ᴅɪᴀ 19: "ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
¡Ding-dong!
El timbre de la puerta de la casa sonó, y la pequeña de esta fue a abrirla.
En contra de lo que esperaba aquel que llamó, la respuesta de la niña fue algo más cercano a la indiferencia que a la sorpresa.
—Hola —preguntó ella con educación, no debía llegar a los 8 años— ¿Qué necesita?
Ante ella se alzaba una figura inmensa, de casi dos metros de alto, cubierta por una toga oscura que le tapaba todo el cuerpo. Lo único que alcanzaba a verse de su cuerpo era una mano huesuda, que sostenía una guadaña.
—Soy La Muerte—dijo la figura con una voz grave— He venido a por ti
La niña ni pestañeó ante tal respuesta, como si viese seres así todos los días.
—Te ves como el disfraz de Halloween de mi hermano —fue su ingenua respuesta
—Oh, claro, eso es porque no me conoces, pequeña —dijo la figura con cierta y forzada simpatía— Pero tus papás sí que lo hacen, te lo aseguro. Lo hacen, y me temen. Y tú deberías hacerlo también. He venido a por ti
La nena tampoco parecía muy sorprendida por ese discurso.
—Deja que le pregunte a mi mamá —respondió, antes de entrar a la casa, dejando la puerta cerrada
—¿Qué? ¿Vas a ir a "pedirle permiso"? ¿Pedirle permiso para morir? —respondió La Muerte, incrédula, Gritó un poco más para que la niña la oyese desde el interior de la casa— ¡Esto no es una decisión que puedas tomar! ¡Soy yo quien decide cuando vengo a por ti!
La niña volvió rápidamente, y abrió la puerta de nuevo.
—Mi mamá dijo que no
Dijo ingenuamente, antes de cerrarle la puerta en las narices por segunda vez.
—Ah...
Quizás otro día.
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