Rabia, es lo que siento cuando rompo a llorar sin motivo aparente. Sola, como siempre. Y notas esa aura que te llama, continuamente, diciéndote que nadie te quiere, nadie está ahí, nadie te valora. Y tú, inocente, sabes que tiene razón. Y algo dentro de ti te cambia. Esa aura vil te invade completamente, y te lo esconde, porque a nadie le gusta pensar en las enfermedades mentales. Pero por dentro no puedes engañarte a ti mismo, y sientes la oscuridad en el pecho, en los pulmones, en las ganas de levantarte por las mañanas. Y así te consume, cada vez más.

Yo no luché contra eso. Me escondí dentro de mi y le di mi cuerpo, mi mente. Ahora soy simplemente eso, me escondo y veo como la vida pasa, lenta y triste a mi alrededor. Porque la muerte es un tabú y el suicidio un pecado capital. Porque nadie te pregunta si quieres vivir. Porque hacemos daño y nos lo hacen a nosotros y al final, todos sufrimos.

No quiero seguir llorando, escondiéndome. Quiero ser fuerte, y sonreír. Pero tan solo son deseos. Y la persona que me hace reír no se da cuenta. Y las que no insisten en hacerme sentir más rechazada aún. Y mi familia no me quiere, ni me apoya en nada, porque al final solo protegerse a ellos mismos, aunque el precio sea herirme a mi. ¿Qué más da? Si tengo un corte en el brazo no va a pasar nada por tener otro.

Me siento mal, sé que esto no se supera con películas de Netflix y un poco de helado.

Esto va a durar.

Y me estoy preparando para ver pasar el frío invierno desde la ventana de mi corazón, porque allá donde me escondo nunca llega la primavera, porque allá, en mi refugio, solo hay ventanas. Y estoy aquí encerrada con esa aura, pero cerraré los ojos y pensaré en las pocas personas que me sacan de esto. Samuel, Guillermo, Tyler, Josh. Nombres suenan en mi cabeza. Candela, Javi, Gerard, Aya, Ruth, Laia. Ni siquiera sé porque vosotros y no otros.

Voy a encender unas velas y a llorar pensando en lo que hubiera sido de mi si fuera más fuerte. "Cobarde", me repito.