[Pᴀʀᴛᴇ ₃﹕ Cᴀᴍʙɪᴏs ᴅᴇʟ ᴅᴇsᴛɪɴᴏ ]


Tʀᴇs ᴀɴ̃ᴏs ᴅᴇsᴘᴜᴇ́s.




Busan, Corea del Sur. Febrero 2018.

El día entero se había tratado de correr tras una bola de sushi con piernas que intentaba destruir la casa. Era la tercera vez que tenía que reacomodar los jarrones para evitar que pudieran ser alcanzados.

El niño estaba viendo la televisión como si no hubiera hecho todo un caos por la casa, nadie creería lo escurridizo e hiperactivo que podía ser si lo vieran justo ahora; enredado en su manta riéndose por las caricaturas.

Viéndolo tranquilo al fin, quien cuidaba del niño aprovecho para servirse un poco de té helado escuchando la puerta principal abrirse después de unos segundos.

El niño se asomó sonriendo mientras su papá entraba, llevando bolsas de compras en las manos.

—¡Papi!

— Jungkook que alegría, Youngsoo ha estado impaciente por verte.

— ¡Papi! ¡papi!

El pequeño apareció entre sus piernas, aferrándose a ellas aún con la linda sonrisa.

— ¡Oh! Un niño – Lo tomó en brazos – ¿Te conozco?

La persona a su lado rio.

— ¡Papi!— El menor se abrazó a su cuello feliz.

— Hola algodón ¿Le diste un mal rato a la abuela?

— Más bien dolor de espalda. – Dice su madre ayudándole con las bolsas mientras él sujetaba al niño — ¿Pensaste lo del viaje?

— Si. Me parece bien, creo que es momento de tomar mis vacaciones.

— Maravilloso, el cumpleaños de tu hijo es en unos días, podríamos celebrarlo allá; la tía Hye aceptó que sea en su casa – Dijo nuevamente su madre sirviendo fideos en un tazón, luego sentó a Youngsoo—. Quieren conocer a Soo, ya han pasado tres años Jungkook.

— El tiempo pasó volando, no me di cuenta.— Responde Jungkook alzando los hombros.

No es como si hubiera tenido en cuenta que debía pasear a su hijo como un trofeo.

— De acuerdo, hablaré con tu padre para preparar todo; nos vamos el viernes.

Finalizada la conversación de su viaje, su madre sirvió otros dos tazones para ellos. Jungkook tardó un poco más porque tuvo que ayudar al niño para que no los regara por todas partes.

— Debo irme cariño, vendré mañana otra vez.

La mujer limpia los trastos restantes y se cuelga su bolso al hombro.

— No necesitas cuidar de Youngsoo, puedo llevarlo a la guardería.— Respondió Jungkook, ayudando a su bebé a terminar la comida.

— ¿Cómo te atreves? Solo su abuela sabe cómo cuidar de él.

— Como quieras.

— Adios mi algodoncito.— Su madre se inclina besando la coronilla de Youngsoo y luego la suya.

— Adios. — Dice su hijo, agitando un puñado de fideos.

Jungkook sonríe al ver la desastrosa escena, Youngsoo tomaba los fideos y los esparcía por toda la mesa, soltando pequeños gritos de emoción. Luego sonrió extendiendo un trozo hacia su papá, esperando que el mayor lo comiera.

— ¿Qué?— Preguntó Jungkook con una sonrisa.

El niño era simplemente adorable, podía pasar horas observándolo, podía estar quieto y aún así luciría tierno.

— Come. — Insistió a Jungkook.

La vista era simplemente demasiado tierna, Jungkook no podía resistirse a nada cuando su hijo le miraba con ojos grandes expectante a él. Incluso si había volcado el plato de comida, jamás podría sentirse molesto.

A Jungkook no le quedó más que aceptar diciendo:— Que rico.

Después de terminar de comer Jungkook se recostó en el sillón a dormitar en lo que hacía digestión. Luego metió a bañar al niño y se vistió con algo más urbano, llevaría a Youngsoo por un helado ya que tenía la tarde libre.

Eligió un conjunto de buzo y sudadera a juego que le quedaba ligeramente grande, se veía realmente tierno donde su estómago de bebé se saltaba.

Era como tener un pequeño oso de peluche con vida, solía comprarle atuendos parecidos a los suyos porque le gustaba como parecía una versión de sí mismo en miniatura; claro, si ignoraba los ojos verdes y el cabello rizado del niño.

Después de prepararse con una mochila llena con cosas para bebé como toallas húmedas, otro cambio de ropa, unos snacks de bebé que Youngsoo amaba, estuvieron listos para irse.

Jungkook observó su auto recién pintado de un rojo brillante; youngsoo había estado obsesionado con la película de Cars y le exigió a Jungkook comprar el rayo McQueen , pero cuando le tendió un carro de juguete su hijo le miró como si tuviera un ojo extra en el rostro.

Así que como buen padre, mando pintar su antes camaro negro a un rojo brillante como el de rayo McQueen. Aun recordaba los saltitos de emoción que dió Youngsoo cuando lo vió, daría toda su vida para jamás borrar esa hermosa sonrisa.

— ¿A dónde? — Preguntó Youngsoo alzando sus manitas.

El niño había comenzado a hablar desde el primer año, sin embargo no eran oraciones muy largas.

— ¿Que te parece un helado?

— ¡Helado!

Aplaudió con sus manos gorditas mientras Jungkook encendía el motor.

El sol brillaba cálido sobre sus cabezas sin embargo el aire estaba lo suficientemente fresco como para calmar la picazón de su piel al quemarse. El niño balbuceaba en la parte trasera, contándole algo sobre Bob Esponja, luego sobre Don Cangrejo para después ponerse a cantar.

Cuando se detuvo en el semáforo aprovechó para echarle un vistazo al niño; su frente brillaba ligeramente por el sudor, tenía las mejillas rojas y se movía los cabellos del rostro.

— ¿Tienes calor Algodón?

— Si. Ventana, papi. — Apuntó al cristal y Jungkook sonrió.

Llevo su mano a los interruptores en su puerta aplastando el botón del vidrio a su izquierda, de esa manera el sol no caería directamente sobre él, luego avanzó por el camino.

Recorrió la ciudad hasta llegar cerca del centro, había un local pequeño de helados al que siempre los llevaba su madre cuando eran niños. Era un lugar simple y rústico pero el helado era mejor que en muchos lugares de categoría.

Estacionó y bajó al niño para tomar su mano, Youngsoo intentaba correr y brincar conforme se acercaban a la entrada del local. Jungkook sonrió enternecido por su bebé.

Dentro del lugar se acercaron al mostrador para pedir sus helados. Luego de pagar, Jungkook les encontró una mesa vacía junto a la ventana; a Youngsoo le gustaba observar a las personas pasar

Mientras el niño se entretenía con su paleta, él contestó algunos mensajes pendientes de Namjoon y Seokjin.

Jin hyung

¿Vendrás hoy a cenar?
Preparé una tarta para Soo.

                     4:45 pm √√

Iremos después de que le corten
el cabello a Youngsoo.

4:50 pm √√

Mientras presionaba el botón de enviar le echó una mirada a su hijo, tenía en rostro cubierto de helado. Sonriendo alcanza una servilleta y se acerca al niño.

— Oh-oh, Youngsoo – Susurró dando un suspiro —. Recién te cambié y ya estás sucio.

El niño ladeó la cabeza, bajó la mirada a su atuendo y luego le miró con una sonrisa.

— No pasa nada papi. Yo limpio.

Jungkook no pudo evitar reírse mientras el niño hacía el intento de limpiar todo el helado, simplemente lo estaba esparciendo más.

— Termina tu paleta, iremos a ver al tío Johnny.

Su hijo celebró y el se preguntó cómo era que no aborrecía ir a cortarse el cabello. Había visto muchos niños, incluso mayores, que hacían rabietas y lloraban.

Cabe resaltar que su amigo era bueno tratando con niños. Quizá se debía a que tenía dos adorable niños en casa, Youngsoo había jugado con ellos un par de veces.

Jungkook no se habría imaginado estar en esa situación. Los últimos tres años de su vida habían dado un giro de ciento ochenta grados y todo se debía a Youngsoo.

Adoptarlo no fue algo sencillo como el pensó. El papeleo duró unos cuantos meses, sobre todo porque se hizo una leve investigación ya que se creía que había robado al niño, pero su jefe le ayudó con el juez.

Al niño lo mantuvieron en un orfanatorio todo el tiempo que duró el proceso legal, Jungkook lo visitó cada día hasta que por fin aceptaron la solicitud.

Después se enfocó en acomodar su horario para poder pasar tiempo con él y no dejarlo demasiado con su madre. Hubo ocasiones donde tuvo que llevarlo consigo al despacho e Irene le ayudó a cuidarlo; todos estuvieron encantados, hasta el mismo jefe Kang caía en los encantos del bebé.

Sus padres también lo adoraban, cuando Jungkook les contó se emocionaron tanto, ni siquiera les importó que no tuviera un lazo sanguíneo con ellos. El niño simplemente los tenía atados en el meñique, si quería algo no dudaban en conseguirlo.

Los primeros meses Jungkook se sintió algo celoso al ver cómo sus padres parecían olvidarse de él y enfocar toda su atención en Youngsoo, con eso se dio cuenta que una parte suya seguía siendo infantil.

No podía culparlos por estar enamorados del niño, Jungkook mismo lo estaba. No comprendía cómo era capaz de amar cosas tan sencillas de otro ser humano; sus gestos, sus balbuceos, como movía las manos cuando se desesperaba y sobre todo los pequeños momentos donde el niño parecía actuar como un mini adulto, diciendo palabras raras que él no le había enseñado.

El niño estaba creciendo rodeado de amor y Jungkook no podía sentirse más orgulloso de sí mismo por su desempeño como padre.

Al inicio había dudado de sí mismo, todo le asustaba y se sentía presionado; Desde despertar por las noches al escucharlo llorar a través del monitor, ir a revisarlo cuando no podía oírlo, preparar un maldito biberón hasta cambiar un pañal.

Era una responsabilidad pesada, de mayor rango. Admiraba a las mujeres que deseaban por sí mismas un hijo.

Gracias al cielo tenía a su madre, que le ayudó los primeros meses cuando Youngsoo era recién nacido, luego simplemente había improvisado.

Había escuchado sobre El instinto de madre tantas veces, ahora sabía que era totalmente cierto.

Cuidaba al niño con una facilidad que a veces le sorprendía, Jungkook siempre había sido algo torpe, entrar a la academía policíaca le ayudó bastante para aprender a coordinarse.

La primera vez que recibió un elogio no pudo con la emoción. Le hacía muy feliz saber que estaba haciendo un buen trabajo, se inflaba de orgullo y se derretía al mismo tiempo en cuanto Youngsoo le recibía al llegar del trabajo.

No había mejor sensación que esa.

Pero como todo, también hubo momentos que le crisparon los bellos de todo el cuerpo. Hubo un tiempo entre el primer año del niño, donde Jungkook comenzó a notar una actitud extraña, parecía entrar en algún tipo de trance; abriendo los ojos a tope y mirando por todas las esquinas, como si buscara algo.

Jungkook llegó a tomar el tiempo en que duraba así, diez minutos fue el récord maximo una noche. Ya no sabía que hacer, no importaba si le hablaba o le mostraba sus juguetes, el niño simplemente no respondía.

Pudo tranquilizarse un poco luego de que su madre le aclarara que los bebés solían ver cosas. Esa noche Jungkook había irrumpido en la casa de sus padres en total pánico porque no podía llamar la atención del niño.

Para su propio bien la situación se detuvo cuando el niño cumplió dos años, hasta el día de hoy Jungkook no lo había visto ponerse así otra vez.

— ¡Soonie! mira nomás que guapo estás–Johnny tomó en brazos al niño — ¿Ya enamoraste a alguna niña por ahí?

— Youngsoo, dile al tío Johnny sobre Jinsu.

Al momento de mencionar el nombre las mejillas del niño se tiñeron de carmesí y se cubrió la boca mientras se reía nervioso.

— ¡Papi, no!— Dijo estirando los brazos y tapando los labios de su padre.

— Okay, okay ya no digo nada.

Jungkook sentó al niño en la silla de cuero rojo y se hizo a un lado para que su amigo se encargara. Aplastó el pedal de la silla para dejarlo a una altura cómoda y le amarró al cuello un delantal negro para cubrirlo de los cabellos.

— Bien compañerito, veamos que nuevo estilo escogeremos hoy para ti – Johnny Tomó el rociador para humedecer el cabello de Youngsoo — ¿Alguna opinión papá?

— Rebájalo un poco de los lados por debajo, y córtale hasta arriba de las cejas. Los rulos ya casi no lo dejan ver.

— Oh, muy bién, prepárate amiguito.

Antes de empezar Johnny alcanzó algunos juguetes para entretener a su hijo, aunque en realidad no los necesitaba. Eran más bien para aquellos niños que hacían berrinches, lloraban y se movían, era peligroso porque podía herirlos con la navaja. Así que procuraba tener una caja llena de juguetes.

Jungkook se acomodó en la pequeña sala de espera a un costado de la entrada, eran dos sillones de cuero rojo y una mesa ratona con algunas revistas. El lugar no era muy grande pero Johnny siempre había sabido mantenerlo modernizado.

Mientras trabajaban, decidió leer una revista, pero si cista regresaba a su hijo a cada ciertos minutos, solo por si acaso. Pero Youngsoo lo manejaba muy bien allí sentado, jugando con los carritos de plástico que Johnny le había dado. Se veía tan tierno con el rostro despejado.

A veces aún se preguntaba si todo era real. Podía pasar horas admirando al niño y aún se sentiría en un sueño. Su cabello color oro, que brillaba intensamente cuando estaba bajo el sol o sus ojos verdes, raros y maravillosos.

Jungkook adoraba sus ojos, después de todo este tiempo jamás había encontrado a otra persona con ese color de iris, mucho menos algún coreano. Su genética era tan diferente, así que llegó a la conclusión de que alguno de sus padres biológicos debía ser extranjero, hablando también por su cabello rubio.

Tenía una nariz algo respingona y pequeña que hacía conjunto con los gruesos labios, tenían un brillo rosado bebé puro que combinaba a la perfección con la piel clara.

Parecía un muñeco de porcelana.

Era muy bajito, con los brazos y piernas cortas dándole un aspecto adorable, muchos dijeron que aparentaba menos edad.

Era un niño precioso, Jungkook agradecía al cielo por haberlo encontrado. A veces pasaba horas imaginando a los padres biológicos de Youngsoo, los idealizaba como personas con mucha belleza para haber tenido a un niño tan lindo.

Por eso no comprendía la razón de su abandono, no entendía como tuvieron el corazón para hacer algo tan horrible. Cómo pudieron siquiera pensarlo, si a él se le estrujaba el corazón de solo intentar ponerse en su lugar.

Solo bastaba con mirarlo, con escuchar su risita, sus llantos tan tiernos, sus llamados por auxilio porque papá es el superhéroe que existe para salvarlo de todo mal.

No cambiaría nada.

Si le dieran a escoger, sería Youngsoo hoy y siempre, su vida no tenía sentido sin el pequeño algodón de mejillas sonrosadas que le pedía la misma paleta de fresa cada que veían una heladería.

El que sobornaba a su abuela con sus ojos de cachorro triste cuando quería un juguete. Los días habían tomado una vibra diferente, más felíz y tranquila, Youngsoo los hacía diferentes de la mejor manera posible.

Sentía que estaba completo, solo él y su hijo. Aunque hubo momentos en que se preguntó si sería adecuado tener una pareja, sobre todo para que Youngsoo creciera como un niño normal. Pero despues de Eunbi nadie había llamado su atención y quizá estaba mejor así, toda su atención era para su bebé y seguiría de esa forma.

— ¿Sabes qué harás para el cumpleaños de Soo? Nayeon pensaba que podrías hacerlo en casa, ya sabés, el patio es grande.— Jungkook alza la mirada cuando Johnny habla.

— Gracias hermano pero mamá planeó un viaje a Seúl, mis tíos quieren conocer al niño.

— Parece justo. No le has presentado oficialmente a toda tu familia.

— Lo sé, el trabajo me impide hacer muchas cosas.

— ¿Por qué no dejas que tu madre lo lleve?

— No quiero dejarlo solo. Además, quiero estar con él en su primer viaje, siento que solo yo podré ocuparme adecuadamente.

— Mírate – Johnny sonríe al mirarlo — Ya te convertiste en un verdadero padre.

Jungkook se sonrojó ante la risa burlona de su amigo. Tenía razón de todos modos, el instinto de protegerlo de cualquier mínima cosa lo consumía.

Durante las horas de jornada llamaba a su madre cada diez minutos para saber lo que hacía. No podía evitarlo, quería protegerlo de todos y todo, era suyo, su responsabilidad, no podía ni imaginarse que haría si algo le sucediera.

—Soy un papá verdadero, imbecil.— Gruñó golpeando el brazo de su amigo.

— Imbecil —Gritó Youngsoo con una maliciosa sonrisa.

—¡Youngsoo! — Gritaron ambos mayores sorprendidos.

—Oh Dios, si mamá lo escucha me corta las pelotas.— Susurró Jungkook con una mano en el pecho.

—Bebé fanfarrón, las malas palabras harán que el coco venga por ti.

Youngsoo enmudeció al instante, luego formó un puchero con los labios como si estuviera a punto de llorar.

—No digas malas palabras algodón.

El niño asintió con la cabeza y volvió su atención a los juguetes.

Los mayores se miraron entre sí riendo por lo bajo. Minutos después Johnny terminó el corte de cabello, limpio con una brocha el restante de cabellos y lo ayudó a bajar de la silla para después tomar una paleta de caramelo y entregársela.

—Listo campeón, ahora esa tal Jinsu no se podrá negar a ti.— Dice Johnny sonriendo.

— Gracias tío Dohnny.

Youngsoo aplaudió feliz y se abrazó a la pierna de Johnny.

—No – Dijo Johnny a Jungkook  cuando sacaba su cartera —. Es uno de los regalos de Soo, debe verse guapo para su cumpleaños.

— No seas ridículo.

— Hablo en serio. Ahora largo o te pateare el culo si sigues molestando.

—¡Ulo!

—¡Soo!













Seúl, Corea del Sur. Febrero del 2018.

El tic tac del reloj en la pared estaba por acabar con la paciencia que no tenía.

Faltaban solo unos minutos para que su jornada por fin acabara. No podía esperar para irse a casa, había pasado la mayor parte del día sentado y ya no sentía el trasero.

Trabajar de recepcionista no era de sus cosas favoritas, aunque habían muy pocas cosas que eran sus favoritas. Pero luego de abandonar la escuela tuvo que buscar un trabajo para mantenerse.

Este empleo lo había conseguido gracias a Sunmi, el hotel pertenecía al padre de una de sus amigas. Tenía dos años ya y aún se desesperaba a la hora de salir.

Suspiró pesadamente viendo entrar a una familia por las puertas giratorias. Forzó una sonrisa mientras se acercaban al mostrador.

—Bienvenidos a Gold Lotto, soy Jimin y estoy para ayudarlos, ¿desean hospedarse? — Tecleó en la computadora abriendo el archivo de las habitaciones.

— Queremos dos habitaciones. Una de pareja y otra con camas individuales.

—De acuerdo, a nom-

—Espera, mejor las dos de pareja, los niños no duermen separados.

Asintió evitando hacer una mueca.

—Bien, entonces a que nom-

—¡Yo quiero mi propia cama mamá!— Dijo la niña de cabello corto.

Tironeaba del brazo de la mujer con un desesperante tono agudo.

—Bueno cariño –. Le sonrió y se giró a verlo —. Regresa a como estaban al principio.

Jimin apretó los puños ante su sonrisa cínica, el hombre a su lado ignoraba olímpicamente su conversación por teclear en su teléfono.

Ni siquiera fue capaz de reprender a los mocosos que brincaban y gritaban mientras se dirigían al ascensor con las llaves de la habitación, tendrían alrededor de diez y once años, y aún asi se comportaban como de cinco.

Cerró los ojos cansado, tratando de ignorar la incomodidad en el pecho, esa que lo acompañaba las veinticuatro horas del día.

La sensación de rencor en su corazón era molesta, nunca había sido una persona rencorosa o que odiara con facilidad, pero eso había cambiado hace bastante tiempo.

El pecho se le oprimía y pareciera que sus pulmones se estancaron hasta asfixiarlo. Parpadeó varias veces evitando que las lágrimas salieran, odiaba ponerse sentimental en público.

Pero era difícil cuando el enojo manipulaba todas sus emociones. Siempre recordaba aquel día cuando llamaron del hospital, era como una pesadilla que le mantenía despierto por las noches.

No hubo nada para él, nada de pasos cortos por los pasillos, nada de gritos agudos o juguetes por el suelo.

—¿Jimin?

Alzó la mirada encontrándose con Chittaphon, su compañero de trabajo, a quien solía llamar "Ten" porque su nombre tailandés era simplemente demasiado trabajoso para pronunciar. Este lo miraba preocupado desde el otro lado del escritorio.

Avergonzado fingió revisar las reservaciones, ignorando también al chico de cabello azulado.

—  ¿Qué sucede?— Respondió unos segundos después.

— ¿Estás bien? ¿Pasa algo?

— No importa – Revisó la hora —. Ya debo irme, dile a Chanyeon que la libreta está en el cajón verde.

Tragó con dureza el nudo molesto en su garganta mientras se ponía de pie tomando sus pertenencias para salir del hotel sin decir otra palabra.

Ten lo observó alejarse un poco desconcertado, tenía menos de un año de conocer a Jimin, Chanyeon le había advertido sobre su temperamento pero cuando lo vio por primera vez, pensó que no lucía como alguien agrio.

Claro, hasta que intentó hablarle.

La actitud tosca y fría del chico era demasiado para sus nervios, después de todo, entendía porqué.

Con paso pesado Jimin  llegó a su auto, una linda 4x4 de color azul metálico de dos puertas, había sido un regalo de su padre en su cumpleaños número veinte.

Lanzó sus cosas al asiento del copiloto mientras subía. Encendió el motor sintiendo su teléfono vibrar, lo revisó rápido antes de ponerse en marcha.

Taehyung

Llegaré temprano hoy,
pasa a comprar comida
y algo de alcohol, tengo
ganas de ver películas.

                 3:45 p. M. √√

Dejó el teléfono de nuevo sobre el asiento para ponerse en marcha a la tienda más cercana. De todos modos le tocaban las provisiones de ese mes.

Mientras recorría los pasillos llenando el carrito con cereales, fruta y comida grasienta, algo golpeó el carrito asustandolo.

Un agudo sollozo llamó su atención, un niño pequeño estaba sentado en el suelo junto a las ruedas con las manos en la frente.

Jimin sintió lástima, quiso ayudarlo pero ese constante desagrado que había desarrollado hacía los infantes se lo impidió.

Era algo que no podía controlar, ni siquiera la terapia que su familia le había obligado a llevar pudo ayudarlo a superarlo.

Reprimió una mueca, apreto las manos al carrito y siguió derecho ignorándolo, tragándose las náuseas de culpa.

Cuando parecía tener la suficiente comida para sobrevivir al mes se dirigió a la fila para pagar. Mientras buscaba el dinero con que pagaría, se encontró a un niño parado unos metros antes que él mirándolo fijamente.

Era el niño que había chocado con su carrito de compras. Parecía juzgarlo, como si le recriminara el no haberlo ayudarlo.

Jimin tragó duramente sintiendo su cuerpo temblar con escalofrios. Desvío la mirada impaciente por salir de allí y correr a la tranquilidad de su departamento.

La fila pareció eterna, asi que cuando fue su turno se apresuró en pagar y salir de ahí, le dolía la cabeza y se moría de hambre desde la mañana.

Desde hace unas semanas sentía que  las horas del día no eran suficientes. Era cada vez más pesado levantarse de la cama, se sentía débil y sin motivación para seguir intentándolo.

Los últimos tres años de su vida se resumian en eso, dolor y mal humor. Nada podría regresarle su felicidad, se quedaría opaco hasta el día en que muriera.

Al llegar al edificio donde vivía, agradeció rentar en el segundo piso. Cargar con las bolsas de alimentos sería todavía peor si tuviera que subir más de dos pisos con los tirantes de plástico cortándole la circulación de las manos.

Por suerte había un elevador.

Al salir se encontró con Taehyung en medio pasillo, quien al escuchar las puertas mecánicas abrirse volteó. Su amigo le dedicó una pequeña sonrisa antes de acercarse y ayudarle con algunas bolsas.

— ¿Cómo te fué hoy?

— Bien.

Taehyung reprimió una mueca y lo siguió dentro de su hogar, acomodaron la comida en su respectivo lugar en silencio, Jimin ya casi no solía hablar.

— ¿Todo bien?

Jimin odiaba la cautela que su voz había adquirido cuando se dirigía a él.

— Si. — Respondió entre dientes.

— ¿Seguro?

— ¡Si, Taehyung! todo está perfecto.

Jimin soltó los envoltorios de fideos  con brusquedad para salir de la cocina y encerrarse en su habitación.

Sabía que Taehyung no tenía la culpa de lo que pasó pero no podía evitar enojarse con el mundo. Se había mudado por esa razón. Estaba herido y estaba hiriendo a las personas que lo amaban, no era justo para ellos tener que soportarlo, así que se fue.

No era sencillo vivir asi, pensando en lo que pudo haber sido si tan solo se hubiera levantado más rápido. Si no hubiera dejado que la enfermera se llevara a su hijo.

Si Jimin hubiera actuado diferente quizá ahora lo tendría con él.

Lo había sabido, ese inquietante picor en el pecho que lo dejó ansioso antes de dormirse significó algo y lo ignoró.

— Min.

Sollozó con más fuerza. Estaba cansado de siempre estar triste, detestaba que nada lograba borrar un poco la agonía de su corazón, se ahogaba y todo era su propia culpa.

— Abre Min, por favor. — Taehyung pidió con voz serena.

Sorbió la naríz mientras se arrastraba dejando libre la entrada. Escuchó a su amigo entrar y dejarse caer a su lado en silencio.

Ni siquiera se molestó en mirarlo, se aferró a sus propias piernas haciéndose pequeño en la esquina.

Pronto unos brazos lo rodearon, fundiendose cálidamente a su alrededor. Jimin sintió sus temblores, su vano intento por ser el fuerte de la relación.

Sin embargo, ninguno fue alguna vez bueno fingiendo coraje.

El pecho de Taehyung retumbó en un quejido, que dio paso a su llanto.

Todos estaban destrozados por lo que sucedió, pero intentaban sobrellevarlo, intentaban mejorar las cosas por Jimin, y aunque él mismo fingiera que nada pasó, era una carga muy grande para afrontar solo.

Y ese era el problema, Jimin pensaba que estaba solo.

— No pude evitarlo –. Susurró, aferrando la sudadera del castaño entre sus manos —. No pude protegerlo.

—Hiciste lo que pudiste, no es tu culpa.

Sollozó más fuerte, agradeciendo internamente el apoyo de Taehyung, él seguía a su lado después de todo, comprendía sus cambios de humor y su dolor.

Desde el fatídico día tenía sujeta su mano apoyándolo, había caído a su lado y seguía esperando sentado a que el dolor cesara un poco.

Le había dejado en claro que no se iba a mover de su lado núnca, sería su sombra, su luz, su soporte y pegamento para juntar todos sus trozos las veces que fuera necesario, cuidaría de él hasta reconstruirlo y verlo felíz.

— También lo extraño Jimin, y si hubiera una forma de cambiar las cosas créeme que lo haría–. Recargó su mejilla en la coronilla del pelinegro —. Pero no podemos y estoy muy preocupado, no puedes seguir así.

No dijo nada, solo se soltó del abrazo y se puso de pie.

— No quiero ir otra vez al psicólogo.

— Te ayudarán, debes superarlo. — Se puso de pie siguiéndolo.

— No, no puedo soportarlo. Lo superaré pero no iré a un psicólogo.

— Jimin...

— Vamos a ver esas películas. — Propuso, agotado del tema.

Jimin le sonrió sincero, tratando de tranquilizarlo. Taehyung reprimió una mueca, la idea de llevarlo al médico seguía persistente en su mente, pero decidió dejarlo tranquilo.

Se dirigieron a la cocina por la comida y los snacks para ir a la sala mediana del departamento, el espacio era algo limitado ya que, era individual.

Jimin no planeaba que al mes apareciera Taehyung con maletas en su puerta.

"Ve haciéndome lugar en la cama"

Había dicho mientras dejaba sus pertenencias en la entrada. Eso lo dejó pasmado, luego de lo sucedido había tenido una gran discusión con su familia, con todos en realidad, no esperaba que llegara como si nada, mucho menos que se mudara, pero lo agradeció.

Luego de eso Taehyung lo convenció para arreglar las cosas con sus padres.

Todos se empeñaban en fingir que todo era igual, pero Jimin no podía. Su mente no quería avanzar y aceptar la pérdida, no soportaba despertar cada mañana y verlos seguir su vida, Jimin aun quería seguir sufriendo.

Necesitaba llorar, sacar su enojo, deprimirse por un tiempo hasta que fluyera de sus venas, hasta que su cuerpo se sintiera menos pesado.

Porque era muy difícil caminar, la subida estaba siendo demasiado pesada, asi que se fué. Con ahorros y un préstamo compró el departamento, pequeño, donde pudiera dejar salir todo de su interior.

Hacerse por sí mismo a la idea de que su hijo ya no volvería, la policía había dado por perdido el caso.

El día que atraparon a los secuestradores llamaron a casa diciendo que habían encontrado un niño con las características físicas de Baejoon. Hasta el día de hoy podía sentir la falsa emoción burbujear en su estómago.

Se recuerda desesperado, cruzando las puertas para ver al oficial esperándolo, dándole esperanzas.

Pero bastó con mirar al niño a los ojos para darse cuenta que ese no era su hijo. Su madre le dijo que tal vez era que aun era muy pequeño y por eso no podía reconocerlo, pero no se dejó engañar, pidió la prueba de ADN para sacarse de dudas.

Negativo.

Y aunque muy dentro suyo quiso borrar aquellas letras y poner positivo, solo para calmar su dolor, él sabía que no era su hijo.

Todo volvió a derrumbarse y simplemente colapsó, ya nada era igual en él y en la vida.

— Tae, ¿Compraste las velas?

Taehyung asintió mientras se ponía de pie, Jimin le siguió hacia la cocina para tomar los paquetes anaranjados sobre la isla.

Salieron al balcón donde se mostraba la puesta de sol. Jimin cerró los ojos sintiendo el viento contra su rostro, quería que las cosas fueran diferentes, tenerlo allí a su lado, escuchar su voz, él quería.

Cuando el sol se ocultó por completo encendieron las linternas y las empujaron al cielo.

Habían pasado tres años desde que su hijo desapareció y Jimin sentía que todo había sucedido ayer.

. . .

Al despertar por la mañana agradeció que era su día de descanso. Quería estar bajo las sábanas unos momentos más, se sentía exhausto y le dolía la cabeza.

Más tarde estaba preparándose un ramen cuando alguien tocó la puerta, dejó el cucharón a un lado para dirigirse a la entrada, miró por el ojillo encontrándose con Jungwoo.

— Hola Min. — Saludó su hermana cuando abrió la puerta.

— Hola Woonie.

Jimin se hizo a un lado para que su hermano entrara, de regreso en la cocina sirvió dos tazones con fideos y le acercó uno a Jungwoo quien lo aceptó sonriendo.

— ¿Por qué no te has arreglado?

— Es mi día libre, puedo estar en pijama todo el día. — Dijo Jimin incandose de hombros.

— Lo sé, pero... Prometiste acompañarme a elegir mi traje, el baile es mañana.

Jungwoo le miró apenado.

Jimin abrió los ojos exasperado, la culpa invadiendo su cuerpo. Era cierto, incluso lo tenía marcado en el calendario.

— Lo siento tanto Jungwoo, me daré una ducha rápida y nos vamos.

Sacudió el rojizo cabello de su hermano y corrió al baño. Se dio la ducha mas rápida de su vida y se vistió con prisa. No podía creer que hubiera olvidado el baile de Jungwoo, siempre estaba algo desorientado después del aniversario de su hijo.

Finalmente salieron del departamento unos minutos después. Jungwoo había estado arrastrándolo por todas las tiendas desde hace un mes en busca del traje ideal.

"Tiene que ser perfecto Jimin"

Más bien todo se debía a que el chico del que gustaba lo había invitado al baile. Así que estaba paranoico y ansioso; era adorable.

— Yukhei dijo que iría de color vino y me pidió que llevara algo que convinara –. Señaló Jungwoo –. El color perla se verá bién ¿cierto?

Jimin observó a su hermano totalmente nervioso, tenía las mejillas rojas y sonreía cada vez que pronunciaba el nombre de su acompañante.

Sonrió enternecido recordando sus tiempos de adolescente enamorado. La emoción jovial por los bailes escolares. Parecía una vida lejana.

—Estarás guapísimo, ya verás que lo sorprenderás.

Jungwoo dio un salto emocionado cayendo en sus brazos, apretándolo con euforia sin temor a ser rechazado.

Jungwoo era la excepción entre todos, no podía tratarlo mal ni aunque quisiese, era su hermanito menor y por muy amargada que estuviera su vida, siempre tendría una sonrisa para él.

Luego de conducir unos minutos por fin llegan al local de trajes donde su hermano había encontrado un traje, solo debía buscar el color Perfecto para combinar con el traje color vino del chico. Milagrosamente había uno, y Jimin pensó que su hermano era demasiado suertudo.

— También vi unos zapatos en la tienda de enfrente. — Dijo Jungwoo antes de entrar en el vestidor.

Salió envuelto en un traje de satin perlado que resaltaba su cabello rojizo, a pesar de que era alto, el traje le quedaba perfecto, justo a su medida.

Se veía increíble, como si hubiera sido hecho para él. Jimin sonrió apreciando lo guapo que era su hermano.

Luego de haberle dado el visto bueno y comprobar que no había errores fueron a la caja para pagar y salir en busca de los zapatos. Dentro de la tienda fueron directamente a la zona de caballeros que quedaba al lado de la zona infantil.

Jimin optó por sentarse un momento, no era fanático de la convivencia social y solía abrumarse con facilidad. Así que le dio un poco de espacio a su hermano y a él mismo.

Las voces chillonas de los niños cerca lo incomodaron, quería salir corriendo del local pero se controló antes de ponerse de pie, estaba ahí por Jungwoo, además no podía simplemente odiar para toda su vida a los niños, tenía que avanzar.

— Jimin, necesito tú opinión. — Dijo Jungwoo en algún pasillo cerca.

Se puso de pie con un suspiro pero volvió a caer sentado antes de siquiera dar un paso. Un chico había pasado casi sobre él, ¿acaso no vio que estaba parado allí?

— ¿Estás bien?

Ante la pregunta Jimin se dio la vuelta encontrándose con un chico rubio de mirada tosca. Sus ojos negros le parecían familiares por alguna razón.

— Si, gracias.

Se miraron durante otro par de segundos, el sujeto arrugó las cejas y dio un paso inestable hacia Jimin, poniéndolo nervioso.

—¿Te conozco? —Preguntó serio, mirando con intriga sus ojos.

— N-no lo creo.

— ¡Jimin!

— Adios. — Susurró avergonzado y corrió donde su hermano.

— ¿Por qué tardaste tanto? Ayúdame a elegir el color.

Jimin asintió aturdido, la mirada del chico aún en su mente, por alguna razón sentía que lo había visto en algun lugar pero no podía recordarlo.











LYLM

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