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Dentro de la acogedora casa y en ella una cálida habitación, de encontraba el taoista Xiao Xingchen sentando frente al espejo, con la madre de Xue Yang a su detrás quien peinaba su largo cabello. Su toque era suave, no le hacía doler al peinarlo
El ciego recogió unos cuantos mechones de adelante y las llevó hacia atrás para atarlos y con toque final para sujetar su cabello colocó una horquilla metálica en forma de una flor de loto color verde azulado y en el centro un gotita de color rojo y unas cadenitas largas finas plateadas colgando de ella.
— Ya estás listo. — aún estando detrás colocó sus manos viejas en los hombros del menor.
— Yo no sé que decir, es incómodo tener un vestido de mujer sabiendo que soy un hombre. —
— Pero no eres un hombre común, eres una hermosa flor. — habló suavemente. — Antiguamente a nosotros nos vestían con las más delicadas prendas para resaltar nuestra belleza y así notar a la gente que éramos hombres especiales. — sonrió y Xiao Xingchen vió esa sonrisa por el espejo. — Te puse este Hanfu porque que era correcto, o porque me acostumbraron a eso y pensé que era lo correcto. Ya sabes, soy un hombre viejo con costumbres viejas. — las dos personas se rieron por dicho comentario.
En eso Xiao Xingchen dejó de reír lentamente y su acompañante lo sintió.
— La otra vez... La otra vez que entré a su casa yo... Lo siento, — lo soltó. — Lo siento. Los asusté a ustedes y le hice llorar a usted, no pensé que lo quería tanto. —
— Y yo lamento por haberte dado una bofetada, pero cuando oí que lo alejarias de mi tuve hacer algo. No te diré los detalles pero amo a Xue Yang y es mi hijo, se ganó ese título con trabajo duro y dedicación por nosotros. Le damos amor, algo que jamás tuvo. — contestó sonriente. — Y está muy felíz y eso hace que mi corazón se aceleré y tenga más ganas de seguir latiendo y viviendo. Por él y por mi esposo. —
El Daozhang volteó para mirarlo.
— ¿Su esposo? —
En eso, se escucharon unos cuantos golpes en la puerta, Xiao Xingchen se levantó de manera rápida y buscó un sitio donde esconderse.
— ¿Si? — preguntó el hermoso ciego, oyendo los pasos del taoista a su alrededor. Le hizo reír.
— Cariño, el desayuno está en la mesa, ¿Está todo bien ahí adentro? — preguntó el esposo mayor.
— Mmm~, pues algo. Cierto animalito está asustado y busca refugio. —
El hombre detrás de la puerta soltó una carcajada.
— Sé que lo convenceras para hacerlo salir, de lo contrario no llegará para comerse esos pasteles deliciosos que preparaste, estos muchachos se los están devorando. Mejor iré a detenerlos. —
Las pisadas del señor de iban alejando.
El ciego elevó su mano al aire.
— Ya es hora, cielo. —
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La mesa estaba llena de ricos aperitivos coloridos y calientes, la niña MianMian reía de los gestos del nuevo amigo Wei Wuxian, Lou Qingyang repartía a todos los cuencos de madera a cada uno mientras Lan Zhan servía el té.
El viejo se acercó a ellos con algunos bocadillos más.
— ¿Y Mǔqīn? — Xue Yang.
— Está convenciendo al cultivador de salir. — le pasó un bollo a su hijo y este lo tomó.
¿Qué pasaría cuando estén frente a frente? ¿Qué se dirían? Ciertamente no esperaba que este día llegase.
Se encontraba bien con su familia, sentía que estaba logrando cerrar esa etapa de su vida con respecto a Xiao Xingchen.
Y ahora, él se encontraba bajo el mismo techo, y lo peor de todo es que ya sabía la razón del porque ellos vinieron aquí, Wei Wuxian se lo dijo anoche. Lo molestaba.
Por un momento creyó que tener un poco de esperanza. Ridículo.
Dió una mordida al bollo, al saborearlo se estremeció, ese bollo de carne estaba dulce. Su madre siempre lo consentía.
— ¡Hasta que por fin salen! — exclamó el padre mayor. Xue Yang estaba de espalda, no deseaba verlo y si se sentaba en la mesa o se lo cruzaría por algún lado lo ignoraria. Al dar otro mordízco, la mirada la subió hacia los demás. Frunció el ceño.
— "¿Qué les pasa a estos idiotas?" — lo pensó por como todos tenían la boca abierta al mirar algo detrás de él, hasta la niña tenía esa expresión de asombro en su rostro y se le escuchó murmurar algo de su boca. — "¿Un Dios?" —
Ya no soportando más la cara de esos tontos, voltea a donde ellos miraban, y cuando lo hace, todo pasó en cámara lenta; sus ojos se abrieron como platos y de su boca sale el pedazo de comida que masticó recientemente.
La niña no se equivocó, ante él estaba parado un Dios, un Dios precioso, que ante sus ojos pareciera que alrededor de su cuerpo resplandecía una brillante luz. Ese Hanfu puesto en el cuerpo del taoista provocaba cierto problemilla en su entrepierna, trago un poco de saliva.
Xiao Xingchen atrapó la mirada de Xue Yang y nerviosamente le dedicó una pequeña sonrisa.
— Ese silencio significa que los dejó a todos boquiabiertos — la voz de Mǔqīn los sacó a todos de su trance. El primero en dar un piropo fue Wei Wuxian logrando que el taoista blanco se sonrojara hasta las orejas, Lan Wangji fue el segundo con la diferencia que fue más educado al elogiarlo, Xiao Xingchen agradeció por ello amablemente. — ¿Y tú cielo, no le dirás nada? — eso fue dirigido para su hijo.
Volviendo al presente, el nombrado volteó, dando la espalda al taoista.
— Pues se ve ridículo, ¿Estar en el burdel te afectó, Xiao Xingchen Daozhang? No sabía que eras un pervertido. —
Los demás hicieron silencio, su padre le miró seriamente y la sonrisa del taoísta se borra de su rostro lentamente.
— Hijo... — Mǔqīn.
— Oye, disculpate ahora. — ordenó su padre. En eso el taoísta habla rápidamente diciendo que no era necesario, que tenía razón.
— No es correcto que deba usar estas prendas, pero me dijeron que mis túnicas aún están secando y que por el momento use esto. — se mira el mismo su ropa y con una incomodidad dice. — Cr-Creo que esperaré en la habitación. Perdonen. — se inclina hacia ellos y con pasos apresurados desaparece de la sala. Después de un largo silencio, Xue Yang pide que le pasarán unos panes que estaban frente a Wei Wuxian.
— ¿Eso es todo lo que vas a decir, Xue Yang? Acabas de decirle palabras horrorosas a ese pobre chico y actúas como si nada ahora. — la madre estaba realmente decepcionado por el comportamiento de su hijo.
Los demás desviaron su mirada nerviosamente pero menos Lan Wangji, quien su mirada estaba fija al ex ladrón y se notaba la desaprobación de su conducta.
Aún era regañado por sus padres mientras esté comía su pan sin levantar su vista a ellos, entonces, el segundo líder se levantó de su lugar, agarró una bandeja que estaba en la cocina y volvió colocando algunos bocadillos, una taza y una tetera de porcelana en ella, fue hacia Xue Yang, dejándolo a su vista
— Ve, sirvele el desayuno y disculpate. — la voz era algo sombría, incluso su mirada daba terror.
Xue Yang chasqueó la lengua.
De mala gana de levanta.
— ¿¡Por qué tendría que hacerlo!? ¿¡Me creen el malo ahora!? ¿¡Yo pedí que vinieran en primer lugar!? — señaló a sus padres mientras la mirada las tenía sobre los cultivadores. — ¡Los ponen en peligro al estar aquí! ¡Si quieren buscar respuestas pues de mi boca no las encontrarán, váyanse a otro lugar! — las pisadas de Xue Yang se dirigían al cuarto donde estaba Xiao Xingchen, pero sin entrar gritó. — ¿¡Me escuchaste!? ¡Estos viejos son lo único bueno que me pasó en toda mi miserable vida! ¿¡Hasta esto me quieres arrebatar para hacerte el justiciero!? — golpeó la puerta con su puño, frustrado. — ¿¡Por qué!? — jadeante por la ira, al final apoya su frente sobre la puerta — ¿Por qué? —
Dentro de la habitación, el taoísta de encontraba apoyado en la puerta de la misma manera que el otro, excepto que las lágrimas no dejaban de fluir de sus ojos y los sollozos los trataba de contener para no ser escuchados.
— ¿Por qué no me dejas ser feliz? Tú lo tienes con ese apestoso Daozhang. Entonces, ahora que yo encontré mi felicidad... ¿No la puedo tener? — estaba muy cansado, agotado.
El silencio inundó todo el lugar.
La madre de Xue Yang escondida su rostro en el pecho de su marido, la tristeza de su hijo destrozaba su corazón.
Luego...
— Lo siento. — la voz de Xiao Xingchen era muy baja pero Xue Yang lo escuchó perfectamente — No tuve la intención de amargar tu vida ni las de tu familia ante nuestra llegada, me siento mal por todo. — gimoteaba pero con una sonrisa amarga, Xue Yang podía escuchar la voz entrecortada del taoísta. Trago saliva. — Y si, si tienes todo el derecho de ser feliz, Xue Yang, y si lo encontraste lucha, lucha mucho. — en su mano blanca obtenía el collar del dueño y al mirarla entendió que ese objeto no la podía tener más en sus manos, se limpio las lágrimas. — No te preocupes, fuiste sincero y lo respeto. Tomaremos nuestras pertenencias y no iremos ¿De acuerdo? — no hubo respuestas — ¿Xue Yang? —
Xiao Xingchen se apartó de la puerta confuso, debe hacerse ido hace rato y él quedó como tonto hablando solo, tal vez no quiso escucharlo y se marchó.
Suspiro.
O eso creía.
Un ruido se escuchó por su detrás, e inmediatamente giró alarmado para ver que Xue Yang se metía por la ventana aterrizando en la cama bruscamente, este se levanta con rapidez, sintiéndose un idiota en la presencia del taoísta, quien lo miraba pasmado como el ex delincuente entró por ahí.
— Eso... — no tuvo como explicar su cómica entrada reciente. — Olvidalo. — da unos pasos hacia el cultivador logrando que el otro retrocediera hasta chocar con la puerta, Xue Yang se detuvo. — Me sigues teniendo miedo. — no fue una pregunta.
— No entiendo por que entraste si no me quieres ver. — apartó la mirada de él, no quería que viera su rostro cubierto de lágrimas. — Solo dame tiempo para que mis prendas sequen y así poder cambiarme e irnos. No pido mucho. — en eso, siente el objeto redondo en su mano recordando lo que tenía que hacer.
Caminó hacia la cama y depósito el collar en ella para apartarse nuevamente de ahí. Xue Yang, perplejo, se queda viendo su pertenencia que creía perdido.
¿Xiao Xingchen lo tenía en su poder todo este tiempo? ¿Cómo fue posible?
A pasos pausados se dirige al objeto y lo toma con sus ásperas manos, acariciando el dije con cuidado.
— Lo... Lo tuve desde que partí de la Cuidad Yi. — agregó.
— De todo lo que dijiste la otra vez, ¿Por qué no lo tiraste? — preguntó en un tono melancólico.
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La madre de Xue Yang estaba tan inquieto que caminaba de un lado al otro esperando noticias o que uno de los dos que saliera de la habitación. ¿Y si están luchando? No, no. Imposible. Sino se escucharía estruendos.
Por otro lado su esposo charlaba con los invitados, queriendo saber el motivo de su llegada y el que quiera charlar con su hijo seriamente.
— Ya se tardaron demasiado. — Interrumpió el ciego, abatido.
— Ni tanto, cariño, ellos necesitan poner las cosas en orden. Si intervienes lo único que lograrás es empeorar la situación, si se tienen que tardar, que tarden. — dió un sorbo a su té. Lou Qingyang volvió a entrar a la casa, le dijo al mayor que dejó a su hija jugando en el columpio.
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Xue Yang estaba sentando en el borde de la cama, contemplando el dije rubí detenidamente, aunque Xiao Xingchen tarda en contestarle.
Cansado, se frota la nuca con su mano.
— ¿Te quedarás ahí parado? Siéntate. — ordenó. — Tenemos para rato. —
El taoísta en duda, acepta, pero se sienta en la silla a una distancia moderada del menor, estaba tan nervioso que jugaba con sus manos debajo de sus mangas.
Después de un largo silencio más, Xiao Xingchen habla...
— ¿Cómo... Cómo has estado? — escuchó un suspiro del menor.
— Muy bien. — respondió simplemente. Xiao Xingchen asintió y volvió a agachar la cabeza.
— Tu madre es encantador. —
— Si que lo es. — su contestación fue tejante.
Nuevamente no se oye ni una de sus voces.
¿Y Xiao Xingchen que iba a hacer ahora? Esto no llegaba a nada y solo aumentaba más su incomodidad y las ganas de llorar. ¿De qué sirve que se quede si lo trataba así?
Intenta una vez más.
— ¿Quieres que te deje solo? — Xiao Xingchen. La mirada de Xue Yang se enfocó en el taoísta, era una mirada fría.
— No pondré en peligro a mi familia, las personas que me importan y las únicas que me importarán en mi vida están en esa sala, ¿Quieren saber de Jin Guangyao? Pues busca información en otra parte. —
— Necesitó saber- —
— Xiao. Xingchen. Daozhang. — dijo su nombre entre dientes.
— Uno de mis alumnos es sobrino de LiǎnFāng-Zūn. — insistió, temiendo la reacción del otro. — Si dices que lo hago por ser un héroe, está bien, pero no puedo permitir que ese niño esté en peligro bajo el cuidado de esa persona. — apretó su prenda — Por favor, Xue Yang, tienes que ayudarme. —
— ¿Ya terminaste? — levantó una ceja.
El taoísta bajo los hombros derrotado, sus esfuerzos eran a en vano.
Xue Yang cerró sus ojos, y llevo la cabeza hacia atrás. ¿Eso será suficiente para que el taoísta dejará este asunto olvidado?
Más que nada, era para que Xiao Xingchen no corriera peligro, si iba por eso camino, estaba yendo directamente a la boca del lobo.
¿Por qué ese terco cultivador tenía que ser tan... terco?
De pronto, un ruido le llamó la atención, volvió a bajar la cabeza y fijarse en algo que no vio venir ni en un millón de años.
Fue que el Daozhang bajó de su silla para ponerse de rodillas e inclinarse hacia abajo hasta tocar la frente contra el frío suelo, pidiendo una vez más su ayuda.
— ¡Tú-! —
— ¡Por favor, ayúdame! —
Entonces Xue Yang se levantó de la cama para tomar a Xiao Xingchen de los brazos y enderezarlo hacia arriba.
— ¿¡Por qué eres tan obstinado!? ¿¡Por qué te gusta meterte en los asuntos de otros-!? — abrió sus ojos, el mayor tenía las lágrimas corriendo rápidamente por sus mejillas y las manos las apoyó en sus hombros del ex bandido, apretándolo con tanta fuerza.
— Por favor... — Xue Yang niega. — Si tengo que morir una vez más pero está vez para salvar a mi discípulo, habré pagado mis pecados. Estoy dispuesto a- —
— ¡CALLA! — la voz se escuchó fuera de la habitación, asustando a su familia.
Los llantos de Xiao Xingchen pararon, sus súplicas igual.
Puede que anteriormente haya visto a Xue Yang desquiciado, con la mirada llana de deseo por venganza, brillando cada vez que se salía con la suya, pero ahora, sus ojos mostraban miedo.
Las manos dónde los sostenían se apretaron con más fuerza, sacando un quejido del Daozhang.
— Xu-Xue-. —
— No puedes morir... — habló de manera pausada. — No puedes morir, Daozhang... No me dejes. Despierta. —
Entonces el mayor se da cuenta que Xue Yang no lo estaba mirando a él, sino se enfocaba en sus propias manos y luego su pálido cuello del taoista.
Justo donde se veía la cicatriz.
— ¡Despierta! — volvió a gritar — ¡Daozhang, tienes que despertar! — comenzó a sacudirlo bruscamente.
¡No estaba en si!
El taoista blanco entro en pánico pero no lo demostró para no empeorar la situación, al contrario, deshizo el agarre con dificultad, sabiendo que más tarde se le formarían hematomas.
Xue Yang no ayudaba, intentaba poner de nuevo las manos sobre el mayor con desespero.
— ¡Xiao Xingchen! —
— ¡Estoy aquí, Xue Yang! — lo coge de su cuello y lo lleva a su pecho, justo donde de encontraba su corazón, los brazos los tenía rodeado por su cabeza. — Escuchalo bien — habló con suavidad. — Está latiendo. — los gritos del menor cesaron, pero se oia los hipos y llantos bajos.
Los demás entraron apresuradamente a la habitación pero no dijeron palabra alguna, solo vieron la imagen del taoista acunando y acariciando la cabeza de Xue Yang.
Los sucesos traumáticos lo dejaron así, oír la palabra muerte recordaba a Xiao Xingchen tirado con la sangre esparcida en el suelo, llamándolo incontables veces sin resultado de que diera una señal.
— Perdóname por ser como el resto, perdóname por no escucharte y entenderte, y también perdóname por hacerte sufrir en mi ausencia en la casa de ataúd, en nuestro antiguo hogar. — susurró, mientras daba suaves caricias a su cabeza, Xue Yang se mantenía pegado a su pecho sin interrumpir. — pero, ¿Acaso tampoco fui la víctima en la Cuidad Yi? Me has mentido por tantos años, aprovechaste mi ceguera y me hiciste cometer actos aberrantes. —
— ... — se apretó más a Xiao Xingchen.
— Ah~ aún tienes un comportamiento infantil. Di algo. —
El viejo ciego pronunció el nombre de su hijo en voz baja. Xiao Xingchen subió la mirada y pensó que tal vez necesitaba estar con su madre y dejar este asunto para otro momento.
Cuando deshacía el abrazo, Xue Yang se pegaba más a él. — No, no, quédate y abrázame... —
Xiao Xingchen no tenía corazón para negarse a su petición, más optó en volver a rodearlo.
Entonces la madre comprendió que aún necesitaban estar a solas, empujó a todos hacia atrás para volver a cerrar la puerta.
— Sabes... Estar en esta posición me sienta incómodo, pronto mis piernas se me van a entumecer... ¿Podrías...? —
— No quiero. Te aguantas, Daozhang. — el ex delincuente cerró sus ojos, escuchó a Xiao Xingchen dar un largo suspiro.
— Está bien. Nos quedaremos así hasta que estés satisfecho, ¿Te parece? — Xiao Xingchen.
— ... Me parece. — sin ser visto, Xue Yang sonrió.
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