第五章 | 𝔠𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 𝔣𝔦𝔳𝔢🌻❠
𝐟𝐮𝐳𝐳𝐲
; Donde un corazón cargado de impotencia intenta engañarse y convencerse así mismo por la confusión...
El sonido de las bombas cayendo y los disparos yendo de un lado para otro, atormentaban el cerebro de Emily a más no poder. Manchas de sangre adornaban el vestido gris azulado que portaba la castaña el cual desprendía un fuerte olor a etanol y amargo aroma a medicamentos fusionado con la metálica fragancia de la sangre. El sudor recorría el rostro de la médico que trataba de suturar la abertura en el abdomen de un soldado.
—¡Necesito más hilo y gazas!...— gritó la joven médico a la enfermera que tenía asignada como ayudante.—tranquilo señor, verá que pronto dejará de sentir dolor...—la chica insertó con bastante agilidad y suavidad una aguja justo en la vena del brazo del soldado para inyectarle un tranquilizante que aliviaría el agonizante dolor que sentía en su herida.
El soldado poco a poco se fue calmando y bajando la tensión que sentía en su cuerpo. La médico acomodó al soldado en una posición cómoda para trabajar mejor con su herida, regalándole una dulce sonrisa al hombre para asegurarle que no moriría por aquello.
La enfermera llegó con lo pedido y Emily terminó de detener la hemorragia y cerrar aquella herida cubriéndola con gazas las cuales selló con blancos vendajes de algodón.
—Doctora Fritz yo termino con el resto, alguien la está buscando afuera...— comunicó la enfermera con una sonrisa pícara, dejando confundida a la castaña cuestionándose quién podría ser la persona que la estaría buscando justamente en su horario de trabajo.
Emily dudó unos segundos pero asintió retirándose del lugar con una pequeña sonrisa agradeciendo. La castaña quién portaba un clásico delantal con una cruz roja en la parte superior de este y el característico brazalete que la identificaba como Eldiana, salió de la tienda de campaña, buscando con la mirada a la persona que solicitaba su presencia.
—¡Hola Emily!— una voz grave tomó por sorpresa a la castaña, haciéndola dar un brinco del susto. La nombrada se giró al reconocer aquella voz, sonrojándose violentamente al estar cara a cara con el chico que le gustaba.—realmente eres tu... ¡no sabes cuanto te extrañé Emily!...— exclamó el rubio abrazando con suavidad a la chica quién correspondió feliz el abrazo de su enamorado.
—¿Cómo supiste que vendría Reiner?...— preguntó curiosa y algo sorprendida. El rubio sonrió y tomo de la mano a la chica para llevarla a quién sabe donde.—¿a dónde me llevas?...— la intriga estaba matando a la chica por lo misterioso que se estaba comportando su amigo con ella.
—Ya lo veras...— respondió llevándola al otro lado del campamento Marleyano donde había otro campamento de médicos, médicos que vinieron en la primera oportunidad y llevaban cuatro largos años atrapados en esa sangrienta guerra.
Al pedir permiso para entrar en la campaña, Emily y Reiner se encontraron con un pequeño grupo de médicos que bebían café y charlaban amenos entre sí.
Al ver aquello Emily vio de soslayo a Reiner con un cierto deje de confusión, pero al devolver su mirada al grupo de médicos, la castaña pudo reconocer a dos de ellos, pero al parecer ellos no la habían notado a ella o directamente, no la reconocieron.
El corazón de la chica se detuvo por unos instantes y sus ojos se llenaron de lágrimas que con esfuerzos fallidos fueron retenidas pero finalmente se deslizaron por sus rojizas y regordetas mejillas.
Emily dio un pazo al frente flaqueando al instante. Tantos años sin ver a sus padres la conmocionó demasiado.
—¿Mamá... Papá?...— dijo la chica con un tono quebrado, llamando de inmediato la atención de la pareja de médicos quienes se notaban extremadamente agotados y desesperanzados, asomándose al instante un brillo de felicidad en los opacos ojos de la pareja.—¡Mamá!, ¡Papá!— gritó la chica lanzándose a los brazos de sus padres mientras estos la reciban con todo el amor del mundo.—sabía que seguían con vida...— habló dejando escapar desentonaciones por el nudo en su garganta.
—Mi niña... has crecido tanto...— habló el hombre de alta estatura y cabellera rubia, sonriendo ampliamente y sintiéndose orgulloso de ver la hermosa mujer en que su pequeña florecita se transformó, tantos años habían pasado que le resultó irreconocible aquella joven, aún la imaginaba como una pequeña niñita de catorce años.
La madre de la castaña acomodó los pequeños mechones de cabello que se escapaban tras la oreja de su hija mientras la veía con estima y felicidad.
—Al final decidiste convertirte en médico Emily... me enorgulleces...— dijo la mujer bastante parecida a la pequeña chica que dividía su largo cabello en dos trenzas, con emoción pero ocultando la preocupación que surgió en ella al caer en cuenta el peligro que conllevaba que su hija estuviera en aquella guerra.
Emily asintió sonriente ante las palabras de su madre y se giró hacia Reiner para mirarlo agradecida y dedicarle un tierna sonrisa, el rubio le devolvió la sonrisa feliz de ver la alegría plasmada en el rostro de la chica y se retiró del lugar con una sonrisa algo melancólica.
Los padres de la castaña no pasaron por alto esto y compartieron una sonrisa felices al ver que su hija tenía a un joven pretendiente como Reiner.
Los tres se quedaron charlando animadamente de todo lo que había ocurrido durante esos interminables cuatro años, mientras las horas pasaban comenzando a caer la tarde y haciendo que la joven castaña se alarmara al ver que descuido sus horas de laburo.
Emily se despidió de mala gana de sus padres quienes la regañaron y la mandaron a ir a su lugar de trabajo antes de que se hiciera más tarde y su seguro castigo empeorara.
Emily corrió por todo el campamento hasta llegar a su campaña donde su jefe la esperaba molesto.—¡Fritz!...— elevó su gruesa voz cohibiendo a la nombrada.—¡¿Dónde demonios te habías metido niña tonta?!...— inquirió con furia acercándose a pasos firmes. Emily vio preocupada a su jefe quién la veía con superioridad.
—Yo... ah, estaba en...— pero su voz fue silenciada al sentir un insoportable ardor en su mejilla, girando ligeramente su rostro a un costado por la violenta abofeteada que su colérico jefe le había proporcionado.
Su mejilla se había tornado roja quedando la clara marca de la mano de su superior en su pómulo derecho. Emily retuvo las lágrimas y se achicó ante aquel médico militar bajando la cabeza y su mirada plantándola en el suelo arenoso, rebajándose ante un marleyano como dictaba aquel mundo.
—Maldita Eldiana...— el hombre tomó con brusquedad a la chica de su brazo maldiciéndola y humillándola por su sangre.
—Debido a que en tu primer día no fuiste capaz de cumplir con el simple horario que se te dio por tu "excelente" competencia...— dijo burlón.—a partir de ahora cumplirás un horario de tiempo completo y te tocará cuidar a los malditos soldados que se están por morir, y estás de suerte... acaba de llegar uno que encaja perfecto para que alguien tan incompetente como tu lo cuide...— el hombre empujó con rudeza y poco cuidado a la chica dentro de la campaña y la miró amenazante.—solo cumple con lo que se te ordena, tu familia no te podrá proteger toda la vida... recuérdalo...
Emily sintió como un escalofrío recorrió todo su cuerpo al oír esas palabras que seguían repitiéndose en su cabeza.
La joven médico se paró temblando del suelo con la poca dignidad que sentía que le quedaba, limpiando la tierra de su vestido y sonriéndoles como si nada a los pacientes y enfermeras que vieron aquella escena sorprendidos y con molestia debido a la conducta tan atroz que mostró aquel hombre contra aquella inofensiva chica.
—Señorita yo...— la enfermera que trabajaba con recurrencia junto a Emily se acercó a esta entristecida, pero la castaña le sonrió restándole importancia a lo sucedido.
—Tranquila Lucy, no te preocupes...— le dijo amablemente.—oí que llegó un paciente nuevo... ¿cuál es su diagnostico y su condición actuales?...— preguntó preocupada.
—Dice que perdió la memoria y no recuerda nada sobre quién es, también perdió su ojo y pierna izquierdos...— informó la chica leyendo el pequeño expediente del hombre que no decía ni contaba mucho. Emily frunció el entrecejo con sorpresa sintiendo lastima por aquel pobre hombre, que seguramente estaba sufriendo mucho.
—¿Ya desinfectaron sus heridas?...— inquirió recibiendo una respuesta negativa por parte de la joven enfermera que era unos tres años menor que ella.—en ese caso tráeme 200 mililitros de anestesia, y 50 de suero fisiológico, también necesito mi maletín ahí tengo todas mis herramientas... ¡ah! y necesito mucho vendaje y gazas por favor...— pidió con una sonrisa para caminar hasta la última camilla de la campaña, viendo desde la lejanía a aquel hombre que desprendía un aura bastante deprimente, pero ella se encargaría de alegrarlo y darle los cuidados necesarios, como la buena médico que era.
Emily se acercó hasta la camilla del paciente apreciando con sus ojos lo mal herido que estaba, y analizando la herida de su pierna, hasta ahora, no se había percatado de su rostro, que en la primera mirada le resultó curiosamente familiar. La chica elevó su risueña mirada al frío y único ojo enmarcado por oscuras ojeras del soldado tendido en la camilla.
Al ambos conectar sus intensas miradas, una extraña sensación se posó en el pecho de la médico, una presión que le causaba agitamiento a su pobre corazóncito acompañado de un incómodo hormigueo en la boca del estómago, como si miles de mariposas volaran y revolotearan en su interior.
Y un rompecabezas de imágenes inundó su mente llenando de recuerdos pasados y futuros a Emily, ¿Qué era todo eso?.
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Un castaño de desaliñadas ropas era cargado sobre una camilla en dirección a una gran tienda por donde entraban y salían heridos y enfermeras, por unos instantes dirigió su mirada al cálido atardecer que se teñía de rojo y poco a poco se degradaba en un azul oscuro.
El castaño fue llevado a la última camilla disponible en la tienda y fue depositado en esta para dejarlo solo nuevamente, Eren veía a todos lados atento y en guardia, analizando a sus enemigos, expectante a la situación.
Un hombre alto y de canosa cabellera, entró a la tienda enojado por alguna razón aparente, gritando escandalizado por la ausencia del médico que estaba de guardia.
Eren le restó importancia a aquel alboroto, se quedó en silencio pensando poco o nada, pensando en el futuro y cómo llevaría a cabo todo su plan, pero algo en su mente lo desconcertaba y eso era.
—¡Emily Fritz!...— gritó alterado el encargado de liderar y organizar a los médicos y enfermeras Eldianos en aquella guerra.—apenas llegamos ayer, y esa maldita niña ya está causándome problemas...— se quejó el hombre con palabras venenosas.
Eren al oír aquel nombre se alteró abriendo su único ojo con sorpresa, una mezcla de asombro y miedo se asomó por su mirada verde azulada, ¿acaso el acabó en el lugar donde Emily fue destinada a trabajar?, ¿cómo eso si quiera era posible?, aquello no estaba estipulado ni en su plan ni en las memorias que obtuvo al besar la mano de Historia, todo esto era un caos para su mente, un mínimo error y cambio podrían acabar con su futuro plan y la vida de sus amigos y su pueblo.
Eren no podía permitirse recorrer este sendero hacia un futuro donde él y el resto de sus seres queridos terminarían siendo cazados como animales, él debía evitarlo a toda costa, incluso si eso significaba sacrificarla a ella.
Pero sus intensos pensamientos que atormentaban su mente y ser, fueron interrumpidos al escuchar otro grito dado por el insoportable hombre ese, nuevamente, pero esta vez parecía estar hablando con alguien a quién no pudo detallar bien, pero con tan solo oír las grotescas palabras que le dedicaba a esa persona, descubrió que se trataba de ella.
Y entonces escuchó como aquel sujeto repugnante abofeteó descaradamente a Emily. La ira se hizo presente en el castaño y fuertes deseos de asesinar a aquel sujeto se apoderaron de su ser.
Eren tensó su mandíbula enfurecido y tratando de aguantar los fuertes deseos de venganza que con cada día se avivaban más y más, pero no podía, no podía dejarse llevar por esas absurdas ganas de acabar con la vida de ese tipo o todo lo que planeó se iría al demonio.
Entonces la vio, vio la sonrisa tan dulce y angelical de aquella pequeña chica, y sintió arrepentimiento al haber pensado en usarla como una pieza más de su plan, emociones indescriptibles se extendían a lo largo y ancho de su corazón, sintiendo como este comenzaba a agitarse.
Eren no entendía porque ella causaba ese efecto en él, lo odiaba con su alma, odiaba sentir aquellos sentimientos que lo hacían recordar su humanidad y recobrar de cierta manera la conciencia y la noción de sus acciones.
¿Por qué le ocurría eso de manera tan intensa con ella, si el ya amaba a alguien más?, muy poco le importaba aquellos escenarios donde veía a Emily cuidándolo, eso no le daba una razón real para amarla ni importarle, ¿entonces por qué se sentía así con esa chica?, ¿quién engañaba a quién?, ¿su mente o su corazón?.
Emily se acercó a él completamente manteniendo su amable sonrisa plasmada en su rostro. Él no comprendía como ella podía seguir sonriendo así a pesar de que hace nada había sido humillada y maltratada, ella lo confundía, a su mente y corazón, lo llenaba de enigmas y hacía cuestionarse si realmente valía la pena lo que la haría pasar, su mente lo atormentaría y su corazón sufriría las consecuencias de lo que ocurriría y no se veía capaz de soportarlo.
—¿Nos... conocemos?— la pacífica y suave voz de la chica llamó su atención y él no supo que responder, el tacto suave con el que ella lo trataba era algo diferente para Eren.
La chica al no recibir respuesta, posó su cálida mano con suma delicadeza sobre la de su paciente como una muestra de apoyo por su condición, pero otra vez aquella descarga eléctrica se generó por el tacto entre ambos jóvenes, aquellas imagines que llevaban días atormentándolo y más escenarios se mostraban en la conciencia de Eren con solo un roce de esa chica. Eren se tensó y alejó su mano al no soportar ese bombardeo de información.
Emily frunció su ceño comprendiendo que su paciente aún estaba exaltado y aterrado por lo que vivió en las trincheras, así que respetaría su espacio, atendiéndolo sin ser una molestia o algo incómodo para él. La joven médico rodeó la camilla y se paró aun costado del soldado con una mirada tranquilizadora y maternal.
—Lamento mucho lo que debió haber pasado allá afuera...— dijo comprensiva.—y entiendo que se encuentre estresado y asustado aún...— la chica poso su mano en el espaldar de la cama.—pero necesito que me permita revisar sus heridas por su bien, sé que debe pensar que su vida ya no vale nada y está perdida, pero no lo vea así, si sigue con vida es por algo, seguro no ha cumplido su objetivo o no lo ha encontrado todavía y tiene miles de cosas por hacer...— habló esta vez más animada.—¡no pierda su voluntad y que su discapacidad no lo detenga para seguir adelante!— animó al hombre tratando de transmitirle alegría o aun que sea ganas de seguir viviendo.
Eren miró a la chica con suma atención y estupor por sus palabras y la forma tan genuina de su preocupación, Emily no estaba fingiendo preocuparse por él ni esforzándose por demostrar algo que no sentía solo para hacerlo sentir mejor, ella estaba auténticamente preocupada por él, y eso llenó su estropeado corazón de calidez.
Pero de inmediato Eren bajó de aquella esponjosa nube a donde aquella chica lo llevaba a volar y comprendió que ella era así con todos, no es como si hubiera un sentimiento de por medio por el cual ella lo ayudará además de ser su responsabilidad y trabajo, o su empatía, sino que era una característica natural de ella, de un ángel en aquel infierno plagado de demonios.
Algo inquietante en el interior de Eren, como una voz distorsionada, le suplicaba que se acercara a aquella joven y la besara, no entendía de donde provenía aquella voz, ni deseaba hacerlo, y simplemente lo ignoró, él jamás besaría a aquella chica, el estaba enamorado de Mikasa y sería incapaz de traicionar el amor que le tenía a ella por algo tan banal y superficial hacia alguien por quién no sentía nada, o de eso se convencía así mismo.
Eren intentaba convencerse de algo completamente falso para no tener que acabar en aquella posibilidad que desde que conoció a Emily lo torturaba, él estaba confundido, sin saber qué hacer ni cómo actuar, sentía que en lo que había decidido convertir se esfumaba de apoco y todo por culpa de aquella chica que fue amable con él y hasta ahora le demostraba que no todos son seres malignos sedientos de sangre.
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