ᴅɪᴀ 23: "ᴀɢᴜᴀ"


Mi madrastra me dijo que no estaría por mi cumpleaños, pues tenía entradas para ver una carrera de motos, la cual caía justamente en el día en el que yo me volvería una adulta, 13 de noviembre.

Y yo supliqué y supliqué en mi cabeza para que pasase cualquier cosa y ella pudiese estar por ese día.

Me enviaron demasiadas tareas y exámenes en la universidad, dejándome sin horas para hacer lo que me gusta, pero aun así, sin evitar poder seguir saliendo con mi pareja y pasear como si tuviese todo el tiempo del mundo.

Y yo seguí suplicando en mi cabeza porque sucediese algo que me hiciese centrarme en mis estudios y dejase de distraerme con salir.

El psiquiatra dijo que no mejoro, que no sé dejar las cosas atrás, y que debo seguir yendo a verlo aunque lleve años ahí sin avanzar

Y yo supliqué una vez más para que algo ocurriere y ahogase mis penas y malos recuerdos, y esta vez llegó.

"¿Qué sería mejor para ahogar el sufrimiento que una masa de agua de millones de litros?", debió pensar el universo, tan gracioso y dramático como de costumbre, al enviar a aquel tsunami a llamar a mi puerta.

Y no solo a la mía. Un torrente de agua arrasó con toda la ciudad, dejando tras de sí un rastro de destrucción, de chatarra, ladrillos y cadáveres a medio sumergir, un agua turbia que era una mezcla de todas esas cosas.

Destrozó el circuito donde mi madrastra iba a ver la carrera, con lo que la tendría en casa por mi cumpleaños.

Las calles y carreteras se inundaron de coches y fango, un olor inmundo inundaba el ambiente, haciendo imposible salir a la calle y obligándome a centrarme en mis estudios.

La oficina del psiquiatra se inundó, como también lo hizo el sótano de mi casa, ahogando todos esos recuerdos y hundiéndolos en el barro.

E igual de hundidos que esos recuerdos, me hundí yo.

¿Sabes cuando deseas en secreto que ocurra algo horrible, y cuando realmente ocurre, te sientes culpable? ¿Aunque en realidad no haya sido culpa tuya? Pues así me siento yo ahora cada vez que salgo a la calle.

El paisaje desolador de una ciudad arrasada por una inundación no está cerca de mejorar ni siquiera una semana después.

Con solo abandonar la casa, el hedor a tierra mojada y humo de escape es reconocible. El suelo es resbaladizo, húmedo, los pies se pegan a este al caminar y dificultan el paseo. La gente se reúne en corros en la calle, muchos gritan, discutiendo entre ellos o acusando a un enemigo común, mientras los coches volcados y destrozados los rodean.

Es horrible lo mucho y lo rápido que le puede joder la vida a tantas personas un poco de agua, y lo pienso cada vez que salgo, cada vez que veo las noticias, o solo en momentos aleatorios en casa, como ahora mismo. Intento salir a flote como puedo, pero acabo hundiéndome una y otra vez.

Maldita agua y malditos gobiernos que no le dieron importancia y no envían ayuda. Ojalá se ahoguen todos. 


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