8
El celular colgado de la cinta de su kimono sonaba, pero ella no parecía darle importancia. Se mantenía quieta, con ese rostro tan tranquilo, casi inexpresivo.
Algunos transeúntes se detenían un poco al pasar cerca de ella, era como ver una auténtica muñeca de porcelana viviente: piel pálida, cabello oscuro en dos coletas con adornos de flores blancas y ese bonito kimono en color rojo con patrones y la cinta dorados. Pero su hermoso y delicado rostro no reflejaba emoción alguna... De verdad parecía una auténtica muñeca.
--Oye, chica, ¿esperas a alguien? Ahora que lo pienso, ayer también te vi por aquí.
--¿No se ha movido de aquí?
--Tal vez es cierto que es una muñeca o algo así...
--Ha parpadeado...
--¡Ah! Se mueve.
La chica avanzó sin inmutarse de aquellas personas que se habían acercado, habiendo notado algo. O a alguien. Caminó hasta acercarse a quien buscaba, sosteniéndole el brazo.
El castaño se giró ante la acción de la chica.
--Oh... ¿Yo?
--Te encontré...
Ella por fin sostuvo el teléfono para contestar. Fue entonces quelos rodearon numerosas letras brillantes de color morado que salían directamente de aquel aparato. Una silueta al parecer femenina también energía de allí.
--Esto no es bueno...
. . .
--¿Akasawa ha desaparecido?
--N-No contesta l-las llamadas y n-no ha vuelto a la residencia...
--Estará flotando en algún río. Ya lo recogerá alguien y lo traerán aquí.
--Lo peor que podría pasarle será que lo hayan arrestado, descuida, Naru-kyun.
--O salió con una mujer. Pero no te preocupes.
Incluso con lo que Shirogane, Akihiko y William le habían dicho, seguía ciertamente preocupado.
--P-Pe-Pero... ¿N-No e-estaba en la mira d-de la Port Mafia...?
--Tiene una habilidad increíble para mantenerse vivo.
--¡Sí, mira lo sano que está después de tantos intentos de suicidio!
--Tranquilo, la Mafia no le dará problemas.
--P-Pero...
Los tres alzaron la vista hacia el más pequeño, cuyos ojos empezaban a cristalizarse y sus mejillas a enrojecer, signo de que muy probablemente empezaría a llorar.
--... Naru-kyun...
--¡Naru-kyun, no llores!
--Oye, chaval, tranquilo...
Estuvieron tratando de consolarle por varios minutos, insistiendo en que Ren Akasawa estaría bien. El chico cuestionaba una y otra vez el por qué confiaban tanto en ello.
--¡Te diré "Te amo" cada cinco minutos para tranquilizarte, Naru-kyun!
Para sorpresa de los otros dos, Akihiko se lo había tomado en serio. Mientras le seguían consolado, cada cinco minutos exactos, el chico de cabellos lilas le expresaba su afecto hacia él. Después de al menos haber repetido ese proceso de palabras tranquilizadoras y de afecto que duró al menos cuarenta minutos, el menor ya estaba un poco más tranquilo.
--G-Gracias...
--¡Hey! Saldré a investigar si eso te tiene más tranquilo.
La chica apenas salía de la puerta de la enfermería, recogiéndose el cabello en ese estilo de coleta que hacía parecer que su cabello iba más corto. Incluso si sus ojos a menudo podían notarse con ciertas ojeras, hoy se veía realmente descansada, completamente radiante de energía.
--K-Kayano-san... ¿E-Estás mejor?
--Claro, gracias a ti.
--E-Estaba preocupado...
--Entonces ya estás mejor.
--Bueno, necesito saber qué sucede en la Agencia después de todo. Es lo menos que puedo hacer por ustedes. Además de que le debo mucho a Mirai.
--Es verdad... ¿Cuántas veces recibiste el tratamiento?
Ella se quedó en silencio, mirando a sus compañeros unos segundos antes de mirar sus propias manos, contando con sus dedos mientras sus labios se movían como si murmurase, aunque nadie escuchó nada hasta que por fin se detuvo.
--Unas cuatro veces.
--Auch.
--Narumi, procura lastimarte lo más mínimo o acabarás como yo: tratamientos después de cada misión que le han asignado.
--Empiezo a creer que te gusta recibir tratamientos de Mirai.
--No lo digas así, suena a que lo hago a propósito.
--Mi-chan también parecer divertirse, seguro ya se llevan bien.
--¿Apuñalarme cuenta como que nos llevemos bien? Entonces deberíamos casarnos, el destriparme siempre es una clara señal de que me pide a gritos que nos casemos. ¿Debería comprarle uno de esos anillos de dulce que venden en la tienda de dulces a una calle de aquí? También tienen lucecitas.
--Naru-kyun, incluso aquí en la Agencia deberías pulir tu habilidad para evitar el peligro.
--¿Q-Qué peligro, William-san...?
--Por ejemplo, dentro de diez segundos...
El bostezo de la chica en la puerta lo hizo girarse. La rubia cubrió su boca y luego observó la oficina.
--O-Oh... Buenos d-días, M-Mikoun-san.
Los ojos turquesa de la chica brillaron un poco más, ella sonrió con dulzura.
--Hola, Narumi. Dime, ¿No estarás herido~?
--N-No... C-Creo...
--Ah... Mierda.
La chica murmuró lo último. El menor le observó curioso.
--¿D-Dijo algo?
--No, descuida.
Observó la sala unos segundos antes de volver a dirigirse al chico.
--¿Sabes? Esperaba que alguien me acompañara para ir de compras. Pero sólo estás tú.
--¿E-Eh...?
Se giró en busca de los demás, pero ya no estaban. Pará cuando se dio la vuelta de nuevo, joven rubia le sostenía del brazo emocionada.
--Ven, me acompañarás. Te compraré ropa muy bonita, espero que te guste. Prometo escogerla con todo mi amor ~ ♡
. . .
Después de aquellas horas de compras junto a la rubia, ahora entendía por qué las reacciones de los otros ante ello. Ella cargaba alegremente las bolsas mientras tarareaba algo, pero él aún tenía las mejillas enrojecidas, recordando los trajes que lo había hecho probarse.
--Vamos, Narumi. Bueno, aunque si el tren nos deja... No me importaría comprar un poco más...~
El chico apresuró el paso inconscientemente. Pasó al lado de una joven con kimono. Sus miradas se cruzaron por un momento, entonces pudo ver aquellos tranquilos ojos carmesí... Por alguna razón, esa chica le intrigaba. ¿Qué era exactamente lo que le intrigaba de ella? ¿Por qué? Después de esos breves segundos, la chica siguió su camino como si nada. Pero... La inexpresividad en su rostro era sorprendente. ¿Era eso lo que le daba un mal presentimiento?
Su distracción lo hizo chocarse con un hombre que se encontraba en una llamada telefónica, cayendo al suelo. Se levantó y su primera reacción fue dirigirse al hombre.
--¡L-L-Lo... Lo siento! ¿E-Está bien...?
--¿Qué crees que haces, mocoso? Este es un traje europeo hecho a medida.
--Pe-Perdón...
La chica había vuelto hacia donde él estaba. Se agachó y dejó sus bolsas de compras a un lado.
--Lo siento mucho. Por favor, acepte mis disculpas.
Su expresión dulce y la cálidez con la que sonó voz cantarina en ese momento eran increíbles. De repente, parecía tan dócil y amable hacia ese despreciable sujeto.
--¿Se ha hecho daño?
Su mano fue apartada bruscamente por aquel hombre.
--¡No me toques!
Mostró una desagradable sonrisa las iba mientras acercaba una mano y sostenía el mentón de la joven.
--Presentaré una queja en tu empresa. Dime donde trabajas. ¿Sirves té? ¿Eres recepcionista? ¿O tal vez realizas labores más especializadas?
--... Jo ~
Mirai entonces sostuvo la muñeca de aquel hombre, acercándose a su brazo para torcerlo. Empezó a tirar de él hacia arriba mientras se levantaba, esbozando una tétrica sonrisa. El hombre de inmediato reaccionó ante el dolor
--¡Argh!
--No. Soy doctora. Y veo que tienes un brazo más de lo necesario. Eso puede resultar en muchas dificultades para ti, aunque para tu suerte yo tengo una solución. ¿Quieres que realice la amputación ahora?
Aquel tono dulce había cambiado por completo, pero seguía hablando en canturreo. Narumi se encogió un poco y apartó la vista al escuchar el crujido de los huesos seguido por un grito del hombre. Ni siquiera necesitó ver para imaginarse todo lo que iba a suceder.
. . .
Los dos estaban en aquel vagón. No se dirigían la palabra mutuamente. El menor se abrazaba a unas de las bolsas de compras debido a su timidez, mientras que la chica iba leyendo algunos de los mangas que había comprado.
--M-Mikoun-san... L-Lo la-lamento... L-Lamento lo de hace rato...
--No te preocupes, Narumi. De todos modos...
Repentinamente, la joven había sujetado el tobillo del menor, recostándolo en los asientos mientras ella hacía dobladillos en las puntas del pantalón para revisar su pierna. Pasaba su mano por la piel, causándole escalofríos al chico de inmediato.
--¡¿E-Eh?!
--Vamos a ver... Vaya, ¿No es esta una pierna hermosa? Me dijeron que... Te arrancaron esta pierna cuando investigabas con las gemelas.
"No hay marcas de cicatrices o uniones... ¿Una reconstrucción instantánea...?"
--M-Mi-Mikoun-san...
Sus ojos se giraron al chico, el cual había empezado a enrojecer por la vergüenza.
--¿Huh?
--¿E-Está todo bien...?
--Estoy lamentando ahora mismo el hecho de que no fui yo quien te curó.
Dejó la pierna del chico en el suelo de nuevo.
--... ¿Sabes? La Mafia es bastante famosa por sus emboscadas. Deberías cuidarte de noche.
Él se acomodó en el asiento de nuevo, aún pensativo. Mirai tenía razón: debería comenzar a cuidarse por su cuenta. La Agencia no podría estar siempre para él en cada situación de peligro que se presentase, como aquella vez. Aún si pensaba motivarse con ello, aún le preocupaban demasiadas cosas al respecto. Justo cuando iba a dirigirse a la rubia nuevamente, los altavoces del tren empezaron a emitir ruidos.
--Probando, probando... ¡Ah, perfecto! Ejem, les habla el conductor. Lamento las molestias, pero realizaremos un pequeño experimento. Evaluaremos las reacciones explosivas y las respuestas sensoriales en un sistema no inercial. ¡Agradecemos su cooperación como sujetos de pruebas!
Apenas terminó aquel anuncio, el ruido de una explosión en uno de los vagones se hizo presente.
--¿Habrán muerto dos o tres con esa...? No importa. ¡La siguiente será mucho más potente! ¡Aún hay suficientes explosivos en los vagones delanteros y traseros para hacer volar el tren en pedazos! Muy bien, sujeto de prueba Narumi Maihara...
El chico se estremeció al escuchar su nombre. Tuvo de nuevo aquella sensación nauseabunda de la primera vez que apareció alguien de la Port Mafia.
--Si no te entregas ahora, todos los pasajeros morirán.
--P-Pero...
Bajó la cabeza. El mareo le estaba empezando a nublar la vista. Cubrió su rostro, algunas lágrimas descendían inconscientemente.
--N-No....
Al verlo temblando, la joven lo sostuvo por los hombros.
--Narumi, tranquilo...
--¿Q-Qué haremos...?
--Escucha... Tenemos siempre tres opciones. Uno: Puedes entregarte. Dos: Puedes huir saltando de un tren en movimiento, abandonando a su suerte a cientos de pasajeros. Tres:
--¿A-Acabar? ... con el enemigo...
--Eso suena perfecto para mí. Somos de la Agencia Armada de Detectives por una razón. Escucha, nos dividiremos para deshacernos de esas bombas. Yo iré al frente, tú ve a la parte trasera.
--¿Y-Y si e-encuentro al e-enemigo...?
--Oh, mátalos.
--...
--Claro, si quieres... o si te parece conveniente.
--L-Lo tengo, descuide...
La rubia caminó con decisión hacia el siguiente vagón, del cual empezaban a correr pasajeros fuera. Trataba de descifrar aquello que no le quedaba claro, ¿por qué amenazarían con una bomba un tren de pasajeros a plena luz del día? Además, con el propio responsable dentro, era prácticamente un suicidio.
"¿Una amenaza de bomba en un tren con pasajeros en pleno día? Eso es prácticamente un suicidio. Es un plan atrevido incluso para la Port Mafia... No, la palabra que busco es 'obsesivo'. ¿Quién será el responsable?"
En el momento en que Mirai ingresó al vagón de adelante, algo que parecía ser tan solo un limón rodo hacia sus pies. Ella se sorprendió un poco ante esto. A los pocos segundos, el limón explotó.
La rubia cayó inmóvil al suelo del vagón. El humo de la explosión empezaba a disiparse un poco.
--Le doy mi más cálida bienvenida a la querida dama de la Agencia. Y mi más sentida despedida.
El hombre era alto. De cabello castaño ligeramente ondulado y con varios mechones mal recortados. Llevaba una camisa abotonada, los pantalones algo raídos y sandalias, bajo una bata de laboratorio blanca bastante desgastada, con algunos alfileres a modo de adorno. También poseía una bufanda verde y una especie de cinturón. Su sonrisa era lo más similar a una expresión sarcástica, que crecía mirando a la rubia en el piso, la cual se forzaba a sí misma a levantarse: había manchas de sangre en su ropa.
--Vaya... Pero si tenemos a toda una celebridad aquí...
Él se quitó las gafas naranjas protectoras para ver mejor a la persona frente a él. Sus ojos eran de un extraño color verde que parecía mezclarse con alguna tonalidad amarilla, dando como resultado un extraño color mostaza. Tenía un brillo igual de extraño en estos, como si realmente estuviese genuinamente en cualquier reacción contraria. Se inclinó un poco hacia la joven.
--Vaya, ¿Estás viva? Fascinante. Las chicas de hoy son muy rudas.
--Es un mundo igual después de todo, no deberías sorprenderte. Desde mi perspectiva... Es más sorprendente toparme con un criminal buscado como tú en un lugar como este. Keiji Ohara. A pesar de pertenecer a la Port Mafia, te has vuelto un terrorista conocido. En tu reciente atentado al Edificio Marizen, mataste a veintiocho civiles.
--Y fue maravilloso. Todos esos síntomas que experimentaron, todo tan variado... ¡Morir es un concierto de estados en cambio infinitos! Y luego llega lo irreversible.
--¿Tratas la muerte como un experimento?
--Por supuesto. La forma suprema de la ciencia es Dios y la muerte. La existencia de ambos no puede ser superada por la ciencia. Igualmente llegará el momento para todos... Así que vale la pena experimentar un poco de vez en cuando ¿no crees? Digo, al fin y al cabo, por ahora el que la muerte suceda es inevitable. Veamos, ¿De qué color será tu sangre? ¿Saldrá a borbotones realmente o las arterias se terminarán contrayendo?
--Intenta averiguarlo.
. . .
"Si no quitamos las bombas, todos morirán... Pero... ¿Seré capaz de hacerlo?"
Abrió la puerta del vagón, pero alguien lo apartó para entrar.
--¡O-Oye! ¡N-No vayas, hay bombas...! R-Regresa al vagón central... Hay bombas en esa dirección.
Se acercó un poco a aquella chica.
Un teléfono empezó a sonar, era el de la chica. Ella ni siquiera se dio la vuelta para mirar al chico, como si él no estuviese, contestó la llamada.
--O-Oye...
Se escuchaba una voz masculina desde el otro lado de la línea del teléfono de la chica.
--Debes proteger la bomba a toda costa.
--T-Tú eres... La chica de a-antes...
No le prestaba atención. La voz del hombre siguió hablando a través del teléfono.
--Mata a todo aquel que interfiera con tu poder, Yasha Shirayuki.
Las palabras moradas brillantes emergieron de aquel aparato mientras formaban una silueta. La criatura tenía un aspecto similar al de un fantasma femenino de largos cabellos atados en parte en un moño con palillos tradicionales, vestía un kimono blanco también y sus ojos eran amarillos. Empuñaba una katana. Las numerosas letras moradas cubrieron el lugar, aquel "fantasma" generado por la habilidad de la chica al parecer, también emitía aquel brillo morado.
--¿P-Por qué...?
Aquel fantasma arremetió de inmediato contra el chico usando la katana, empalándolo a través del estómago. El chico se retuerce y tose un poco en el suelo después de haber sido lanzado hacia atrás; la sangre sigue brotando de su cuerpo. Yasha Shirayuki hace llover un aluvión de estocadas a una velocidad cegadora sobre Narumi, quien recién estaba incorporándose de nuevo para atacar. Él se detiene antes, pero aquel fantasma se movió para golpearlo nuevamente. El corte sucedió demasiado rápido, ni siquiera dándose cuenta que había sido golpeado. Su visión se nublaba de nuevo.
"Es... Muy fuerte..."
El chico gritó de dolor mientras más sangre aún brotaba de su cuerpo. Es golpeado incluso una vez más, sin tener oportunidad de contraatacar, incluso parte de las paredes laterales del tren caen. La observa a ella. La chica sigue con esa expresión impasible... Le aterraba cada vez más.
"¿Cómo...? E-Ella... Es aún muy joven..."
Ella se acerca a Narumi. Comienza a hablar con una voz monótona... Hasta sonaría demasiado tranquila para un momento así.
--Me llamo Haruka Hayami. Soy huérfana como tú. Me gustan el café y los musicales. No me gusta sentir solamente emociones negativas, si llego a sentir algo... Desde que fui acogida por la Port Mafia, he matado a 35 personas en seis meses.
--Protege la bomba a toda costa. Mata a todo aquel que interfiera.
En el otro extremo del tren, la rubia yace ya bastante lastimada en el suelo, agonizante. El hombre ríe desquiciadamente, mientras le pone un pie encima sin piedad alguna.
--Ustedes los detectives no están a la altura de los rumores, ¿Lo sabías? Bien, ahora que vas a morir, respóndeme esto: ¿Qué es la muerte?
Keiji acercó la mano a su bolsillo, extrayendo un cuchillo.
--... ¿Disculpa?
--Vamos, sólo por interés intelectual. Soy un investigador muy entusiasta. Las causas de muerte solo son simples reacciones que pueden revertirse con cualquier profesional médico. Entonces, ¿Por qué la muerte es irreversible? ¿Por qué debemos morir?
--Fufufu~
La dulce risa de la chica después de unos segundos se volvió burlona.
--¿Qué te sucede?
--¿No eres capaz de comprender algo tan simple como eso? Parece que la Mafia tampoco es todo lo que parece.~
--¿Estás diciendo que tú, una niña que juega a ser detective, comprende algo que yo no?
--Lo hago. La razón es simple... Eres un imbécil.
El hombre levanta el cuchillo y golpea la mano izquierda de la joven, clavándola en el suelo. Ella grita de dolor. Una gran cantidad de bombas de limón salen de la manga de la bata del castaño y aterrizan alrededor de la rubia. Él se mueve hacia el siguiente vagón mientras habla.
--Gracias por tu opinión informativa. Tal vez ya incluso sepas esto, pero incluso si mueres por una pérdida masiva de sangre, tu cerebro y memoria seguirán funcionando durante otras ocho horas. Creo que vendré a ver tu cadáver más tarde para preguntar cómo se siente estar muerta. Mientras tanto, ¡Diviértete!
La puerta se cierra tras él. Mirai intenta retirarse el cuchillo de la mano antes de que cualquiera de las bombas estalle, pero el arma está firmemente clavada en el piso del tren. Finalmente logra arrancarlo con sus últimas fuerzas, pero las bombas estallaron a los pocos segundos.
. . .
"No hay forma de que pueda ganar... Voy a morir aquí..."
Al escuchar el sonido de una puerta que se abre, Narumi mira hacia atrás. Varios pasajeros que se encontraban en el siguiente vagón observaban con expresiones de terror reflejadas en sus rostros.
"Todas estas personas morirán por mi culpa... Tan sólo porque viajaban en el mismo tren que yo... ¡Morirán por algo tan sencillo como eso!"
Esos pensamientos le trajeron más recuerdos a la cabeza. El encuentro con el rubio en aquel callejón, sus palabras... "Sólo por estar vivo, harás sufrir a quienes te rodean." Las memorias orfanato también volvían. "¡El mundo estaría mejor si te murieras de una vez!" "¡Este orfanato no recibirá a gente como tú!" "¿Por qué sigues vivo?" "Sólo esparces la desgracia, eres un bueno para nada." "Quienes no aportan ni ayudan al resto, no merecen vivir."
En ese momento, otra idea invadió su cabeza. Una idea estúpida, pensaba él, pero incluso así le era imposible ignorarla.
"Si yo... Pudiera salvar a los pasajeros y hacer que volvieran sanos... ¿No significaría... Que yo...? ¿No significaría que tendré derecho a vivir...?"
--Apártate...
--L-Lo siento... ¡No puedo!
El chico empezó a correr hacia la chica, pero aquel "fantasma" se interpuso. Alzó la katana, dispuesto a a acabar con él.
"Es muy veloz... No lo lograré. Si pudiera utilizar mi poder..."
. . .
El hombre regresa al vagón que sus bombas hicieron estallar.
--Vamos a ver... Me pregunto si habrá quedado algo siquiera...
El interior del vagón estaba carbonizado. El cuerpo de la rubia estaba a medio colgar de una de las ventanas del tren.
--Solo un vistazo.
Se acerca para inspeccionar la muerte de la joven, observándola con una sonrisa triunfante. De repente, el cuerpo aparentemente muerto de Mirai recobra su movimiento y le golpea la cara fuertemente con el puño, arrojándolo del otro lado de los asientos.
--¡Agh!
--Jo. .. Pero que decepción... Pensé que volarías más lejos.
--¿P-Por qué no estás...?
--¿Creíste que todos esos fuegos artificiales tuyos iban a matarme? Vaya atrevimiento de tu parte.
La chica le tomó del cuello con fuerza.
--Ahora, dime, ¿De qué lado te había golpeado?
--Y-Y-Yo diría que de este lado...
Señaló su mejilla izquierda con una extraña honestidad. Mirai procedió a golpearlo la otra mejilla con el puño. El hombre voló por el golpe, derrumbándose luego en el suelo con incredulidad.
--Tú estabas prácticamente muerta...
--Tal vez no te hayas dado cuenta, pero soy doctora. He visto cientos de muertes más que tú. ¿Quieres saber qué es la muerte? Te lo diré: la muerte es cuando se pierde la vida. Por mucho que nos esforcemos, la vida de los pacientes se nos escapa como agua entre los dedos. ¡Ahórrame tus ridiculeces sobre experimentar con la muerte de las personas! ¡Mataré a cualquiera que no aprecie la vida!
Su expresión seguía igual, pero en aquellos ojos cubiertos por las gafas habían cambiado completamente. ¿Era miedo? Seguramente sí. No había otra cosa que no dijera que algo acababa de hacer clic en su cabeza
--Y-Ya lo recuerdo. Eres la doctora de la Agencia, Mirai Mikoun...
--Mi habilidad, No Has De Morir, puede curar cualquier herida. Incluso las mías, como puedes ver. Pero tiene requisitos muy estrictos... Sólo puede sanar las heridas letales. Nada práctica si somos sinceros.
Mientras hablaba, la joven se acercaba a un lado del vagón para recoger su bolso de instrumentos médico. Extrajo de él un enorme cuchillo, recostándolo sobre su hombro derecho. Dejó caer el resto de la bolsa al piso, con un sonido metálico.
--Si quiero tratar heridas de mediana gravedad, primero debo dejar a los pacientes al borde de la muerte.
--Tú...
La chica se giró con una mirada espeluznante. Habló en tono juguetón:
--Vaya... Estás bastante herido, ¿Cierto, pequeño~? ¿Quieres que te cure?
El hombre en el suelo retrocedió un poco, pero ella se acercó, lanzando el arma desde el aire.
. . .
Narumi ya esperaba recibir aquel corte de la habilidad de la chica. Pará su sorpresa, su brazo lo había detenido, pero...
Al azar la vista, descubrió que su brazo izquierdo ahora había adquirido la forma de una pata de tigre, la de aquel tigre blanco. A pesar de que la katana estaba clavada, no sangraba, como si no estuviese recibiendo daño alguno.
"Este es..."
Las próximas estocadas de Yasha Shirayuki fueron esquivadas por el chico. Cuando pensaba darle un golpe directo, él de inmediato interpuso su brazo, rompiendo la katana. Sujetó el filo que había salido desprendido. Saltó velozmente frente a la chica, apuntándole a su delicado cuello con sus garras. Todo su cuerpo temblaba aún por la adrenalina del momento, pero también dudaba de lo que estaba haciendo.
"... El fin"
La chica no dijo nada. Se quedó callada unos minutos antes de volver a hablar de la misma manera que antes.
--Me llamo Haruka. He matado a treinta y cinco personas.
Narumi se incorporó ante esto. Respiró agitado. Observó a la chica, quien se mantenía inexpresiva mientras continuaba.
--¿Dónde están las bombas?
--Mis víctimas más recientes fueron una familia de tres: un padre, una madre y un niño. Yasha Shirayuki los degolló.
Sus ojos carmesí descendieron un poco mientras abría un poco su kimono en la parte superior, revelando la bomba que llevaba consigo.
--N-no lo puedo creer... ¿Q-Quién demonios eres...? N-No... ¿P-Por qué no siento emociones e-en tus palabras o forma de ser...?
"Es como una máquina asesina..."
--¡S-Si sientes algo, d-deberías expresarlo con palabras! O-O los i-idiotas c-como yo n-no te comprenderán... ¡N-No puedes hacer esto por gusto!
La chica se quedó en silencio, manteniendo su mirada baja.
--Hablo desde la cabina. ¡Narumi! ¿Aún respiras?
--¿M-Mikoun-san...?
--Según el terrorista de pacotilla, hay una bomba con un detonador remoto. Si cometes un error al desactivarla, estallará en cuestión de segundos. Sólo puedes detenerla con el dispositivo detonador. Debe tenerlo el agente de la Mafia.
Después de aquel anuncio de su compañera, Narumi miró a Haruka.
--¿Lo tienes contigo? Dámelo.
La chica alzó la vista a los pocos segundos. Él mantuvo su mano extendida, fue entonces que ella se lo entregó. Él suspiró aliviado, presionando el botón para desactivarlo.
No fue así.
La luz de la bomba que la chica llevaba brilló en naranja. Ella pareció abrir un poco los ojos debido a la sorpresa
--¡¿Q-Qué pasa?!
Una voz empezó a hablar a través del teléfono de la chica, ahora incluso parecía tener un tono burlón.
--¿Has pulsado el botón, Haruka? No es necesario desactivarla. Morirás junto al resto de pasajeros para dejar patente que la Port Mafia es de temer.
--¡Q-Quítate la bomba!
"¿Cuántos segundos faltan...?
Narumi trataba desesperadamente de retirar la bomba del cuerpo de la chica.
--No hay tiempo.
--¿E-Eh...?
Ella lo empujó con sus delgados brazos mientras se acercaba a la enorme grieta en el lado contrario del vagón.
"Su poder... Sólo puede ser activado por otra persona a través de su celular... Es incapaz de controlar su propio poder."
--Me llamo Haruka. He matado a treinta y cinco personas... ¡Y no quiero volver a matar!
Las lágrimas empezaron a caer por sus enrojecida mejillas antes de que saltase hacia atrás, fuera del tren.
Narumi por un momento sintió cómo sus piernas se doblaban. De repente, ahora sus piernas eran reemplazadas por las patas de un tigre blanco. Tomó impulso antes de saltar también.
Extendió sus brazos, logrando alcanzarla. Con la garra del tigre, arrancó la bomba para lanzarla hacia arriba y luego aferrarse a la chica para cubrirla de aquella explosión. Ambos cayeron al agua.
Mirai se asomó por la ventana a los pocos segundos de la explosión.
--¡Narumi!
No le importaba todavía estar tosiendo el agua que había logrado colarse dentro de su nariz y boca para salvar a la joven. El muelle había parecido tan lejano en ese entonces que apenas podía creer que la hubiera logrado llevar hasta allí, pero... ¿Estaba viva?
"Por favor."
Ella empezó a toser unos minutos después, recuperando la consciencia. Ya sintiéndose aliviado sonrió un poco al verla incorporarse de nuevo.
--Oye...
Ella lo miró fijamente, pero a los pocos segundos, el chico se derrumbó, exhausto. Su teléfono parecía empezar a sonar de nuevo, pero ella de inmediato colgó la llamada.
. . .
El rubio cerró el móvil.
--Por muy fuerte que sea, un peón es un peón. ¿Qué hay de ti? ¿Eres maestro? ¿O un peón que espera ser destrozado?
Empezó a caminar hacia el castaño que estaba sujetado a la pared con esposas en sus muñecas. No dijo nada ante la pregunta.
Simplemente se limitó a esbozar una sonrisa.
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