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¿Aquello era una buena vida?

Desde que era un infante le habían repetido la suerte que tenía.
Todos los recuerdos que tenía de su infancia eran un horror, un martirio total... ¿Por qué? Su destino estaba escrito, el llamado Dios no le tendría piedad.

Shūji Tsushima era un joven incomprendido. Ahora mismo, con sus 14 años, consideraba la idea del suicidio como una buena opción.

Pueden llamarlo dramático o lo que quieran, pero el sentido de la vida era simplemente nulo para él.
No le veía caso a seguir viviendo entre la hipocresía de la gente... Simplemente no lo soportaba.

Todos los adultos hablando con una sonrisa en aquella reunión... Con una gran cara y riendo tímidamente de las bromas que se comentaban ente ellos.... Simplemente patético. Shūji sabía que en cuanto llegaran a sus casas iban a decir lo estúpidos que eran todos allí.

No tenía ganas de hablar con nadie, pero aún así se veía en la necesidad de hacerlo. Se veía en la necesidad de sonreír y soltar bromas estúpidas, de dar un gran baile especie ritual en frente de los invitados, de sonreír y presumir lo buen bailarín que era. Porque esa era su especialidad, porque no le costaba nada sonreír y hacer reír a los demás.

A pesar de que en su hogar recibía el trato más indigno... A pesar de ser el menor de sus cinco hermanos y de toda la familia, a pesar de comer y sobrevivir de las sobras de los demás, siempre mantenía una gran sonrisa en la cara. Actuaba como los demás querían que actuara, el niño travieso y juguetón que hacía problemas por todos lados. Sin duda era un papel que contrastaba con su verdadera personalidad, la de un tímido chico que le tenía pánico al rechazo.
Porque así era, le tenía pánico al rechazo, por eso debía actuar como los demás querían que él actuara.

Shūji era un niño débil... Se pasaba gran parte del año en cama debido a sus enfermedades. Había contraído tuberculosis, y empeoraba con el paso del tiempo. Porque sí, al ser el menor, era el que menos atención tenía. No era importante para la familia... Así que a pesar de tener bastante dinero, les alcanzaba solamente para lo justo y necesario, y no lo iban a gastar en el castaño.

Por eso es que el adolescente estaba más callado de lo usual. Hace un rato había dado un gran espectáculo bailando de forma alegre, y por eso ahora estaba sentado en una esquina de la gran sala mirando fijamente al suelo. Su tuberculosis empeoraba con el paso del tiempo, ya no podía agitarse de más o iba a vomitar sangre. Sus padres le prohibían toser en frente de otros, pues, se vería mal que uno de sus hijos tuviera esa "asquerosa enfermedad".

Aún estando aislado sentía una persistente mirada en su persona, una que le incomodaba. Ya harto, levantó su mirada y la enfocó en aquel pelirrojo de baja estatura que lo había observado durante mucho, mucho tiempo.

[...]

Hace algún tiempo... ¿hace cuánto fué? Sí, hace unos 10 años. Chuuya Nakahara había despertado con 4 años de edad bajo el nombre de Chūya Kashimura, él era parte de una pequeña familia con bastante dinero. Su padre era un médico del ejército, siempre le recordó de sobremanera a Mori. Su madre era una ama de casa, una mujer pelirroja muy delicada. Él era el hijo mayor, y su vida realmente no fué mala.
No tenía rastros de corrupción o arahabaki... Vivía una vida plena sin ser usuario de habilidad. A pesar que despertó con todos sus recuerdos pasados impregnados a él, estaba dispuesto a vivir una nueva vida. El destino parecio apiadarse de su pobre alma y le dió una segunda oportunidad... Aún con los recuerdos de su fallecido amado, decidió seguir viviendo como si solo fuera un niño que recién exploraba el mundo.

Había crecido siendo mimado y amado por sus padres, pero había algo malo en aquello.

Al ser parte de una familia con buena economía, siempre acompañaba a sus padres a las fiestas a las que los invitaban. Esa vez era una fiesta en el hogar de la familia Tsushima. Sus padres habían sido invitados para intentar arreglar un matrimonio con la hija menor de los Tsushima, que A pesar de que la joven tenía 17 años, era un buen partido para el pelirrojo.

Él no estaba de acuerdo. Chuuya no estaba de acuerdo con aquello.
A pesar de que llegó a sentir cierto afecto por sus padres, había algo en especial que no le gustaba. Ellos querían controlar toda su vida... Toda. Querían que fuese médico militar al igual que su padre, pero él no deseaba aquello. Por eso se había molestado de sobremanera cuando le comunicaron que lo iban a casar con una chica mayor que él y que ni conocía.

Pero... ¿Recuerdan esa idea suelta de que quizás el destino le tuvo piedad? Nakahara se arrepentía de siquiera pensar en aquello, ahora Parecía como si el destino se estuviera burlando de él. Cuando llegó a la casa descubrió con mucha sorpresa que un animado castaño bailaba con una sonrisa gatuna en una parte de la sala. Su corazón se estrujó y las lágrimas amenazaron con salir; él era el amor de su vida.

Y por eso estaba allí. Hace quizás unas dos horas mirando con atención todos, absolutamente TODOS los movimientos del joven. Sin duda no esperaba que aquello sucediera, pero tampoco tenía las agallas de ir y hablarle. A pesar de que no vivía bajo el nombre de "Osamu Dazai", estaba completamente seguro de que era él.

Sus padres ya le habían presentado a la muchacha.. era una simpática fémina castaña, tenía unos ojos cafés otoñales y una sonrisa amable. Su complexión era delgada y tenía un busto grande, vestía un kimono azul con manchas blancas ,su pelo estaba recogido en un tomate y un lindo y elegante pinche de rosa decoraba su cabello; su nombre era Ueno Tsushima.

La primera impresión de Chuuya era realmente buena. Debía admitirlo, las mujeres le llamaban la atención, pero su corazón siempre estuvo en las manos de ese peligroso castaño. Cuando despertó en aquel extraño mundo pensó que iba a empezar de nuevo, pero sus planes se fueron al diablo cuando notó la existencia de ese adolescente llamado shūji, entonces fué cuando se dió cuenta que él no iba a amar jamás a esa mujer ni a nadie más que al castaño.

Su encuentro fue algo incómodo. La muchacha le dió una reverencia a chuuya de forma educada, el pelirrojo hizo lo mismo. Hablaron por un rato y luego de unos minutos la mayor se fué a hablar con uno de sus hermanos. Chuuya simplemente se sentó en una silla a observar al menor de los Tsushima.

El pelirrojo estaba sumergido en sus pensamientos cuando sintió una delicada mano en su hombro, pegó un salto y soltó un jadeo con algo de terror. Posó su vista en el dueño de aquella mano y sintió un escalofrío recorrer toda su espalda cuando sus heterocromaticos ojos se encontraron con unas brillantes orbes castañas.

Shūji estaba en frente de él con una sonrisa felina y una mirada burlona... Sí, aquella mirada, aquella que no había visto hace tantos años. Aquella mirada que en otra vida ese chico le regalaba cuando hacía alguna travesura en su contra, aquella mirada que lo llegó a enojar, aquella mirada que hacía que su corazón temblara por completo.

“¿Te comió la lengua el gato..?~”

Soltó de pronto aquel adolescente. Aquella voz.. aquella voz con un deje de burla impregnada en ella, aquella voz que no escuchaba hace tantos años, aquella voz de una persona que alguna vez murió en sus brazos.
Chuuya no lo podía creer, simplemente no podía. Frente a él había un fantasma, alguien que él mismo había asesinado; el amor de su vida.

Chuuya miraba al de hebras castañas con una mezcla de horror e incredulidad. Shūji apretó con más fuerza su hombro y se acercó a su cara con una sonrisa de burla.

“Te ves tan mal... Parece como si hubieras visto a un fantasma.~”

Murmuró el menor con una gran sonrisa, Chuuya no pudo evitar temblar ante el tacto y la voz del contrario, pero aún así tomó todas sus fuerzas y decidió hablar por primera vez.

T-tú... ¿Dazai?”

En cuanto soltó eso, Chuuya se maldijo internamente. Se dijo a sí mismo que era un imbécil, pues, su apellido ya no era "Dazai" si el contrario estaba en una familia la cual tenía de apellido "Tsushima".

El castaño simplemente soltó una sonora risa, una pequeña carcajada que a oídos del pelirrojo era un melodioso sonido que estaría dispuesto a escuchar toda la eternidad.

“¿Ehh? No, me llamo Shūji. Que raro eres... Kashimura-san, ¿No?”

Dijo el menor con una sonrisa juguetona. A Chuuya se le hacía raro escuchar ese nombre proveniente de los labios de aquel que fué su compañero alguna vez. Si bien, jamás se acostumbró a que sus compañeros de escuela o gente ajena a su familia lo llamara "Kashimura", no se había preparado mentalmente para escuchar a Dazai decirlo... Tampoco se había preparado para verlo otra vez.

“Ahh.. eh... Sí, eh... Sí. Soy Chuuya Na.. Kashimura. Un gusto, Shūji...”

Dazai volvió a soltar otra carcajada. Tomó una silla y se sentó al lado del pelirrojo con una linda sonrisa en la cara.

“Es un placer conocerte... Entonces, ¿Estás drogado o qué? Bueno, si yo supiera que me tengo que casar con alguien tan fea como mi hermana también me drogaria, pero tu estado es preocupante... Parece como si fueras a tener una sobredosis en cualquier momento.”

Soltó el Tsushima menor con una sonrisa cargada de burla, y ahí fué cuando el pecoso reaccionó por completo. Pestañeó con violencia y frunció el ceño levemente.

“¿Qué? No, no estoy drogado.”

El castaño apoyó su cabeza en su mano y miró atentamente a Chuuya. El pelirrojo se sentía a desfallecer... Tener a Osamu frente a él era simplemente impactante, y lo ponía extremadamente nervioso sentir la juzgadora mirada otoñal del menor en su persona. Parecía como si el muchacho mirara através de él y supiera todos sus secretos.

“¿Cuantos años tienes?”

Preguntó Shūji de la nada. Chuuya tragó saliva, y sin soportarlo más rompió el contacto visual que mantenía con el castaño.
De tanto mirarlo se había dado cuenta de que el menor usaba vendas por sus brazos, y supuso que en el cuerpo también. Si bien, no iba a preguntar, la curiosidad le picaba tal y como le picaba en su vida anterior.

“Ve.. catorce. ¿Por qué?”

De pronto, el más alto sonrió de forma altanera.

“Ah, nada... Te ves tan pequeño como para tener mi edad que pensaba que tenías once.~”

Los hábitos no cambiaban. A pesar de amar locamente al castaño, comprobó que incluso en otra vida seguía siendo igual de irritante. Frunció el ceño con furia y apretó la mandíbula.

“¿¡Tú qué sabes, maldita caballa!?”

Era un completo idiota. Se maldecía internamente, había dicho algo que no tenía que decir. Los recuerdos de su Dazai seguían vivos en su mente y eso era algo que jamás iba a cambiar, ahora se sentía un imbécil por ser tan impulsivo y decir aquel apodo.
Shūji lo miró con sorpresa Ante el apodo, pero luego de un rato sonrió ampliamente con maldad y soltó una fuerte carcajada.

“¿Así que soy un pez? Bueno, tú eres una babosa. ¡Una fea, fea babosa!”

Chuuya soltó un suspiro al ver que Shūji había reaccionado igual como reaccionaría su Dazai. A pesar de todo, un cálido sentimiento de amor y nostalgia se había plantado en su corazón. Extrañaba a Osamu como el infierno, y vivió toda esa vida con arrepentimiento por haber asesinado a sangre fría al amor de su vida, pero ahora al tener a esa nueva versión de su ex compañero en frente suyo entendió que quizás eso era una segunda oportunidad... Quizás el destino realmente se había apiadado de él, quizás aquello era una nueva opción para hacer las cosas bien, y no la iba a desaprovechar.

Una idea errónea de la cuál más adelante se iba a arrepentir de tan solo pensar.


Y ahí estaba.

Chuuya Nakahara, de 22 años y con un elegante traje de bodas negro  esperando en el altar de una elegante iglesia.

En aquellos ocho años habían acontecido muchas cosas.

Chuuya y shūji se habían vuelto amigos. Claro, no podían faltar sus estruendosas peleas y burlas entre ambos, pero aún así, ambos tenían química.
El pelirrojo jamás dejó de amar intensamente al castaño, y el menor desarrolló fuertes sentimientos por el de menor altura, pero era algo que jamás iban a admitir en voz alta.

Y no, no era por el orgullo, claro que no... La vida no es color rosa, y eso ambos lo sabían. Lamentablemente Chuuya había reencarnado en una sociedad que no se acostumbraba a las cosas "fuera de lugar".Ver a dos hombres besándose era un delito de horror. Si bien, no había ley que lo prohibiera, la gente hacia "justicia" por sus propias manos.

Chuuya se había cambiado el apellido por el apellido de su madre; Nakahara.

Si bien, Shūji no tenía ni dinero ni recursos para cambiar su nombre, le gustaba que lo llamaran "Osamu".
Ambos se habían ido a vivir juntos a un departamento a los 20 años luego de una intensa sesión de besos y una confesión por parte de ambos, pero bajo la excusa de que iban a ser compañeros de cuarto para estudiar en la misma universidad.

Nakahara mantenía a Dazai y se esforzaba de sobremanera para darle la vida que merecía.
Osamu vivía feliz.

El castaño jamás se sintió digno de ser humano, siempre pensó que era diferente a los demás, veía el mundo desde otra perspectiva.
No soportaba a las personas ni a su hipocresía, él no tenía razones para vivir, pero aquello había cambiado cuando el Nakahara entró a su vida. El amor que sentía por el mayor simplemente era inexplicable... Sí, tal vez, solo tal vez podía sentirse digno de vivir.

Pero su amor jamás iba a ser aceptado por los demás.

Como se había arreglado hace algunos años; Chuuya debía casarse con Ueno.

Si bien Chuuya y Osamu habían prometido amarse eternamente aunque el compromiso sucediera, no se sentían cómodos con aquello.
Nakahara al terminar sus estudios debía irse a vivir con su futura esposa, lo que significaba tener que dejar al castaño a su suerte, y aquello no le agradaba.

Pero nada podía hacerse.
Ahora mismo, Chuuya esperaba a su futura esposa, la hija menor de las mujeres de la familia Tsushima. La muchacha tenía 25 años y era bastante linda y delicada. Sus hebras castañas y rasgos japoneses le daban una pinta increíble, por eso, bastantes invitados que se encontraban sentados en las sillas de la iglesia no pudieron evitar soltar un jadeo al ver a la guapa fémina cruzar el largo pasillo de la iglesia, caminar con ese blanco y ajustado vestido con su padre a su lado y sonreírle cariñosamente a su futuro marido.
Era un vestido de novia con corsé, se ajustaba perfectamente a su complexión delgada y resaltaba su busto. Un velo cubría su cara y una larga cola de su vestido se deslizaba por aquella alfombra roja. Tenía verdaderamente poco maquillaje, solo un gloss. Tenía unas flores blancas en sus manos y una preciosa sonrisa en la cara.

Chuuya jamás había tenido muchas interacciones con ella. La muchacha siempre intentaba hablarle, pero siempre que los Kashimura iban a la casa de los Tsushima, toda la atención de Chuuya era para el menor de todos los Tsushima.
Ueno no podía evitar sentir celos. Su hermano siempre se llevaba la atención de su prometido, y aquello la sumergía en rabia y tristeza. Tanta, que no pudo evitar desarrollar cierto odio hacia su pequeño hermano menor.
Si bien, el matrimonio era arreglado, ella amaba a Chuuya. Se esforzaba para darle una buena impresión, pero él pelirrojo solamente tenía ojos para Osamu.

Ella creía que aquello iba a cambiar cuando se casaran, pero cuando notó la incómoda sonrisa que Nakahara le brindaba en aquel altar sintió un increíble dolor en el pecho.
Aún así sonrió, sonrió como si sus sentimientos fueran correspondidos, sonrió como si no notara que el pelirrojo miraba intensamente a la persona que se encontraba a su lado; Shūji Tsushima.

Osamu había sido seleccionado como padrino a petición de Fuku Nakahara, la madre de Chuuya.
El castaño simplemente aceptó ocultando el constante dolor que apretaba su corazón.
Sonreía, sonreía de la forma más hermosa y dulce que había sonreído en su vida. Muchas mujeres estaban embobadas por la belleza del hombre, pero solo Chuuya notaba el dolor que reflejaba su sonrisa.
Las otoñales orbes del menor, aquellas orbes que Nakahara tanto adoraba mirar estaban completamente vacías. Tal y como si de un muñeco se tratara, no reflejaban nada, no reflejaban ningún rastro de vida.

Osamu moría. Internamente su pecho ardía, tal y como si se estuviera quemando. Tenía una extraña sensación en la garganta, un nudo constante que lo hacía querer gritar y llorar.
Él lo sabía, no debía jugar a ser humano. Ahora ardía de celos, ardía queriendo ser él quién ocupara el lugar de su preciosa hermana, ardía con una profunda pena en su corazón, ardía con el dolor de saber que jamás podría ser feliz junto al hombre que amaba simplemente por ser hombre.

[...]

La boda había sucedido.

Luego de dos semanas de luna de miel, Nakahara volvió al pequeño apartamento que compartía con su "amigo".

En la mesa había una caja de pizza, chuuya estaba preocupado. Sabía que la estabilidad mental de su compañero no era la mejor, y le preocupaba saber lo que probablemente hizo el tiempo que estuvo fuera. Buscó por todas partes al castaño, pero simplemente no lo encontró.

Tomó la perilla de la puerta, aquella puerta que llevaba a la habitación de Dazai. Usualmente ambos dormían en la cama del pelirrojo, pero al saber que Dazai no estaba ahí supuso que podría estar en su alcoba original.

Y así fue.
Estaba completamente oscuro y un pequeño bulto sobresalía en el medio de la pequeña cama.
Chuuya se acercó allí y se sentó a su lado, puso su mano en aquel bulto y habló de forma suave.

“¿Caballa?”

El castaño se quitó de la cara las mantas que lo cubrían y se abalanzó hacia Nakahara. Le dió un beso en los labios y se subió arriba de él, abrazó su cuello y pegó su cuerpo al del mayor.

Chuuya soltó un jadeo de sorpresa.
Cuando Dazai se separó del beso, el pelirrojo con un dolor punzante en el pecho notó lo destrozado que estaba. Tenía ojeras bajo sus ojos y unas cuantas marcas de lágrimas secas en sus mejillas, y sin duda tenía el triple de vendas de las que tenía antes de irse.

El castaño lo abrazó con fuerza y cerró sus ojos, su cuerpo temblaba por completo. Chuuya lo abrazó con pánico y teniendo una sensación de mal augurio en el pecho.

“Es el fin.”

Dijo Dazai con su voz rota. El pecho de Chuuya se apretó causando una mala sensación en su corazón.

“¿Qué..?”

Osamu empezó a sollozar.

Aquella máscara de niño bufón se rompía siempre que estaba con chuuya... Podía ser él mismo cuando estaba cerca de él.
Pese a que muy pocas veces sucedía, el menor rompió en llanto en los brazos de su novio, y Chuuya solo pudo abrazarlo con todas sus fuerzas intentando calmar la pena que sentía... No, que ambos sentían, porque Chuuya sabía a lo que se refería.

“Es el fin, Slug. Mi padre lo sabe... Lo sabe. Me citó a una reunión con tu familia y me amenazó, me dijo que me iba a suceder algo terrible si te lo decía... Pero debo hacerlo, Chuuya. Sabes lo que va a suceder ahora, lo sabes...”

Empezó a gimotear. Temblaba sin control y las lágrimas salían de sus ojos a montones.

“Sabías que esto iba a suceder. Porque mi padre me odia, siempre lo hizo. Pero ahora sabe que su hijo es un maldito asqueroso, y ahora tiene una excusa para deshacerse de mí, porque yo no estoy destinado a amar, porque soy un sucio indigno, porque soy indigno de ser humano, porque jamás podré ser feliz.”

El menor empezó a llorar con más fuerza. Chuuya puso sus manos en las mejillas del más alto y lo obligó a mirarlo, y ahí fué cuando sus orbes heterocromaticas se cruzaron con las orbes cafés de su pareja.

“No.. no lo digas, te voy a golpear si lo vuelves a decir. Eres digno de serlo, lo eres... Y podremos salir de esto, porque te amo, porque me amas. Podemos irnos... Irnos lejos, a un lugar en donde nadie nos conozca. Podemos empezar de nuevo, no dejaré que esto termine así. Escúchame, gran idiota... En este instante te darás un baño, vas a hacer una maleta y te vas a dar una merecida siesta. Mañana nos iremos de aquí... Inmediatamente.”

Y así se hizo.

Ahora Dazai se encontraba dormido entre los brazos de Nakahara.

El menor había perdido la castidad a la corta edad de 7 años, todo por culpa de sus sirvientas.
Había que destacarlo, Osamu sentía cierto tipo de odio a las mujeres... Era solo un niño cuando aquello había sucedido. Había adquirido una profunda depresión después de eso, y fue cuando la cruda realidad lo impactó en la cara. Sus sueños dignos de un infante se vieron completamente arruinados, pero jamás le contó a sus padres o a las autoridades. Conocía a los adultos, y sabía que iban a justificarlo con excusas de adultos, porque él era solo un niño con mucha imaginación ante los demás.
No dejaba que nadie lo tocara, absolutamente nadie. No se acercaba a ninguna mujer que no fuera a la madre de Chuuya, a la cuál consideraba como su verdadera madre.
Sus padres jamás fueron buenos con él, sus hermanos tampoco. No le tenía confianza a nadie... Pero aquello cambió cuando conoció a su ahora novio.

Sin duda alguna, Chuuya lo era todo para él. Chuuya era el único que había visto las profundas cicatrices impregnadas eternamente en la piel de Osamu... Aquellas hechas por las violaciones de las empleadas, aquellas hechas por el bisturí y por el cuchillo del menor, aquellas hechas por sus miles intentos de suicidio... Chuuya conocía todo sobre Dazai, y Dazai todo sobre Chuuya. (Ignorando el hecho de que no sabía que el pelirrojo había reencarnado.)

Por eso, sus pesadillas cesaban cuando dormía junto al mayor. Por eso, podía sonreír libremente y ser el mismo frente a Chuuya, porque Chuuya se había encargado de no cometer el mismo error dos veces, porque Chuuya se había encargado de hacerle ver que el mundo no estaba podrido, o por lo menos no la mayoría. Porque Chuuya se había encargado de hacerlo sonreír...

Y, porque el amor de dos almas destinadas jamás se iba a acabar, sea como sea y en la situación que sea, siempre iban a amarse, porque estaban destinados a hacerlo.

Porque tal y como si fuera un mal chiste, aquella mañana Chuuya despertó sin saber en dónde se encontraba Dazai.

Porque aquella mañana, todas las cosas de Osamu aparecieron quemándose en la chimenea del departamento.

Porque aquella mañana, Chuuya se dirigió a la casa de sus padres y supo que habían secuestrado al amor de su vida.

Porque aquella mañana, vió cómo el hombre que se hacía llamar su padre tenía a Dazai entre sus manos.

El castaño estaba arrodillado en frente del médico militar, sus delicadas muñecas cubiertas de vendas estaban en su espalda atadas con esposas, y su triste mirada estaba enfocada en el suelo.

Porque aquella mañana, se cometió un acto de furia en contra de Osamu Dazai, todo a manos de su propio padre y del padre de Nakahara.

Alejate de él, Chuuya. Vive con tu esposa, ten hijos y una vida plena con ella... Y olvídate de él. Porque esto es un error, solo es una maldita asquerosidad... Un acto que debería ser ilegal, y tú no mereces ir al infierno.”

Soltó el padre de Chuuya con veneno en su voz. El médico militar tenía su mano en el cabello de Osamu, también tenía una pistola en su otra mano, la cual apuntaba directamente en la cabeza del pobre chico.

Esta escena transcurría en la sala del hogar de los Kashimura.
En una de las esquinas de la sala estaba la madre de Chuuya llorando sin cesar, llorando tal y como si Osamu fuese su hijo y estuviese a punto de ser asesinado.

Alrededor estaban los cinco hermanos de Dazai, incluyendo a la esposa de Chuuya.
A pesar de todo, Shūji seguía siendo el pequeño hermano menor de Ueno.. y aunque la muchacha siempre lo detesto y le tenía tantos, pero tantos celos, no pudo evitar soltar unas cuántas lágrimas.
Incluso sabiendo que aquello había sido su culpa... Incluso sabiendo que ella vió a su hermano y a su marido besarse y que en un acto de envidia y celos los acusó con sus progenitores, no podía evitar sentir un profundo dolor en el pecho.
Su intención jamás había sido aquella... Ella solo deseaba que Nakahara la viera tal y como miraba a su hermano, pero realmente no creyó que iba a suceder aquello.

Y sin embargo, como jamás en sus dos vidas lo había hecho, Chuuya lloraba silenciosamente. Veía la dolorosa mirada vacía de su amor y no podía evitar lagrimear.

“Bien. No le hablaré más, no lo veré más ni volveré a hablar de él ni de su existencia.. pero por favor, no le hagas nada. Déjalo libre y juro que seré feliz junto a Ueno-san.”

Dijo el pelirrojo con dolor. No quería, pero tampoco quería ver morir a Osamu por su culpa... No, no de nuevo.

“No estoy con el uniforme, Chuuya, puedo asesinarlo sin piedad. Ahora, deja tu apartamento, déjale en claro a este asqueroso que no lo amas, besa a tu esposa y sé feliz con ella.”

Murmuró de forma fría el progenitor de Nakahara.

Osamu se mantenía en un profundo silencio... Su mirada estaba fija en Chuuya y estaba completamente inmóvil. Chuuya soltó un jadeo, su pecho dolía como el infierno. Pero aún así, después de todo aquello podría escaparse con Osamu y vivir lejos.. lejos, lejos.

Tomó la mano de Ueno y se acercó a su padre con la cara seria. La mujer lloraba en silencio y tenía una profunda mirada de arrepentimiento.

“Bien. Déjalo ir y lo haré.”

Dijo Chuuya con seriedad, algunas pequeñas lágrimas caían de sus ojos con dolor.

De pronto, sus párpados se abrieron como platos. Su cuerpo empezó a temblar con furia y corrió hacia donde se encontraba Osamu, soltando inmediatamente la mano de la mujer.

El señor Tsushima había enterrado una daga en el pulmón derecho del castaño.

Sí, a pesar de todo, Shūji seguía padeciendo de tuberculosis. Las noches que pasaba con Chuuya, tosiendo sangre a montones y deshaciéndose en sus brazos eran un martirio para el pelirrojo, una estaca directamente en su pecho. Porque podía morir por Osamu, pero no soportaría ver a Osamu morir.

Y por culpa de aquella enfermedad, la vida del Tsushima menor se le iba por sus dedos tal y como si de arena se tratase.

Ahora, Nakahara mantenía el cuerpo de su amado entre sus brazos.
Porque el progenitor de Dazai sabía que si el castaño vivía corrían el riesgo de una fuga.. y porque odiaba a su hijo, no dudó en asesinarlo.

Y por eso, Osamu fallecía de forma lenta y dolorosa en los brazos de Chuuya.
De nuevo sucedía, de nuevo aquel pedazo de alma moría en sus brazos, de nuevo no hizo nada para evitarlo..

Y, lo más doloroso para Chuuya fué ver cómo, con sus últimos esfuerzos, Osamu alzaba su mano y la posaba en la mejilla del pelirrojo.

“Adiós...”

Susurró el menor de forma suave y temblorosa. El Nakahara empezó a negar de forma frenética mientras abrazaba el ahora inerte cuerpo del amor de su vida en sus brazos. Su ropa se manchaba de la roja sangre del suicida, y el castaño pereció en sus brazos con una dulce sonrisa en su rostro.

Osamu Tsushima (Dazai) falleció un 13 de Junio a manos de su padre, solo por amar.

Y Chuuya no iba a aguantar que aquello sucediera otra vez.
Unos meses después sin poder soportar el dolor de la pérdida de un pedazo de su alma, tomó una cuerda y la ató en una de las vigas de su departamento. Sin ningún pudor, tomó una silla y puso la cuerda alrededor de su cuello, porque no podía vivir sin Osamu, porque no podía vivir con la sangre del menor en sus manos.
Porque no, no podía estar en un mundo en el que el chico no existía, y si Osamu moría, él también lo haría.

Y se lanzó, falleció el 22 de octubre por sus propias manos, con el dolor de un amor fallido, con la esperanza de encontrarse con su destinado en el cielo o infierno.. o en cualquier lugar en el que pudieran estar juntos.

Y aún así, su esposa, Ueno Nakahara lo recordaba con anhelo.

Y aún así, su progenitora lo recordaba con amor... No, aquella dulce mujer recordaba con amor a Chuuya Nakahara y a Shūji Tsushima, a quiénes amó con su alma como si Shūji fuera su hijo, y a su hijo.

Porque la mujer sabía que ambos se amaban, y solo rezaba para que ambos fueran felices en otra vida.

Porque ambos hombres fallecieron con una pena en sus almas, fallecieron amándose profundamente, fallecieron sabiendo que su amor puro jamás sería aceptado por los demás.

Y Chuuya Nakahara falleció sin querer ni saber decir adiós.

Porque,
el final siempre sorprende,
Aunque esté escrito
desde el inicio.”

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