ᴅɪᴀ 25: "ᴛʀᴇɴ"


He notado que a la gente normalmente le gusta pasear por otros sitios en los que no haya otras personas, por ejemplo, un bosque, la playa, la montaña o una calle vacía.

Y de hecho, también lo es el mío, por llamarlo de alguna manera, pues no es exactamente mi "lugar favorito para pasear", solo uno que frecuento cuando no estoy tan bien.

Una estación de trenes.

No es exactamente el lugar que la gente se imagina al hablar de "paz y tranquilidad", más bien todo lo contrario, pues los trenes suelen estar repletos de personas trabajadoras, ajetreadas, visitantes. Personas en movimiento.

Pero si te alejas un poco más de la estación, caminando al lado de las vías, encontrarás una zona más alejada, y a menudo algo rural, donde no verás a nadie apenas.

Solo al tren pasar a gran velocidad, cada cierto tiempo.

Y esa será toda tu compañía.

Si estar solo es lo que buscas y te agrada, es perfecto, pero quien me conozca sabrá que, si yo quiero estar sola, algo malo ocurre.

Pero nadie está bien siempre, así que no pasa nada. Solo me quedo ahí, mirando las vías y mirando el sol ponerse, pensando.


De pequeña me gustaban mucho los trenes. Mi abuelo era maquinista, y solía venir con mi padre una vez por semana a verlo, cuando salía de trabajar. Luego íbamos a merendar algo — casi cenar, porque era muy tarde —, y eso era todo.

También tenía un tren de Lego, del cual mi abuelo me sabría identificar hasta la clase de ruedas que tenía, y se sorprendía de lo parecido que era a los trenes reales.

Y me contaba anécdotas del trabajo, de la gente extraña que se subía al tren, todas las semanas algo ocurría que me hacía soltar la carcajada.

Cuando ya fui algo más mayor, ya no me contaba esas cosas, pero tuvo la oportunidad de una última por algo que vimos por televisión.

Finales de año. En las noticias salían recuentos de cosas. Recuentos de accidentes, de sucesos relevantes, de medidas adoptadas, recuentos de nacidos y de muertos, datos y más datos.

Nunca dejará de impactarme ver como todos esos sucesos, tanto buenos como horribles, eran solo un número que ponían por televisión durante un par de segundos.

Destacaron un tema, que había convertido en la mayor causa de muerte de jóvenes en el país. Ni accidentes, ni enfermedades, ni nada lo superaba. El suicidio, por supuesto, era un peligro reciente.

A mi abuelo se le ocurrió decirme algo sobre ello en ese momento.

Aprovechando que dijeron la relación de los vehículos en este tema, comentó que los trenes eran a menudo un lugar elegido para ello, cosa que yo ya sabía.

Lo que también me dijo, y yo nunca había pensado, es que ese era uno de los mayores traumas para un maquinista.

Un maquinista nunca podía frenar su tren, incluso si veía a la persona de lejos. Aunque le diese al freno, el vehículo iba a una gran velocidad, por lo que tardaría en detenerse por completo.

Y, para cuando se hubiese detenido, la persona ya habría sido atropellada.

Y ese maquinista vería a la persona muerta contra el cristal, viendo como acababa de ser atropellada por él, sintiéndose culpable, creyendo que él la había matado, cuando en realidad fue esa persona quien decidió arrojarse a las vías.

Incluso él, mi abuelo, había sido testigo de ello en alguna ocasión. Dijo que es algo que nadie puede borrar de su mente.


Me impactó muchísimo, y como prueba, el hecho de que recuerdo esa conversación con todo detalle.

Y sigo mirando las vías, hoy que vine aquí, a mi "lugar favorito para pasear"

Y recuerdo a esas personas que han perdido la vida aquí, voluntariamente.

Y recuerdo a esos maquinistas que han tenido que estar presentes, y lo peor, sentirse culpables de ello.

Si hipotéticamente quisiese terminar con mi vida, yo no sería capaz de hacer cargar a alguien con el peso de la culpa. 

Miro a las vías una última vez, tiemblan, escucho el tren aproximarse desde la distancia, tomo aire y respiro profundamente.

—Hoy no

Me digo a mi misma, dándole la espalda a esas vías y al tren, que ahora pasa por detrás de mi, mientras salgo del andén.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top