𝙥𝙧𝙤𝙡𝙤𝙜𝙪𝙚



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PRÓLOGO
MATHILDA MYERS
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ACTUALIDAD
AGOSTO, 1991

          Y ENTONCES AHÍ estaba. La que podría ser un diamante cubierto de polvo en una mina o una pieza de oro que algún idiota predicaba como pirita.

Mathilda.

Recién cumplidos sus dieciséis años podía contarse como una de las grandes bellezas del horrible pueblo de Derry. Portando siempre una dulce cara de ángel y ojos picarones con esa chispa de rebeldía dándole aquel toque seductor y atractivo perfectamente balanceado. Casi siempre usaba crop tops con el estampado de alguna banda de rock acompañando con pantalones holgados o alguna falda desaliñada sin faltar sus botas rudas pareciendo antiguas o converse sucios. Otro complemento era su bello y mediano cabello liso más oscuro de la noche resplandeciendo así mucho más sus ojos cafés casi mieles que siempre eran adornados con alguna sombra de ojos apenas notable y máscara de pestañas, él rojo de sus labios y mejillas era natural. Descuidada, salvaje y sencilla.

La extraña y única niña de segundo grado que hacía suspirar a la mayoría de bobos en Derry. Tenía un encanto natural que solo ella sabía como mostrarlo, de esas chicas que solo encuentras una vez en tu vida y te deja un sabor de boca igual que aquellos dulces que con la saliva llegan a explotar en tu lengua gracias a la saliva. Una dosis de adrenalina y con ganas de algo más, algo grande, que no podrías de idear ya hasta que lo disfrutas y te das cuenta de que era lo que necesitabas. No era su físico, estatus o rumores, nadie lo sabía. Era como una chispa que resplandecía cada de sonreía, lo cual era raro, por eso era especial.

No por nada logro domar el corazón del peor matón del pueblo. El gran temido Henry Bowers.

La pelinegra levantó su dedo medio hacia Victor Criss luego de que el pareciera soltar alguna broma para luego ambos reír cuando en ese instante los ojos azules que la miraban de lejos notaron cómo su novio se acercaba a ella por detrás abrazando su cintura y depositando un exagerado beso en la mejilla.

Su relación era entendible en muchos sentidos puesto que ambos eran personas que fácilmente puedes encontrar en la sala de castigo o fuera de la oficina del director por su actitud despreocupada y nada pacifica.

Pero, desde la perspectiva de Bill Denbrough el comportamiento de Mathilda todavía podía ser justificable siendo que los problemas — si es que se podían llamar así — en los que se metía eran por inútiles intentos de detener peleas que Henry iniciaba o por defender a algún estudiante ya sea de algún bully o de la injusticia de un maestro, no conocía límites y eso le gustaba, que no tuviera miedo. Incluso era de los pocos que no lograba comprender como alguien como ella estaba con alguien como Henry ya que sus acciones decían más que mil palabras las de ambos siendo completamente contrarias y pese a que Mathilda luciera indiferente cuando le agradecían por la ayuda, él sabía que en realidad se preocupaba por los demás.

Un ejemplo más que claro de sus "buenas acciones" eran ellos mismos. Por algo era el primer amor de los perdedores. Cuando Henry estaba por pasarse de la raya o incluso antes de que les tocara un pelo ella llegaba en su defensa y aunque les avergonzara que una mujer los defendiera de matones en el fondo se lo agradecían.

Frunció sus labios pensativo mientras notó cómo se acercaban Patrick y Belch al grupo de tres en donde estaba Mathilda entre empujones y bromas encontrándose con su líder con su brazo alrededor del cuello de la ojimiel de forma presumida.

— ¡Hola, llamando a Bill! — En ese momento reaccionó y se dio cuenta que tenía a Richie frente suyo sacudiendo frenéticamente su mano frente a sus narices.

— Y-ya basta R-Richie. — Dijo fastidiado haciéndolo a un lado.

— Estabas igual que la mamá de Eddie cuando me vio por primera vez sin camisa. — Al instante el de anteojos hizo una mirada bizca y sacó la punta de su lengua mientras ladeaba su cabeza fingiendo algún retraso médico.

Pero antes de poder reírse de su propio chiste el más bajo del grupo le dio un golpe en su nuca que incluso sus lentes salieron volando al aire.

— ¡No reaccionabas! — Se dirigió a Bill — ¡Y mi madre no luce así, Richard! — Lanzó al aire y el pelinegro que recogía sus gafas del suelo soltó una risa que hizo al bien peinado suspirar con desespero — Igual, Bill, te entendemos, estamos igual que tú.

Admitió con simpleza mientras que Bill alzó una de sus cejas celoso y sorprendido en tanto señalaba a sus tres amigos acusatoriamente.

— Ah no. — El rubio de rulos dio un paso lejos del par de pelinegros — A mi no me veas, hasta me cae mal. Yo me delindo de cualquier cosa que pase con ella.

Los tres chicos rodaron los ojos ante tanta dramatización y cuando Bill nuevamente estuvo por abrir la boca referente ante la anti negativa de Richie pero antes fue callado por la voz de Eddie.

— ¿Pero sabes que es lo importante? — preguntó de forma retórica pero aún así el ojiazul lo miró interrogante — Que ya acepté que no se fijaría en alguien como yo.

Aseguró orgulloso como si aquello fuera algo bueno haciendo negar a Stan lentamente con decepción.

— Exacto. — Lo apoyo Richie — En cuanto termine con Bowers yo tendré mi momento de brillar. — Hablo con confianza.

Casi al instante el resto del grupo de miro entre ellos para después explotar a carcajadas haciendo que el bocazas se cruzara de brazos ofendido.

— Envidiosos. — Acto seguido les sacó la lengua.

Y antes de que la charla se alargara, Stan decidió intervenir.

— ¿Cuándo entenderán que está fuera de su alcance?

Aquello desanimó un poco al de ojos azules, lo que mas le dolía era admitirlo, porque como fuera sus amigos podrían ser unos idiotas, pero tenían mucha razón.

— Denme u-una buena razón p-por la cual sea i-i-inalcanzable. — Bramó en un intento en vano que sus amigos no tuvieran recursos para que él no pudiera acercársele a la pelinegra.

— Su novio es Henry. — Exclamó Richie con resignación.

— Es mayor. — Enumeró Stan.

— No sabe de tú existencia. — Eddie se colocó a lado de Stan mientras ambos contaban con los dedos.

— Su novio es Henry. — Volvió a decir Richie como si aquello fuera el peor delito del mundo.

— Es popular. — Señaló Stan a la multitud detrás de ellos en la que se encontraba la chica.

— Es bonita. — Dijo obvio Eddie.

— ¡Y, su novio es Henry! — Richie siguió recalcando lo obvio.

Bill se quedo callado analizando todo hasta que llegó a la conclusión de que tenían razón; era inalcanzable, tampoco quería tapar el sol con un dedo, nunca ha hablado con ella y jamás lo haría por lo antes dicho por sus amigos.

— Solo es mayor por un a-año... — Dijo sin más argumentos.

— Olvídalo, es imposible siquiera hablarle. — Recordó Richie en un tono serio inusual en el mientras se recargaba en un locker.

— E-eso lo se. — Aseguró obvio — P-pero no sucede n-nada si solo la miro.

— ¡Ajá! ¿Recuerdas lo que le paso a Richie cuando le hablo? — Preguntó histérico Eddie.

— Aún estoy rozado. — Se sobo el trasero Richie.

— No juegues, fue hace meses. — Sostuvo sin creerle el de rulos.

— No subestimes los calzón-chinos de Henry. — Hablo fingiendo seriedad — En el pasado era un idiota como tú, Stanley. — Junto sus manos queriendo parecer intelectual acercándose al anterior nombrado — Gracias al cielo que deje de ser ese hombre.

Stan bufo y colocó la palma de su mano en la cara de su amigo para después alejarlo de un empujón.

— Y fue hace un año. — Corrigió el de camisa hawaiana acomodándose sus lentes por el ajetreo.

— ¿Henry y Mat y-ya tienen un año? — Cuestionó sorprendido el tartamudo — ¿Estas seguro?

— Como que me follé a la mamá de Eddie. — Aludió con una sonrisa tranquila.

— ¡Hijo de-!

La grosería de Eddie fue cubierta por la campana que anunciaba el final del receso.

Claro que Richie estaba seguro, no olvidaría cuando cayó enamorado de Mathilda.

Una aburrida y estricta maestra de vestimenta parecida a la anciana bibliotecaria comenzó a andar por los pasillos guiando a los alumnos a sus clases o en resumen asesinando la felicidad.

Mathilda al escuchar a la horrible prefecta empujó a Henry lejos de ella para evitar otro citatorio por muestras de afecto indebidas y cuando esta los paso de largo Henry intento volver a acercársele pero ella le dio una leve bofetada que lo desoriento varios segundos pero no duro mucho ya que la chica al segundo siguiente lo jalo de su camisa robándole un rápido beso para finalmente despedirse del resto de la Bowers Gang e irse a su siguiente clase junto a su mejor amiga Betty Ripson, la cual la había estado esperando.

Víctor miro interrogante a su amigo pero este igual de confundido pero acostumbrado a aquellas escenas simplemente se encogió de hombros para luego adoptar una pose rígida y dura para pasar entre los estudiantes caminando al lado contrario de la pelinegra.

Richie al ver aquella escena sonrió un poco con burla y por leves instantes se imaginó en el lugar de Henry sin importarle ser víctima del raro humor de la chica.

A leguas podías notar que tenía problemas y no tenías que pasar por su hogar en la madrugada cuando los gritos y el humo saliendo por la ventana de su habitación, era más evidente solo bastaba con escucharla.

Como hace un año que descubrió de una extraña forma que estaba loca y eso, por más extraño que pareciera le encantaba.



FLASHBACK

Había olvidado un cuaderno en su locker y regreso por él. Lo buscaba a tientas cuando noto una mancha con colores oscuros posarse junto a él.

Extrañado, intento achinar los ojos pero vaya que estaba ciego. Más Mathilda al no contar con ningún recibimiento ni nada por el estilo abrió un poco más la puerta del casillero del chico notando un pequeño espejo dentro de el.

Se acercó a este acomodando sus cejas con los dedos para después mirar su frente con aburrimiento.

— Si pudiera me tatuaría "diarrea" en mi frente. — Hablo sin expresión alguna.

— ¿Por qué harías algo así? — Exclamó confundido.

— Mi cuerpo, mis reglas. — le regalo una sonrisa corta para después regresar a su rostro serio — Si algo llegará a ser permanente en mi cuerpo quisiera que cuando la gente lo viera pueda reírse.

— Bueno, entonces no seria mala idea. — El chico sonrió un poco entrando en confianza con la extraña — Tal vez puedas hacer la contraparte en tu nuca, algo como "vomito".

La chica sonrió ladina.

— Me agrada como piensas cuatro ojos.—
Él se quedó extrañado ante ello. Justo ese día no tenía sus anteojos, Henry los había hurtado y no ha podido recuperarlos.

Pero grande fue su sorpresa al darse cuenta que la pelinegra de pelo corto frente a él estaba tendiéndoselos. Sin pensarlo dos veces  los tomo con torpeza y se los coloco encontrándose con aquella mirada dulce que hizo sus piernas temblar.

Sintió sus mejillas arder y los latidos de su corazón bombardear con fuerza en sus oídos. ¿Desde cuándo una chica tan hermosa era linda con él? Estaba en la cima del éxito.
Lastima que a su gran bocota se le ocurrió decir la peor estupidez para matar el momento.

— ¿Qué mamada tan genial tuviste que hacerle a Henry para que te los devolviera? — hablo sin aliento mientras que esta aguanto una carcajada y fue cuando el chico quiso esconder su cabeza bajo tierra igual que los avestruces. — Mierda, no quise- yo... Gracias.— Tartamudeó.

— Descuida, igual no fue la gran cosa. — Se encogió de hombros divertida de verlo tan nervioso y avergonzado — Ese chico sede muy fácil de todos modos.

Richie se sorprendió sobre lo dicho de Bowers. Tenía entendido que al único lunático al que le tenía miedo ese idiota era su padre.

— ¿Te conozco?

Estaba muy confundido.

— No. — Dijo segura — Entre hace poco a décimo grado, igual soy nueva en la ciudad.

— Oh y... ¿de dónde eres? — Preguntó queriendo sacar conversación.

No todos los días una chica tan linda — y un grado mayor — se acercaba a hablar con él.

Ella en cambio ignoro su pregunta y metió sus manos a los bolsillos traseros de su short mientras mordía su labio inferior con burla, como si planease algo en su retorcida mente. Fue entonces cuando sin dirigirle otra mirada se acercó nuevamente al locker tomando la cinta de pegar que noto cuando se miraba en el espejo cortando un poco con sus dientes y regresó al pelinegro con burla.

— Debes tener más cuidado de no perderlos a la próxima.

Acto seguido pegó los grandes lentes a su cara con aquel tape por la nariz.

» — Hasta luego. — Se despidió con su dulce voz comenzando a alejarse y él finalmente saliendo de su ensoñación trotó un par de pasos hacia ella.

— ¡Espera! ¿Cómo te llamas? — Preguntó a lo lejos.

— ¡Mathilda! — Sonrió y el le regresó aquella sonrisa.

— Soy Richard... — Hablo no muy alto por lo que la chica solo alcanzó a oír un poco.

Richie, avergonzado palmeó sus rosadas mejillas y filtró sus fríos dedos debajo de sus lentes restregando sus ojos hasta alargar su cara despegando casi de inmediato la cinta que Mathilda utilizo. De acuerdo, no iba a negar que se lo merecía.

FIN DEL FLASHBACK

El de lentes suspiro.

Bueno, lo demás fue historia. A los días se enteró que era la nueva novia de Henry y algún chismoso le dijo al rubio que lo vio coqueteando con "su chica" y bum.

Dolió bastante sentarse aquella semana.

Mathilda por el contrario le soltó una sonrisa dulce a su mejor amiga mientras ambas tomaban asiento una a lado de la otra para tomar la clase de matemáticas.

Soltó un suspiro soñador viendo a la nada mientras pensaba en su novio. Lo amaba en serio. Temprano se dieron cuenta que aquello era muy real, eso fue lo mejor. Ambos tenían sus defectos pero ninguno se juzgaba, se entendían y querían, con ello era suficiente.

Betty codeó a su amiga acusadora mente sacándola de su ensueño, la pelinegra la miró apenada y la castaña solo le limitó a rodar los ojos divertida cuando ambas comenzaron a anotar los ejercicios de la pizarra.

Mathilda recordaba aquellos días en los que quedó completamente colada por el temido Henry Bowers. Era extraño porque nadie se acercaba a él que no fuera su grupo y muchos preferían no mirarlo y pese a ello no era alguien escaso de sexo, pero prefería irse a las ligas mayores y liarse con chicas universitarias y quien sabe, las malas leguas decían que incluso con algunas mujeres maduras de los vecindarios bajos.

Y eso por alguna razón atraía a Mathilda. Esa aura de chico malo la embriagaba y la hacía querer ser como él, una idiota que no le importaba nada y que lo menos interesante que podría hacer un domingo sería colarse y tal vez robar una tienda de segunda mano. Era una rebelde pero, no era divertido hacer maldades y volver locos a todos a tu alrededor sola. Toda Bonnie necesita su Clyde.



AGOSTO, 1990

Tenía tanta rabia y coraje por su vida de mierda que quería un escape, y no algún psicólogo que le diera promesas vacías diciéndole que superando sus traumas todo estaría bien. Quería sacar toda su ira creando desastre, tal vez él no era la respuesta ni solución a sus problemas, pero era algo.

Ni siquiera recordaba cuando dejó de mirarlo de lejos y comenzar a hablarle. Intento con conversaciones casuales con pequeños saludos y sonrisas que obviamente no eran correspondidos, agh y aún más difícil al ser alguien que faltaba demasiado a clases y con ello se aferró más a él, lo quería para ella. Quería ese trofeo con su nombre, ella no se andaba con rodeos ni con juegos, si iba a tener a alguien iba a ser un pez muy gordo o como dirían "lo mejor de lo peor". Lo bueno es que se dio cuenta a tiempo que no lo conquistaría como a cualquier otro chico, debía desatacar entre todas la zorras que acortaban sus faldas cuando pasaban por su casillero, no seria un polvo más.

— Hey.

Se detuvo frente a su mesa con mirada neutra queriendo lucir segura aunque por dentro su estómago acababa de dar un vuelco.

La pandilla la observó con confusión y curiosidad sin saber a quien se dirigía exactamente a excepción del rubio de nariz respingada y líder del grupo que solo pudo tener un rostro serio y hastiado.

Al ver que ninguno respondía continuo con el monólogo que ensayó frente a su espejo a las dos de la madrugada junto con diferentes rostros sexys, según ella.

— ¿Es tuyo el feo auto azul?

Ahora sabían que su objetivo era Henry, eso era extraño, más que no fuera alguna chica colada en una fiesta y en su lugar se atrevió a acercarse a mitad del almuerzo en la cafetería de la escuela.

El de la camisa sin magas frunció el ceño.

— No, es de Belch. — Ni siquiera se molestó en cuestionar el porqué de su pregunta, no le interesaba y sólo quería que esa chiquilla dejara de mirarlo.

Mathilda mordió su lengua antes de hablar. Ser coqueta y próspera no era para el estilo de Henry y no sabia de que manera llamar su atención de forma no sexual. Seria un grano en el culo.

— Te vi conducirlo el otro día. — Levantó sus hombros luciendo despreocupada — Eres un asco. La señora Green no merecía que abollaras su cesto de basura.

El matón de Derry apretó los puños y le lanzó dagas por sus ojos, más aún así continuó con un tono calmado, si recibía más reportes ese mes su padre enloquecería, más de lo que ya está.

— Vete a la mierda.

— Si me haces espacio con todo gusto.

Mathilda al notar la rigidez en los músculos descubiertos de su objetivo sonrió presumida y después de ello simplemente se dio la media vuelta dejando con coraje al líder de la pandilla el cual no dejó de mirarla hasta que la pelinegra llego a su mesa con otras chicas populares como Greta Bowie ¿ó era Kneene? Una mierda así, odiaba a esa perra de todas maneras, en aquella mesa también estaba Ara, Molly y Betty Ripson o como a Hockstetter le gustaba llamarla "Ugly Betty" ese idiota no podía ser más creativo.

Pensó seriamente en intimidarla para que le tuviera respeto, pero era una niña, no había caído tan bajo — aún — para meterse con una, siempre molestaba a hombres, del lado de las chiquillas estaba Greta y así se encontraba nivelado. Él no se metía con sus presas ni ella con los suyos.

Por ello optó por lanzar una moneda y dejarlo a la suerte. Cara la dejaba vivir, cruz seria su pesadilla. La soltó al aire bajo los expectantes ojos de su pandilla y cuando cayó en su mano y la azoto en su brazo al ver el resultado terminó bufando.

A la siguiente que se metiera con él si las pagaría.






ACTUALIDAD

Tomo una gran inhalación mientras paseaba abrazada a Betty.

— ¿Qué? — Preguntó entre risas la castaña.

— Sigue oliendo a calcetines sudados y desesperación.

— Bendito regresó a clases.

Ambas rieron pero aquel momento fue interrumpido por una rubia de esponjoso cabello que por accidente chocó hombros con la castaña más baja.

Ninguna de las tres emitió palabra y después de recibir una mala mirada de Greta siguieron con su camino como si nada.

Mathilda admitía sentirse mal de su separación con Greta, a fin de cuentas fue su amiga en algún momento además de ser la primera en hablarle cuando llegó al pueblo. Aveces la extrañaba por todas la pijamadas y momentos que pasaron juntas pero la rubia no aceptaba su relación con Henry, el par se odiaba y no podían convivir ni siquiera por ella, entonces prefirió cortar lazos con la rubia, cosa que no se tomo nada bien.



DERRY, 1990

Por la tarde un día cualquiera, la de pelo corto hojeaba una revista de moda con aburrimiento bajo las blancas y enceguecedoras luces de la farmacia portando una bata que olía mal junto con una cinta con su nombre, tres meses desperdiciando sus tardes en ese empleo y aún no podían darle un jodido gafete.

— Mat — Su sudoroso y asqueroso jefe hizo aparición — ¿podrías reorganizar el estante del pasillo cuatro?

Sin dejar de mirar su revista hizo un soso levantamiento de brazo señalando el lugar.

— Mmm esta muy lejos... — Hablo en un tono cansado, tenía sus beneficios ser amiga de Greta.

El hombre volteó a ver a su hija la cual limaba sus uñas de forma despreocupada pero se adelantó sabía que está igual lo mandaría a la mierda.

— Las despediría si pudiera.

Acto seguido entre bufidos y a regañadientes el mayor se dirigió al anterior nombrado pasillo dispuesto a hacer su trabajo mientras ambas adolescentes se lanzaron una mirada cómplice luego de unas risillas que intentaron ocultar. Tener a la pelinegra en la tienda solo era un gasto en sueldo innecesario, pero tenía el compromiso con su hija, casi lo obligó a contratarla puesto que sus tardes en aquel infierno eran "aburridas" y quería una compañía que la solvente además, aquella niña sabía administrar el "otro negocio" que iniciaba detrás de su local justamente a las ocho de la noche, plantas medicinales, pastillas felices, como quieran llamarle.

Al rato hizo presencia un pelinegro de baja estatura con mirada dulce y algo de temor.

La oji-café lo miro con curiosidad, estaba segura de haberlo visto antes, quien sabe, tal vez iban en la misma escuela.

Iba dudoso hacia el mostrador pero cuando reparó en Greta se inclinó más hacia el lado de Mathilda donde se sentía más seguro debido a anteriores encuentros con la rubia para nada agradables.

Carraspeo nervioso frente a ella.

— Pedido para K-Kaspbrak.

Algo en la cabeza de Mathilda hizo click, ya lo recordaba. Greta le contó como la madre del joven había acudido una semana antes al local para hacer la lista de medicamentos que llegado el día su hijo pasaría por ellas. Según la rubia aquella mujer necesitaba un psiquiátrico pues por alguna razón gozaba de sobre medicar a su "dulce retoño" con placebos y dejó instrucciones específicas sobre seguirle el juego, claro, con una propina extra, pues también narró sobre cómo su hijo quería ser más independiente y comenzar a hacer cosas por si mismo, lo cual era algo irónico teniendo un contexto completo de la situación.

Aquella niña tomó la bolsa de plástico llena de cajas blancas y un bote amarillo re-etiquetado, cambiaban los placebos y los ponían en cajas de medicamentos reales para así despistar un poco. Reviso rápido la etiqueta y se la extendió con cuidado.

— Serían veinte con noventa y nueve, por favor.

El chico ya estando preparado le tendió el dinero exacto que su mamá le dio antes de salir de casa. Mathilda de forma sencilla lo tomó entre sus manos y lo guardó en la caja registradora, más cuando esta estaba por entregarle su ticket la campana de la entrada resonó por el lugar junto al escándalo de unas fuertes carcajadas.

La Bowers Gang había llegado.

La pelinegra notó el aumento de nerviosismo en el bien peinado hombrecillo el cual con impaciencia había arrebatado el ticket de su mano y comenzado a temblar sin saber cómo huir, mucho menos voltear a sus espaldas. Mathilda evidentemente comprensiva con su situación le susurro con mucha calma.

— No te preocupes. — Tocó su hombro haciéndolo dar un pequeño brinco, aunque los mayores aún no notaban su presencia no quería pensar que pasaría cuando lo hicieran — Yo cubro tu espalda, pecas.

Luego de ello le guiño rápido su ojo izquierdo y con un leve empujón lo guió al pasillo de la esquina donde podía escabullirse fácilmente. El menor se aferraba a su bolsa de medicamentos mientras sus mejillas ardían con intensidad, aunque sin darse cuenta la conmoción del asunto irónicamente lo hacía más silencioso de lo que él pudo notar en el momento.

Mientras tanto la de pelo corto recargo su mejilla en la palma de su mano evitando soltar un suspiro. El grupo bajo el volumen de sus alaridos iniciando una charla entre susurros aún cerca de la puerta evitando que pecas pudiera salir. Tenía que hacer algo y aprovechando que Greta tenía toda la atención en sus cutículas y el señor Keene estaba muy lejos de estar atento a lo que ocurría en su farmacia aprovechó la oportunidad, sería matar a dos pájaros de un tiro.

— ¿Puedo ayudarlos? — Alzó la voz para que los cuatro chicos al final de aquel corredor pudieran oírla.

El grupo maldijo el haber sido notorios pero no se podía esperar menos cuando eran los únicos en la tienda aparte de Eddie.

Henry hace una profunda respiración al percatarse quien estaba en el mostrador. A sus dieciséis años odiaba a muchas personas pero nunca tuvo tantas ganas de golpear a alguien ingolpeable. Con un solo señalamiento le indicó a sus amigos que el se arriesgaría y distraería a la cría para que ellos pudieran robar la cerveza y tal vez algunas frituras.

No era mucha su costumbre hurtar cosas por miedo a que un oficial los atrape y corra con el chisme a su padre para que le propicie una buena golpiza pero vaya que ese día tenía ganas de una cerveza helada para irse a relajar un rato a la cantera de Derry. Y lastimosamente solo en ese lugar vendían cerveza de raíz que era su favorita y casi no pegaba como lo haría cualquier otra marca o licor.

Se relajó y con pasos seguros se dirigió hacia ella buscando en los estantes de atrás e incluso en el de cristal donde ella se recargaba algún producto que se pudiera adecuar a su presupuesto y así distraerla un buen rato.

— ¿Puedo ayudarte? — Volvió a preguntar impaciente.

Henry carraspeo pensando rápidamente una buena excusa para entretenerla o al menos despistarla en lo que sus amigos hacían el trabajo sucio.

— Mmm ¿tienes... ungüentos? — Preguntó inseguro y sus nervios subieron al ver cómo la de cabello corto alzaba una de sus cejas sin estar convencida de su mentira — ¿O alguna pomada? — Evitó mirarla a los ojos.

— ¿Para...?

— Golpes. — Hizo un levantamiento de hombros como si fuera obvio — Algo que calme el dolor, lo que sea.

La chica algo indecisa se giró hacia el estante de atrás buscando lo que pedía el rubio y este aprovechando su descuido le hizo señas a la pandilla para que se apurara.

— Este cuesta siete dólares y este otro doce. — Lo miró expectante y Henry fingiendo que no pasaba nada se recargó en el estante — Te recomiendo este. — Señaló el más caro — Es como el pegamento industrial, si te lo untas en el bigote estarás colado en... una hora, más o menos.

El rubio frunció el ceño y abrió los ojos sacando de órbita por sus palabras.

— ¿Qué?

Pero la risa de ella aumentó igual que su confusión. Que tipa tan extraña.

— Es broma. — Aclaró ante el rostro del chico — Pero si es mejor esta, — Sostuvo el mismo tubo — te ayuda con el dolor muscular y desaparece más rápido el moretón. Esta otra solo ayuda con la inflamación.

— Mmm — Pese a sus esfuerzos de no sonreír no pudo evitar hacerlo pero con los labios apretados disimulando muy bien. — Te ofrezco... — Busco en su bolsillo — Cuatro dólares. — Dio su oferta final.

Mathilda alzó ambas cejas incrédula y por más que le gustara estaba por mandarlo a la mierda pero fue entonces cuando noto una mancha amarillenta con un toque verdoso en parte de su hombro que su camisa no lograba cubrir. Entonces Mathilda con disimulo se puso de puntillas tanto como sus botas se lo permitieron y poco más profundo de aquella tela logró visualizar una mancha morada casi negra. Okey, el necesitaba aquella cosa más que los idiotas del equipo de fútbol.

Suspiro esperando que la música estuviera demasiado fuerte en las orejas de Greta como para oírla pero aún así entre susurros acercó su cara a la del chico.

— Te propongo algo. — El asintió luciendo interesado, la verdad es que ya quería largarse, ¿cuánto podía tardar hurtar un par de latas? — Si prometes pagarme después, puedes llevártelo.

Extendió el producto hasta hacerlo chocar en el pecho de Henry, que, al sentir aquel roce de sus dedos en la tela de su camisa y al rozar sus manos para tomarlo y evitar que el medicamento cayera al suelo un cosquilleo recorrió su espina dorsal.

Trago duro.

— ¿Cuándo vence el trato? — susurro igual evitando mirarla a la cara.

No le caía bien pero no iba a desaprovechar aquella oportunidad.

— Antes de que finalice el mes. — Junto sus manos en el mostrador sin alejarse del rubio el cual podía percibir el olor a hierba buena del chicle que mascaba — Págame como puedas, si quieres por partes o completo, me da igual.

Si fuera por ella, él podría pagarle cincuenta centavos al día y así verlo por las tardes, tal vez entretenerlo un poco.

Sonrió complacido. Seguía sin perder el toque, o eso creía.

— Es un trato... — Bajo la vista hacia la cinta con el nombre de la chica — Myers.

— No me defraudes, Bowers. — Hizo un muy leve puchero inclinándose aún más hacia el chico que en ese instante reaccionó ante la cercanía y se alejó fugazmente espantado, eso estaba mal.

Asintió algo ido comenzando a caminar de espaldas hasta que chocó con un estante giratorio de lentes sacándole una carcajada a Mathilda en tanto el se molestó ante la burla.

— Ah, y otra cosa. — Puso una cara pensativa como si acabara de recordar algo — ¿Las cervezas que tus amigos robaron por ti también las agrego a tu cuenta? — Preguntó con inocencia mientras que el ojiazul insulto de mil maneras a los idiotas de sus amigos por ser tan obvios.

De ser otra persona ya hubiera ido y amenazado con su puño por silencio pero en cambio el gran matón de Derry quedo mudo y con cierta vergüenza que difícilmente ocultó. Y cuando finalmente junto el valor y escogió las palabras correctas para amenazarla está simplemente le guiño el ojo y siguió hojeando su revista como si él no estuviera presente.

Agh, que tipa tan extraña.

Aún estupefacto salió del local encontrando a Víctor y Belch dentro del auto mientras que Patrick estaba recargado fuera de este fumando un cigarrillo.

— Hasta que apareces. — Rodó los ojos con fastidio el de cabello largo — ¿por qué tardaste tanto?

— Te importa una mierda. — Respondió seco y enojado consigo mismo.

Estúpida chiquilla, no sabía que era pero algo tenía que hacia qué le cayera mal o sólo era por el simple hecho de que se mentía con eso, no se entendía.

— Tienes razón, no me importa. — El más alto largo una sonrisa algo desquiciada y de un salto se adentro al auto seguido de Henry.

— Salimos hace mucho. — Ahora fue el turno de Víctor por replicar — ¿Qué estabas haciendo, hombre?

— Nada que les importe ¿ya nos vamos? — Preguntó impaciente.

Ninguno de los Bowers Gang volvió a mencionar algo del tema, ni cuando llegaron al lago y les dio la noche entre cervezas y cigarros.

Henry se pasaba el trato por el culo y cada que estaba por cruzar camino con Mathilda en la escuela tomaba otra ruta o se hacia el tonto fingiendo que no la había visto. Pero otros días no podía evitar sentirse terriblemente observado y cuando descubría a la culpable esta no hacía ni el mínimo intento por girar a otra parte o disimular que no lo estaba mirando. Estaba frito, no podía escaparse de esa acosadora, tendría que pagarle.

Entró a la farmacia siendo anunciada su llegada y justo al final de aquel corredor principal se encontraba una chica de cabello negro y corto hasta la mandíbula junto con una sonrisa burlona.

— Comencé a creer que no vendrías.

Henry rodó los ojos y estaba por soltar un mal comentario pero una mala mirada de Greta a espaldas de Mathilda lo detuvo. Si que era una chismosa.

Mathilda al notar que el chico miraba algo detrás de ella giró una poco encontrándose con su rubia amiga que observaba a su invitado con cara de pocos amigos, no era nada nuevo, a Greta no le caía bien nadie.

— No te preocupes, G. — Le sonrió cortamente — Yo me encargo.

— ¿Segura? — Dijo con un tono molesto y Mathilda solo asintió haciéndola rodar los ojos — Como quieras, estaré cerca por si necesitas algo.

— Claro. — Dio por terminada la conversación y regresó su vista al matón — ¿Y... cuánto me darás hoy?

Sin decir nada dejo dos solares en el mostrador y se los extendió rápido y alejo su mano de igual manera antes de que esta pudiera tocarlo como la anterior vez.

— Perfecto, falta la mitad. — Guardó aquello en la caja registradora y acto siguiente anotó el seguimiento del chico en una hoja de papel y algo más que el no llegó a ver.

Le entrego aquel papel con un doblez y hasta que salió de la tienda y lo desdobló supo que aquel dato extra que escribió era su número telefónico. Hizo una mueca y lo tiró al suelo sin importarle mucho.

Mathilda bufo y se cruzó de brazos en el mostrador, que pesado.

Los siguientes días no paso mucho en realidad. Henry la evitaba y ella sólo podía verlo unas cuantas veces de lejos puesto que el chico casi nunca asistía a clases. Lo mucho que pudo ocurrir fue cuando se inclinó de espaldas en su silla cuando estaba en clase al verlo pasar en un corredor y terminó cayéndose de espalda contra el suelo, pese a la gran vergüenza que sintió lo único que pudo hacer fue reír.

La siguiente vez que el chico fue a pagarle ya llevaba los seis dólares completos y así ya no volver a la farmacia. Pero Mathilda estaba más preparada.

Henry entro casi como un rayo y en un abrir y cerrar de ojos puso el dinero faltante en el mostrador con una mirada neutra se lo extendió a la pelinegra de cabello corto — en ese entonces — la cual chupaba una paleta de forma tranquila.

— Guau. — Exclamó aún con la boca llena — Esta vez si me sorprendiste, bien hecho, supongo. — Se encogió de hombros algo desanimada ante lo último.

En fin, podía intentar de otra forma. No importa cuanto la evada, cuando lo intente o pelee, ella no descansaría hasta que fuera suyo.

— Si, como sea. — Soltó desinteresado — Ya no me molestes.

Mathilda apretó los labios e hizo un sonido de afirmación algo sarcástico.

— Claro, como digas.

Henry rodó los ojos y se dio media vuelta dispuesto a irse cuando un ruido en seco a sus espaldas lo hizo detenerse. Volteo intrigado por aquel sonido encontrándose con una cajetilla de cigarrillos en el suelo.

Estaba por ignorarlo y seguir su camino pero algo lo detuvo, no le caía bien aquella chica pero había sido amable con él, solo por esa vez no seria un hijo de puta, pero no habría más.

— Se te cayo.

— ¿Qué? — preguntó inocente.

— Eso, los jodidos cigarros. — Señaló la caja en el suelo y ella con el ceño fruncido se asomó e hizo una mueca.

— No veo nada, ¿tú si?

— ¡Si, están justo-! — Se acercó frustrado para recogerlos del suelo pero la mirada obvia de la chica lo detuvo y sin que nadie lo viera guardó la cajetilla en su bolsillo — Tienes razón, no había nada.

— Tal vez te gustaría hacerte un examen de la vista, Bowers.

— No molestes. — Manifestó en su tono tosco usual pero esta vez fue más calmado lo cual hizo sonreír a Mathilda.

— Vuelva pronto.

Él solo asintió con mirada neutra comenzando a irse pero al abrir la puerta se detuvo pensativo y sin mirarla susurró un apenas audible "gracias" que hizo saltar de la emoción a Mathilda.

Luego de ello el rubio comenzó a pasar por aquella farmacia por las tardes a comprar uno que otro dulce o simples chucherias extra que el señor Keene vendía. Y Mathilda obviamente era la voluntaria para atenderlo, cada vez eran más ridículas las cosas que compraba, desde llaveros a plumas de apenas unos centavos, era muy fantasiosa y no quería comenzar a crear películas en su cabeza pero su sexto sentido le decía que iba por ella. Más no hablaban mucho, más lo que debían.

Tuvieron que pasar semanas para su siguiente encuentro largo. El cual tuvo inicio cuando Mathilda salía de los tocadores de mujeres y atrapó al bravucón peleando con el maestro de laboratorio por alguna travesura que hizo en su clase y la disputa terminó con el hombre calvo diciéndole al rubio que de castigo se quedaría en detención hasta las cinco, cosa que no le agrado mucho a Henry pero este no podía objetar.

Era su oportunidad y no iba a desperdiciarla. Rápidamente creo un loco plan en su mente donde finalmente podría tener un rato a solas con él. Lo estuvo pensando todo el día, buscando fallas arreglando detalles, entre otras cosas. No decía que no fuera una mala idea pero era fiel creyente al dicho de que vida sólo hay una y era para vivirla y disfrutarla, al fin y al cabo lo peor que podía pasar es que Henry la mandara a la mierda pero ¿y eso qué? Igual no era el único chico lindo en Derry.

Ya eran pasadas las tres de la tarde y la escuela se iba vaciando cada vez más y más hasta el punto de que solo quedaron los estudiantes que asistían a alguna tutoría, conserjes, pocos maestros y como no: los castigados.

Mathilda se terminó su cigarrillo y lo tiro en algún lugar en la acera para después pisarlo dejando manchas de ceniza para después entrar al edificio con determinación hasta el aula donde terminaban todos los niños que se portaban mal.

Toco tres veces y sin esperar respuesta abrió de golpe la puerta recibiendo miradas curiosas. Hablo antes de que el profesor pudiera hacerlo primero.

— ¿Es de alguien un DeLorean plateado?

— Es mío. — Aseguró el hombre de gafas detrás del escritorio — ¿Por qué?

— Ah, es que un oficial está poniéndole una multa y está por llamar a una grúa. — Sostuvo su mentira con una mirada seria pero aún así con un tono de angustia que alarmó de inmediato al profesor de guardia.

— Carajo saldrá una fortuna sacarlo del remolcador. — Susurro en gruñidos bajos mientras a pasos rápidos se dirigía a la salida donde Mathilda solo se hizo a un lado con una sonrisa traviesa orgullosa de que su plan funcionara.

No tenía tiempo, no faltaba mucho para que el profesor Hervey se diera cuenta que el supuesto policía era un comprador de antigüedades, aunque si bien aquella carcacha no era una antigüedad si tenía un gran parecido al auto de Doc y Marty McFly de "Volver al futuro".

Sin perder más tiempo se acercó al escritorio tomando la lista de alumnos castigados buscando con rapidez el nombre de Henry que al encontrarlo inmediatamente lo borro con una goma que estaba regada por el mesón.

Acto seguido se dirigió casi a trote al lugar donde se encontraba el anterior nombrado el cual no dejó de mirarla con el ceño fruncido algo extrañado con su presencia, estaba comenzando a asustarle.

— Vámonos. — Bramó ansiosa.

— ¿Qué? — Se irguió de la sorpresa en su silla — ¿Y el castigo?

— Borre tu nombre, nunca estuviste aquí. — Explicó rápido y él aún anonadado se levantó comenzando a seguir a la animada chica.

Hasta que recordó un detalle que lo hizo detenerse en la puerta de aquel salón.

— Si alguno dice algo no habrá Derry suficiente para que corran.

Los presentes ni siquiera lo miraron pero su silencio dejó conforme al rubio el cual miró a Mathilda la cual estaba dando un vistazo rápido a los alrededores y al no ver muros en la costa los adolescentes rápidamente se dirigieron a la salida trasera donde no podían ser vistos.

— Gracias. — Espeto en un suspiro corto, ya no le era tan difícil decírselo.

Mathilda le sonrió pero esta se borró en el instante en el que noto que el chico comenzaba a irse.

— Guau guau, espera. — se posicionó frente a él — Yo te secuestre, eres mío ahora.

— ¿De qué mierda estás hablando? — Emitió confundido.

— Yo te saque, lo justo es que el tiempo lo tenga yo.

— ¿Me sacas de un castigo para entrar a otro?

— Bueno, si estabas ahí es porque te lo merecías y no creo que quieras que alguien vaya a notificarle tu escapada al profesor. — Ante la última amenaza Henry se acercó amenazante más ella solo sonrió arrogante — No te tengo miedo, Bowers.

— Deberías. — Susurro cerca de ella tratando de contener tanto coraje.

Soltó una risa seca.

— ¿Qué harás? ¿Golpearme? De acuerdo — Opinó sarcástica y luego colocó su mejilla más él no movió un músculo — ¿No? Bueno. — Se encogió de hombros haciéndolo apretar los puños.

— En serio te odio.

— Claro que si chico rudo. — Aseveró como si nada para después golpearlo en el pecho levemente y tomarlo de la mano comenzando a jalarlo pero él incómodo se zafó de su agarre haciéndola rodar los ojos — Sígueme.

Ese día tuvieron lo que al día de hoy podían considerar su primera cita.

Fue en el remolcador o de autos. Según la pelinegra los trabajadores se tomaban descanso de tres treinta a cuatro y media entonces tenían una hora para conocerse.

Al principio ella parloteaba igual que un perico drogado con extasis y al rato hicieron una pausa donde ambos fumaron un cigarrillo sin emitir palabra alguna hasta que Henry finalmente charlo con ella ante tanta insistencia de la pelinegra, no hablaron de cosas profundas o importantes, solo datos banales como preferencia en películas, colores, hobbies, entre otras cosas.

A ese punto el rubio no sabía si ella era muy insoportable o buena manipulando.

Lo extraño ocurrió después que a mitad de un intercambio de anécdotas escucharon las risas y voces de los trabajadores del lugar dándose cuenta que casi eran las siete de la tarde y ni siquiera se habían dado cuenta cuando el sol había bajado su gran brillo de la tarde por uno más tenue que próximamente le daría lugar a la oscuridad.

El par angustiado por la pérdida de tiempo se despidieron de forma rápida y cada uno tomó su camino.

Esa noche Henry agradeció que su padre dobló turno y no llegaría a casa hasta la mañana o tal vez en la madrugada. Aquel silencio en su casa alejada de cualquier vecindario común lo hizo pensar en muchas cosas, su mente se nublo y sus pensamientos fueron invadidos por una pelinegra de ojos cafés con extraño humor, estaba loca y eso por alguna razón lo hizo reír recordando algunas de las bobadas de las que hablo por la tarde mientras mordía una pizza congelada. Aunque muy a su pesar debía admitir algo, aquella chiflada era hermosa. Al menos pudo ocultar muy bien las carcajadas que quisieron salir en aquel momento cuando estuvo con ella, o eso creía.

Pues, a varios kilómetros de aquella morada, la dueña de los pensamientos bailaba y cantaba por toda su habitación al ritmo de Somebody to love de Queen. Tomó una de sus almohadas pegándola a su rostro y soltando un pequeño grito de felicidad para después dejarse caer de espaldas sobre su cama con una sonrisa de oreja a oreja, fue de las mejores tardes que tuvo desde que llegó a ese horrible pueblo. Le encantaba conseguir lo que se quería y hacer lo que le venía en gana.

Lastimosamente su burbuja de felicidad fue rota cuando su hermana mayor, Taylor, irrumpió en su habitación sin aviso alguno.

Mathilda solo la miro aburrida sin moverse de su posición.

— Joan quiere que te recuerde que mañana tienes cita con el doctor Berger.

La menor solo rodó los ojos ante aquella información y volvió a colocar su almohada en su cara no queriendo ver a la rubia que ante la actitud de Mathilda soltó un bufido y se largó del lugar sin decir algo más.

La de pelo corto dejó pasar aquel mal rato y volvió a sonreír recordando todo lo que hizo aquella tarde.



ACTUALIDAD

— Vamos Belch. — Rogó en un puchero pero el chico no la volteaba a ver y trataba de ignorarla — Unas cuantas cuadras y ya.

Se detuvo con una gran exhalación completamente harto.

— No te prestaré mi auto, aprendí la lección.

Mathilda rodó los ojos.

— Aquel poste se me atravesó. — Belch la miro mal — No paso nada, fue un raspón y ya.

— Quedó feo. — Le recriminó indignado — Aunque estoy pensando en pintarlo de rojo, juntare dinero. — Hablo orgulloso.

— ¡Ahí está! — Lo señaló — Si pasa algo después no se notará.

El de gorra terminó por suspirar. Viéndolo por otro lado tal vez si si padre veía más magulladuras podría prestarle para el baño de pintura ya que el tonto de su mecánico había decidido subir los precios.

Después de minutos de silencio y súplica con la mirada por parte de la pelinegra terminó por suspira rendido.

— Solo... trata de no chocar.

— Pan comido.







Henry sostenía la correa de su mochila con el ceño fruncido buscando aunque sea el auto de Belch ya que no vio a ninguno de sus amigos en la entrada de la escuela al momento de salida, ni siquiera a Mathilda, lo cual lo extraño.

No fue hasta que observó aquel auto azul doblar la esquina "a tropezones" — por así decir — hasta acercarse a él e iniciar a tocar la bocina demasiado llamando la atención de varios estudiantes alrededor.

El conductor bajo la ventana encontrándose a Mathilda con una sonrisa de oreja a oreja mientras que Belch a su lado se aferraba al tablero y a Victor detrás de este abrazando el asiento del anterior nombrado mientras que Patrick tenía una sonrisa divertida y pose relajada, como si estuviera disfrutando el paseo.

Como Henry tardo en salir de su clase de calculo el resto decidió darle una vuelta a la manzana para que la menor practicara su conducción, más una vuelta de dos minutos les tomó quince por todas las veces que se apagó el motor más todos los frenos bruscos que daba la chica sin querer.

Henry se dio media vuelta, prefería caminar. Más su novia al notar lo que quería hacer saco medio cuerpo por la ventana jalándolo del cuello de su camisa hasta acercarlo al auto.

— Sube, yo te llevo guapo.

Henry, igual resoplo rendido y se subió con resignación a aquel auto.

Mathilda se colocó sus lentes de sol para después dedicarles una sonrisa confiada a los pasajeros los cuales iban bien sujetos de algún lugar del auto.

— Andando.

Puso el auto en marcha pero apenas avanzó a la mitad de la calle cuando soltó el clutch sin cuidado y el moto se mató justo cuando un auto quería pasar por esa calle para recoger a su hijo o hija.

Mathilda soltó una carcajada mientras que el resto de chicos se escondía en los asientos por la vergüenza del momento.

— ¡Ay, perdón! — Gritó viendo al otro auto con pena volviendo a encenderlo y conduciendo como una persona normal, con sus fallas, claro.

Primero dejaron a Patrick y después a Victor. Era el turno de Henry y Mat pero Belch por miedo de que algo le ocurriera a su auto la echó del asiento del conductor y pese a que sobraban lugares ella se fue en las piernas de Henry mientras acariciaba su cabello.

El trío iba entre bromas y platicas casuales hasta que pasaron por el puente de los besos y la pelinegra abrazó al rubio por el cuello y chocó sus labios con los de él de forma brusca pero aún así al despegarse ambos rieron. Era una tradición y obligatorio que, cada que pasaran por el lugar debían tener un beso, no importa cuanto durara o como fuera.

— Veremos A nightmare on Elm Street. — Anunció — Final.

— ¿Cómo sabes qué es la última? — Levantó un poco la vista para mirarla a los ojos.

— El título dice "Freddy's dead" — Sacó la lengua — Pésimo spoiler Hollywood. — Lazo al aire rodando los ojos — Como sea ¿vienes Belch?

— No. Odio ver películas con ustedes. — Dijo serio.

— ¿¡Por!? — Preguntó esta indignada.

— La última vez no dejaban de besarse y a los veinte minutos tuve que ir por condones porque alguien no podía hacer una pausa y perder la inspiración. — Dijo mirando mal al otro chico en el carro.

Mathilda soltó una gran carcajada. Escuchar la otra parte de la historia con la narrativa de Belch hacía qué todo pareciera más cómico que caliente.

— Tienes razón, mejor no vengas. — Dijo burlona y Henry expandió su sonrisa.

Esa vez si iba preparado.






~ EDITADO

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