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Lo que logró Wei Wuxian con esto, fue que Xiao Xingchen agarrará las jarras de licor y las llevará fuera de la ventana con la intención de dejarlos caer. El menor se lanzó a su pierna y la envolvió con sus brazos lloriqueando rogando que no las suelte.
— ¿¡Como te atreves, Wei Wuxian!? —
— Fue simple curiosidad! ¡La verdad quería ver tu-! — una mano blanca se posó en la boca del menor.
¡
— Eres un desvergonzado, si fuera una mujer ya te abría dado tu merecido. —pero aunque es hombre, Xiao Xingchen no iba a malgastar su energía.
Lo aparta y deja las jarras en su mismo lugar, Wei Ying aliviado, abrazo ahora a sus amores diciéndoles que papá estaba aquí, que ese hombre malo jamás les haría daño de nuevo.
Perder la compostura por alguien que se comporta como un niñato, que locura. Pero su maestra le ha advertido las consecuencias del mundo de abajo, tenía que aguantarlo.
De cansancio, fue a sentarse en la cama, juntó sus manos y agachó la cabeza.
Wei Wuxian se sintió mal por ponerlo así y se disculpó, pidió perdón por actuar infantil y no pensar en los sentimientos de su mayor.
— Gente como yo, han sufrido mucho aquí... Mi maestra llevaba a los que podía, porque en la mayoría llegaba muy tarde. — susurro, con un semblante melancólico.
— ¿Qué pasaba con los demás? —
— Los vendían a los barrios rojos o algunos morían. Mi maestra nos lo contó. — sonrió. — Sabía que nos hacía tener miedo para no bajar y quedarnos allí para siempre, pero yo salí, salí para poder cambiar a la gente...hacerla mejor... — soltó un sollozó sin dejar de sonreir.
— Xiao Xingchen Daozhang... — Wei Wuxian se puso de pie y camino hacia él.
— Anhelaba de todo corazón salvar a las personas que vivían en este mundo. Encontrar a Las Flores Hermafroditas y hacerles saber que personas como nosotros no solo era para procrear y ser tratadas mal hasta el punto de matarnos. — se ocultó en el cuello de su amigo. — Y al final paso todo lo contrario; mucha muerte, personas crueles y viles, engañosas, manipuladoras, traicioneras. —
— Nunca debiste haber bajado. — Wei Wuxian soltó sus palabras seriamente.
— ... — esas palabras fueron ecos en su cabeza.
Entonces recordó.
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"Nunca debiste haber bajado de la montaña en primer lugar. Tu maestra, Baoshan Sanren, sin duda fue sabía. ¿Por qué la ignoraste y no te cultivaste de forma obediente en las montañas? Si no entiendes los asuntos humanos ni a este mundo, Entonces no deberías haber venido!"
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No quiso responder nada, se mantuvo en silencio y dejó que sus ojos se cerrarán.
Pero las palabras de Xue Yang eran tan ciertas, que cuando vio el desorden humano, fue tanta presión, que deseaba volver a la montaña celestial con sus compañeros y maestra.
Él y su apetito de justicia. Solo era un idiota, estúpido e inocente creyendo que él solo cambiaría a los seres que habitaban este mundo.
— Mm~ — comenzaba a dolerle le cabeza. Se aparta del menor y le dice que ya quiere descansar. — Y por favor, no te quedes bebiendo hasta tan tarde. — habló mientras Wei Wuxian iba por sus reliquias, esté agitó su mano como diciendo que no se preocupara.
Entonces se acostó en la cama louhan, dándole la espalda a su amigo al mismo tiempo de cubrirse con su frazada hasta la mitad de su rostro. Mintió. No podía conciliar el sueño, ya que la voz de Xue Yang continuaba en mente.
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"Xiao Xingchen, es por eso que te odio.
Las personas que más odio son como tú, que dicen ser justas, que piensan que son virtuosas. Idiotas, estúpidos, inocentes como tú, que creen que el mundo es mejor solo porque hicieron algo bueno!"
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Todo el cuerpo de Xiao Xingchen empezó a temblar, hasta presionó bien fuerte el borde de la frazada hasta que sus nudillos de pusieron blancos y sus ojos estaban vidriosos contuviendo las lágrimas que iban a salir.
A pesar que quería ir a buscarlo, encararlo y sacarle información, también quería saber si que lo que dijo en la cuidad Yi eran ciertas... — "¿Me odias de verdad o no querías mostrarte débil ante mi ?" — pensó.
Decidió ya que era momento de dormir, mañana sería otro largo día con su loco e imperativo amigo.
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Xiao Xingchen se sentó en la cama y estiró sus brazos dando un ligero bostezo, dirigió su mirada a la cama del frente en dónde se suponía que estaba Wei Wuxian. Pero no lo encontró.
¿Acaso habrá salido a buscar más alcohol durante la noche y no se dió cuenta? ¿Hasta que tiempo se quedó completamente dormido?
Con el corazón el boca y preocupado por el bienestar de su amigo, sale de la cama con rapidez y se arregla su atuendo y cabello.
— Debería haberlo atado con la cuerda de unión a la deidad y apretarlo bien fuerte por la dudas. — gruñó molesto.
— Aiya~ Xiao Xingchen Daozhang, eso fue cruel de su parte, y yo solo fui a traerle un almuerzo de dioses para usted.— mostró un leve puchero con la bandeja de comida en las manos. El taoista de túnica blanca aflojó sus brazos y se unió a él. — Andas estresado, ¿Será por qué nos acercamos a él? — preguntó dejando la bandeja en la mesa y acomodando los platos en ella.
— Así es. — sirvió té en ambas tazas de una manera helegante. — Mejor come, el viaje será nuevamente largo y agotador. — y así se la pasaron comiendo, de vez en cuando Xiao Xingchen miraba de reojo a Wei Wuxian, quién comía el arroz con demasiado picante.
¿No le hará daño? Pensó.
Es mejor no interferir con los gustos de la gente.
Dejando los platos vacíos, los dos cultivadores recogieron sus pertenencias y se salieron de la posada.
Wei Wuxian miro a los dos lados buscando a cierto animal, conociendolo se seguro andaba bien holgazán, pero de su lado izquierdo podía escuchar gritos de la gente diciendo que tengan cuidado con un burro salvaje. Entonces Wei Ying pudo divisar perfectamente a su burro acercándose a él.
— Manzanita, mi buen amigo! ¿Me echaste mucho de menos!? Ven aquí! — estiró sus brazos esperando la llegada de su burro amigo, pero eso jamás sucedió, porque ese ingrato animal pasó de largo dejando que sus pisadas levantarán la tierra y llegarán a su hermosa cara provocando que tosiera de forma violeta y ruidosa.
Giro su su cuerpo para ver a dónde se iba exactamente y para sopresa de él, la traición fue lo que se llevó.
Manzanita estaba restregando su cabeza en el vientre de Xiao Xingchen, como si a él fuera que echara mucho de menos, como si no se hubieran visto en años, Y eso que solamente se conocieron un día!
— Pequeño burro sin corazón. — cruzó sus brazos.
El blanco taoista metió la mano dentro de unas de sus mangas y saco de ella una rica y jugosa manzana. — Te la guarde para ti, es mi manera de agradecerte por llevarme ayer. — Manzanita se puso feliz que exageradamente derramaba más lágrimas la mismo tiempo que comía la manzana de la mano del hermoso ángel.
Las mujeres pasaban por ahí y con sus abanicos que tapaban la mitad de sus maquillados rostros, murmuraron bellos elogios a cierto hombre de túnicas blancas.
Daozhang, apenado, aceleró sus pasos hacia Wei Wuxian colocándose detras de su cuerpo haciendo que las chicas se rieran por su timidez.
Era raro que un hombre actuará asi.
— Joven hermano, ¿No quiere acompañarnos a dar una vuelta? — dijo una de las mujeres al abanicarse suavemente en su faz. — Somos buenas conversando. — coquetamente guiñó.
Wei Wuxian sabía que eran mujeres del barrio rojo, pocas de ellas se atrevían a caminar en pleno día, no eran bien vistas por el "trabajo", no para las mujeres decentes y cultas, ya que estás echaban de sus maridos iban a esos asquerosos lugares.. Él no era de criticar, al contrario, admiraba que estas bellas preciosidades tuvieran valor de merodear por las calles sin darles importancia a las críticas.
Pero habló demasiado pronto, una mujer corría hacia ellas con su vestido rojo roto, relevando su desnudo hombro derecho y el cabello negro despeinado, como si alguien le hubiera estirado y algunos mechones tapaban su rostro con su maquillaje corrido. Atrás, otras mujeres la perseguían furiosas, lanzandole tómate podridos y diciéndole que se largara a su cochina cueva.
Xiao Xingchen y Wei Wuxian se miraron entre sí y asintieron seriamente colocándose en frente de ellas como protección.
— ¿Cómo se atreven a ponerse en nuestros caminos!? ¿Qué no ven que son prostitutas!? Llevan a nuestros maridos a la perdición, deberían largarse de esta cuidad! Desde que ellas vinieron este lugar no fue el mismo! Nuestros hijos están viendo sus cuerpos expuestos, mostrando sus piernas o sus hombros a la gente! No tiene dignidad! — gritó furiosa junto a las demás señoras.
— Nosotras no tenemos la culpa de sus maridos busquen carne joven. Lo que ustedes no les dan, nosotras nos encargamos! — habló la mayor de las tres, quien era protegida por el Daozhang, la otra mujer se escargaba de tranquilizar a la que fue atacada injustamente.
— Señorita, no las provoque. — susurró Xiao Xingchen.
— Aiya~, estás damiselas solo hacen su trabajo, ellas no los obligan a ir ahí, son sus esposos que se escapan de sus casas para buscar diversión. Deberían golpearlos a ellos ¿No?. — ese fue Wei Wuxian. Xiao Xingchen lo miro sorprendido, no era posible que provocará aún más está situación.
— Wei Wuxian! — gritó susurrante.
— Ustedes son cultivadores, tendrían que estar de nuestro lado! — acusó la líder agitando su dedo bruscamente al señalarlos.
— Ahora te recuerdo. — volvió a hablar la cortesana apartándose del taoista blanco quien preocupado la miró, cerró su abanico y con ese objeto la apuntó. — Tu eres la esposa de ese desgraciado abusador. Muchas veces vino a infiltrarse a nuestro hotel para tomar a la fuerza a está niña a la que atacaste. Es a tí que debería darte vergüenza vivir con un parásito como él. —
La señora roja de la furia, le arrojó uno de esos tomates, pero por suerte Xiao Xingchen lo atrapó dejando anonadada a la mujer de vestido llamativo.
— Si ustedes trabajan de ello, es que ustedes se lo merecen y para eso sirven! Si son abusadas, es porque se lo buscaron! — contraatacó.
Fue suficiente para Xiao Xingchen.
Enfurecido, aplastó el tomate con su mano, dejando a toda la multitud callada.
Las prostitutas eran despreciadas por los demás estratos sociales; pisoteadas, humilladas, hasta que lamentablemente una aparecía muerta y la gente no le importaba.
Esta mal.
— No está en nuestros códigos criticar y menos tratar mal a la gente que no se lo merece! Pero tanto ellas como ustedes tiene derecho a pasearse libremente porque son seres humanos. Algunas son explotadas, algunas de ellas se resignaron a tener esta vida, u otras prefieren ser admiradas por su belleza que preferir vivir una vida enjaluda como ama de casa. ¿Pero que un hombre que las abusa sin su consentimiento está más que bien porque ellas lo buscaron? — rio irónicamente. — ¿Quién se cree usted? ¿Una puritana? Ni los dioses la querrán en su reino. —
La boca de Wei Wuxian de abrió y las que estaban atrás también.
Las señoras quedaron atónitas, ver a un cultivador hablar así no era nada habitual, se supone que ellos son hombres de paz, única meta es desaparecer el mal del mundo.
Xiao Xingchen, con unas gotitas de sudor en la frente, en el fondo quiso que lo tragara la tierra, ¿De verdad salieron esas palabras de su boca? Jamás perdió la compostura.
Si su maestra lo viera ahora de seguro recibiría un castigo.
Después de un largo silencio, las señoras se sintieron incómodas ante las miradas de las personas susurrantes, dejaron caer los tomates podridos pero con cabeza el alto se fueron por dónde vinieron.
— Debería echar a patadas a su esposo abusador! — grito Wei Wuxian mientras rodeaba con su brazo el cuello del Daozhang, la líder furiosa aceleró sus pasos disimulando no escucharlo. — Vaya~. Xiao Xingchen Daozhang tienes todo mi respeto. — mostró su gran sonrisa a lo que el taoista se avergonzó.
Las cortesanas se acercaron a ellos y les agradecieron por haberlas protegido. Contaron que no era la primera vez que esas señoras las atacaban en frente de toda la la multitud para humillarlas. — Ya se! Hermanos, ¿Por qué no nos acompañan? Les prepararemos los más deliciosos platillos como muestra de nuestra gratitud. — preguntó la mayor de las tres a los Xiao Xingchen iba a negarse gentilmente pero Wei Wuxian lo interrumpió.
— ¿Habrá alcohol? —
— Lo que tanto deseé beber. — sonrió la segunda mujer.
— No se diga más! Aceptamos! — contestó el ex patriarca.
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Desde que abrió sus ojos, Xue Yang quería tomarse su día libre, acostarse en el pasto bajo un gran árbol de cerezos y dejar que el viento refresque su cuerpo y mente, pero al parecer su padre tenía otros planes, lo sacó de jalones de la cama para que se ponga en actividad y la mujer al verlo se rió a carcajadas.
Y ahora andando en la carreta, Xue Yang y Lou Qingyang iban el asiento del frente, uno conducía y la otra leía los pedidos que la madre de ex delincuente escribió.
Ahora ambos jóvenes iban de compras.
— ¿Cuánto falta? — habló aburridamente el mayor.
— Desde que despertaste andas así. ¿Qué es lo que te pasa? — cuestionó la mujer. Xue Yang encogió sus hombros.
— No duermo correctamente, me da pereza levantarme y lo raro es que me he sentido inquieto. — frunció el ceño, contando con sus dedos. — Como si algo va a pasar. — Lou Qingyang mostró extrañes, no era muy de él comportarse así.
Desde dónde estaban se veía la gran multitud dispersada en la cuidad.
Al llegar se adentraron y se estacionaron en un rincón, los dos se bajaron de la carreta y Xue Yang se acercó para acariciar la cabeza de su caballo diciendo que pronto volverían.
— ¿Qué tal si nos divinos el trabajo? Terminaremos más rápido y volverás a tu vida de perezoso. — sonrió divertida la chica, partió el papel por la mitad entregando a la mano del chico.
Xue Yang miro lo que le tocó comprar y suspiro, quería poner una excusa para acostarse dentro de la carreta, pero ella le ganó de antemano. Ambos tomaron caminos separados, cada uno con sus mochilas de bambú en sus espaldas.
En el camino dónde se fue Xue Yang, este pateó una piedra. Aún no entendía que le pasaba, tenía ese sentimiento de intranquilidad que apoderaba su mente y lo hacía sentir perseguido.
Fue frustrante.
Caminando unas cuantas cuadras, el ex delincuente se detiene en un puesto de verduras y hace lo que más sabe, regatear, con su gran amiga "Navaja" por si lo llegará a necesitar.
Algunos vendedores pretendían ser más astutos que él, pero por suerte el de túnica negra no se la dejaba fácil. Terminaban perdiendo y con mucho miedo.
Compraba lo que leía y a buen precio.
En realidad el vendedor no quería bajar los precios, eran muy elevados y engañaba a la gente. Xue Yang sacó a su gran amiguita y la clavó en una manzana y la comió frente al sujeto, este con las manos temblando ponía las vendedoras dentro del canasto sin apartar la mirada del comprador.
Mientras devoraba la manzana y esperaba a que el hombre termine, sin querer una conversación le llamo la atención.
— ¿Has oído lo que pasó? — preguntó un comprador en el puesto continuo, el dueño asintió rápidamente.
— Es la noticia del día, ¿Será posible que los cultivadores hayan actuado así? —
— "¿Cultivadores? ¿En esta zona?" — pensó Xue Yang. Inmediatamente se le vino a la mente la secta Jin, ¿Habrán sabido que sobrevivió? No, es imposible.
Escuchó un poco más.
— Parece que les gustan las mujerzuelas, es tan obvio porque las defendió. — intervino una mujer. — Y así se quieren convertir en inmortales o llegar la divinidad. Que ridiculez. — argumentó indignada, los que la rodeados afirmaron su opinión.
Xue Yang colgó la canasta en su espalda nuevamente cuando el vendedor termino de colocar las cosas.
Estaba pensando en dos opciones; ir a averiguar de qué secta venían esos cultivadores y si son una amenaza para él y familia, o irse ahora que no había peligro.
Solo tenía como arma una simple navaja y no ayudaría de mucho, su bolsa de polvo de cadáver y demás fueron deshechados por él mismo, agregando que dejó las prácticas de cultivo demoníaco.
En pocas palabras, era un blanco fácil.
Cuando estaba a punto de volverse por dónde vino, la voz de la mujer volvió a hablar.
— Se dice que eran un cultivador blanco y el otro de negro. Fueron llevados al barrio rojo por esas rameras. — hizo una mueca del disgusto.
— Ja! Ya no hay confianza en esos cultivadores. Tan puros que se decían ser. — habló otro comprador.
— Acaso... Tsk! Tengo que ir a verlo con mis propios ojos y sacarme las dudas — decidió seriamente.
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— ¿Dónde estabas? Te esperé por un largo rato, Xue Yang — dijo Lou Qingyang con los brazos cruzados y molesta.
Xue Yang dejo el canasto dentro de la carreta y se colocó al lado de ella tomándola de sus hombros, logrando que la mujer se asustara.
— Escucha. Hay unos cultivadores por esta cuidad, tengo ver quiénes son para no correr ningún peligro. —
— Entonces te acompañaré. — sugirió alarmada. El hombre suspiro, quería negarse a tal idea pero la chica intervino. — Oye, si vamos juntos podremos protejernos mutuamente. — sonrió cálidamente. — Te dejaré usar mi espada~ —
— Bien! — Xue Yang.
— Eso! ¿Y a dónde nos tenemos que dirigir? — habló animadamente sería la chica.
— Al barrio rojo. — soltó nuetralmente.
Hubo un largo silencio.
— ... Espera... ¿Qué? — Lou Qingyang.
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