第一章 | 𝔠𝔥𝔞𝔭𝔱𝔢𝔯 𝔷𝔢𝔯𝔬🌻❠






𝐥𝐨𝐯𝐞



; Donde el amor condenó eternamente a un inocente corazón...


𝑚𝑎𝑟𝑙𝑒𝑦; 𝑎𝑛̃𝑜𝟾𝟺𝟻


     —¡¿Enserio?!, ¡no puedo creerlo Abuelo!— exclamó con notorio asombro una pequeña y rellenita niña, de tiernas expresiones quien vestía elegantes y delicadas prendas como una bonita muñeca de porcelana.

     El señor de edad avanzada miró a su nieta asintiendo, para afirmar todavía más el corto relato trivial que narraba.—No sabía que mamá había tenido otro novio antes que papá...— comentó la pequeña con cierto disgusto, al pensar que aquel tipo del que le hablaba su abuelo, pudo haberse casado con su madre.

     La niña de apenas nueve años dejó a un costado sus lapices de colores y le prestó más atención a su abuelo, mientras abrazaba con fuerza a su leoncito de peluche.

     El abuelo de la pequeña soltó una carcajada sonora al oír las palabras de su nieta.—Ellos nunca llegaron a ser novios Emily... ¡qué cosas más raras dices niña!— respondió el señor entre carcajadas que fueron seguidas por la risita risueña de su nieta.

     En eso consistían todas sus tardes, en disfrutar de oír las sorprendentes historias del abuelo y reírse de las ocurrencias de la niña.

     Pero la diversión acabó cuando la sombría presencia de un hombre rubio, que acaparó la atención del encantador y jovial señor y su nieta.

     Emily miró algo tensa a su tío mientras que su abuelo frunció levemente las cejas.—Emily, ve a tu cuarto y ponte a estudiar, ya es hora de que continúes con tus clases...— ordenó el señor de grandes lentes cuadrados a su nieta sin sonar agresivo, oyéndose más bien como una petición, ambos ya sabían perfectamente a que se debía la presencia entrometida de aquel rubio.

     La pequeña de bonita tez aceitunada, asintió sin poner objeción alguna, dándole una encantadora sonrisa sincera a su querido abuelito, para recoger sus pertenencias y saludar con amabilidad a su tío quién le devolvió el saludo con unas cariñosas palmaditas en su castaño cabello semi rizado.

     Al abandonar aquella sala, que realmente era el despacho de su abuelo, Emily se encerró en su cuarto a continuar con sus experimentos e investigaciones "secretas" sobre los titanes, la historia detrás de estos y los grandes misterios que ocultaban. Su muy extraño y particular pasatiempo. Mientras que por otro lado su tío y su abuelo se miraron con cierta frialdad al ella marcharse de ahí.

     El rubio sonrió orgulloso de su sobrina.—Vaya... cada día se parece más a su madre... ¿no lo crees padre?...— Willy y el Señor Tybur intercambiaron miradas frías llenas de resentimiento puro.—solo espero que no copie los ridículos ideales de paz y justicia que tanto tratan de inculcarle... es una lastima que ella... sea muy inocente para darse cuenta de la realidad...

     Era un hecho fehaciente que en el corazón de la familia Tybur había una nociva desunión por las diferentes posiciones ideológicas que cada uno de los integrantes de esta poderosa familia compartían.

     Por un lado, estaban aquellos a favor de la liberación de los Eldianos y Paradis, dejando aquella absurda guerra sin sentido, que solo generaba dolor y miseria con cada paso que daba. Mientras, que por otro lado, estaban aquellos a favor de la masacre y la destrucción de los Eldianos y  Paradis, sin importarles algo en lo más mínimo.

     Un fuerte y peligroso debate interno, que era oculto del ojo público por la simple razón de mantener aquella "prestigiosa" reputación ante el pueblo Marleyano, pues el escándalo que produciría la disputa familiar, pondría a ambos bandos contra la espada y la pared.

     —Tu madre te lavó el cerebro y te hizo creer en puras mentiras... lo que cualquiera en este miserable país creería por el puro y vil miedo de saber la verdad, y de reconocer que durante el último siglo, nos hemos equivocado... ¿qué mejor y más fácil que ignorar la realidad y no afrontarla, no lo crees... Willy?...— respondió socarrón el señor que prendió su pipa y aspiraba lentamente el humo que de esta se desprendía nebulosamente, un humo pesado y asfixiante, cuyo aroma soltaba un ácido olor a nicotina.

     El rubio miró serio al hombre frente suyo, quién mostraba su típica postura despreocupada y humillante de superioridad. Aquella actitud que lo llevó a odiarlo y sentir un fuerte resentimiento contra este durante toda su vida.

     —Espero que no te arrepientas luego de lo que pueda suceder en un futuro... dime... ¿qué harías si esos malditos demonios asesinaran a tu amada nieta?...— utilizó palabras manipuladoras contra su progenitor.

     Él sabía que Emily era la esperanza y la debilidad de su padre. El hombre dejó a un lado su periódico y miró a su hijo con una sonrisa que demostraba una vez más, que él jamás cambiaría de opinión, así se arriesgaran o perdieran vidas de por medio.

     —Ellos no tienen porque herir a una más de ellos...— respondió encogiéndose de hombros y continuando con su lectura, haciéndole hervir la sangre al rubio por su sorprendente indiferencia a un hecho, que al menos en la mente de él, podía ser posible.

     El más joven se paró enojado de su asiento, despidiéndose fríamente de su padre y abandonando aquella casa repleta de "traidores" que solo herían su orgullo como Marleyano.

     Emily veía por la ventana de su cuarto, ubicado en el segundo piso, como su tío abandonaba la casa con abatimiento y un aura de obvia impotencia. Desde muy pequeña ella presenciaba como su familia y como todos en el mundo sufrían por aquella disputa que para su inocente mente no tenía ni el más pequeño rastro de lógica.

     ¿Por qué tanto odio a un grupo de personas que han tenido que vivir durante años en un solitario exilio debido a acontecimientos que se escapaban de sus manos y decisiones?, ¿Qué le costaba a Marley intentar hacer las "pases" con Paradis?, ¿Por qué usaban a su propia gente como chivos expiatorios para acabar con los suyos llenándoles la cabeza de mentiras sobre supuestos "demonios"?.

     Habían tantas incógnitas que atormentaban día a día a Emily, que se cuestionaba mucho si las personas si quiera, podían tener algo de criterio propio y dejar los prejuicios impuestos por figuras políticas a un lado.

     —Algún día... sé que lograré acabar con esta miseria y haré... que todos puedan vivir en armonía... aunque eso... signifique abandonar mis sueños.... y mi propia vida...— la mirada de Emily viajó a sus juguetes y dibujos, tomándolos y guardándolos bajo llave al igual que todos sus objetos de valor, todo, menos su leoncito de peluche.

     Su compromiso era más importante que un absurdo sueño, la vida de otros era más importante que una tonta meta y la paz de su pueblo era más importante que su egoísmo e intereses personales.

     —Haré lo que esté al alcance de mis manos...— sus ojos miraron el precioso atardecer y las degradaciones que el cielo iba tomando, elevando su mano izquierda hacia la nada. Una suave y fresca brisa entró despavorida por el ventanal de la habitación causando el leve ondeo de su cabello y vestido.

     —Traeré el nuevo amanecer de la humanidad...— la sonrisa de Emily se agrandó al imaginar a todos felices, ese era su verdadero y más anheloso deseo, ver la felicidad en las personas. Algo que jamás en su vida vio realmente.

     ¿Pero qué era lo que se podía esperar de un alma y un corazón tan puros e inocentes como los de Emily Fritz?, la niña que soñaba con el amor. Lo que ella consideraba la verdadera paz y libertad que uniría las desamparadas almas llenas de odio y dolor. Pues el amor, aunque muchos no lo creían, era la cura de todo. Y ella lo sabía muy bien.

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