• XXV •
《 Kunikida Doppo es el tipo de novio que... 》
• Tiene problemas para poder pensar en maneras de ayudar a su pareja en más de una forma, por lo que acostumbra a preocuparse en silencio hasta reunir el valor suficiente para actuar, con o sin un plan de antemano.
- ♢ -
Una vez más, él no podía evitar sentirse preocupado por lo que le pudiera sucederte-y quizás le comenzaba a resultar algo cruel de su parte el no demostrar tal estimación hacia tí lo suficiente.
Últimamente las conversaciones que se mantenían entre ambos no iban más allá de preguntas cuyas respuestas venían al instante—las cuales podían no contener la verdad absoluta, y era esa misma posibilidad la que no dejaba de fomentar una sensación de intranquilidad atormentando sin freno alguno a la poca calma que podía mantener el rubio.
Todo por ese yeso—ese condenado yeso reduciendo la movilidad tu brazo derecho, el cual fue el resultado de una arriesgada misión cuyo final no resultó del todo bien para tí.
Sin embargo, era inútil llorar sobre la leche derramada, era obvio que —desde ese momento— tendrías que aceptar el tener que lidiar con esa reducción de capacidad en tus movimientos, ya que a menos de que quisieras provocar daños mayores, no podías negarte.
De la misma manera en que era complicado para tí vivir
—momentáneamente— así, era igual de difícil para Kunikida tener que limitarse a actuar como un espectador más entre la multitud, viendo como afrontabas tus problemas. Por esa misma razón, el portador de lentes se había prometido a sí mismo que él sólo intervendría en tus acciones si la realización de estas llegaba a serte demasiado pesada.
Y, justo en ese instante, se había presentado su oportunidad para ayudar.
Con dos altas pilas de hojas por revisar —trabajo de la agencia— a tu lado, demás archivos esparcidos por el ancho de tu escritorio, y una expresión confundida en tu rostro mientras tus ojos miraban un bolígrafo, cercano a tí, como si fuera el objeto más extraño del universo entero, él pudo hacerse una idea de lo que pasaba.
No podías escribir, o al menos, no encontrabas una manera adecuada para hacerlo.
Reuniendo suficiente valor como para preguntar algo que debió haber cuestionado desde un principio, y de lo cual ya se estaba arrepintiendo, el detective suspiró tratando de calmarse.—¿Necesitas ayuda?
—No, estoy bien–puedes continuar con tu reporte.
Definitivamente, esa no era la respuesta que él quería escuchar. Aún bajo los efectos de la impresión, el de lentes posó sus ojos sobre el yeso en tu brazo, y luego en las pilas de papel que tenías pendientes para revisar. Era imposible que pudieras aprender a dominar la otra mano para poder escribir, en lo que restaba de la tarde.
Exhalando nuevamente, Kunikida llegó a la conclusión de que tal vez no querías molestarle con tareas que estaban a tu cargo, cosa que él en serio apreciaba, pero que no iba a dejar que las mismas te llegasen a complicar la vida—ya que no le servía de nada llevarse los beneficios mientras tú sufrías con las complicaciones.
De pronto, llegó a tus tímpanos el sonido de teclas siendo presionadas con mayor velocidad, y guiando tu vista a la aparente fuente de tal ruido, descubriste que Kunikida era la persona quien estaba tipeando con todo, menos lentitud.—Bien, en ese caso espera hasta que termine mi reporte, porque cuando lo haga, iré allí a ayudarte.
—No es necesario.
—Yo creo que sí.—contestó, levantándose de su asiento y caminando en tu dirección, hasta quedar justo frente tuyo.
Levantando la vista de su anterior posición, optaste por dejar que tus ojos se posaran sobre los suyos y al verle los mismos, uno pudiste ver la tristeza — ahora más notoria— oculta bajo esas múltiples capas de seriedad tratando de disfrazar la misma. A fin de cuentas, él también era una persona la cual podía preocuparse por el bienestar de sus seres queridos.
Sin importar quienes fueran estos, y sin importar si él podía brindarles una sonrisa o no, Kunikida no se creía capaz de desearle lo peor a una persona que no se lo merecía, y por lo tanto —y desde ese momento— él había escrito una nueva tarea por realizar en su libreta, sólo para poder ayudarte a recuperar la movilidad en tu brazo.
Con su mirada totalmente suavizada por sus innegables preocupaciones a causa de tí, Kunikida hincó un poco su postura hasta poder abrazar tu figura, y hundiendo su cabeza en la curvatura de tu cuello, susurró unas pocas palabras, que a pesar de su simpleza, lograron ayudarte a entender que no estabas sola y que él no iba a dejar que sintieses como tal.
—También me puedo preocupar por tí, ¿sabes?
———
creo que esta es la peor parte hasta ahora, se sale más del tema principal que yo de mis inexistentes metas en la vida, en fin.
tengan linda tarde.
—shyniasenpai (pao).
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