𝙘𝙝𝙖𝙥𝙩𝙚𝙧 𝙩𝙝𝙞𝙧𝙩𝙮
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CAPÍTULO TREINTA
CRY BABY
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SUS DEDOS TAMBORILEARON ansiosos mientras sus ojos paseaban por todo el pasillo evitando a cualquier costa mirar a la chica frente a él, la cual fumaba un cigarrillo muy amenamente mientras que el terrible silencio estaba por matarlo.
Carraspeo de manera casi inaudible esperando alguna reacción de su parte, pero en cambio, la peli negra solo inhalo más tabaco.
El castaño se removió incómodo en aquella pared, moviendo igual de manera descontrolada sus piernas sin estar cómodo en ninguna posición. Todo lo contrario a la oji miel, que pese a estar torcida y casi tirada, como en un trance, en la pared de en frente.
Pocos minutos más de martirio para Denbrough pasaron hasta que Mathilda termino su cigarro y guardo la colilla en su bota con la mirada perdida.
— Perdón. — Murmuró levantando un poco su cabeza
— P-Perdóname tú a-a-a mi. — Respondió rápido sin pensarlo.
— ¿Por que? — Frunció leve el ceño — Tu me ayudaste.
— Pero t-tal vez no fue la m-manera. — Limpio el sudor de sus panas en su pantalón — D-Debes pensar que me aprov-veche de ti
Soltó una risa seca.
— Yo fui la que llego e hice un teatro en tu casa. Debes pensar que estoy loca. Y... está bien — Por el tono en el que lo dijo él supo que no era así — Eres mi amigo e hiciste lo que tenías que hacer.
Bill quedó pensativo, no le gustaba aquella palabra y no supo si fue por el calor del momento y que estaban solos o que finalmente encontró la fuerza y valor suficiente.
— L-La verdad, es algo que q-quería hacer desde hace mu-mucho. — Ella levantó la vista extrañada y se irguió tensa — Es q-que, perdón — Enredó sus palabras hasta que tomó una respiración profunda — Mathilda, me gustas — La anterior nombrada sintió cómo si alguien pinchada sus pulmones y toda su respiración se iba de golpe — Estoy e-enamorado de ti desde hace mucho.
Hubo silencio de su parte hasta que río sin una pizca de gracia.
— Es un chiste, ¿verdad?
Bill negó avergonzado y sin sentirse como esperaba. Imagino este momento muchas veces y no esperaba esa reacción de ninguna parte. En sus fantasías estaba él lleno de confianza, tal vez con flores en mano y con una Mathilda sonriente saltando a sus brazos.
— ¿Por qué?
— ¿Por q-que, qué?
— ¿Por qué dices que me amas? — Preguntó seria.
Tenía una lista mental que dejaría corta a la biblia pero en ese instante no sabía como resumirlo o no sabía si hacerlo, ni siquiera algo de ella venía a su mente, se obligó a soltar cualquier cosa antes de quedar como un tonto.
— Porque eres p-perfecta y- — Antes de continuar lo cortó de inmediato levantándose de su lugar pareciendo molesta.
Él no tardo mucho en imitarla preocupado por su reacción y repentino cambio de humor.
— ¿Qué s-sucede? — Cuestionó él chico con los nervios a flor de piel.
— Bill, no estás enamorado de mi. — Río sin humor, solía hacerlo para que sus palabras no salieran tan bruscas pero el resultado era todo lo contrario.
— ¿Qué? ¿Dije algo mal o-?
— Bill, no soy perfecta — Dijo de una manera muy seria y fría — Somos amigos y sabes de mi lo que quiero que sepas, tal vez un poco más porque te tome la confianza suficiente para hacerlo... Pero fuera de eso... Tú no me conoces.
Bill no sabía que decir, aquello lo tomo desprevenido más no podía replicarle que básicamente la acoso durante un año y creía saber lo suficiente de ella como para adorarla de tal forma
— C-Claro que si.
— No, Bill, no lo haces — Respiro tranquilizándose — Y si crees hacerlo... Entonces estás enamorado de la idea que tienes de mi y si esa es que soy perfecta... Entonces no sabes nada.
— Pero Mat...
— Bill, por favor — Pidió suplicante cerrando sus ojos — Justo ahora no quiero hablar de eso. Perdón por no corresponderte, yo tampoco te conozco lo suficiente pero te aprecio... Como mi amigo.
Bill sintió aquello como una caída de un rascacielos de veinte pisos junto con varias puntazos en su cuerpo. Solo atinó a agachar su cabeza avergonzado con es feo golpe de realidad, muy profundamente de si mismo lo entendía pero la otra, mucho más grande, solo quería replicar que era mentira y seguir firme en su postura, más sabia que no era el momento. No cuando posteriormente tuvo un ataque de pánico y después de que ella le soltara aquella bomba.
A los segundos sintió los brazos de la chica alrededor de su cuerpo abrazándolo, pero este no pudo devolvérselo, su cuerpo no reaccionaba.
— ¿Podemos olvidarlo? — El dulce susurro de la peli negra se coló en sus oídos y el solo atinó a asentir logrando poder rodearla con una de sus extremidades.
Duraron así varios minutos en los que ella lo abrazó con más fuerza sintiéndose terrible por la forma en la que manejó la situación y esperaba que con aquel gesto pudiera remediar algo pero el daño ya estaba hecho y no había marcha atrás. Su cabeza no daba para más pero darle falsas esperanzas justo cuando el asunto de Richie estaba tan fresco sería agregar otro problema a su gran lista a punto de reventar y no podía con tanto. Ello mejor era dejar todo claro desde ya.
Se separaron lentamente retrocediendo hasta que ambos chocaron sus espaldas en las paredes donde antes estaban recargados. Mathilda le sonrió débilmente y Bill apenas pudo regresarle aquel gesto.
La chica queriendo cambiar los aires se deslizó hasta el piso adoptando una posición rígida, abrazándose a sí misma pegándose lo más que pudo hacía la pared color celeste mientras que Bill igual se sentó frente a ella expandiendo sus piernas y el resto de su cuerpo sin ganas de hacer otra cosa.
Otros largos segundos de martirio y silencio pasaron hasta que Mathilda con voz dudosa murmuró:
— ¿Ya charlaste con los chicos sobre eso?
— Ah, ¿s-sobre qué? — Respondió distraído.
— Sobre el clima, obviamente. — Soltó sarcástica — Creo que está por llover. — Bill la miro confundido puesto que el día está soleado — ¡Obviamente hablo de Eso! — Recalco la palabra final — El... jodido payaso diabólico.
— Oh, s-sobre E-Eso. — Asintió ausente — Aún no se cómo ha-hacerlo.
— No hay que adelantarnos, hay varias alternativas. — Jugó con sus manos.
— ¿C-Como cuáles? — Se cruzo de brazos curioso.
— Uno, Ronald McDonald ve que somos adversarios muy inteligentes y desiste de su idea de atormentarnos. — Comenzó a enumerar mientras que Bill la observó sin créelo — Dos, David, tu y yo... — Piensa — Bueno, y tal vez Ben, podamos vencerlo solos y fingir que nada paso.
— Y-Yo creo que-
— O mudarnos a Canadá y cambiarnos las identidades. — Finalizó con el que creyó fue un broche de oro, pero Bill no estaba de humor.
— ¿T-Te estas burlando d-de mi?
— ¡¿Ves que me estoy riendo?! — Gritó histérica mordiendo sus uñas — ¿En que rayos nos metimos, Bill? — Balbuceó desesperada — ¡¿Y como demonios lo hicimos?!
— N-No tengo ni la menor i-idea. — Dejó caer su cabeza hacia atrás rendido. En lo último que quería pensar era en Eso.
Suspiraron.
» — L-Le dire a los chicos. — Mathilda asintió distraída.
— ¿No tienes el número de los Warren? — Preguntó aún mirando a la nada como si aquello resolvería todo el problema — Creo que serían de mejor ayuda.
Ante lo último, Bill le dirigió una mala mirada.
— ¿T-Tienes algo en c-contra de involucrarlos?
El tono que Bill estaba tomando comenzaba a sentir incómoda a Mathilda pero está solo quería bromear para aligerar el ambiente, por lo visto no estaba saliendo muy bien.
Pero su pregunta trajo dos nombres a la mente de la chica: Richie y Stan. Pensó en lo incómodo que seria todo, pero okey, su vida estaba en juego, podía tomar el papel de madura una vez en su vida.
— No, solo bromeaba — Sonrió torcida en cambio Bill asintió poco confiado — Entonces ¿cuándo empieza la cacería?
Jugaba con un yoyo que encontró debajo de su cama disfraidamemte. Este ni siquiera regresaba a su lugar de origen y repetía la acción una y otra vez.
El nombre de su pequeño hermano, ya casi borrado de aquel platico hizo que aquel vacío que sentía en su pecho se intensificara acumulando lágrimas en sus ojos mieles junto con un fuerte nudo en su garganta ardiéndole el pecho, pero el llanto simplemente no salía.
Estaba tan acostumbrada a llorar que su lógica en aquella situación fue que su cuerpo se negó ante tanto estrés que traía encima. Si comenzaba seguramente terminaría gritando y haciendo un completo berrinche igual que el de una niña a la cual su mamá no le quiso comprar una muñeca en un supermercado.
Ante la poca cooperación de su cuerpo con su momento depresivo arrojó el juguete color verde lima a algún rincón de su cuarto tratando de alejar sus pensamientos negativos y dirigirlos en otra dirección.
Pero nuevamente cayó en el mismo círculo vicioso.
Ahora por su mente rondaba el recuerdo de ella abandonando la casa de Bill. El sentimiento de soledad no la dejo ningún instante y el abrazarse a ella misma ya no funcionaba, pues antes, cuando estaba sola físicamente mínimo podía fingir que eran los brazos de alguien más, como alguna vez fueron los de Henry, Richie, Bill, vaya incluso hasta Stan. Pero ya no había nada.
Estaba consiente de que Bill aceptara su decisión pero eso no significaba que él necesitaría espacio, entendía y respetaba eso, sería muy egoísta de su parte pedirle seguir ahí para ella después de lo que le dijo, además de contradictorio.
Planeaba no tener mucho contacto con él — más del necesario — hasta el verano, como él indirectamente se lo pidió. Pues el oji azul le pidió paciencia en lo que ingeniaba una forma no tan descabellada de decirle al resto de sus amigos sobre la existencia de eso, y era muy comprensible, ni siquiera cuando ella le preguntó pensó en alguna forma de pronunciar de manera sutil "Hey, un payaso asesino que probablemente no sea humano no persigue con sed de sangre".
Si alguien le dijera algo así esperaría un rato para pedirle un poco de la droga que inhalo.
En fin, confiaba en el intelecto del chico y sabía que encontraría una manera inteligente de soltarles toda esa información. O eso esperaba, tal vez era muy optimista ó tenía mucha fé en el.
De igual manera, aquella "cacería" la pospondrían hasta el verano puesto que los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina y tiempo era lo menos que tenían ahora. El hecho de que el chico pensara salir vivo que aquella pelea y entrar con excelentes notas para el siguiente año era alentador.
Giró sobre su cama quitándose la cobija de borrego de encima, tenía bastante calor, no sabía porque se la coloco en primer lugar. Soltó un fuerte y profundo suspiro cuando vio su libro de física sobre uno de sus burós.
Su examen sería el lunes y no tenia ánimos de estudiar, tampoco es que algo de las leyes de Newton lograra entrar en su cerebro ahorita.
Necesitaba salir, hablar y explotar. Y sabía con quien dirigirse.
Toco el timbre de forma insistente hasta que el peli negro finalmente abrió la puerta mostrándose asombrado por su presencia.
— ¿Quieres un helado? Yo invito — Mostró su dinero en mano ansiosa.
Eddie, al ver sus dedos pintados de negro seguramente por exceso de ceniza de cigarro y el rastro de rojez en sus ojos, asintió sintiendo pena por la imagen presentada de Mathilda frente a él.
El amor es uno de los sentimientos más plenos y hermosos que llegarás a sentir en tu vida. Todo es de color rosa y felicidad, claro, todo era mejor cuando eres correspondido.
No era el caso de Mathilda.
— Solo quiero... — Lloriqueó — No pido nada más que un abrazo.
El chico que antes comía tranquilo y expectante su helado de menta, se acercó a ella dándole lo que pedía logrando que Mathilda finalmente pudiera llorar desahogándose y dejando salir todo lo que tenia dentro de ella.
La peli negra lo abrazo con fuerza aferrándose al pequeño sin importarle lo terrible que luciera ahora, aunque probablemente se arrepintiera después, ya no podía con la agonía en su pecho.
Se sorprendió de lo fácil que logró romperse frente a él, pero al mismo tiempo estaba a gusto con Eddie pues es el único amigo que no se le ha insinuado, incluso se ofreció a ayudarla con Richie pese a que ese era un tema deshecho, además era buen oyente. Igual pensó en Víctor pero no quería involucrar cualquier cosa que tuviera que ver con Henry.
— Todo estará bien, tranquila.
— ¿Lo prometes? — El chico no respondió, si no salía bien no sabría como mirarla a la cara nuevamente.
Ella lloró más fuerte.
— Ya no se que hacer. Todos se están alejando y no puedo con esto. — Se separó volviéndose a sentar en la roca de antes y el igualó su acción.
No importaba el volumen de su conversación o cualquier cosa en ningún sentido. Era su momento y tenía que sacarlo todo para soportar un poco más frente a los demás.
— Betty está muerta, deje a Henry, Stan me odia, Richie me botó, Bill no quiere saber de mi, tampoco Greta — Intentó limpiar sus lágrimas; estas comenzaban a quemar sus ojos — David es horrible igual que Ara. — Eddie tenía bastantes interrogantes con cada palabra que la chica soltaba, pero no era el momento, claro estaba. La que más resaltaba entre todas ellas era el porqué hablaba de David en presente y no en pasado si es que el chico había muerto hace meses — Comienzo a creer qué hay algo mal en mi, yo sola alejo a las personas que quiero y... y... Eddie, no quiero perderte a ti también. Eres el único amigo que me queda.
El anterior nombrado seguía sin pronunciar palabra alguna, lo único que atinó a hacer fue dejar su cono de lado posicionándose a lado de la ojimiel abrazándola por los hombros.
— No te preocupes Mat. No me iré a ningún lado.
Tiraba descuidadamente las pidras que se encontraban en su camino — que era más bien tierra húmeda conjunta — en el pequeño río, haciendo que rápidamente se deshicieran al estar en contacto con el agua imposibilitando su vista hacia las llaves que se encontraban por debajo del puente con un montón de iniciales talladas.
No fue hasta que repentinamente sintió unos brazos rodear su cintura fuertemente hasta separar sus pies del suelo levantándola por los aires haciéndola gritar inmediatamente.
— ¡Suéltame! ¡¿Quien eres?! ¡Déjame! — Gritó y pataleo pero la persona que la sujetaba era mucho más fuerte que ella, lo cual la hizo entrar en pánico.
Sus nervios aumentaron cuando vio que el extraño la acercaba al túnel del límite del puente de los besos que sus movimientos aumentaron intentando zafarse y enfrentar a su captor. Pero todo fue en vano, y este no la soltó hasta que se encontraron adentrados a aquel túnel.
Giro decidida a soltar un fuerte golpe cuando reconoció aquella silueta.
Trago duro ansiosa, pero, en un instante el enojo volvió.
— ¡Henry! — Golpeó su hombro en réplica — ¡¿Qué te pasa?! ¡Casi me da un infarto!
Sus reclamos hubieran seguido de no ser porque el rubio se mostraba serio. Mathilda lo miro interrogante esperando una buena explicación, pero en cambio solo recibió un sobre de carta y al tenerlo entre sus manos, con la poca luz que lograba filtrarse reviso rápido la postal entendiendo el porqué de su actitud.
Lo miro preocupada esperanzada a que soltara algo, lo que sea, pero el chico seguía en blanco y eso no era una buena señal.
— No la he abierto, ni quiero hacerlo. — Aclaró rápido después de varios segundos — Pero ¿y si es algo importante? — Murmuró bajo luciendo como un niño pequeño — ¿Puedes leerla por mi?
Mathilda asintió dudosa y con delicadeza y lentitud abrió el sobre comenzando a leer su interior.
Pasaba los renglones comenzando a sentir cada vez más ira. Era increíble. Su estúpido hermano le escribía después de quien sabe cuántos años como si nada, como si él y su pésima madre no lo hubieran abandonado con la pesadilla de su padre.
Terminó de leerla y en el mismo instante la rompió con rabia.
Ella estuvo todas esas borracheras, noches de desvelo y llanto donde Henry lloraba aferrándose a ella pidiéndole que no lo dejara como lo hizo su familia, para que de un momento a otro estos quisieran volver así como así.
Podía ser una recaída y un golpe bastante duro que no estaba dispuesta a permitir. No se lo merecía.
— No necesitas nada de ellos. — Habló dura botando los trozos de hoja al piso, los cuales el ojiazul miró con lastima y arrepentimiento. — Escucha, no es importante, ¿okey? — Lo tomo del rostro evitando que soltara en llanto. — Me tienes a mi, aunque... — No quería decirlo — Aunque ya no sea tu novia, sigo aquí.
Entonces anhelándolo se lanzó sobre él abrazándolo lo más fuerte que pudo a sabiendas que los dos solo se querían sentir en paz y por un momento lo lograron. Hasta que Henry se separó un poco de ella y depositó un beso en su frente.
— No he olvidado nuestro trato.
Mathilda sonrió levemente sin poder evitarlo y luego volvió a recargar su mejilla en su pecho.
Sus rodillas temblaban y no sabía si por nervios o por toda la cajetilla que fumo en el día sin contar aquellas tres latas de cerveza. Aunque esto último no le preocupaba mucho, tenía bastante aguante con el alcohol — aunque no era de cartón — sabía que eso no llegaría ni a marearla.
Por lo que tomar el consejo de Eddie parecía una buena idea en el momento. Probablemente también los siguientes días — si es que todo resultaba de manera positiva — .
Arreglaría las cosas, con todos. Por su bien y su paz mental. Tuvo un gran avance (o eso quería creer) con Henry. Ahora era el turno de Stan.
Lo haría de reversa. Entre más tiempo haya pasado del "daño", mejor.
Pese a que no sabía ni que decir, pues, no llegaría pidiendo perdón porque él la trato mal. Pero ahora que hacía memoria realmente nunca se disculpó como debería con el de rulos por haberlo metido en tremendos problemas con Henry. Sus coqueteos fueron inconscientes y estuvieron fuera de lugar al estar ella con el rubio.
Ahora, realmente no estaba arrepentida, ya que, en su momento de verdad le atrajo mucho el chico Uris y el disculparse por ello sería como si negara sus sentimientos y planeaba ser honesta, claro que, sin abrir nuevas puertas.
Pues, su siguiente parada sería con cierto chico de lentes y practicar sus palabras con Stan probablemente la ayudarían a no arruinarlo aún más con Richie. Por otro lado, el segundo era con quien quería pasar más tiempo y ya ahí vería la forma de alargarlo, pero, antes quería aclarar todo con el de rulos para así tampoco tener mas secretos con Richie.
Frotó su rostro posándose en el porche de la dirección que le brindó el asmático.
« No pienses, no pienses... »
— Solo suéltalo... — Susurro para si misma.
Improvisar siempre fue lo suyo.
Tocó dudosa aquella puerta blanca pese a que la morada luciera algo oscura y lúgubre. Cuando en menos de dos segundos, un Stan sudoroso y asustado abrió la puerta jalándola hacia el interior sin decir alguna sílaba, la llevo a rastras por las escaleras, donde apenas y pudo seguirle el paso hasta detenerse en una puerta oscura de madera con la respiración agitada.
— Estas pálido. — Comenzó preocupada ignorando el propósito de su visita al verlo en tal estado — ¿Todo bien?
— Está a-ahí.
— ¿Quién? ¿De qué hablas?
— La mujer del cuadro. — Susurró paranoico.
Mathilda estaba confundida, frunció el ceño mirando con curiosidad aquella puerta, no sabía a lo que se refería hasta que algo hizo click en su cabeza.
— Creí que ya te habías deshecho de esa pintura.
— N-No se como volvió a su lugar. Te juro que la tire. — Limpio ansioso el sudor de su frente a la vez que sus palabras se enredaban por lo rápido que las pronunciaba.
— Tal vez fue tu papá o...
— ¡Olvida el cuadro! — Susurro fuera de sí emanando un miedo que jamás había visto en él— La mujer en el, está ahí. — Señaló tembloroso la habitación — Físicamente está ahí.
Mathilda guardo silencio sintiendo como si un balde de agua fría le cayera encima. Eso había alcanzado también a Stan.
— No estoy loco, lo juro por Dios y-yo no lo sé...
— Okey — Suspiró, tal vez Richie debía esperar — Stan, hay algo que tengo que decirte sobre la... Cosa que viste.
Acepto cualquier tipo de
insultos pero antes quiero
decir que tome la súper gran
decisión de continuarlo y
cuando lo termine ya lo editaré.
Así que si notan ciertos detalles
que antes no se mención o
algo por el estilo, prometo
darme prisa y arreglarlo.
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