O5 | En el momento equivocado...
Estaba cansado, pero necesitaba seguir adelante.
Las visitas al hogar de Bokuto se habían vuelto recurrentes, pasando de visitarlo dos veces por semana durante dos o tres horas durante la noche, a quedarse a dormir de vez en cuando en alguna de sus visitas diarias. Si era honesto, Akaashi se encontraba demasiado agotado, dividiendo su tiempo entre el estrés del trabajo y la ansiedad de saber cómo se encontraba Bokuto cada mañana y, si había tenido alguna mejoría. Si bien, desde que iniciaron las sesiones terapéuticas con Ennoshita el ambiente se había calmado un poco, aún era difícil tomar con calma el ánimo apagado de su amigo y, eso lo ponía en un estado nervioso que ni siquiera sabía que podía tener.
Las ojeras en sus ojos se habían vuelto más notorias desde que se graduó de la preparatoria; era como si un peso extra se hubiera adherido a su espalda y siguiera aumentando sus números. Las jaquecas también eran cada vez más periódicas y la fatiga de sus músculos le pedía a gritos que se tomara un solo día de descanso para sí mismo, se lo merecía después de darlo todo. Pero aquello jamás tendría por qué saberlo su amigo, no había la necesidad de hacérselo saber. Tampoco quería alejarse de él ni un solo instante.
Aunque claro, era un adulto funcional con más responsabilidades y debía cumplirlas en tiempo y forma. Por fortuna, los excompañeros de equipo de Bokuto se turnaron para echarle un vistazo, incluído el estoico de Sakusa; también tenía a su familia que lo visitaba cada tercer día y lo llenaba de mimos; y por supuesto, Kuroo jamás lo abandonaría, por lo que regularmente lo visitaba y le hacía algunas bromas con tal de hacerle olvidar por un momento, todo lo que estaba ocurriendo.
Bokuto era un hombre afortunado.
Sin embargo, toda esa fortuna lo asfixiaba.
Akaashi lo supo aquel día. Y nunca deseó tanto contenerse de abrir la boca como en ese entonces.
Los primeros vestigios de invierno comenzaban a hacer efecto en el ambiente. Tenía que usar abrigos más grandes y ostentosos, acompañados de gruesos guantes de lana y largas bufandas para cruzar poco más de veinte manzanas hasta llegar al apartamento de Koutaro después del trabajo. Si bien, la mayoría del camino era dentro del tren, sí tenía que caminar unas cuadras más bajo las inclemencias del clima.
Cuando abrió la puerta del lugar —su considerada hermana le había dejado las llaves—, no se sorprendió al ver a Kuroo recargado en el umbral del pasillo con una leve sonrisa, mirando lo que parecía ser una conversación amena entre Bokuto y Yachi, quienes se encontraban sentados en la sala. Algo sorprendente, dado el comportamiento mezquino que había adoptado en las últimas semanas.
—Parece relajado. ¿Sucedió algo interesante?
El más alto pegó un respingo al escuchar su voz, pero pronto le dirigió una mirada mientras Akaashi se cambiaba los zapatos y se quitaba el abrigo; suspiró, encogiéndose de hombros.
—No sé. —Volvió a mirarlos, ahora Bokuto había dicho algo que hizo reír a la chica—. Le dije que si la hacía llorar, me olvidaría de su enfermedad y lo golpearía.
Keiji se quitó los anteojos para limpiarlos de la suciedad y le dirigió una mala mirada, a lo que el mayor levantó las manos en señal de rendición. Sabía que no sería capaz de golpearlo, al menos no en su punto sensible, pero todavía le parecía una broma de mal gusto.
—Tengo que irme... —Le escuchó decir a la rubia, mientras ésta hacía el ademán de levantarse—. Vendré pronto. Traeré algo para ti, lo prometo.
—Gracias por todo, Yacchan, Tetsu —respondió con sinceridad—. Lo aprecio.
Ambos le sonrieron, despidiéndose de Bokuto después de tomarse las manos y salieron de ahí en compañía de Akaashi. Antes de irse, Kuroo le dió un par de palmadas en el hombro.
—Estoy dispuesto a ser uno de los pilares donde él pueda sostenerse. También, me alegra que tenga a alguien como tú a su lado. —No sonreía, en cambio, apretó un poco su agarre, como si tratara de transmitirle su preocupación—. Pero tanto tú como yo somos seres humanos. No te olvides de eso.
El más bajo parpadeó dos veces, sin entender el significado de sus palabras —y tampoco tenía las energías suficientes para averiguarlo—, por lo que se limitó a asentir en silencio, ganándose un suspiro del contrario; Yachi solo lo miró, con ese mismo atisbo de preocupación en sus ojos marrones e inclinándose antes de partir.
No tenían porqué preocuparse por él. Era Bokuto el que necesitaba su apoyo.
Bastaba con ver aquella expresión vacía en su rostro mientras miraba sus propias manos, creyéndose incapaz de hacer algo por su cuenta y sintiéndose impotente por depender de otros, cuando había prometido no hacerlo desde que ellos dos se separaron. Akaashi lo conocía demasiado bien como para deducir lo que pasaba por su mente en ese instante.
—La terapia no ha servido de nada —comunicó el de cabello monocromático sin mirarlo. El aura pacífica de antes se había desvanecido, siendo reemplazada por una tensión sofocante—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Dos semanas —respondió indulgente.
—Dos semanas —repitió con un largo suspiro—. Empiezo a creer que es una pérdida de tiempo.
No pudo evitar arquear una ceja al escuchar aquel tono tan neutral en Bokuto. De una u otra forma, siempre se las había arreglado para mostrar sus más puros sentimientos y ser transparente de leer, al menos ante su vista; escucharlo hablar como si no le importara lo que sucediera con sí mismo, abría una grieta profunda y dolorosa.
—Acabas de comenzar con las terapias —replicó, acercándose unos pasos—. Debes tener paciencia, el cambio no vendrá de milagro.
Pudo percibir un ligero estremecimiento de su parte, por lo tanto, tuvo que detener su caminata de golpe. Sabía con certeza que el hombre no era del tipo paciente y que, difícilmente podría mantener la calma; pero se dijo a sí mismo que para eso estaría con él, para brindarle la paciencia que Bokuto no tenía.
Antes de poder decir algo más, el ex deportista se levantó, con cuidado de no lastimarse. Entonces Akaashi pudo apreciar las marcas en su piel. No habían disminuido.
—Sí, tienes razón... —Trató de sonreír, sin embargo, solo pudo hacer una mueca—. ¿Quieres ayudarme a lavarme las manos? Sé que están algo frías, pero siento que están sudorosas. Qué irónico, ¿no?
—Por... Por supuesto.
Se acercaron al fregadero de la cocina y Akaashi abrió el grifo, esperando que el otro hombre acercara las manos. Pudo percibir un atisbo de miedo de su parte; era consciente del dolor que implicaba posar sus manos magulladas bajo la presión del chorro de agua, por lo que no dudó en juntar ambas palmas y hacer un cuenco improvisado, llenándose de agua para posteriormente, salpicarla cuidadosamente sobre la piel de Bokuto.
No quería tocarlo, sin embargo, necesitaba enjabonar sus dedos y muñecas antes de enjuagarlo, así que hizo todo lo posible por hacer el menor contacto posible al realizar la labor. También tuvo que hacer todo lo posible por no pensar en la textura anormal de su piel.
—Te pareces a Omi —le dijo Bokuto entre siseos—. Él siempre...
El más joven trató de prestar atención al discurso de su amigo, de verdad trató. Empero, no podía ignorar la sensación de pesadez en su estómago y el nudo de su garganta. Tantas veces había anhelado tocar las manos de aquel que tanto amaba; demasiadas veces deseó hacerlo mientras lo miraba a los ojos y le expresaba sus más sinceros sentimientos. Ahora que lo hacía, se sentía tan diferente, tan fuera de lugar.
Lo miró de soslayo. Entonces pudo comprobar que, aunque estuviera contando alguna anécdota nostálgica, mantenía el mismo sentimiento de aflicción plasmado en su rostro demacrado, producto del creciente insomnio que lo acechaba. Si tan solo pudiera aminorar aquello. Si tan solo pudiera ser sincero y abrir su corazón y decirle que-
—Entonces Omi se-
—Me gustas.
El lugar se quedó en silencio, siendo únicamente ocupado por el grifo que se olvidó de cerrar. Keiji se mordió el labio y de inmediato soltó los dedos enjabonados de Bokuto, temiendo apretarlos en un arranque de nerviosismo.
No había sido lo que pretendía decir. Todo fue inconsciente, sin pensar en las repercusiones que podría acarrear a la mente ya saturada de su amigo. Pero ahí estaba ahora, sin poder dar marcha atrás y dispuesto a afrontar lo que viniera.
—¿Puedes creer que no haya helado con sabor a curry? —El de ojos dorados siguió hablando, acercando las manos al agua y haciendo una mueca al tocar el chorro saliente—. Me pregunto qué sabor tendría-
—¿Escuchaste lo que te dije?
Koutaro bajó lentamente las manos hasta que éstas quedaron a los costados de sus caderas; dió un largo suspiro y bajó la mirada al suelo, riéndose torpemente.
—Lo hice. Te gusto, ¿ya?
Si se hubiera tratado del Bokuto de preparatoria, quizá habría respondido que a él también le gustaba como amigo. Pero éste no era el Bokuto de preparatoria. Éste era un Bokuto mucho más inteligente y era obvio que sabía el verdadero significado de aquellas palabras.
—Creí que-
—¿Creíste qué? —inquirió medio ofendido—. ¿Creíste que mágicamente me sentiría mejor si escuchaba tu confesión? ¿Creíste que estaría feliz de saberlo? ¿Creíste que te daría un gran abrazo?
—Yo no-
—¿Entonces por qué mierda me dices eso? —Apretó los dientes, conteniéndose de gritar—. ¿Tanta lástima me tienes para venir y decirme que «te gusto» justo ahora?
—No lo entiendes —Dió un paso adelante, tratando de hacer que Bokuto lo mirara, pero él hacía el esfuerzo por mirar cualquier otra parte—. No te lo dije para que te sintieras mejor, solo quería que lo supieras.
—Preferiría no haberlo sabido.
Akaashi casi pudo escuchar el sonido de su corazón partirse en dos, o en más pedazos.
—Lo... Lo siento.
—Eres cruel, ¿lo sabías? —se rió entre dientes, finalmente mirándolo a los ojos con dolor—. Sabes que ya no tengo nada que ofrecerte, sabes que me convertí en una carga para todos, sabes que solo sería un estorbo en tu vida. Sabiendo todo esto, ¿por qué te gustaría alguien como yo?
—Hay muchas cosas por las que me gustas, por las que me enamoré de tí —objetó, elevando la voz—. No eres nada de eso-
—¡Deja de decirlo! —exclamó, harto de la discusión—. Podrás decir todo lo que quieras, pero en el fondo sabes que soy todo eso. —Caminó un par de pasos lejos de él—. ¿Qué buscas de esto? ¿Quieres ser el príncipe que se apiadó de este idiota inválido? ¿O quieres ayudarme a ver la vida con los colores del amor? ¿Eres de esos que creen que el amor lo cura todo?
No respondió. Sabía que, por más que intentara convencerlo de que no se trataba de nada de eso, no le creería. Bokuto tenía sobre los ojos, una inmensa bruma que no lo dejaba ver las cosas con claridad y lo hacía actuar a la defensiva. Hinata había dicho que era parte del proceso de asimilación, pero comenzaba a creer que Bokuto ni siquiera tenía la intención de asimilarlo.
—Bokuto-
—Olvídalo —interrumpió después de exhalar largamente—. Olvida lo que dije.
Frunció el ceño sin comprender. Cuando quiso mirarlo a los ojos, el mayor se dió la vuelta y comenzó a caminar con dirección a su habitación, sin voltearse una sola vez.
—Cierra el grifo y... vete.
—Yo... Está bien, yo... —Parpadeó un par de veces, haciendo lo que le indicó—. Solo me iré y-
—Y no vuelvas. Nunca.
Detuvo su caminata hacia la puerta principal y lo miró por sobre el hombro. Bokuto se había detenido a medio pasillo, parado frente a él con una sonrisa entristecida. ¿Estaba llorando?
—No quiero volver a verte, Akaashi —susurró con la voz trémula—. Sería egoísta de mi parte decirte que también me gustas y atarte a alguien sin futuro.
Tragó grueso. Lo comprendía, comprendía los pensamientos de Bokuto y de alguna manera lo aceptaba. Escucharlo decir que sus sentimientos eran correspondidos se sentía como una pluma volando al ras del viento, pero algo que no podía aceptar, era el hecho de que no quisiera volver a verlo. Antes que todo, eran amigos, ¿no?
—No puedes-
—¡Mierda, Akaashi, ¿es que no lo entiendes?! —gritó, provocándole un estremecimiento—. Soy yo el que decide que no vuelvas... Soy yo el que no quiere verte. Soy yo el que decide poner fin a nuestra amistad.
¿De verdad era así como ponía fin a todo? Eran años de los que se estaba deshaciendo en un solo instante. Akaashi entendía que estaba dolido; no había imaginado cuánto podía herirlo con sus palabras y deseó por un instante poder borrar su memoria y seguir negando sus sentimientos. No obstante, él también sufría y a Bokuto parecía no importarle.
—Ahora vete.
El mayor retomó su camino, sin embargo, las palabras del contrario lo hicieron detenerse:
—Aunque me pidas que deje de verte, me aseguraré de saber cómo te encuentras —dijo con firmeza—. Aunque me pidas que me aleje de ti, siempre estaré contigo, aún si no puedes verme... Aunque me pidas que deje de quererte, no lo haré, porque así como lo eres todo para mí, no eres nadie para interferir con lo que siento por ti.
Bokuto se estremeció ante las últimas palabras, pero cuando quiso mirar a Akaashi, éste ya había cerrado la puerta del apartamento con rudeza. Entonces se sintió como un imbécil.
Los sentimientos negativos una vez más lo dominaron. Conocía a su mejor amigo a la perfección, sabía con certeza que él no era de la clase de persona que se burlaba de los demás; lo sabía y aún así decidió cuestionarlo de la peor manera y por si fuera poco, lo alejó de él como últimamente quería hacer con todo el mundo. Pero no era su culpa, era esa maldita enfermedad que estaba destinada a acompañarlo hasta sus últimos días. Era culpa del destino por volverlo un miserable.
Se apoyó en la pared del pasillo, deslizándose hacia abajo y derramando, por primera vez en meses, las lágrimas acumuladas por ser un insensato con una de las pocas personas que aún se preocupaban por él. No se merecía todo ese cariño que Akaashi decía tenerle. No lo merecía.
Por primera vez en meses, deseó dejar de existir y seguir dándole problemas a todo el mundo.
«Eran las palabras correctas, dichas en el momento equivocado».
Siguiente capítulo: Punto de quiebre.
Hice una pequeña lista de reproducción con canciones que me inspiraron a escribir esta historia. Si quieres escucharla, te dejo el link aquí 👉:
Haikyuu!! © Haruichi Furudate
Kintsugi 2020 © Sultiko
—Mayo 18, 2021—
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top