
No podía ser que girar esas agujas hacia atrás lo hubiese hecho retroceder en el tiempo... ¿A qué no?
—No...
Si fuese el caso, acabaría de descubrir una enorme fuente de poder, algo nunca visto antes, algo que haría a la comunidad científica entera ponerse en pie y revolucionarse.
¿Ese reloj también podía adelantar el tiempo, además de hacerlo retroceder? ¡Podria saltarse todo ese rato hasta la vuelta de su madre! O mejor, ¡viajar al futuro por un rato! ¡Quedarse allí para siempre!
O quizás, ¿y si solo se había confundido, y las flores ya estaban así desde antes? ¿Y si su imaginación solo le estaba jugando una mala pasada?
¿Se lo contaría alguien? ¿Lo creerían? ¿Querrían verlo también? ¿O le tomarían por loco?
Bajó la mirada, directa hacia el reloj.
En realidad, solo había una cosa que le gustaría hacer en ese momento.
Tras unos minutos de dar vueltas y vueltas al reloj, según sus cálculos, ya habría retrocedido en el tiempo varias semanas.
Se puso en pie, despacio, y abrió la puerta de la habitación.
La casa parecía más luminosa, se escuchaban sonidos en esta, pasos y charlas. Se sentía más llena de vida.
En cuanto dio un paso fuera de la habitación, apareció por el pasillo alguien conocido. El chico se giró a mirarla.
—¡Oh, conque ahí estabas! —era una mujer anciana, que rió al decir esas palabras— Todo el día en la habitación, ¿eh? Deberías venir al salón y ver a la familia
El chico permaneció callado e inmóvil unos segundos. Estaba conteniendo las lágrimas. Después, sonrió y se acercó a ella.
—Si, me distraje un poco, ahora voy —dijo en tono suave, sonriendo un poco
—¡Ya lo veo! Estás tanto tiempo en tu habitación que me ha dado tiempo de echarte de menos —bromeó la mujer dulcemente, antes de envolver a su nieto en un cariñoso abrazo. Él correspondió, aún con los ojos húmedos.
Quería decirle que la quería, que era una gran persona, que nadie cocinaba como ella y que la recordaría siempre. Quería decírselo tanto, tanto.
—Yo también te echo de menos —dijo él en un susurro, abrazándola con tanta fuerza como pudo
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top