O3 | Se me pasará...
Akaashi siempre había sido de esas personas que sobre pensaban las cosas. La ansiedad en la que estaba sumido desde que tenía memoria, salía a la luz en momentos de extrema tensión, o cuando una cosa le salía tan bien, que era imposible pensar que algo no estuviera mal... O cuando se trataba de Bokuto.
Nunca lo había visto tan afligido y callado. Ese día, cuando lo acompañó al médico, todo sucedió de una manera inusual, tratándose de alguien tan enérgico y deslumbrante como Koutaro; para empezar, no lo saludó como regularmente lo hacía: con un fuerte abrazo que le dejaría sin aire durante unos segundos; tampoco habló demasiado durante el camino al hospital; y cuando el doctor lo revisó y se detuvo en sus brazos, él hizo una mueca que intentó ocultar en vano.
Había algo extraño en su comportamiento. Y Akaashi sabía que Bokuto estaba pensando en las posibilidades tanto como él.
Como era de esperarse, el médico le mandó hacer algunos estudios, alegando que probablemente sería un tipo de alergia y que pronto se le pasaría; empero, su rostro le dijo todo lo contrario. Keiji era un buen observador y por la seriedad que el especialista mostró, supo que había otro diagnóstico que no les había dicho. Aunque no debía irse a los extremos. Esperaba de verdad que se tratara de una simple alergia.
—Akaashi... —Bokuto llamó por la noche, cuando sabía que él no estaría ocupado. Qué considerado era—. El doctor me llamó en la tarde. Me asignó una cita para mañana temprano y me preguntaba si podías acompañarme. ¡Quiero decir, se lo iba a pedir a mi hermana! Pero recordé que está de viaje y... bueno.
El azabache se rascó la cabellera distraídamente con su mano libre, mientras miraba por la ventana de su habitación. Quería tanto acompañar a Bokuto a su consulta médica, quería estar con él y reñirlo por preocuparse tanto después de que el doctor les dijera que no era nada. Quería tanto estar con él ahora.
—Lo siento, no podré. Tengo trabajo.
Lo escuchó suspirar al otro lado de la línea y se tuvo que morder el labio inferior para no sonar tan desesperado por consolarlo. Casi podía mirarlo dejar caer los párpados y hacer un puchero.
—Entiendo.
—Puedes decirle a Kuroo —dijo de inmediato—. Escuché que mañana tiene el día libre, puedes preguntarle, yo... me sentiría más tranquilo si alguien va contigo.
Pasó un minuto de silencio, pero después, Bokuto intentó sonar como si nada hubiera sucedido. Sin embargo, Akaashi lo conocía perfectamente y supo en ese instante que su amigo era tan noble, que seguro pensaba que con fingir desinterés no lo preocuparía. Qué equivocado estaba.
—Seguro —respondió—, de todos modos, ya extraño a ese idiota. Hace mucho tiempo que no nos vemos.
—Por favor, mantenme informado sobre cualquier cosa.
—¡Suenas como mi madre, qué aburrido! —bromeó, aparentando estar ofendido—. Mañana que vuelva a llamarte, me reiré de ti por ser tan negativo, Akaashi.
Ante esas palabras, no pudo evitar reírse. A veces deseaba un poco del optimismo de su amigo; si lo tuviera, tal vez se hubiera aventurado al mundo de la literatura desde el primer momento. Pero no era momento de desviar sus pensamientos, ni de ser negativo, como Bokuto decía.
—Buenas noches, Bokuto-
—Sabes que puedes llamarme Kou, ¿verdad? —interrumpió el de ojos dorados con remilgo—. Llevamos años siendo amigos.
Amigos.
—Como sea, buenas noches, Akaashi.
—Bu-buenas noches.
Keiji despegó el teléfono de su oreja en cuanto escuchó que colgó la llamada. Por alguna razón, se alegró de que la conversación finalizara, pues se quedó sin habla después de Bokuto le dijera lo último; iba a decirle que no había necesidad de aquello, él tampoco tenía la confianza suficiente como para llamarlo por su nombre de pila y lo seguía llamando «Akaashi». No era como si le importara el hecho de ser nombrado por su apellido, pero el pensamiento de que Bokuto no le tuviera confianza, sembró en él la espina de la duda.
Ellos eran mejores amigos, ¿verdad?
En realidad, no.
Porque a Bokuto se le hizo un nudo en la garganta posteriormente a pronunciar la palabra «amigos». Por eso tuvo que colgar la llamada, no por otra cosa. Akaashi no era un simple mejor amigo, era mucho más que eso; no sabía si debía considerarlo como un «hermano de diferente sangre», porque ese concepto le sabía aún más amargo que el anterior. Pero era algo más complicado y a la vez, simple.
Era el hombre del que llevaba años enamorado.
Era—
«¡Mierda!»
Pensó tras llevarse la mano al brazo derecho y darse cuenta de que dolía como el infierno. Eso definitivamente no era normal, pero últimamente sucedía tan a menudo que había aprendido a soportar el dolor —solo un poco—. Sin embargo, éste iba en aumento y ya no sabía qué hacer. Decírselo a Keiji no era uno de sus planes.
Aunque eventualmente todo se descubriría. Lo supo en el momento en que vio con terror los nuevos hematomas en la parte adolorida. Esos que no estaban hacía una o dos horas.
¿Qué le sucedía?
Intentó respirar hondo y esperar a que el dolor cesara mientras mandaba un breve mensaje a Kuroo a pesar de la tortura en sus dedos. Ya pensaría en algo mañana que viera a su amigo y se sentiría mucho mejor en cuanto el médico le diera su veredicto. No era nada. No era nada.
Era una cosa tan insignificante, que se quedó despierto toda la noche con el mismo pensamiento, mientras apretaba los dientes en un intento por mitigar su sufrimiento. No le funcionó y por lo tanto, ahora no solo tenía que soportarlo y fingir que no era para tanto, sino que tenía que resistir también los estragos del insomnio.
Cuando Kuroo llegó a su apartamento, trató de dar una excusa convincente para no tener que estrecharle la mano y que él viera lo mucho que le hacía sufrir el dolor, no obstante, había olvidado que era un pésimo mentiroso. Y Kuroo un gran observador.
—No tienes porqué ocultarlo —le dijo el azabache mientras caminaban hacia su auto—. Para eso vamos al hospital, ¿no?
—Tienes razón. —Sonrió débilmente al ver que Incluso su amigo tenía que abrirle la puerta del automóvil. IInútil. Intentó cambiar de tema—: oye, eh... ¿Cómo está Yacchan?
—Ella está bien —habló con suavidad en su rostro, enfocando su vista en la carretera—. Dijo que te saludara de su parte y que te mantengas saludable.
El de cabello bicolor se rió con ganas mientras miraba por la ventana del vehículo. Siempre había adorado a Yachi; ella y Hinata eran dos personas adorables a las que quería adoptar con todas sus fuerzas. Empero, observar el rostro de Kuroo transformarse al mencionar a la pequeña rubia, le produjo una sensación de calidez que no sabía que necesitaba. Estaba enamorado, así como él de Akaashi. La diferencia era que el empresario no temía a demostrar sus sentimientos.
Él ni siquiera sabía si su enamoramiento lo miraba con los mismos ojos.
El auto se detuvo y Koutaro parpadeó confundido. No se había dado cuenta de que todo el camino pasó en silencio y Kuroo lo miraba con un atisbo de preocupación. Entonces se sintió terriblemente culpable por hacer que sus amigos lo miraran de esa manera.
—Todo saldrá bien, ya verás.
Le devolvió la sonrisa, sin embargo, ésta no llegó a sus ojos. Desde el principio había tenido la sensación de pesadez en el estómago cada vez que se abarcaba el tema. ¿Era así como se sentían los malos presagios?
Esperaba que no, porque no sabía cómo iba a reaccionar si sucediera algo malo.
Nunca había tenido tanta incertidumbre como ahora. Intentó no usar sus brazos para no acarrear nuevamente el dolor a su cuerpo y el mismo encendió una especie de piloto automático durante la consulta con el doctor. Miró al profesional de la salud mover los labios y hacerle preguntas que él vagamente respondió; no se dio cuenta de que Kuroo no apartó la mirada de él ni un instante y, cuando fue tiempo de ser examinado una vez más, no pudo esconder el gruñido agudo que le ocasionaron los dedos del doctor.
—¡Kou, ¿estás bien?! —inquirió Tetsuro en un tono alarmado.
—Me duele... —Trató de articular sin morderse la lengua. A estas alturas ya no podía hacerse el fuerte y fingir que estaba bien. El doctor lo estaba mirando, de todos modos.
Pero no era una mirada cualquiera. Era la mirada que le decía silenciosamente que estuviera preparado para lo que se avecinaba. Que la peor parte estaba por venir.
—Doctor —habló el azabache un tanto acelerado—, ¿qué es lo que tiene mi amigo? Se ve mal.
—Tenía una ligera sospecha antes —comenzó el médico, con el mismo tono monótono que utilizaban todos, antes de dar una mala noticia—. Los resultados de los análisis realizados no arrojaron ningún resultado negativo, sin embargo, sus síntomas indican SDRC tipo uno.
—¿Qué? —tartamudeó Bokuto, sin entender.
—Siglas de Síndrome de Dolor Regional Complejo —explicó—. Un trastorno de dolor crónico que afecta directamente al sistema nervioso, es decir, dura más de unos meses y provoca una sensibilidad al dolor mayor al promedio. En otras palabras, el dolor de sus brazos y el enrojecimiento se deben a un funcionamiento anormal de su sistema nervioso.
—¿Qué quiere decir? —cuestionó Kuroo.
—Según el informe, el señor Bokuto sufrió una fractura de muñeca hace no más de cinco meses —informó—. No sé sabe con certeza porque es una enfermedad muy rara, pero las personas que sufren este trastorno, mayormente ha sido debido a traumatismos o cirugías.
Bokuto no comprendía ni una sola palabra de lo que el médico les decía. Todo a su alrededor sonaba como una estática que se volvía cada vez más fuerte y molesta para sus oídos; el dolor no se iba, empero, no importaba mientras aún pudiera cesar. Mientras él pudiera recuperarse por completo.
Porque iba a recuperarse, ¿verdad?
Se iba a curar, ¿verdad?
—Doctor —llamó, con la mirada perdida, pero esperanzada—, el dolor... se me pasará, ¿verdad?
—Haré algunos estudios más para descartar cualquier otra enfermedad que pueda confundirse con esta —pronunció, revisando su historial clínico—. El dolor podría aminorar con una serie de tratamientos que-
—Doctor... —Esta vez su tono de voz fue más alto—. Me voy a curar, ¿verdad? ¿En cuánto tiempo podré volver a jugar?
Hubo silencio. ¿Por qué había silencio? Solo le había hecho dos preguntas, dos simples preguntas que tenía que contestar afirmativamente, o darle un tiempo estipulado para su tratamiento y que de una vez se librara de esa tonta enfermedad. Porque no era nada que él no pudiera superar. No era nada.
—Lo siento, Bokuto. No hay nada que podamos hacer, debido a la rareza de la enfermedad, no hay una cura aún. Sin embargo, podemos...
No quiso escuchar nada más de lo que tenía por decirle. Lo que importaba ya lo había dicho. ¿Cómo era que no existía una cura para todo ese dolor que estaba sintiendo? Porque ya no sólo se trataba del dolor físico, sino también el dolor mental y emocional que lo hacía rabiar y querer preguntarse qué hizo mal para enfermarse de algo tan extraño; para ser una de esas pocas personas a las que le había tocado la mala suerte de ser escogidas por el destino como aquel infeliz que tenía el infortunio de enfermarse.
¡Precisamente él! Koutaro Bokuto, deportista profesional que utilizaba sus manos como medio principal para hacer lo que más amaba en la vida.
¿Cómo iba a hacer lo que más amaba en la vida, si los brazos le dolían como el infierno?
¿Cómo iba a hacerlo, si ese dolor no se curaría?
¿Cómo?
Lo último que escuchó, le hizo preguntarse nuevamente aquello que nunca tendría respuesta.
—No podrás volver a jugar.
¿Por qué él?
«Entonces, ¿no se me pasará?»
Siguiente capítulo: El inútil de Bokuto
Haikyuu © Haruichi Furudate
Kintsugi 2021 © Sultiko
—Marzo 10, 2021—
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top