Parte 2: Empezando de nuevo mi nueva vida
Mi mente comenzó a girar. No podía creer lo que estaba escuchando, y menos que una chica linda viniera así como así a vivir a mi apartamento. Aunque lo de linda no tenía nada que ver con ese momento, no podía dejar de fantasear. De pronto sacudí mi cabeza para dejar de pensar en locuras y protesté agitadamente. No podía permitir que una completa extraña se metiera en mi apartamento. No era lógico, ni siquiera conocía sus reales intenciones. En realidad no le conocía ninguna intención sea irreal o no, salvo su declaración de venir a vivir conmigo.
– No te preocupes por el futón, traje una bolsa de campaña en mi maleta y servirá hasta que consigamos alguno. — agregó.
– ¿Acaso no me escuchas? ¡Estoy diciendo de que no puedes quedarte aquí!
– No veo por qué no — alegó mirando alrededor — el lugar es espacioso y podemos arreglarnos sin ningún problema. Haremos turnos para ocupar el baño por la mañana, yo primero por supuesto ya que soy una dama.
– ¡Sí que hay problema! Llegas de la nada y vienes a ocupar mi apartamento. Esto es muy incómodo para mí, no te conozco de nada, y por lo que dices tampoco tú me conoces.
– ¿Incómodo? ¿Acaso estás pensando en cosas incómodas? No te preocupes, no permitiré que hagas nada pervertido. Debí imaginarme que esas eran tus segundas intenciones, eroTakenaga-san. Además este no es tu apartamento.
– ¡No me trates de pervertido! Soy un adolescente y es normal que me sienta incómodo estando... —me interrumpí tratando de recapacitar en lo que dijo— ¿Qué? ¿Cómo que no es mi apartamento?
– ¿No recibiste esta tarde un correo de email?
– Lo siento, me quitaron la Tablet en la preparatoria como castigo por distraerme en clase.
Saori sacó su teléfono inteligente y me lo alcanzó. Había un correo desplegado en la pantalla:
"Hola Hijo, necesito que recibas a Saori por un tiempo. Ella está a mi cargo y se está trasladando a la ciudad. Como no me alcanza el dinero para dos arriendos pensé en alojarla en el apartamento que te alquilo. La pongo en copia a ella también así quedan en contacto por email. ¡Saludos de tu padre que te quiere!"
Muy típico de mi padre, improvisando con las cosas a último momento. Desde que tengo memoria que solo lo contacto a través de correos electrónicos. Aunque trabaja en el extranjero, y mi madre decía que nos había abandonado, un día se presentó por correo y empezó a enviarnos ayuda. Aunque no en forma constante, solía desaparecer por tiempos siempre a causa de su trabajo, que decía era muy absorbente. Y aunque le escribiera docenas de correos, indefectiblemente contestaba nada más que el último. No era un padre normal, así que no debía extrañarme que me condujera a esta situación.
Con resignación le mostré mi habitación para ver cómo nos distribuiríamos. Como no había muchos más lugar alguno de los dos debía optar por la habitación y el otro el living. En el fondo no quería perder la comodidad de mi cama, pero si alguno debía estar en el living, lo más probable es que debía ser yo.
– ¡Esa cama es enorme! — dijo sorprendida — ¿Para qué quieres tanto espacio? ¿O acaso sueles tener visitas, de ese tipo? — y agregó como pensando en voz alta — Claro está que un estudiante que vive solo, sin ningún tipo de control, debe de aprovechar en traer mujeres para divertirse todas las noches...
– ¡Nada de eso! Solo me gusta dormir con espacio ¡Eso es todo! — protesté mientras pensaba "¿Además en qué clase de mundo un estudiante conseguiría mujeres cada noche? ¡Por favor que me lo diga!"
– ¡Qué problema! sería un desperdicio que solo uno de los dos use tanta cama y el otro duerma incómodo en un futón en el suelo. ¡Así que decidido! compartiremos la cama.
"No decidas por tu cuenta" pensé. Pero ya, la idea de estar yo en el suelo, que era la única alternativa razonable, no me convencía de ninguna manera.
Acto seguido trajo su maleta, y abriendo el closet empezó a hacer lugar empujando todas mis pertenencias a una sola mitad del mismo. Me senté al borde de la cama, como fatigado. Iba a protestar pero ya no me quedaba energía para hacerlo, además que sabía no serviría de nada a esas alturas. Pero eso de compartir la cama ¿no le causaba ningún problema?
– Voy a necesitar darme un baño luego— comentó mientras acomodaba su ropa.
– No hay problema, el agua siempre está a temperatura.
– ¿No prefieres acomodar las cosas que tienes allí? — agregó mirándome de reojo.
– ¡Sí, claro! — me levanté sobresaltado, recordando que tenía aún mi ropa interior colgada allí.
Me apresuré a descolgar los bóxer, mientras pensaba en cómo se desenvolvería mi vida de allí en más. Debía tratarla bien como protegida de mi padre, pero en definitiva era una chica. Y un chico y una chica viviendo bajo el mismo techo, y que una cosa que lleva la otra, y... ¿en qué cosas estaba pensando? Yo no era así, siempre me costó acercarme al sexo opuesto, nunca había salido con nadie. En la secundaria había una chica del grupo de amigos que me gustaba, Akane Nakanishi era su nombre. Fue a mi escuela los dos primeros años, estudiábamos juntos, comíamos en el recreo, y ni siquiera tuve el valor de declararme. A decir verdad, nunca estuvimos a solas el tiempo suficiente para hacerlo, siempre nos rodeaban los demás compañeros. Pero tampoco intenté de hacerme del momento para decirle lo que sentía por ella, nunca tuve el valor para animarme por miedo al rechazo, y a que las cosas ya no pudieran seguir como eran entonces. Para mi estaba bien así, eso era al menos lo que creía entonces. Pero visto desde ahora...
– ¿Ya terminaste? — preguntó Saori desde la puerta del baño. Aparentemente me había quedado perdido en los recuerdos y se me había pasado el tiempo.
– ¡Sí, todo listo! — contesté nervioso, escondiendo mi ropa con pudor a mis espaldas.
Y ponerse nervioso no era para menos. Saori se encontraba cubierta solo por una toalla que se enrollo alrededor a la altura del pecho. Los hombros desnudos y su largo cuello eran de una piel tersa inmaculada, sin ningún tipo de imperfección. Sentí que mis mejillas se acaloraban irremediablemente, mientras me acercaba a la puerta, deteniéndome para que me dejara el espacio suficiente para salir.
Sin embargo ella no se movió. Clavando sus ojos en mí pareció atravesarme con la mirada. Sentí como si una gota comenzará a descender desde mi frente.
– Oye ¿Te sientes bien?— preguntó
– Sí... sí — respondí vacilante.
Colocó su mano en mi frente, como tomando la temperatura. Pensé que iba a desfallecer allí mismo, pero el contacto de su piel era tan suave como podía imaginarme, y su frescor me alivió un poco de la tensión que sentía.
– Te ves casi enfermo, pero no pareces tener fiebre.
– No te preocupes, Nakamura-san. Me siento bien. Voy a preparar la cena, seguramente quieras comer algo después del baño.
– Gracias, eso es lo que necesito, una buena cena —agradeció mientras dejaba deslizar la mano hacia mi mejilla como haciendo una caricia— Ahora que vamos a vivir juntos trata de no ponerte tan inquieto, situaciones de convivencia como esta se van a dar más que seguido. ¿Pero sabes qué? — y mientras avanzaba a mi lado dejándome la puerta libre agregó sombríamente en un susurro — No te hagas ningún tipo de ilusión conmigo.
Algo inquieto empecé a preparar el curry, esa era mi especialidad y de alguna manera quería darle buena impresión. Entendía muy bien lo que quiso decirme, y le daba la razón. Ella era más que una huésped, tenía tanto derecho sobre mi apartamento como yo, porque así lo había decidido mi padre. Pero más allá de eso no había nada. Cuando serví la cena, Saori terminó de arreglarse. Con jeans y ropa casual, a pesar de lo sencillo y moderno no dejaba de ser muy femenina.
La cena transcurrió tranquila, pudimos hablar más naturalmente, y con seriedad Saori empezó a enumerar y distribuir las tareas del hogar que decía con toda justicia que debíamos compartir. Así empezamos a coordinarnos para hacer esas cosas sencillas del día a día, lo que me dejó tratar con ella y entrar un poco más en confianza. Al final de la cena insistió en lavar ella, ya que yo había cocinado, lo que me causó algo de alivio. Lo más positivo de esa convivencia que empezaba era que podríamos compartir el esfuerzo de mantener el apartamento en orden, cosa que no era menor.
Al llegar la hora de dormir, fuimos a la habitación, un poco incómodo por lo que sería la primera noche juntos. Mi cabeza no dejaba de imaginar cómo sería: ¿vestiría con lencería fina? ¿se acurrucaría contra mí dormida? ¿hablaría en sueños y me llamaría onii-chan?
Saori se cambió en el baño, y cuando yo ya estaba con ropa de dormir en la cama, se acercó a media luz. Traía puesto un pijama bordó excesivamente grande, al punto de la ridiculez. Eso me tranquilizó, ya que nada podía resultar menos erótico que eso. Además, trajo consigo la bolsa de dormir, que extendió prolijamente sobre la mitad de la cama que quedaba libre. No me atreví a decirle nada. Era su lógica: compartir la cama, pero no las mismas sábanas. Se envolvió hasta la cabeza en la capucha de su bolsa de dormir, casi perdiéndose dentro. Desde allí escuché su voz:
– Oyasumi-nasai.
– Buenas noches, que descanses bien.
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