第十七章 | 𝔠𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 𝔰𝔢𝔳𝔢𝔫𝔱𝔢𝔢𝔫🥀❠
𝐧𝐢𝐠𝐡𝐭𝐦𝐚𝐫𝐞
; Donde los felices sueños llegan a su fin, y la verdadera pesadilla comienza...
Una espesa llovizna, comenzó a caer sosegada en las callecitas de Liberio. El frío viento que le acompañaba, movía atolondrado árboles, ventanas y las prendas de vestir que colgaban en alguna que otra casa. La luz comenzaba a presentar pequeños fallos de conexión quedando así, algunas calles a oscuras.
Emily, cubría su rostro empapado por la lluvia, con su brazo derecho, mientras hacía el intento de orientarse a partir de algún lugar que ella reconociera, para regresar a su hogar bajo la inquietante lluvia nocturna que atestiguaba todo, aquella helada noche veraniega.
El silencioso murmullo de las gotas al caer, ocasionaba una pizca de zozobra en la única joven que deambulaba por las calles a esas altas horas de la noche. Algo malo presentía. Sentía, que con cada paso que daba, un desafortunado hecho catastrófico ocurría. Como si una oscura y errante pesadilla se escapara del mundo onírico, para desatar la hecatombe sobre la tierra.
La médico, en su ajetreado andar presuroso, resbaló con tosquedad sobre el lizo suelo de la vereda que circundaba. Un sonoro golpe en seco se oyó al ella chocar contra el macizo suelo de semento, sintiendo el tortuoso suplicio que se había causado, al su cabeza hacer contacto con el duro pavimento.
Un mareo fatigante, la hizo perder momentáneamente la razón. Los costados de su cabeza dolían y cualquiera que no tuviera una especialidad médica, pensaría que pudo sufrir una gravísima fractura craneal y moriría de un desangramiento instantáneo sin esperanzas de salvación.
─Lo que me faltaba...─ se quejó con la voz yéndose en un agudo hilo vocal. Emily tomó valentía y apoyó con cuidado su mano sobre la zona afectada de su cabeza, y donde posiblemente se hallaba una leve abertura que quizás, no sería muy grave y cicatrizaría dentro de una o dos semanas.
La chica alejó su mano manchada por el líquido carmín, que tanto ella detestaba, verificando la cantidad de sangre que derramaba aquella molesta herida fluvial. No era mucha, afortunadamente para la zona que era afectada por el golpe. Pues desgraciadamente, el cráneo era de las partes anatómicas, donde la sangre se tornaba más escandalosa.
─Espero que nadie lo note...─ se dijo así misma. Intentando pararse y ponerse en pié de nuevo, para esta vez, seguir su camino con menos impaciencia y más cuidado al andar.
A su lento y agobiante paso, la joven cuyo rastro de lucidez se veía afectado por el golpe, tardó casi una hora y media en llegar a su dulce y cálida morada. El resto de su tardío recorrido, lo sintió incómodo y molesto. Y no, no era por aquel fastidioso golpe. En todo su aventurero trayecto, Emily, sentía cómo una peligrosa mirada la seguía desde las lejanas sombras infernales que se formaban en cada esquinilla o callejón por el que pasaba, e incluso, dentro de la misma calle.
Aquello se sentía como si miles de ojos la acecharan sanguinariamente, como un tigre a su presa.
Emily abrió con torpeza la puerta, debido a la ebriedad que generaba en ella su golpe craneal. La oscuridad lúgubre que consumía el negocio familiar la hizo despertar en si, un instinto animal que ella desconocía tener; supervivencia. La adrenalina de su caminata y la situación tan angustiantes hacían de Emily un meollo de nervios.
Sus ojos parpadeaban vez por segundo, adaptándolos a la penetrante oscuridad que la absorbía. Relajó su respiración congelada que soltaba aire frío convertido en un blanquecino y humeante vapor helado.
La torrencial lluvia seguía cayendo a cantaros sobre la ciudad, y el constante golpeteo de las gotas al caer contra la vitrina del local, se escuchaba como si miles de manos golpearan insistentemente, en un intento de llamar su atención, para que volteara su mirada y pudiera ver el maligno rostro del demonio que sigiloso, la acompañó durante toda su caminata noctívaga.
Emily se armó de valor y caminó hacia las empinadas y estrechas escaleras que conducían al piso de arriba, que gracias a la ventana que se hallaba en la pared este, iluminaba con su tenue luz azulada, el pasillo, que ante los ojos de Emily, parecía moverse en abstractos y desorientados movimientos, alargándose y volviéndose infinito y retorcido.
La muchacha se agarró de la pared, pues un zumbido incómodo empezó a molestarla desde que subió las escaleras, en compañía de un macabro y agobiante dolor de cabeza.
─¿Emily?─ la dulce y suave voz de Peter, llamó la atención de la joven que parecía una intrusa en su propio hogar. La joven soltó un suspiro de alivio y sonrió para acercarse renqueando a su hermano quien veloz también se acercó a ella por la preocupación que pesaba sobre su pequeña consciencia y corazón.─¿dónde estuviste todo este tiempo?, nos tenías muy preocupados...─ dijo Peter dejando a un lado la pequeña farola que traía consigo, sobre uno de los muebles que estaba en el pasillo, para abrazarse a la cintura de su hermana con fuerza.
Emily lo envolvió en sus brazos, sintiendo que toda esa pesada carga que obtuvo en aquella persecución, se disipaba de apoco gracias a la presencia de su pequeño solecito rubio.
─Sólo... me tardé un poco por la lluvia, lo siento mucho...─ dijo con voz serena y sintiendo que se desvanecería en cualquier momento.
─¡¿Emily?!, ¿qué te ocurre?, ven yo te ayudo, ¡Ma-!─ Emily tapó la boca de su hermano y le hizo un gesto para que no llamara a su madre. El niño inseguro hizo caso a la petición de su hermana y la ayudó a quitarse el abrigo empapado en agua y algunas manchas rojizas que pudo identificar como sangre, ¿porque, qué más sería si no?.─¿de quién es, esa sangre Emily?
─Mía─ Peter abrió sus ojos apunto de reclamar en voz alta. Pero Emily lo calmó hábilmente.─ fue un golpe leve en la cabeza eso es todo... no es de gravedad...─ le dijo despreocupada mientras se quitaba sus mocasines.─¿te molestaría traerme mi maletín, Peter?, necesito curar la herida antes de que empeore...─ le pidió con amabilidad, dirigiéndose ahora al baño de su casa, de inmediato, su hermano corrió en busca de lo pedido.
Pero al salir de su habitación, un oleaje de recuerdos arrasó con el frío cuerpo de Emily, y se percató de la ausencia de aquella persona, que pasó por alto, debido al malestar que la tenía sometida bajo la desorientación de su conciencia.
─Peter, espera un momento...
El pequeño detuvo su paso, mirando expectante a su hermana por la cara de desconcierto que ella traía ahora.
─¿Dónde está el Señor Kruger?...─ inquirió preocupada, sin percatarse de la expresión de confusión de su hermano y sus gruesas cejas marrones levemente fruncidas.
─Emily, ¿quién es el Señor Kruger?...─ le preguntó ladeando levemente su cabeza, curioso por aquel nombre que le sonaba de algún lugar, lo tenía en la punta de la lengua.
─¿Qué...?─ fué lo único que Emily logró decir, ante aquella pregunta que la sacó de órbita. ¿A qué se refería Peter con que "¿quién era el Señor Kruger?"...?, acaso...
─Ah, ya me acorde, era uno de tus pacientes durante la guerra contra las fuerzas de Oriente... si mal no recuerdo, tú fuiste quien estuvo a cargo de su cuidado durante un año entero, ¿no?, algo así me contaste...─ le contó el niño asintiendo seguro de sus palabras. Incluso había recordado un detalle importante que había pasado por alto.
─Por cierto, hoy vino un sujeto muy extraño preguntando por ti, dijo que quería verte y que era muy urgente, pero yo le dije que estabas afuera y me entregó esto...─ Peter sacó de su bata de dormir, una carta de papel grueso que traía puesto un sello rojo.─ era muy raro y le faltaba una pierna, su cabello era largo y parecía un vagabundo, no dejaba de ver hacía la ventana de tu cuarto y decir cosas extrañas...─ describió haciendo una cara de mal gusto al recordar a ese tipo tan raro.
Peter se acercó a su hermana quién mantenía su boca levemente abierta y una expresión que denotaba no poder creer lo que oía. ¿A caso, Eren borró los recuerdos de su familia para poder huir?.
─Aquí tienes, ¿crees que era el señor Kruger?...─ le preguntó y Emily tomó entre sus manos aquel sobre marfil.─siempre me imaginé que uno de esos militares pervertidos se acabaría enamorando de ti...─ se quejó con asco.─... solo, espero que no vengan más a dejar sus cartas...
─No... no era él, al señor Kruger le faltaba un ojo, ¿recuerdas?...─ le dijo con una mueca que camuflajeó con una sonrisa burlona. Peter asintió, habiendo olvidado que ella misma le contó que su paciente, había perdido tanto su pierna como ojo, en las trincheras.─¿cómo a qué hora ocurrió todo eso Peter?...
─Eran las seis en punto, lo recuerdo porque fue justo a la hora que se fue la luz aquí...
─Ya veo...─ dijo asintiendo. A esa hora, todavía se encontraba charlando con Falco. Emily salió de sus pensamientos y le dedicó una sonrisa de agradecimiento a su hermano.─gracias por informarme sobre lo sucedido Peter...─ Emily besó la frente de Peter y acarició sus rulos, sonrojándolo.─ahora, iré a darme un baño, apesto a gato remojado...─dijo haciendo reír al niño.─ y cuando salga te leeré tu cuento favorito...
─¡Sí!─exclamó con emoción y fuerza Peter. Emily le hizo un gesto para que bajara el volumen de su vocesita chillona y él asintió avergonzado.
─No debemos despertar a los abuelos ni a nuestros papas...─ susurró bajito para así ambos marcharse por caminos diferentes.
Emily entró al cuarto de baño, dejando sobre el aparador, su ropa y la misteriosa carta que le entregó Peter. Suspiró cansada, encendiendo el viejo y oxidado candelabro antiguo, cubierto de polvo y algunas telarañas. Una, en una, encendió las cortas velas que quedaban aún adheridas al objeto metálico, para que el tenue fuego que irradiaban, iluminara la lectura que llevaría acabo en un par de minutos.
Con cuidado, fue desprendiéndose de las prendas que aún llevaba puestas, entrando así en la pequeña tina con agua prácticamente helada. Su cuerpo se estremeció ante el frío contacto y se apresuró a abrir el grifo del agua caliente. Emily tomó el jabón y rápido, empezó a hacer espuma para lavar su herida y llenar la tina entera de espuma jabonosa.
─¿Emily, ya entraste a bañarte?, aquí tengo tu maletín...─ habló del otro lado Peter, tocando previamente la puerta.
─Adelante... pasa─ respondió Emily, fijando veloz su vista en la carta. Peter entró desviando sus ojos a otro lugar para no incomodar a su hermana y dejó su maletín a un lado de la tina.
─¿Quieres que te pase la carta?...─ preguntó a sabiendas de que aquel sobre, contenía algún tipo de información o noticia importantes para su hermana mayor. Emily le miró por unos instante asintiendo y le agradeció con una sonrisa.─si necesitas algo, llámame, ¿si?, estaré en la cocina preparando te con leche...
Peter se retiró del lugar en silencio, dejando a Emily sola con aquella carta en manos. Estaba nerviosa. Leer el contenido de aquel sobre no le daba buenos augurios. Ella sabía perfectamente que viniendo de él, nada bueno podría venir escrito ahí. Solo palabras hirientes, o una confesión sobre lo que haría y blah, blah, blah. Emily esperaba lo peor.
Sin mucho cuidado por los nervios, rompió el sello del sobre y sacó la carta que contenía. Traía tres hojas con largos textos escritos a mano en ellas, con una muy bonita caligrafía. Emily abrió su maletín y de él, sacó sus lentes que por el vapor del agua, se empañaron.
Su mirada se centró en el nombre que decía la última hoja; "Eren Jaeger". Ese nombre que tantos recuerdos aviva en su mente y corazón. Emily respiró hondo y se dispuso a leer detenida y analíticamente aquella carta, como si todas esas palabras no estuvieran dirigidas a ella.
Pero aquello, fue imposible de hacer, y lo único que Emily consiguió fue curvar sus labios y dejar que espesas lágrimas, se desbordaran de sus ojos ahora hinchados y rojizos. Sus orbes leían cada línea con pesadumbre y dolor. Era un martirio. Leer, aquella carta fué su martirio y su perdición eternamente. Se condenó. Ambos se condenaron por la eternidad al cometer el pecado de enamorarse de la persona equivocada.
Emily sonrió con amargura y apretó con fuerza aquellas palabras con furia. Sus ojos destellaron de forma enigmática, con el reflejo del fuego encendido en ellos.
─Si así son las cosas... lamentándolo mucho... a partir de ahora seremos enemigos... Eren Jaeger...─ dijo destrozada mirando a la oscura esquina, donde le pareció haber visto unos destellos esmeralda como los ojos de él.
Se sentía insegura, torpe y patética. ¿Por qué estas situaciones tan indeseables siempre le ocurrían a ella?, ¿acaso su destino, era delirar de dolor hasta la muerte?. No lo comprendía, su inmadurez y creencia benevolente la tenían tan cegada que no era capaz de creer en si misma.
¿Odiar a Eren Jaeger?, no, ella sería incapaz de ello. Porque a pesar de que Emily Fritz sabía del monstruo del que se había enamorado, ella no sería nunca capaz de odiarlo a él. Pero para desgracia de aquel joven tan desafortunado, él, consiente u inconscientemente había cruzado una línea ígnea de peligro, que todo aquel que la cruzara, gozaría de cargar con el peso de la decepción de Emily Fritz, algo que amenos que se pudiera demostrar lo contrario, era irremediable.
Pero ella igual le seguiría amando, solo que aquel sentimiento tan prohibido y pecaminoso que hechizó su corazón con tanta perversidad hasta envenenarlo de amor, sería desterrado hasta lo más profundo de las puertas del averno que yacía oculto en su corazón.
Aquel, era el fin definitivo de ese hermoso sueño de verano, que vivió junto al hombre que desgraciadamente, amaba. Ahora, empezaría la pesadilla, que desde el inicio se le advirtió. Porque soñar con los demonios, sólo significaba una cosa en este mundo. Quemarte con ellos en el infierno que traían consigo.
─Me temo... que tendré que hacer las cosas por mi cuenta a partir de ahora...─ dijo pensando ya no en sus sentimientos, sino en el futuro de su pueblo, razonar con Eren Jaeger resultaría imposible y sería un mal gasto de tiempo incensario, porque él no la escucharía nunca, estaba completamente cegado por el odio y la venganza.
Ella misma se encargaría de solucionar las cosas por su cuenta y a su manera, así muera en el intento, que más daba si el resultado era más importante que el método. Porque su rumbo fue escrito, la tarde en que su hermano murió por su culpa. Era ella ahora, quién cargaría con esa responsabilidad hasta su último aliento y hasta acabar con el problema. Pero para ello, ella debía ser inteligente, estar un pazo antes que todos y saber cómo jugar sus cartas.
𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑎𝑟𝑎́...
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