絶. 𝐄𝐍𝐃

¡advertencia!: este capitulo contiene escenas de sexo explícito, algo sangrientas, violencia física y sexual, leer bajo su propia responsabilidad.

Físicamente, el hombre tenía un gran parecido a Soobin.

Cabello pelinegro, piel palida, ojos marrón obscuro, nariz perfilada y era bastante alto. Sin embargo, el aura del hombre frente a él era distinta. Se sentía deshonesto como cualquier otro Alfa, nada que ver con Soobin que lucía franco con solo verlo.

―¿Así que eres tú la putita de mi hermano? ― Fue lo primero que le dijo, mostrando una sonrisa de dientes blancos mientras le tomaba del mentón.

Kai le miró atento, poniendo los ojitos mas inocentes que pudo cuando en realidad estuvo a punto de ponerse a llorar por que el que sería su cliente toda la noche no era el Alfa al que amaba en secreto. Su lobito aulló triste sabiendo que sería sometido por otro lobo que no le trataría bien.

―Soy de todos ― Murmuró siguiendo con su trabajo, sin querer ponerse personal o de lo contrario terminaría poniéndose a llorar y contarle lo mucho que le gustaba el Alfa que lo trataba bien ―Pero esta noche solo soy tuyo.

Silbó picaro.

―Así que descarado. Bien, si en esas estamos entonces a lo que venimos ― Susurró, acercándose al otro para tomarlo de su cintura, sintiendo lo suave que era ―Deseo probarte, Omega, ¿Qué tan bueno debes de ser para que Soobin no pueda sacarte de su cabeza? ― Indagó en voz alta.

―Soy bueno en muchas cosas, Alfa ― Seguía respondiendo con lo que ya se tenía de memoria, viendo a su alrededor de manera sutil, de alguna forma buscando a Soobin con la mirada.

Bufó al ver al otro distraído.

―Aquí, Omega, el que te compró está aquí ― Siseó con enfado, jalando del collar al Omega rubio quien chilló suave. Se acercó a su oreja, mordiendo fuertemente su lóbulo ―Al sillón y con las piernas bien abiertas ― Ordenó con furia.

―No es permitido hacerlo afuera de los cuartos, Alfa ― Atinó a decir, aguantándose el dolor cuando el otro mordió su piel con rudeza.

―¿Me estas diciendo que hacer? ― Cuestionó con cierta indignación en su profunda y asquerosamente grave voz.

La suerte de un Omega en ese tipo de trabajo era nula, los buenos tratos inexistentes y la denigración abundante. Nadie le volteó a ver cuando fue arrastrado del pelo por todo el lugar, ni siquiera una sola mirada de empatía y si lo habían visto fue solo para gritarle vulgaridades obscenas.

―N-No, d-duele ― Chilló mientras agarraba la mano del otro, tratando de que le soltara.

―Eso lo haces para excitarme más, ¿Verdad? ― Rio con burla ―No puedes hacerlo afuera entonces vamos a los cuartos ― Farfulló, ignorando los alaridos de dolor del rubio.

Fue tirado al suelo con brusquedad, soltando un gemido adolorido cuando impactó contra un mueble de madera al frío suelo de la habitación.

―Eres una preciosura, luces como una muñeca ― Susurraba, desabrochando su pantalón con una sonrisa malévola en su rostro.

Kai suspiró, preparándose mentalmente a lo que estaba por venir como lo hacía cada vez que tenía un cliente nuevo.

Gateó con cuidado, aguantándose las lágrimas cuando estuvo frente al Alfa, sus manos temblorosas por que nunca se iba a acostumbrar a hacer esas cosas que denigraban su ser, lo ensuciaban en todos los sentidos.

―Ese es tu encanto, ¿Verdad?, dar lástima, lucir así de sumiso mientras tu caliente cuerpo ruega por una polla llenando alguno de tus agujeros ― Siseó, jalando el pelo del otro para que lo viera, disfrutando de la mirada aterrada del Omega.

Rio.

―Voy a darte lo que quieres, putita, serás mío esta noche.

Entró más furioso que nunca, sus puños fuertemente apretados y su quijada temblando ligeramente por lo fuerte que apretaba sus dientes.

Si lo encontraba iba a matarlo. Sanha no podía tentarlo sin tener su merecido, no podía tocar a su muñequito sin haber tenido consecuencias por haberlo profanado.

Su presentimiento fue acertado cuando escuchó ruegos desesperados y golpes en medio de la música, viendo con asco como absolutamente nadie hacía nada, algunos con la decencia de masturbarse contra la pared del cuarto con su oreja bien pegada a esta, escuchando el infierno que se desataba en el interior del cuarto.

Caminó rápido a pasos firmes hasta donde estaba el encargado de los Omegas, el hombre pelinegro con iluminaciones le miró con cierto desinterés.

―Oh, otra vez tú, Soobin ― Lo reconoció al ser él un asiduo cliente del local ―Kai no estará disponible toda esta noche así que-... ― Fue callado cuando una enorme cantidad de dinero fue puesta sobre el mostrador.

―¿Dónde esta? ― Preguntó demandante sin ganas de perder el tiempo mientras su muñequito le esperaba a ser rescatado, el hombre frente a él contando la cantidad con asombro en su serio rostro.

Cinco veces mas que lo que había cobrado. El Alfa frente a él sabía lo que quería y lo conseguiría a como de lugar.

Suspiró.

―Habitación 12 ― Murmuró, tomando las llaves guindadas de la pared para arrojárselas al que lucía como si estaba a punto de desgarrarle la piel a alguien con esas grandes manos venosas.

Le dio una última mirada al hombre para dirigirse al lugar indicado, su furia creciendo desmesurada con cada paso que daba, los alaridos siendo más fuertes y claros cada que avanzaba.

Se chocó con un Omega pelinegro, el chico le miró curioso pero rápidamente se hizo a un lado cuando pareció reconocerle.

Lo miró cuando pareció verlo formar un pequeño "sálvalo de aquí" entre sus pequeños labios. Él solo pudo verle una última vez antes de seguir su camino, viendo de reojo como el Omega había sido arrastrado por otro tipo que era casi el doble de su pequeño tamaño.

Sintió lástima del pobre chico pelinegro. Lucía cansado pero aún así le había dicho que salvase al que era su compañero de trabajo.

Una señal del destino fue lo que sintió cuando ni siquiera necesitó la llave para abrir la puerta, la derrumbó de una sola patada.

El pequeño y delgado hilo de su cordura finalmente se rompió por completo cuando vio a su asqueroso hermano encima de su muñequito, abusando de él, tratando de quitarle el collar de su cuello mientras el otro daba manotazos desesperados en el aire, gritando por ayuda mientras lloraba con terror.

Todo pasó rápido, fue cuestión de cortos segundos para que el hombre dejara de abusar a su muñequito. Su cuerpo ahora estaba tendido en el suelo, inconsciente o incluso muerto, mientras un casi endemoniado Soobin estampaba su puño contra su demolido rostro ensangrentado una y otra vez sin intención alguna de detenerse pronto.

―¿Crees que por ser mi hermano no podías convertirte en la mira? ― Preguntó lleno de ira, dejándole ir otro golpe que impactó sordo en su mandíbula que tronó horriblemente ―Maldito fue el momento en donde te advertí que quitaras tu sucia mirada de él y no obedeciste, ahora atente a las consecuencias.

No supo cuantas veces estrelló su puño contra el rostro de su hermano pero solo fue detenido por la voz de su muñequito gritándole que parara.

Vio sus manos llenas de sangre, el suelo, sus ropas, el rostro de su hermano, todo pintado de un color carmín y lejos de sentirse culpable se sintió espantosamente aliviado.

Las manos de Kai acunaron su rostro, temblando con cierto terror.

―Tranquilo... Tranquilo, todo esta bien ― Le hablaba con su voz suave, una sonrisa temblorosa en sus labios color durazno.

Su respiración estaba agitada, volteó a ver el inconsciente cuerpo de su hermano, notando con tanto asco como el condón de su sucia erección tenía restos de sangre.

―¿Te hirió? ― Fue lo primero que preguntó temiendo por la respuesta, sonando afligido mientras el otro negó con la mirada.

―No es mi sangre, mordí su pene cuando quiso quitarme el collar ― Susurró, sus ojitos brillando mientras amenazaban con ponerse a llorar.

Suspiró el aire que retuvo, su pulso seguía acelerado por la adrenalina y solo pudo envolver el desnudo cuerpo de Kai en una sábana antes de tomarlo en brazos, haciendo oídos sordos al que le llamaba por su nombre reiteradamente.

―Pagué por ti, serás mío por esta noche ― Susurró, saliendo por la puerta trasera del lugar, ignorando los rostros asustados de los Alfas cuando le vieron cubierto de sangre.

Escuchó a Kai gimotear.

―Detente un segundo, Alfa ― Ordenó, haciendo que el otro se detuviera mientras gruñía, dejándolo en el suelo del callejón.

―¿Qué pasa, Kai? ― Preguntó con el ceño levemente fruncido al haber sido interrumpido de su escape.

―¿Dónde me llevas? ― Preguntó viendo al otro suspirar frustrado.

―Lejos de aquí, lejos de este asqueroso lugar en donde ya no soporto escuchar como te violan una y otra vez ― Explotó finalmente, el rubio viéndole con detenimiento ―¿Crees que es fácil para mi escuchar como sufres en manos de esos malditos?, sé que no te gusta hacerlo, se que es necesario, pero de verdad quiero que comiences a ver lo mal que la pasas ― Indicó con preocupación, mas afligido que nunca.

―No puedo dejarlo ― Fue su simple respuesta, sintiendo como su corazón latía fuerte contra su pecho.

―Puedes pero no quieres ― Corrigió el mayor.

―Puedo pero lo necesito ― Refutó, viendo al otro jalar sus cabellos pelinegros de manera desesperada.

Se acercó al menor, apoyando su frente contra su hombro para no perder el juicio.

―¿Qué puedo hacer para sacarte de este lugar, Omega?, te amo tanto que voy a terminar enloqueciendo si vuelvo a enterarme que alguien volvió a forzarte ― Confesó, escuchando un pequeño jadeo sorprendido por parte del Omega.

―Ya enloqueciste allá atrás ― Recordó, sus manos aferrándose al traje del mayor que seguía teniendo salpicaduras carmín.

―Si vuelve a pasar mataré a cada uno de los Alfas en ese sitio de mierda. Estoy tentado a hacerlo justo ahora, regresar para verificar que el imbécil de mi hermano ya no respire ― Decretó con seriedad en su voz, demostrando que no mentía.

―Antes de que enloquezcas de nuevo, ¿No quisieras comenzar por quitar su toque de mi piel? ― Preguntó suave, viendo al otro verle atento ―Podrías hacernos ese favor a ambos, soy tuyo por esta noche, tendrías mi permiso para hacerlo incluso si no lo fuera ― Susurró, rozando sus labios con cuidado los del mas alto ―Y eso es por que eres el único que podría hacerlo ― Finalizó en un suave susurro.

Y otra vez enloqueció al escuchar la suavidad en la voz de su Omega.

Sin mas que decir, fue pegado a la pared del callejón y sus caderas fueron agarradas con esa rudeza que caracterizaba a los Alfa. Fue penetrado con desesperación pero con el cuidado que solo caracterizaba a Soobin.

Las manos ensangrentadas del Alfa pintaron de carmín las suaves caderas que se mecían con violencia de adelante para atrás, sacándole chillidos agudos al Omega.

Lo sintió desnudo en su interior, sin protección de por medio y lo permitió por que era él.

Lo permitió por que era Soobin. Él era el único que le daba placer, el único con quien se humedecía, y el único con quien no debía de fingir un orgasmo. El único que le hacía el amor a su manera.

―¿Cuánto debo de pagar para darte un cachorro? ― Gruñó ronco en medio de los gemidos del menor quien era follado de manera ruda, sacándole lágrimas que lejos de ser de dolor eran del placer mas puro.

Jadeó cuando el otro embistió contra su útero con salvajismo.

―Por lo menos un millón de verdes y la manutención de por vida del bebé ― Contestó, chillando cuando sintió al otro crecer en su interior.

Le volteó dejándole de frente, tomándole de los muslos y abriéndolos de manera ruda, cargándolo en sus brazos para seguir dando sus embestidas con certeza, viendo su carita llorona desfigurarse del placer.

Besó la comisura de sus labios, escuchando los gemidos del otro en su oído.

―Entonces te daré el triple de la paga y no solo la manutención sino también el amor de padre para el cachorro ― Declaró, viendo al otro arquear la espalda cuando fue lento pero profundo.

Le hizo el amor a su manera, ruda. Lo hizo gritar su nombre mientras se estremecía con violencia del placer.

―Voy a hacer que recibas mi semen, Omega, voy a impregnarte hasta fecundar tu interior ― Comunicó, gruñendo mientras el nudo se anclaba al cuerpo del Omega por primera vez.

El precioso cuerpo de su muñequito tembló estrepitosamente, el orgasmo manchando su vientre y el nudo del Alfa comenzando a hincharse y llenar su interior. El dolor y el placer llenándole en demasía, haciéndole delirar por que quien lo transmitía era Soobin, el único en su vida.

El Alfa se mantuvo quieto, jadeando al sentir como el interior del que sería el padre de su cachorro lo apretaba fuertemente mientras berreaba del dolor.

Acarició su vientre, tratando de hacerle saber que pronto dejaría de sufrir. En respuesta, Kai se abrazó de su cuello y enroscó sus piernas a la cintura del mayor, respirando agitado mientras trataba de adaptarse al nudo y a la semilla del Alfa que pronto sería derramada una vez se anclara por completo.

Besó sus mejillas empapadas por el llanto con tanta delicadeza que el menor solo pudo ronronear entre sollozos.

―¿Cuánto debo pagarte para que seas mío y de nadie más? ― Preguntó ronco sobre su oído con cierta desesperación, su caliente aliento agitado erizando la piel del sensible rubio.

Soobin estaría dispuesto a pagar el precio de tener a su amor en sus brazos, solo en los suyos para siempre como tuvo que haber sido desde un principio.

Le volteó a ver, viendo la decisión y el cariño en sus ojos.

Respiró un par de veces, tratando de recuperar el aire antes de hablar.

―¿Estás seguro de escuchar el precio?, es un poco alto y no muchos estarían dispuestos a pagarlo ― Advirtió, el mayor rio suave sobre su boca.

―No solo quiero escucharlo, estoy mas que dispuesto a pagarlo si es necesario, dulce Omega. Podría entregarte toda mi riqueza si es lo que me pides ― Decretó, viendo a su muñequito sonreír suave como solo podía sonreírle a él.

El collar que llevaba en su cuello fue soltado de esa manera cautivadora que caracterizaba los movimientos del Omega, dejándolo caer al suelo bajo la oscurecida mirada del Alfa.

Con cierta timidez, ladeó su cabeza de manera sumisa, dejando expuesto su cuello con sometimiento propio.

Soobin jadeó levemente, el terso cuello del otro haciendo que sus colmillos crecieran en sus encillas, sus mas primitivos instintos saliendo a la luz cuando generalmente los tenía muy bien controlados.

De pronto su mira dejó de ser tomar la vida de otra persona, pasó a ser entrelazar su vida con otra persona.

―Págame con tus colmillos en mi nuca, Alfa ― Ordenó, su mirada volviéndose cristalina mientras una sonrisa sincera se paseaba por sus labios color durazno ―Hazme saber que serás el único en mi vida ― Murmuró con esa voz encantadora, viendo de reojo al que se le acercó con rapidez como si fuera uno de los muchos muertos de hambre que había dejado el golpe de estado.

Atacó la suave piel de la nuca del menor hasta hacerla sangrar abundantemente, sacándole un alarido cuando finalmente eyaculó dentro suyo, amarrando su nudo en su interior de manera dolorosa. Llenó su vientre de su esencia inmaculada, la que fecundaría la pequeña flor que existía en los Omegas y había sido especialmente guardada para ese preciso momento.

Sus colmillos fueron grabados en su piel desde esa noche, cumpliendo con todos los requisitos que acordaron.

Su muñequito era costoso, pero él era su cliente más fiel, dispuesto a pagar el precio de tenerlo y finalmente ganó la eterna subasta que tanto peleó entre tanto Alfa malintencionado.

Ahora era suyo, él y el cachorro en su vientre eran suyos.

Suyos y de nadie más.

FIN.


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