Finge que te gusta que te pisen.
A veces no puedes caer más bajo porque la has cagado tanto que un pie te pisa contra el suelo para hacerte ir más abajo.
Acto I:
MUEVE DE CARRILLO en carrillo el chupa chups de cereza. La bola es tan grande que sin necesidad de sostenerlo por el palito, solo manteniéndolo entre el lateral de su dentadura y la fina y suave carne de su mejilla, puede hacer ver su gesto entre obsceno e infantil. Un bulto en su mejilla que los más sucios no pueden evitar imaginarse que su miembro podría verse igual que ese envidiable dulce. El glande golpeando su boca, mientras el lindo rubio, arrodillado cual devoto creyente en pleno rezo, succiona sucio y sonoro, posiblemente con un generoso hilo de saliva corriendo por las comisuras de su boca llena y puede que, también, con alguna lagrimita en el ojo haciendo resaltar su azul diamante más aún. Y si sabe lo que hace, si no le da miedo el poder de su propio deseo, Gustabo esperaría acabar siendo un desastre de lagrimas, mocos y baba porque una polla ha abusado su garganta sin piedad, cual zorra que ansía ser saciada.
Y su ropa... Oh, god. El equilibrio perfecto entre lo tentativo y sin dejar nada a la imaginación y lo vulgar y demasiado vistos; de forma natural, sin esfuerzo, se hace desear lo justo y necesario para que la gente quiera más. Da a la vista lo suficiente para atraer a los curiosos, pero no lo bastante como para saciar el deseo que pueda despertar, no sin pagar.
Su vestimenta de hoy -si es que puede llamarla así porque no es difícil encontrar una ropa de verano que tape más carne que la suya-, no deja lugar a la imaginación, como casi siempre. Un short de chándal militar verde abajo, uno que cualquier mujer llevaría para soportar las altas temperaturas del verano en Los Santos, pero con la cinturilla enrollada dos vueltas sobre sí misma para hacer la prenda aún más corta de lo ya que era, con la cuerda negra atada en un nudo hecho para evitar que se baje un solo centímetro de su cintura, haciéndola ver más pequeña, frágil y fina de lo que ya es, colgando despreocupada y golpeando suavemente sus rodillas cuando camina rebela sus piernas ágiles, sin vello, blancas como la leche y deliciosamente largas. Un top blanco abraza la mitad superior de su abdomen plano, sin músculos marcados, aunque él está lo bastante tonificado para ayudar a que se vea más seductor. Las zapatillas blancas de adidas resuenan en el pavimento de la acera, con dibujitos pintados con rotulador permanente negro de forma despreocupada; sea marca o no, eso da igual cuando el joven rubio se aburre esperando en la calle, cliente tras cliente o cuando espera a que su chulo le venga a buscar para volver a casa.
Inclinándose de forma que el pantaloncito verde marque su trasero y entrepierna, Gustabo se ajusta los calcetines rosa palo hasta dos dedos aproximadamente abajo la rodilla. Necesita que estén perfectamente estirados, la gracia de ellos es que se vea el típico encaje blanco con lacito rosa palo que tienen los calcetines, de estilo Lolita, junto a las orejitas de conejo también blancas cosidas sobre el encaje. Desentona un poco, no solo por estilo, también por colores, con la ropa que lleva puesta; pero la mayoría de sus clientes nunca se fijan en su vestimenta, a menos que hablemos de la ropa interior, la cual más de una vez ha dejado que se lleven por un dinerito extra.
En cuanto a lo que usaba en caso de que hiciese mucho frío, en este caso era su chaqueta roja acolchada, siempre a mano en el banco frente al hotel al que suele llevar a sus clientes a cambio de dar el 15% (aunque con su labia, Gustabo lo venda como que es un 25%) de lo que cobra, al dueño; si se pone la cazadora, llamará menos la atención, pero sigue necesitándola por si tiene frío, así que se conforma con dejarla cerca suyo. Además, ahí es donde lleva casi todas las pertenencias importantes de su vida. Irónico que con veintiséis años todo lo que para él tenga valor sea su abrigo y cosas que caben en este.
Gustabo, o, como le conocen sus "fans", Bombón, hace que todo el mundo voltee a ver cuando pasan con su mera presencia; algunos le miran con asco, otros con vergüenza, otros con deseo, algunos pocos curiosidad. Pero nadie puede pasar a su lado sin mirarlo al menos una vez. Y los ojos azules saben a quién mirar para llamar su atención y quizá dinero, y a quién no dedicarle un solo intento.
El hombre que pasea con su mujer claramente embarazada, si.
El trajeado que va con prisas al trabajo, no.
La chica que pasea al perro... si, vale, ¿Por qué no? Total, él no es gay ni hetero; aunque tampoco aseguraría que es "bisexual", más bien "dólar-sexual". Mientras conserve un mínimo atractivo y le pague, Gustabo abriría las piernas que hagan falta, sean suyas o de otra persona.
El hombre viejo que se lo come con la mirada y pasea justo detrás suyo de un lado y a otro cada hora como si Gustabo no pudiese juntar dos neuronas y descubrir qué está haciendo..., puagh, le dan arcadas de solo pensarlo.
No ha tenido suerte en toda la mañana, pero a juzgar por el reloj electrónico de la parada de buses bajo la que está son las once y trece de la mañana; Xavier le había dicho que sobre las once, llegaría un "amigo". Qué forma tan estúpida para decir que lo ha presentado como un producto a alguien con quien jugó poker al que seguro, ha cobrado el doble de lo que le hace pagar a Gustabo (el 10%) si consigue clientes por sí mismo. El chupachups ya extinto cuyo palito está ya en el suelo, con su baba seca, poco puede hacer con los nervios que tiene siempre cuando alguien se acerca sin quitarle la mirada un solo segundo, claramente a hablarle, y teme porque sea un policía; nunca le han detenido porque su labia suele sacarle del apuro y cuando no funciona la verborrea para fingir ser solo un chico al que le gusta vestir descocado, sus piernas le ayudan a escapar con la gracia de un gato callejero persiguiendo un ratón.
La gente que pasa de largo, son posibles clientes; los que parecen incapaces de dejar de verte aún en la calle de enfrente, como el hombre ruso que le devora con esos ojos de, por la distancia, color desconocido, sí se merecen el teatro de a continuación.
Como si fuese posible mostrar más de su hermosa parte trasera, tira más de los short hacia arriba, ajustando la cuerda negra más y mete mano en un bolsillo de la cazadora para coger una cosa antes de volver a dejarla en el banco. En su pálida mano, un labial rosado es empuñado que espera sea, con diferencia, el objeto más pequeño que tendrá en sus manos hoy.
En una simple pasada de la barra rosa brillante, Gustabo deja sus labios tan jugosos y brillantes como si acabase de comer un delicioso y pringoso melocotón, y con un sabor irresistible a frutas; alimento para los pensamientos más morbosos de quien lo mire, un anticipo, podríamos llamar, de lo que podría pasar más adelante. Sus manos van a sus pezones mientras se agacha sobre la cazadora, apretando los botones rosados antes de guardar en un bolsillo la barra de labios; también espera que ese pellizco que sirve para hacer ver sus pezones erectos y tentadores, no sea el único placer que sienta.
Odia fingir deleite cuando sus clientes son tan malos que lo mejor que pueden hacerle es irse, aparte de darle su dinero claro. Por último, inclina suavemente su torso hacia el frente, hacia él peliblanco a pocos metros, con sus manos a la espalda y la orientación de los pies apuntando un poco hacia adentro, queriendo verse tierno y pequeño; aunque desde el primer vistazo el joven rubio nota que no hará falta verse más pequeño.
«Dos metros» calcula, así a ojo al tenerlo delante, tomándose unos segundos antes de decir nada, «espero que haga honor a su altura ahí abajo.» sería una buena forma de empezar el día, una polla de un tamaño aceptable (o quizá incluso más grande de lo aceptable), y que sepa usarla; pero Gustabo no se ilusiona, si supiese usar bien a su amigo y la tuviese grande, no buscaría a una puta.
━━ ¡Hola, guapetón! ━ saluda el rubio, intentando hacer su voz aguda, como si estuviese nervioso, como si no hubiese hecho esto cientos de veces, fingiendo no ha intentado desarrollar la visión de rayos X para saber cómo tendrá de grande el miembro ━, soy nuevo en la ciudad... ━ Como si tuviese en su frente un tatuaje que pone "Made in Los Santos", ambos saben al momento que es mentira, el extraño es tan descarado de sonreír, cómplice ━, y me preguntaba si sabes cómo se llega al puerto.
━━ Yo te puedo ayudar. ━ Por un momento, entra en pánico. El acento ruso marcado, la voz plana, el porte, su altura, su expresión fría y pétrea, como tallada en piedra, y la frase incorrecta. Los segundos avanzan como si fuesen minutos mientras intenta, con el cerebro trabajando como nunca antes, pensar en un plan de huida a ese hombre ━. Quiero decir, sí que sé, pero ten cuidado con los pelícanos. Los pelícanos vuelan y tienen sus nidos muy cerca del puerto; te podrían robar la comida.
«Hijo de la gran puta.» piensa al ver que por fin, la frase es correcta. Se le atraganta la rabia en la garganta y la escupe con una tos, o trata de hacerlo. Si no fuera porque está trabajando y tiene muchos gastos, le habría mandado a la mierda.
━━ Con decirme "Los pelícanos vuelan", me valía, encanto. ━ habló Gustabo, quien por fin recuperó la calma.
━━ Vaya mierda de frase en clave... ━ juzga, con su ceño fruncido ━, ¿De qué te sirve exactamente? ━ quiso saber.
«Como si lo que has dicho no hubiera sonado aún más estúpido...»
━━ Porque digo "¿Sabes llegar al puerto?", La gente que no sepa la contraseña, me dirá cómo se llega... ━ contestó como si fuese lo más obvio del mundo ━, y si alguien nos escucha, que digas un dato sobre los pelícanos, queda bien al ojo público.
Él no parecía muy convencido. De hecho, pensó que estaba exagerando.
El chulo y el rubio frente a él, a su parecer, se creían agentes del FBI; el chulo exigió textualmente que pagase sus partes por separado (la suya cuando hablaron para que contacte al joven, la del chico al estar satisfecho) y que recuerde la contraseña, o perderá dinero en nada.
Es una ciudad rara, Los Santos. También la gente. No la echará de menos al irse, y espera que sea muy rápido.
Solo un souvenir de Los Santos en forma de unas horas con el lindo rubio y adiós muy buenas, ciudad de mierda.
━━ ¿Y si soy un cliente de la calle? No creo que esperes aquí fuera por nada. ━ indaga.
━━ No. Pero tengo mi sistema para detectar a un policía de secreta solo con verlos ━ Era cierto, pero no iba a hablar del tema, receloso de sus propias armas ━, y casi nunca aceptó a alguien por la calle, aunque esté aquí todo el día dejándome ver. Soy un bollo tras la vitrina de la pastelería; me ves a través de un vidrio, pero no me tendrás en tus manos hasta que no pagues por mi... Y mi chulo siempre cobra antes que yo, así que para tenerme, debes encontrarlo, y para encontrarlo, debes saber dónde buscar ━ El desconocido se ve visiblemente perdido ante la explicación, aunque si somos honestos, dejó de escuchar desde que se comparó con un bollo, aburrido ━, imagino que querrás ir conmigo al hotel. A menos que en tu casa, apartamento o lo que sea, estés solo y quieras tener a una puta ahí.
Parece pensárselo. Parece.
Los pasos hacia el interior del hotel al que Gustabo hace referencia, le dicen que en su casa no va a ser; quizá tenga pareja, incluso puede que un matrimonio o hasta hijos, quizá viva con sus padres. Aunque tiene pinta de haber venido hace poco, por su forma de vestir como si el clima de la ciudad no fuese uno al que está acostumbrado, también por cómo usa el idioma; se defiende bien, lo bastante como para poder comer, dormir y hundir la polla en un prostituto que se guarda tanto las espaldas, pero tiene la sensación de que si tuviese que tener una conversación extensa, se enfadase o se asustase, tendría momentos en los que olvidará traducirse al español y usará su lenguaje natal.
Chaqueta roja en brazos y con pasos que hacen que sus caderas se contoneen, García se pregunta cosas de sus clientes a menudo, más para acallar el silencio entre ambos que por verdadero interés en estos; pero debe admitir que nunca ha tenido tanta curiosidad. Quizá porque es la primera persona con cabello blanco natural que atiende. Quizá porque se ve demasiado guapo como para necesitar sus servicios. Siempre hace lo mismo, curiosear, analizar, criticar, hacer suposiciones; todo en su cabeza, ya que poca gente paga para hablar con una puta, y los que lo hacen, es porque es más barato que pagar a un psicólogo para contarle tus penas, y a él no te lo puedes follar si te entra un calentón repentino.
Llegar a la habitación es un camino demasiado corto como para dar respuesta a siquiera una de sus preguntas.
El ruso se apoya impaciente en la pared, frente a él, con sus brazos cruzados. Gustabo se ha encargado de guiarlos allí y se ha detenido frente a la puerta de forma automática.
━━ ¿De qué talla serán los condones? ━ busca dar conversación mientras la puerta es abierta por él. Entra a paso decidido, con ese contoneo sensual que el ruso ha seguido con sus ojos hambriento como un león en plena caza ━, traigo de todos los tamaños. ━ ofrece. Sabiendo el ruso que su trabajo es precisamente ofrecer placer a cambio de dinero, el rubio no necesita fingir que trae solo uno o dos, que son de su talla, o que le "permitirá" cumplir todas sus fantasías; tiene sus límites, y pese a lo sucio de su trabajo, no va a hacer nada sin condones.
Le sorprende lo rápido que le toman de la cadera y, literalmente, elevando en el aire por esos brazos albinos con facilidad, cual pluma mecida por la brisa, este lo gira para volverlo hacia la puerta. Un gemido suave sale cuando es presionado contra la puerta, aunque no es de placer; el pomo le ha golpeado el costado y eso ha dolido.
━━ No te preocupes por eso, traje unos yo mismo.
«¿Los ha traído porque se avergüenza de su tamaño? ¿O quizá es que le gustan de una marca y tipo específicos?» su cabeza funcionando a mil por hora. Tiene poca información y odia eso. Sus clientes suelen ser más abiertos, algunos incluso contratan sus servicios solo para hablar o algo similar.
Este en cambio, parece haber nacido con una cremallera por boca.
━━ Mejor para mi.
No hay besos pasionales que le quiten el aliento o le hagan sentir que una lengua trata de follar su boca con presión y agresividad. No hay caricias delicadas o curiosas por sus curvas generosas bañadas de dibujos con tinta permanente de colores. Es un tipo que va al grano con lo que quiere, que tiene plena consciencia del trabajo del rubio y piensa remarcar constantemente que él es quien manda porque él es quien tiene el dinero ahora; y a Gustabo no le molesta eso, no es el primero ni el último que se cree que es el protagonista de Cincuenta Sombras de Gray, exigiendo ser complacido y demostrando una dominancia sostenida en el dinero que posee.
Cuando ordena que le haga una mamada con esa boca brillante y esa lengua afilada y locuaz, no hay negaciones, preguntas, besos que desciendan por su abdomen o unos segundos en los que se hace de rogar..., nada de eso. Directo al grano. Porque eso es lo que al ruso parece gustarle. Porque no le agrada no saber nada de él.
Arrodillado cual cristiano que cree ser merecedor de una aparición del Dios que adora, atiende al hombre frente a sí con devota atención; pero en el fondo, el rubio tiene otra duda mientras la polla de un tamaño bastante decente folla su boca con total libertad, y su cabello es tirado con tanta fuerza que sabe que durante todo el día tendrá dolor de cabeza:
¿Por qué querría sexo de pago? No le ha visto desnudo -aún, espera-, pero su miembro al menos no tiene nada de malo. Recto, limpio, de aproximadamente quince centímetros, siente con su boca acostumbrada a ser violada. Su nariz y labios rozan y tocan en cada embestida la piel de la entrepierna soviética, sintiendo el vello púbico que baja en una línea blanca desde el ombligo hasta los testículos pesados que golpean su mentón.
El glande rosado pálido constantemente roza su paladar y lengua, mientras se retira y vuelve a entrar. Deja en su boca un sabor un poco salado, el suave regusto de sudor y presemen mezclado.
Por otro lado, nuestro ruso no puede no mirar al rubio que le está dando la mejor mamada de su vida. Todo es perfecto en este chico de ojos llorosos y un surco de moco por su nariz aguileña. Los ojos azules brillando con inocencia como si fuera su primera vez, cosa claramente imposible dada la experiencia que muestra y su trabajo. La profundidad que puede abarcar con su polla en aquella boca y que el rubio pueda aguantar las arcadas ocasionales, profesional. La calidez acogedora casi rozando a lo hogareño. La humedad y la estrechez exactas para poder ser llamadas "perfectas". La piel blanca, bañada de mil colores y formas con una aguja y que tanta tentación despierta a ser marcada por sus manos y boca...
El cuerpo que aún no ha visto desnudo pero que muere por probarlo, cuanto antes.
Es perfecto.
━━ Vale, suficiente. ━ ordena como si Gustabo hiciese esto por querer, como si fuese libre de irse, pero su cabello sigue agarrado unos segundos más. No se ha corrido, y el menor no ha sentido que siquiera estuviese cerca.
Cuando lo suelta y se aparta, el prostituto no puede evitar toser por la brusquedad. Con sus ojos llorosos, sus labios brillantes de saliva y la sensación de moco húmedo saliendo de su nariz como si fuese agua, lo mira a la espera de órdenes.
Sesenta y dos segundos, y sigue en pie. Ni siquiera ha soltado pre-semen aún.
Buen aguante, sobre todo comparado a sus clientes habituales, con treinta segundos ya siente el líquido caliente bañando su garganta y la polla tan bien enterrada en su boca que su nariz se hunde en la ingle de esa persona.
Gustabo es muy bueno en esto. Le gusta. Ahorra en condones. Y ellos se sienten poderosos follando una garganta estrecha.
Además, esta vez estaba limpio. Eso no es algo común, pero siempre deseado en sus clientes.
Pero... Esto le hace sospechar más.
¿Por qué querrá a un puto? ¿Por qué no busca a un chico que le pueda querer, honesta y únicamente a él para hacer estas cosas? ¿O al menos abrirse un perfil de Grinder para que no le cobre?
Sorbe sonoramente sus mocos y resiste las ganas de frotarse la cara con el brazo para limpiarse cuando el ruso lo mira; sabe que le gusta su rostro arruinado. Su rostro de niño bueno, el típico que jurarías que es un ángel, ahora solo es el de una puta que ha sido usada como si fuese un simple juguete; un objeto utilizado por y para el placer que sabe lo que es y lo que vale.
Su imagen bella y pura, rota en poco más de un minuto.
Mete su pulgar en la boca del joven, estirando su comisura, a lo que este se mantiene quieto, obediente; sus ojos encendidos susurrando obscenidades a su cliente, uno un poco entrecerrado. Es cuestión de unos segundos para que babee. Un hilo generoso e incoloro que moja el dedo intruso, baja por su labio inferior lentamente y desciende por el mentón.
Cuando trata de que abra la boca y presiona con su yema aquella lengua rosada, éste echa los ojos hacia atrás y lo atrapa con sus labios pecaminosos. Un escalofrío lo recorrió como una corriente eléctrica. Crecen en sí las ganas de volver a esa boca, follarla y no parar hasta que esté totalmente llena de su semen. Solo para ver cómo las lágrimas, moco y saliva se confunden con su abundante simiente; arruinarlo y saber que fue él. Como compartir un secreto.
Pero primero quiere hundirse en el culo que ha querido morder, golpear, empujar, penetrar y arañar desde que lo vio.
Gustabo espera, paciente, como si no estuviese contando el tiempo para acabar y tomar un pequeño descanso. Le apetece ir a comer un croissant y tomar un Colacao.
━━ Cama. Desnudo. En cuatro.
Órdenes claras. O es jefe en su trabajo o lo desea con toda su alma.
━━ Ya.
Le sonríe de una forma tan superior, tan perversa, que el ruso tiene la sensación de que quien está de rodillas es él. El que está suplicando por hundirse en el culo de un hombre que no tiene nada que envidiar de la diosa Afrodita, y que salta la vista que ha sido tocado, follado, montado, sobreestimulado, ensalzado y empotrado más de lo que él lo ha vivido en su vida, es el que necesita algo. Y el rubio lo sabe. Y eso le pone tanto como ver al chico caminar a cuatro patas por el suelo de parqué hasta la cama. Es una pena que no pueda estar mucho tiempo en la ciudad porque a más ve al joven y a la habitación, más ganas tiene de follárselo por todas partes. Sodomizarlo en el suelo, dominando por su tamaño y peso superior, follándoselo mientras le deja apenas el espacio suficiente para poder respirar, azotarlo solo para grabar en su mente el bote de las mejillas turgentes de su trasero.
Tiene tantos escenarios...
En la ducha del baño abierto a la izquierda de la cama, una paja en dúo, con el agua cayendo sobre sus cabezas y la sensación de sofoque por el vaho.
En la ventana, con él deleitándose con las vistas de una ciudad que no ha tenido ocasión de recorrer mientras el chico le come el trasero como a un delicioso y gran pastel. Su lengua y dedos jugando a hacer que se corra sin siquiera tocar su polla; que su semen se mezcle con el que de seguro se podría encontrar en este hotel de mala muerte con luz ultra violeta.
En el balcón, follándoselo por detrás y obligándolo a hablarle de la ciudad mientras lo penetra con fuerza; los gritos de todos modos seguro suenan mejor que los coches robados quemando rueda mientras un policía los persigue, o las sirenas de los mismos coches patrullas.
Én la-
━━ Cariño~... ━ le llama, a falta de su nombre. No le importa no saberlo, la mayoría no se lo dicen, o le piden llamarlo con nombres claramente falsos. Incluso a veces el pedido es llamarlos de una forma específica, como 'amo' o 'jefe'.
El hombre le mira y Gustabo inicia un movimiento con su cadera que le hace recordar el movimiento hipnótico pero imponente de una serpiente reptando para desplazarse; sensual, lento y que invita al pecado al más casto.
¿Así se sintió Eva cuando la serpiente la tentó?
Oh árbol del conocimiento, el único, permite que coma de tus prohibidos frutos día sí y día también.
━━ Ven a la cama, anda. ━ le pide, su voz aguda y con toque cantor, aterciopelada ━. Quiero que me desnudes y me enseñes lo que eres capaz de hacerme, semental... ━ Su polla tiembla, excitada y aún mojada en la baba del menor, que se enfría lentamente. Y esos ojos de nube, que lo ven como si fuese realmente irresistible para él, le mantienen boquiabierto y con deseo.
Sabe que el rubio no piensa esos motes que le atribuye, tampoco le desea realmente. Su polla podría ser tan pequeña que hasta sus dedos hagan mejor trabajo o más torcida que el garfio de un pirata, y por obligación, Gustabo le trataría como a un Dios en la tierra; pero la magia de esos ojos que parecen haber robado un pedazo del cielo y las vistas de un cuerpo delicioso que quitarían el hipo hasta al más hetero de los hombres, le hacen no cuestionarse nada.
Cual marinero del que una sirena se ha encaprichado y escucha el embrujo lujurioso de su canto, avanza con pies descoordinados, la boca abierta y un hormigueo en las manos; esos ojos rezan la experiencia del más joven, gritando en silencio cosas sucias y perversiones de otro mundo, y él está cada vez más sediento de probar todo del rubio.
Se quita el short militar y le siguen unos boxer blancos con corazones rojos. La entrada rosada, la fina capa rubia de vello púbico, los testículos (también un poco peludos) colgando delicadamente y la polla del joven, le saludan.
Y es como estar en un buffet porque no sabe qué tiene mejor pinta.
━━ ¿Quieres ver cómo me preparo, o haces tú los honores? ━ le ofrece un plástico de lubricante de los que suele tener encima, un sobre simple con la cantidad justa para un viaje profundo y -con la preparación adecuada- sin dolor.
Se miran y el ruso se siente fuera de sí.
«Al final, tú también estás en mi red.»
Se lleva el paquete de lubricante a la boca, atrapando en sus ansiosos dientes un trozo de plástico de este y tira con fuerza excesiva para abrirlo. Un poco de ese aceite cae en el rubio y otro poco se escurre por sus dedos. Está ansioso, necesitado, apurado. Se echa una generosa cantidad en la mano (dejando un poco para después de acabar de prepararlo), y presiona el agujero apretado con dos dedos aceitosos, los afortunados que van a internarse en aquellas cálidas y acogedoras paredes; Gustabo le mira con un hambre que caldea su interior y se siente como si cada poro de su cuerpo rezume deseo ardiente, cual chimenea encendida. Despersonaliza la situación. Se permite ver al rubio como alguien que va a follar con él por querer, que lo conoce y no teme o siente repulsión por su persona y que no necesita (o quiere, porque duda que le falten clientes) el dinero en su cartera.
Necesita entrar.
La punta de sus dedos se interna con facilidad, como un cuchillo afilado cortando una carne suave y tierna; pero también es lo bastante estrecha, húmeda y acogedora como para hacer que su polla se sienta celosa de sus falanges. No oye gemidos exagerados mientras se interna y explora, ni siquiera cuando sus dedos ya no pueden ir más allá, pero cuando se queda quieto, es el trasero pomposo y pálido quien lo busca; movimientos suaves hacia adelante que los sacan un poco, y movimientos hacia atrás que lo internan de nuevo.
Gemido suave.
Está tan fuera de sí en este momento, tan desvirtualizado de la situación real, que no se plantea nada, si el rubio disfruta, si no lo hace, si se aburre o si está pensando en qué comprarse para comer esta noche. Mueve sus dedos por sí mismo, notando que la cadera juguetona se detiene para dejar al mayor maniobrar a su gusto.
━━ Ya estoy listo, semental... ━ le oye decir luego de pocos minutos, y no pierde el tiempo en embadurnar con el lubricante restante su polla para pasar al plato principal.
Se masturba un poco contra aquella entrada estirada, extendiendo el líquido aceitoso por el valle entre las nalgas turgentes y pomposas, y pone su mano sobre la espalda salpicada de tinta, presionando para que Gustabo ponga la cara contra el colchón (cosa que hace), pero justo cuando está presionando para internarse, llaman a la puerta.
━━ Уйди отсюда! ━ dice el ruso, tajante y algo molesto mandando irse a quien sea que haya al otro lado de la puerta. Este es un momento privado en el que busca relajarse, no está de humor para interrupciones.
━━ Servicio de habitaciones, señor. ━ dice el chico al otro lado de la puerta, como si no hubiese escuchado su queja. El ruso opta por, en un primer momento, no contestar y seguir con lo suyo; pero vuelven a llamar a la puerta. Con un resoplido y gesto molesto, se aparta del rubio para dejarle pasar.
━━ No hemos pedido nada. ━ Pero hay un tercer golpe en la puerta, pidiendo en silencio que la abran ━. ¡He dicho que te vayas! ━ El resultado no cambia, otro golpe en la puerta. Al borde de un ataque de nervios, baja de la cama para abrirle la puerta.
El joven aprovecha para levantarse, más relajado. Sus pasos van hacia el baño. Pese a que en el hotel le permitían atender clientes por una comisión, este trato no se incluía para los empleados del hotel; no podía ser visto en las habitaciones, no cuando atiende a tenga gente o sería sospechoso. Paciente, espera en el servicio. No es la primera vez que lo hace. Pero cuando se escucha un disparo, el rubio tiene la sensación de que los acontecimientos van demasiado rápido para su pobre cabeza perdida, por primera vez en mucho tiempo, expulsado de sus costumbres y rutina.
La puerta del baño se abre y no es capaz de mantener su fachada de chico sexy y calientapollas que tan bien le ha funcionado con todos sus clientes. Ni siquiera es capaz de aparentar seguridad. Está asustado. Quiere irse. A la mierda el dinero, no lo necesita si puede ser detenido por los policías que vengan a investigar el disparo, o algo peor.
Abre la boca, con las palabras agolpadas en la garganta queriendo salir todas a la vez, todas con la intención de irse con vida y entero de aquí; sin embargo, todo se vuelve negro incluso antes de que pueda hacer nada.
➤ 5075 palabras.
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