۰ ⸂ ࣪˖⁩ i

Diciembre 15.

«Como cada año, el colegio para magos de Shanghái que alberga a más de quinientos alumnos celebrará su baile de navidad esta próxima semana y dado el caso de que muchos de estos se quedaban sin pareja años atrás, los superiores del colegio idearon una nueva forma de emparejamiento para que todo aquel joven y jovencita del mismo pudiera disfrutar de la velada en compañía de otro.

La dinámica es fantástica, todos los jóvenes deberán de escribir su nombre con su varita en un pergamino especial que se situará a un lado del baúl mágico de cada casa.

El baúl se abrirá desde una semana antes hasta la noche del miércoles, para que el jueves en la mañana, todos los alumnos tengan en sus manos la tarjeta de invitación y el nombre de su acompañante...»

El diario “El Conde” que cubre las noticias más destacables de la semana hizo aparición esa mañana en medio de cada sala común del castillo con destacable noticia, noticia que Wein Liang, una pelinegra y jefa de la casa Ravenite anunció ante todos sus compañeros reunidos en la sala común.

Tan pronto como Wein terminó de leer el periódico un tumulto de voces se levantó, la excitación creció entre los jóvenes azulados y aunque éstos se caracterizaban por ser personas críticas y razonables no impidió para que más de la mitad soñara despierto con una tarjeta dorada y el nombre del chico o chica por quienes la Amortentia cobraba sentido.

Lastimosamente no todos estaban nadando entre corazones y rosas. Un grupo de chicos de sexto año reía en una mesa situada en la esquina derecha de la sala viendo cómo sus compañeros se emocionaban por la noticia, como si el hecho de emparejarte con un extraño fuera la mejor forma para enamorarte y tener una historia de amor como en las películas muggles famosas. Patético.

―Kai, ¿Qué dices, después de la cena escribimos nuestros nombres? ― Su amigo Taehyun lo sacó de sus pensamientos.

―¿Eh?, no pienso participar, Tae ― Suspiró ―Aún tengo un montón de libros que revisar para esta semana y la que viene.

―Por favor Kai, has estado estudiando día y noche. Sin descansar. Durante todo el maldito semestre ― Habló Keing, sumándose a la conversación ―Tómate un respiro, sólo será una noche.

―Vamos, no creo que te afecte divertirte una noche en tus planes de ganar «El Campeonato de Pociones» ― Agregó Taehyun, resaltando las últimas palabras.

―Realmente ustedes no lo entienden, es mi única oportunidad. Es un sueño por el que he estado trabajando desde tercer año ― El castaño se levantó de la silla tomando sus libros en una mano y su portafolio en la otra ―Tengo clase, lo pensaré.

Y sin más, Kai salió de la ruidosa sala común, bajó por las escaleras de espiral doradas para luego tomar el corredor hacia el comedor. Se serviría un jugo de manzana y fruta antes de dirigirse a su clase de política mágica y estudios ministeriales de Asia II.

―¡Eso es todo por hoy, chicos!.

El entrenador de Quidditch se despidió de sus siete jugadores que de a poco se alejaban del campo en dirección a los vestidores. Dejando a un lado las escobas, cada uno se metió a su ducha caliente, despojándose del sudor y la tierra que el arduo entrenamiento había dejado.

―Hey, Choi, préstame tu champú, creo que el mío lo dejé en mi habitación.

El recién nombrado talló sus ojos quitando el jabón que se había acumulado en su cara.

―Toma, Feing ― Sacó una mano de la ducha con el champú en ésta, el contrario lo tomo agradeciéndole ―Me lo regresas después de la cena.

―Claro, amigo, ¿Ya te vas? ― La voz de Feing se desmoronó por el sonido del agua.

―Sí, nos vemos ― Dijo mientras salía de la ducha.

Tomó su bolso guardando la ropa sucia y sacando la limpia, se cambió de forma rápida con el cabello goteando.

Soobin debía regresar lo antes posible a su recámara. El proyecto de pociones lo había dejado inconcluso, podría acabarlo en una hora por lo mucho pero eso le costaría no comer. No importaba, eso pasaba por dejar todo al último.

Bueno, no es como si sólo él se echará en su cama y no hiciera nada. No, simplemente él tomaba todo su tiempo para invertirlo en el Quidditch.

No había cosa que el hijo menor de los Choi amará más. El Quidditch hacía a su corazón temblar, de tan sólo pensar en la fría brisa estampándose en su cara, la emoción recorría todo su cuerpo hasta dejarlo eufórico. No había lugar en el que se sintiera más vivo que el estar montado arriba de su escoba en medio de un partido.

Entró a su tenue sala común, pasando al lado de un grupo de chicos y chicas de cuarto año que al verlo entrar comenzaron a susurrar y a soltar risitas nerviosas entre sí.

―Adiós, Choi Soobin ― Habló una morena de cabello rizado. Bastante guapa de hecho, pero muy joven para su rango de edad.

Soobin simplemente levantó una mano para devolverle el gesto y subió las escaleras en dirección a su habitación.

Ya dentro, sólo se encontraba él y el pequeño gato de Beomgyu, uno de sus cuatro compañeros de habitación.

―Perfecto, podré hacer la tarea en paz y sin distracciones, ¿Verdad Vee? ― Susurró para sí mismo, obteniendo también la atención de la pequeña gata, quien se acercó al chico buscando caricias y afecto.

El chico la subió a su regazo regalándole algunos masajes entre el pelaje blanco, suspiró y volvió a dejarla en el piso, la gata al verse satisfecha trepó hasta la cama contigua para luego desaparecer detrás del librero.

Después de una hora escribiendo el ensayo de pociones en su pergamino pudo estirar su brazo que se encontraba entumido y jodidamente cansado por haberlo dejado en la misma posición al igual que los músculos del brazo; bien podría decir que los huesos de su cadera y espalda hicieron un ruido rugoso y preocupante mientras se estiraba.

Maldita sea, estaba realmente cansado y hambriento pero no podría comer hasta después de su clase, la cual comenzaba en...

―¿Soobin? ― Su pálido compañero de cuarto cerró la puerta y caminó hasta su cama echándose sobre ésta de espaldas ―¿Qué haces aquí?, ¿Que no tienes clase de Pociones hoy con el señor Hitoshi?.

―Sí, pero acabo de terminar de escribir el ensayo que nos había dejado la semana pasada ― Respondió, mientras guardaba los pergaminos y la tinta en su maletín.

―Pues corre, amigo. Tu clase comenzó hace diez minutos ― Beomgyu dijo burlonamente.

―Mhm, te veo en la cena.

El pelinegro salió hacia el oscuro pasillo de los dormitorios y echó a correr, realmente no era como si tuviera miedo de que el profesor lo regañará, pero sí estaba seguro de que podría ponerle una nota inferior a lo que se merecía por el simple hecho de llegar tarde e interrumpir su clase.

Subió las escaleras del segundo piso tan rápido como sus piernas le permitían dando vuelta en el último pasillo.

Paró frente a la ya conocida puerta de madera hecha de roble que ―como era de esperar― se encontraba cerrada.

Antes de tocar acomodó sus prendas pasando las palmas de sus manos sobre el pecho, regularizó su inestable respiración y por último, acomodó sus negros cabellos hacia atrás. Presentable como siempre.

Acercó sus blancos nudillos hacia la puerta y con ligeros movimientos tocó tres veces de forma en que el sonido no fuera estrepitoso.

Segundos después, la pesada puerta se abrió completamente dejando ver al guapo Sliether entrar por la puerta, Kai dio una rápida mirada al chico que todos conocían como Choi Soobin. O como muchas chicas en el castillo lo llamaban a sus espaldas: El príncipe Glauco.

Todos conocían a Choi Soobin y Kai no era la excepción, el castaño había conocido al pelinegro desde que subió al tren que lo llevaría al castillo aquel lluvioso día de septiembre, cuando apenas tenía 11 años de edad. El pequeño castaño ―que en ese entonces era más rubio que castaño ― subió al tren con sus maletas viejas y desgastadas que su padre había conseguido el fin de semana pasado a ese día en una tienda de segunda mano a las afueras de Seul.

El pequeño rubio agitó su mano hacia sus padres que lo veían alejarse poco a poco hasta que el tren tomo velocidad y el chico ya no pudo visualizar ni siquiera las siluetas de sus padres.

Caminó por el pasillo, echando ojo para ver si algún lugar se encontraba disponible, pasados unos cuantos minutos visualizó por fin un asiento desocupado al lado de un chico robusto y de mejillas rechonchas quien hablaba animadamente con los otros dos chicos que se encontraban en los asientos paralelos, no lo pensó más y se acercó a aquel asiento. Sus debiluchos brazos comenzaban a resentir el peso de las maletas.

Pero antes de que pudiera sentarse y descansar, un niño de pelo negro y piernas largas se sentó antes que él sonriendo maliciosamente a un molesto e irritado Kai.

¡Le había ganado el lugar a conciencia!, ¡Ese niño sabía las intenciones del castaño por sentarse en ese lugar!, ¡Era un cretino!.

Kai tuvo que caminar ese día con maletas en mano hasta el último vagón el cual era el único que contaba con asientos disponibles. Su enojo se drenó cuando conoció a lo que hoy eran sus mejores amigos. Así que una parte de Kai agradecía que Choi fuera un cabeza hueca con él aquella vez.

De ahí en más sólo se veían en clases que Ravenite y Sliether compartían. Pero jamás, en sus seis años, habían entablado conversación.

Y de ser por él, jamás lo haría, sinceramente.

Soobin tomó asiento en la última fila, guiñándole un ojo a una chica que lo miraba fijamente, sin darse cuenta que un par de ojos avellanas que se escondían detrás de unos lentes también lo observaban.

El profesor Hitoshi prosiguió a dar su clase como todas las semanas, esta semana tocaba realizar una nueva poción conocida como «hoja seca».

―Profesor, ¿Para qué sirve esta pócima? ― Habló una tierna Ravenite que se sentaba en la primera mesa de enfrente.

El profesor dio unas cuantas hojeadas al viejo libro sin contestar la pregunta, a decir verdad no se sabía qué era más viejo, si el libro o el mismo profesor; puesto que, en el castillo rondaba el rumor de que el hombre había creado una pócima que alargaba la vida aunque nadie realmente tenía pruebas de ello.

Los huesudos dedos del profesor se movieron sobre el libro murmurando algunas palabras y después se volvió hacia el pizarrón estampando allí los ingredientes y los pasos a seguir para crear la pócima que valía otro 5% de la calificación.

―Sabrán para qué sirve cuando la hayan terminado ― Dijo el viejo hombre ―Ahora, júntense en parejas. Un Ravenite y un Sliether por equipo. Necesitarán las habilidades del otro.

Y tan pronto como el profesor Hitoshi tomo asiento detrás del escritorio, los alumnos tomaron pareja emocionados por la actividad. Si esto tenía que trabajarse con habilidades, entonces las dos casas que estaban en constante choque no dejarían que su orgullo decayera.

Una chica de cabello negro corrió hasta sentarse en el espacio vacío al lado de Kai.

―Seamos equipo, Huening.

Kai recorrió con la mirada el salón, todos ya estaban emparejados.

―Está bien ― Dijo y luego se levantó por los materiales que estaban en el cajón del fondo.

La misma chica de la casa Sliether había estado formando equipo con él, pero Kai se había dado cuenta que sólo lo hacía para obtener una buena calificación.

Al final, era él quién terminaba por hacer todo.

Una hora más tarde los treinta alumnos salieron victoriosos al haber hecho con éxito la poción «hoja seca» la cual servía como revelador de huellas aun cuando el mago haya puesto un hechizo para no revelarlas. Era bastante efectivo.

El castaño caminó solo hasta encontrarse con Taehyun que salía de su clase de Aritmancia Avanzada masajeándose las sienes.

―¿Arrepintiéndote tan rápido? ― Dijo el castaño con tono burlón caminando ahora por el costado del otro.

―Me tiene hecho trizas, Kai ― Habló el peligris, ahora más relajado de encontrarse con su amigo ―Muero de hambre, vayamos al comedor.

Los dos chicos se alejaron hablando de cosas triviales, al llegar al comedor se encontraron con el grupo de estudiantes de su mismo año reunidos en una mesa alejada de las grandes puertas de madera, se dirigieron hacia allá, el gran comedor ya se encontraba envuelto en una desorbitante atmósfera navideña, grandes arreglos dorados caían en cascadas alrededor de los vitrales mientras que un lindo árbol de navidad descansaba al centro girando despacio y dejando ver sus cientos de adornos rojos, dorados y cafés. Una época realmente hermosa sin duda. Sólo faltaba que la primera nevada cayera para que el lugar se viera aún más bello.

Los chicos y las chicas cenaron gustosamente mientras reían al ver a los pequeños duendes ―que en esas épocas aparecían por el castillo― realizar bromas a los estudiantes. Aunque para suerte de algunos y no tanta para otros, estos pequeños seres disfrutaban y divertían jugándoles bromas a los estudiantes de grados mayores.

Aquella noche, la peor víctima fue un Happluff de sexto quien conversaba secretamente con una Ravenite de séptimo año, el chico parecía estar interesado en aquella jovencita por lo que, se podía notar el arduo trabajo que había puesto en verse bien esa noche. Lástima que cuando apenas se veían los destellos de éxito en que la chica comenzaba a interesarse por lo que comentaba el Happluff, un plato lleno de sopa de calamares rojos y anchoas apareciera sobre la cabeza de éste y se volcara violentamente, dejando a los dos chicos atónitos ante lo sucedido.

Kai sintió lástima por el Happluff, a pesar de que todo el comedor estaba inundado de risas.

Al regresar a su sala común los chicos se encontraban tan cansados que ni siquiera recordaron el baúl mágico, pasándolo de largo sin esperanzas de ser usado ese día.

Pero a diferencia de la sala común azul que se encuentra en la punta más alta del castillo, la sala común verdosa que dista mucho del cielo albergaba a una gran parte de sus estudiantes que se encontraban deseosos de tirar su papel dentro del baúl mágico en aquel momento.

Soobin entró a su ―ahora― calurosa sala común, después de cenar hasta quedar lleno, tan lleno hasta el punto de sentir nauseas.

Un grupo de chicas de quinto año pasaron corriendo frente a él con su varita en mano, mientras soltaban chillidos bajos y se arremolinaban como los demás en torno al baúl mágico que había aparecido esa mañana en medio de su sala común.

El pelinegro se acercó para echar un vistazo, aquella tarde sus compañeros de Quidditch y él habían estado comentando sobre cómo se llevaría a cabo la velada ese año, los siete concordaban en que era una mala opción, al menos para ellos.

Soobin ya había decidido desde días antes a quién llevaría al baile de navidad.

Había sido una decisión difícil al escoger entre la pelinegra, jefa de la casa Ravenite, Wein, con quien había entablado conversación ese semestre al ser compañeros en las clases de Hechizos VI y Defensa contra las artes oscuras o con Mei, una alta pelirroja de la casa Granddier con quien apenas había comenzado a hablar.

Pidió ayuda a sus compañeros de habitación para decidirse con quién salir, y es que las dos, parecían ser la mejor opción, Yeonjun le había dicho que escogiera a Wein sin dudarlo, pero Chan y Xander le dijeron que escogiera a Mei, ya que ellos la conocían desde hace tres años y podían asegurar que la chica era bastante divertida, además de ser Fan de los Montrose Magpies (Equipo favorito de Quidditch de Soobin).

Al final escogió a Mei, tenía pensado invitarla a comer ese sábado en el pueblo de Xibe que está a pocos minutos del castillo, pero sus planes se vieron frustrados con la noticia de esa mañana.

Esta vez los estudiantes tendrían la prueba de qué tanta suerte albergaba su ser. Y por el amor de Merlín, el deseaba que no lo emparejaran con una chica que nada que ver con él.

―Hey, Choi ― Uno de sus compañeros le palmeó el hombro, Oh Sehun ―¿Cómo van los entrenamientos, hombre?.

―De fuego ― Respondió, mientras veía cómo Sehun aventaba el pergamino con su nombre.

―Has estado fantástico en los partidos ― Dijo, mientras sonreía y agregó ―¿Echarás tu nombre?.

El más bajo miró sus manos vacías dándole a entender al contrario la negativa respuesta, el más alto sacó un pedazo de pergamino y se lo extendió al pelinegro.

―Gracias ― Contestó Soobin y sacó su elegante barita del saco.

Escribió su nombre con prolija letra, su barita echó chispas al escribir las iniciales de su nombre después, se acercó al baúl que brillaba con luz plateada esperando un nuevo nombre al cual completar.

Soobin estiró la mano y soltó el pergamino que calló cuidadosamente en el centro del baúl, poco a poco el pergamino fue desapareciendo hasta no ser más que un recuerdo en la mente del pelinegro.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top