2. 𝔐𝔞𝔩 𝔪𝔬𝔪𝔢𝔫𝔱𝔬.

Cuando el día de partir llegó, Andrómeda despidió a Nayleah entre lágrimas, pese a que volvería en unos días; antes de iniciar un nuevo año escolar. De cualquier forma, Nayleah se sentía agradecida y correspondió el efusivo abrazo que su madre adoptiva le ofreció antes de partir junto a Ted hacia el hogar de los Weasley a unas colinas de distancia.
—Escríbeme si necesitas algo —ofreció la mujer—, también si quieres que vaya por ti, ¿De acuerdo, cariño?
La muchacha asintió. —Lo haré. Te quiero.
—Te quiero también, Leah —retribuyó Andrómeda, besándole la mejilla—. Ahora váyanse, no quiero que lleguen tarde. ¡Saluden a Molly de mi parte!
Guiada por Ted, caminaron un tramo antes de desaparecer. La siguiente vez que Nayleah puso los pies en el suelo, ya se encontraban a unos metros de la casa. Del interior provenían unos cuantos gritos sobre algún incidente con un muggle y un caramelo. Ambos recién llegados se miraron el uno al otro sin comprender, aun así, se acercaron a tocar el timbre.
La disputa cesó abruptamente y una sonrojada Molly apareció tras la puerta, dedicándoles una enorme sonrisa al verlos.
—¡Bienvenidos! Pasen —invitó, haciéndose a un lado—. Harry llegó hace un momento, están arriba cariño.
Nayleah se despidió de Ted, agradeciéndole por tomarse un momento y desviarse del camino al trabajo con tal de acompañarla. Finalmente, arrastró la maleta al interior de la acogedora casa, donde el segundo hijo de los Weasley la ayudó a subirla por las escaleras hasta la habitación que compartiría con las chicas.
Intercambiaron unas cuantas palabras sobre los dragones recién integrados que les fueron confiscados a unos traficantes y luego, se unieron a los demás en la mesa del comedor que dispusieron al exterior. Nayleah no se quedó con las ganas de saludar animosamente al enorme grupo de pelirrojos que la recibieron con los brazos abiertos; Fred y George la levantaron por el aire en una muestra de familiaridad que dejó descolocada a la castaña junto a Ron. Incluso este último demostraba mejor ánimo.
Cuando llegó el turno de Ronald y Harry, los muchachos le dedicaron un par de palabras amistosas y uno que otro cumplido. Finalmente, el momento de enfrentarse a la mejor amiga de su hermano llegó y Leah le extendió su mano con la mejor de sus sonrisas expuesta en sus labios.
—¡Debes ser Hermione! —reconoció la pelinegra, estrechando su mano con la de Granger— He escuchado mucho sobre ti.
Ofuscada, Hermione sonrió. —Ah, ¿En serio?
—¡Por supuesto! Soy Nayleah Tonks, vivo a unas colinas de aquí y soy amiga de los Weasley desde que usaba pañales. Mucho gusto.
—El placer es mío —concedió la castaña, buscando una explicación en Ron—, ¿Cuándo conociste a Harry?
Leah y su hermano rieron ante la interrogante. —En navidad del año pasado, Remus Lupin nos presentó.
La pelinegra y la castaña entablaron una animada charla, compartiendo anécdotas escolares a las que pronto se unió la pelirroja para compartir otras cuantas de la infancia. Harry se sentó junto a ella durante la comida, asegurándole que la cicatriz no le había dolido.
Su hermana lo descubrió en plena mentira, pero no lo confrontó.
—¿Has hablado con Sirius? —murmuró la joven, cubriéndose la boca con la servilleta mientras fingía limpiarse los inexistentes restos de tarta.
Harry asintió disimuladamente. —Escribí, pero no obtuve respuesta.
—Debe ser por su estado de prófugo —consoló la pelinegra, aliviada de no ser la única sin respuestas—. El Ministerio duplicó los esfuerzos para capturarlo, Ted lo comento hace unos días en casa.
Ambos Potter se sobresaltaron cuando las manos de la señora Weasley se posaron sobre sus respectivos hombros. La mujer les dedicó una maternal sonrisa mientras les pedía que la siguieran al interior de la casa; sentado en la pequeña sala de estar, se encontraba Bill y su padre, el señor Weasley.
—Sólo para pedirles que no olviden dejarme la lista de útiles que necesitarán —informó Molly, extendiéndoles un trozo de pergamino y una pluma a cada uno—. Me coordinaré con Andrómeda para que vayamos a hacer las compras al Callejón Diagon por si el partido se extiende demasiado y no les queda tiempo de hacerlas a ustedes después.
Agradecidos, los Potter se dedicaron a enumerar cada utensilio, libro y prenda que requerirían para el año escolar. Era casi melancólico para Leah convivir con su hermano unos días y separarse de él por el resto del año. Si tan sólo la hubiesen dejado estudiar en Hogwarts con Harry...
—De acuerdo, vayan a pedirle al resto que se preparen para dormir —instó la mujer—. Mañana deberán levantarse con el sol si quieren llegar al Mundial a tiempo.
Cuando abandonaban la sala para cumplir la petición de su anfitriona, Nayleah percibió por el rabillo del ojo que Arthur reanudaba la conversación interrumpida durante su breve estancia. Se notaba algo preocupado y, a su lado, Bill parecía pensativo.
Una espina de desconfianza se instaló en la hermana de Potter, anunciándole que algo malo se avecinaba. No obstante, ver a Harry tan feliz y disfrutando de su estancia, le dejó claro que era un mal momento para externar sus sospechas. Así pues, se dedicaron a ayudar con la vajilla, las mesas y bancos para poder subir a descansar.
Les esperaba un agotador día y lo mejor era hacer la recarga de energías necesarias para sobrellevarlo.
Tras lavarse los dientes, los chicos se despidieron de las chicas para enfilar escaleras arriba hacia la habitación de Ron. Ginny cerró la puerta antes de meterse a la cama y las velas se apagaron, dejando a Nayleah absorta en sus pensamientos durante un rato antes de poder conciliar el sueño por fin.
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