• I •
《 Chuuya Nakahara es el tipo de novio que... 》
• No suele sonrojarse tan a menudo (según él), pero cuando eso sucede es inevitable para él el ocultarlo del todo, y más si surge espontáneamente.
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Con zapatos golpeando la llana superficie de vastos pasillos, produciendo a su vez una particular serie de sonidos consecutivos cuya resonancia rebotaba en los espacios cerrados de inmensas instalaciones relativas a la sede de la mafia portuaria, nada parecía indicar que ese día rebasaría los límites de lo normal.
Sin embargo, esa idea fue totalmente descartada cuando pasos ajenos comenzaron a llenar con su típico ruido el silencio. Levantando la vista de su posición previa, notaste la figura de cierto mafioso de vestimenta elegante acercándose a la tuya a una velocidad más rápida de lo común.
Arqueando una ceja en innegable confusión, decidiste ceder tu caminata para dejar que el contrario se acercase a tí, pues probablemente ese era su propósito, y esperarle era quizás la mejor opción en ese momento.
El borde de su característico sombrero fedora cubría sus ojos, sin otorgar permiso para que se pudieran ver esos lúcidos zafiros adornando los preciosos irises de los mismos. Otro detalle que cabía resaltar era el hecho de que sus mejillas aparentaban estar manchadas por un ligero polvo rojizo.
Definitivamente eso no te ayudaba a tratar de encontrarle un sentido a lo que fuera que le estuviese pasando a tu pareja. Lo único a lo que te podías limitar era a esperar que él mismo te explicase una razón.
Cuando el susodicho miembro de la mafia terminó por quedarse frente tuyo, lo confirmaste. Había algo—un por qué, detrás de esa respiración un tanto entrecortada de su parte, y una explicación para ese tinte escarlata esparcido en su rostro el cual no hacia nada más allá de extenderse.
Sin poder ocultar tu preocupación, le cuestionaste la pregunta abarcando más relevancia que había revoloteado en tu cabeza sin dejar esta tranquila.—¿Chūya, ¿qué te pasó?—al no recibir respuesta, extendiste tu dedo índice y apuntaste a tu mismo rostro, haciendo un ademán que con suerte haría que el contrario cayera en la cuenta de su situación.—Estás... rojo, muy rojo.
Las pupilas de Chūya se dilataron un poco en sorpresa, pues quizás su sonrojo se había hecho más perceptible de lo que él temía que fuese en primer lugar, pero trató de disimularlo lo más posible, desviando su mirada, y situando una mano enguantada sobre su boca. —No, no lo estoy.
Frunciste el ceño. Querías evitar enojarte, pero era complicado si el mafioso no colaboraba poniendo su parte.—Lo estás. Es inútil negarlo cuando el rojo de tus propias mejillas te delata.
E incluso si era posible, el prominente sonrojo de Chūya se hizo aun más notable, y la sorpresa fue plasmada en su expresión facial —ensanchando así sus ojos y haciendo que el pegase un leve salto, finalmente dejándote apreciar del todo su mirada— al escuchar como las voces de sus colegas rebotaban en sus tímpanos.
Ellos estaban cerca, y Chūya, con su ya rebosante orgullo en sí mismo, no iba a dejar que le viesen así.
Cuando el momento en el cual sintió que sus compañeros estaban lo suficientemente próximos a su posición, Chūya rodeó con sus brazos tu torso, te acercó a él, y escondió su cabeza en la curvatura de tu cuello hasta que —él dedujo— ellos ya se habían ido de allí.
No obstante, el contrario se negó a dejar de aferrarse a tí, enterrando aun más su cabeza en tal lugar. Sintiendo como el calor comenzaba a apresar tus mejillas, pronunciaste tu siguiente pregunta en un intento de no prestar tanta atención a el particular abrazo.—¿E-eso fue porque querías proteger tu dignidad o...?
—Claro que no, princesa.
Tus ojos se ensancharon un poco al escuchar como el opuesto había recuperado el tono de voz tan confiado que él acostumbraba a usar—cosa que te resultó extraña, pues se suponía que Chūya estaba, aparentemente, avergonzado.
El de cabellera anaranjada no tardó mucho en retirarse de su posición anterior, dejando así a la vista sus mejillas, en su totalidad natural sin ningún tipo de rojo sobre estas, y sus labios curvados en una sonrisa ladina.
Extendiendo su mano a tu hombro, él hizo un gesto —probablemente de buenas intenciones— de limpiar tu hombro. Al terminar, el posicionó esta frente a tí, para que así notaras el como Nakahara había tenido la situación planeada de antemano.
Rastros de polvo rojo manchaban el negro guante de cuero que Chūya acostumbraba a usar.
Retirando la prenda de su mano, el mafioso dirigió esta a tu rostro, y procedió a acariciar tu mejilla con su pulgar. Así, riendo por lo bajo, te guiñó un ojo y pronunció esas palabras que te dejaban en claro lo astuto que era él.
—Simplemente, yo le saco el mayor provecho a mis oportunidades.
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• dedicado a: IdleBroken—because sé que le gusta Chūya tanto como a mí lxs pasivxs(?). Además ella demasiado buena para este mundo, es un amor, y si me dices lo contrario te navajeo loco.
tengan linda tarde.
—shyniasenpai (pao).
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