Capítulo 45: Huyan
M E G A M A R A T ÓN
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—Qué linda se escucha tu voz ronca, Pepper... —le sonrió e inclinó la cabeza—. Seguro ya te cansaste de gritar por Jerome.
Pepper se mordió el labio por dentro y se apartó del micrófono, respiró un par de veces y volvió a acercarse con sus labios secos estirados en una sonrisa.
—¿Qué me dices tú?
—Yo no he hecho nada de lo normal, ni siquiera fui agresiva —Angelique se encogió de hombros—. Lo que le pasó en el ojo al guardia que me cuidaba fue un rasguño nada más.
—Le sacaste el ojo —Pepper levantó un poco su mentón—, con sólo tus dedos... y le estrujaste la cara mientras aún tenías las manos manchadas. Bonita tu obra.
—Me inspiré en ti —escupió Angelique, y luego tensó la mandíbula.
Pepper inhaló profundo y estiró ambos brazos en la mesa de control, luego golpeó con sus dedos la base, pero seguía sonriendo por lo que venía.
—Bueno... —Pepper deslizó su mano por la mesa—... es obvio que no vengo a charlar.
Angelique entrecerró los ojos y se levantó.
—Quiero ponerte un juego de los que te gustan, en los que tu único apoyo... —presionó un botón—, ¡...es tu mente!
Una parte del techo se abrió y dejó caer un ramo de flores blancas a metros de Angelique, ella rápidamente reaccionó y se apartó a la esquina, encogiendo sus piernas y cubriendo, como podía, su nariz. No era fácil con la camisa de fuerza puesta.
—Una hora, Martín —espetó Pepper, apretando el micrófono en sus manos.
Los ojos de Angelique se tornaron oscuros, llenos de odio. Sus pupilas, dos simples perlas pequeñas en el espacio. Su boca, tan presionada que podría sangrar. Y su corazón, igual de alterado que su cuerpo. Pero pronto dejaría de ser así.
Pepper hizo una seña y sus seguidores presionaron botones, colocaron números y movieron una palanca, dejando que a la habitación de abajo se incluyera una pantalla que salió también del techo, cristales rotos y envenenados reemplazaron el suelo que antes había sido liso, cuchillos se preparaban para ser disparados desde las paredes y esquinas del techo, dejando a Angelique prácticamente sin salida. Y como eso no le bastó a la demente de Pepper, resulta que si Angelique era víctima de cualquiera de esas trampas, el ramo se acercaría a ella, fuera cuál fuera su posición, ya que los seguidores de arriba estarían controlando todo.
—Nunca me voy a retractar de que estás demente —espetó Angelique.
—Ni yo de que eres terca —habló Pepper, con tono serio—. Pero sé que tienes debilidades, como todo humano... —sonrió—. Sólo conocí una, pero, por suerte, es una de las que más te dañan... —la pantalla se encendió—, que te dejan mal.
En la pantalla, ella vio una celda, luego distinguió una silueta oscura que golpeaba la reja sin parar. Cuando la imagen fue aclarándose más, notó que vestía de traje, obviamente Oswald; a su costado, había una chica de cabello rizado llorando y rasguñándose la cara, soltando gruñidos de enojo y desesperación. Pero la tercera persona ahí, que vestía un traje aparentemente verde brillante, pero que ahora se veía color musgo por la suciedad de todos los días que había estado encerrado, con el cabello alborotado y la piel rasgada y ensangrentada. Ése, era su Ed. Devastado por una pérdida tan grande que en realidad era falsa, derramando lágrimas y sangre por alguien que estaba del otro lado de la prisión y abrazando una pequeña caja como si quisiera cuidar de ella, aunque ya estuviera podrido su... contenido.
Angelique no tuvo palabras. Sus ojos ardieron, a sus labios se les escapó el aire y no volvió. Al escuchar a Edward gritar y llorar desesperado su nombre, su cuerpo se puso inquieto, tanto por dentro como por fuera, sus manos temblaron queriendo ejercer fuerza en algo, su cabeza le dolió y las lágrimas le quemaron los ojos. Entonces, estalló. Ella soltó un grito tan fuerte, que la ventana en una de las paredes se quebró de una esquina, la pantalla se distorsionó y le dañó los oídos a las personas dentro de las siguientes ocho celdas cerca de la habitación. Pepper, al igual que sus seguidores, cubrió sus oídos lo más que pudo y cayó al suelo en busca de calma. Cuando el gritó calló por unos segundos, se puso de pie y trató de mirar por lo ventana, pero Angelique volvió que gritar y la devolvió al suelo de nuevo, aunque esta vez no hubo tanta intensidad.
—¡Ya! —Pepper logró ponerse de rodillas—. ¡Ya, ya, ya, ya, ya! ¡Suficiente!
Entonces, activó la primera trampa; y justo a tiempo, ya que ella se había liberado a mordidas y movimientos bruscos de la camisa de fuerza. El tiempo empezó que correr en la pequeña pantalla y sus seguidores comenzaron a levantarse. Después, Pepper salió corriendo del lugar para ver si alguien se había alarmado por el grito.
Se soltaron cuchillos, pero Angelique los esquivó agachándose; se levantaron más los cristales, pero brincó a la otra esquina a tiempo, aunque sí se tropezó con un pedazo pequeño y la hizo golpearse con la pared; el cuchillo sobre su cabeza cayó cuando ella lo desequilibró de la base, pero tuvo suerte al saltar sobre la pantalla y columpiarse hacia la otra esquina. Pasó muy cerca de las flores. Al estar un poco a salvo, se tomó un momento para localizar la salida por la que la habían traído, así como los lugares que podía pisar sin tener una infección después.
«Ya vi, ya vi, ya vi... Está en frente», pensó.
La puerta de entrada estaba justo frente a ella, pero los cristales y las cuchillas la atraparían en cuanto pusiera un pie fuera; ni hablemos de las flores. Entonces volvió a pensar, repasó cada objeto en la habitación y pronto su estrategia comenzó a tomar forma. Ya lo tiene. Saltó hacia el otro extremo del cuarto, justo donde había dejado su camisa de fuerza, tomó los restos y luego los ató alrededor de su rostro como una venda para cubrir su nariz y boca. Después, lanzó todo su cuerpo hacia atrás para que cayera el cuchillo de esa esquina, al ver que no funcionaba, decidió usar la cabeza. Literalmente. Ahora todo su cuerpo había golpeado la pared y el cuchillo cayó; ni siquiera la distorsión de su vista le impidió atrapar el objeto filoso sin cortarse.
Ahora, se dispuso a apartar los cristales con el cuchillo y abrirse paso hacia la puerta, una parte que la puso nerviosa fue al pasar junto al ramo de flores, por eso, aguantó la respiración, aunque ya estaba protegida por tela gruesa sobre su rostro. Casi al llegar, los seguidores pensaron que estaban fracasando, Angelique había logrado pasar las trampas, así que usaron el "extra".
—Pongan las manos en la palanca debajo de su asiento —ordenó el segundo al mando—, ¡todos!
Obedecieron.
—Ahora, a la cuenta de tres, la giran tres veces, lo más rápido que puedan —miró a las personas detrás de él—. Uno —presionaron la palanca—, dos... —respiraron profundo—... ¡tres! —gritó emocionado.
Angelique fue sorprendida por una lluvia de sangre, y no sólo venía del techo. Resultaba que había tuberías en todo el área de las paredes, que habían sido llenadas de sangre sacada de víctimas anteriores del culto. Ella fue empapada por completo, una pesadilla viviente e incluso asquerosa, la sangre se metió por todos lados de su cuerpo, no podía respirar, el olor era demasiado intenso. Y ahí no terminó; algunos cristales se unieron a los dedos de sus pies y tobillos porque habían deslizado con tanta sangre, ella rápidamente los apartó y empezó a gritar desesperada mientras golpeaba la puerta.
Sólo quería ir con Edward e irse de la ciudad para siempre.
Entonces, una seguidora la observó y juró que jamás había visto a una persona más desesperada y asustada. Así que deslizó su mano debajo de la mesa disimuladamente... y abrió la puerta. La pequeña ola de sangre y la fuerza que Angelique tenía sobre la puerta, la sacaron de golpe de ahí y se arrastró de inmediato por el pasillo, llorando al ver que por fin había sido liberada.
—Bendita locura —sonrió.
La mujer en el cuarto de control sonrió y por una vez en tantos años, había hecho algo bueno, pero no le sería recompensado. Rápidamente volteó hacia sus compañeros al oír un tic en su cuello. Una bomba.
—¡No, por favor! ¡No! ¡No! ¡NO!
La arrojaron fuera por las escaleras y se lastimó el tobillo, al encontrarse frente Angelique, ambas quedaron heladas. Pero... otro tic. Ella se dio cuenta de la bomba en el cuello de la mujer.
—¡Vete de aquí, ahora!
—Se lo agradezco... —comenzó a arrastrarse había atrás.
—¡Que te vayas!
Boom.
La cabeza de la mujer explotó frente a los ojos de Angelique y la sangre de su salvadora también fue derramada sobre ella. Y pensó que no podía mancharse más.
—Y pensar que no podía mancharme más —escupió.
—¡Ahí está!
—Voy por ti, Ed.
(...)
Al llegar con Jerome, lo sorprendió viendo el cuadro que Martín le había regalado, pareció gustarle mucho, sonreía con mucha ternura a pesar de no conocer al pequeño artista.
—¿Verdad que es lindo? —Pepper sonrió suavemente, y cerró la puerta.
—Es muy lindo —Jerome sonrió, y Pepper se sentó a su lado a mirar—. Me gustan mucho los colores, la forma en que dibuja a las personas es divertida —rió.
—Es un cuadro muy alegre para un niño que ha vivido en un ambiente peligroso para él... —comentó triste.
—¿Estás...? ¿Eso fue preocupación? —Jerome la miró.
—¡¿Qué?! ¡No! —se levantó—. Es sólo... s-s-sólo... —gruñó—. Es algo que me ha estado pasando últimamente, ¿sí? No es nada.
—Sí, supongo que es normal. Ya eres adulta, empiezas a sentir ciertos instintos —opinó Jerome.
—Bueno, ¿y cuánto le debo por la terapia de tres minutos? —Pepper cruzó sus manos detrás de su espalda, y él se rió por la broma.
—Pero hablando en serio, Pepper —se levantó—. ¿Alguna vez pensaste en...?
—No —contestó de golpe—. No, no, no, no, no.
—¿Pepper...? —Jerome comenzó a seguirla.
—Nunca. Ni loca. Nope. No. No.
—Pepper... —la llamó otra vez.
—Nope. No, no, no.
—¡Pepper! —la tomó del brazo, ella se detuvo al instante y lo miró muy atenta. Asustada—. Tranquila, no estaba proponiendo nada.
—No quiero tener hijos, Jerome —confesó—. No quiero, ¡no puedo! —se soltó de su agarre—. ¡¿Qué pasaría con ellos?! ¡Los matarían para darme donde más me dolería! ¡Vivirían i-influenciados por asesinatos y-y violencia! —sus ojos se pusieron llorosos—. ¡Se volverían locos como yo! ¡No podría cuidarlos, Jerome!
Y ahora, comenzó a llorar.
—¡No podría! —sollozó—. ¡No puedo tenerlos!
—Respira —la tomó por los hombros.
—No puedo...
Pepper se dejó caer de rodillas frente a él y la recogió en el suelo para abrazarla. El asunto de la familia es algo que Pepper nunca quería tocar, pero últimamente se lo habían restregado tanto que llevaba varios días pensando lo mismo.
—No te voy a dejar sola —le dijo Jerome, suavemente junto a su oído.
Era tan afortunada de tenerlo, a pesar de lo repugnante que era como persona y él tan compasivo. En ese momento, un recuerdo vino a la mente de Pepper. Afortunada de tenerlo...
Pepper regresaba de su primer día de secundaria formal después de haber sido suspendida tres días, era un día ruidoso por la gente que caminaba cerca de ella por la calle, llevando a sus hijos a casa o preguntándoles cómo les había ido. Pero ella no tuvo la misma cortesía, su padre se mantuvo callado todo el camino.
Al llegar a casa, Pepper subió a su cuarto para hacer tarea mientras su madre terminaba la comida, pero no pudo concentrarse por una fiesta en la casa de atrás. Se asomó por la ventana y vio tantos juegos, colores, dulces, una piñata enorme ¡y un payaso! Se veía tan llamativa esa fiesta, pero lo que no le llamó la atención para nada fueron los niños ahí. Con sus 12 años se vida, ya había sellado su mente con que no podía tener amigos. Punto.
De repente, a un niño se le escapó su pelota y terminó en el patio de Pepper, eso obviamente la alarmó y corrió escaleras abajo hacia la puerta de la casa.
—¿Adónde vas, hija? —preguntó su padre con tranquilidad, ya que aún no se había enterado de la fiesta de los vecinos.
—¡Se cayó mi lápiz afuera! —cerró la puerta.
Dándose la vuelta para asegurarse de que nadie la seguía, dio vuelta hacia el patio y corrió hacia la pelota, la tomó rápidamente y volvió al jardín de enfrente, justo cuando el niño de antes iba pisando el tapete de entrada. Pepper se lanzó hacia él cuando estaba a punto de tocar el timbre y le tapó la boca, pero seguía emitiendo sonidos.
—¡Shh! ¡Shh! —calló.
—¡Quítate! —lo empujó el niño, y Pepper le lanzó la pelota a la cara.
—¡¿Qué maldita parte de callarte no entendiste?! —gritó en voz baja.
—¿Pepper? —llamó su padre, y cuando ella volteó, vio lo puerta abriéndose.
De inmediato, empujó al niño a la pared para que no lo viera y él no perdió la oportunidad de regresar a su casa por la barda del patio.
—¿Lo encontraste? —preguntó Frederick, cruzándose de brazos.
—N-no. No... —Pepper tembló—. Compraré uno mañana, usaré alguno de dibujo.
—Bien —su padre sonrió—. Volvamos adentro.
El día transcurrió normal, el niño no miró si quiera a la ventana de Pepper y nadie piso el pasto de la casa de Los Crewell en todo el día. Hasta la tarde siguiente. Pepper tuvo que volver a casa sola, ya que su padre no había terminado su jornada temprano y a su madre no le gustaba que la vieran con ella después de lo que hizo días atrás a sus compañeros de la escuela. Todo iba bien, hasta que el niño del día anterior la reconoció y la siguió hasta que pasaron por el parque. El chico iba a saludarla, pero ella ya presentía su agarre y le dobló la mano antes de que tocara su hombro.
—¡Auch! ¡Oye! —se quejó el niño.
—¿Qué quieres? —presionó más, él casi lloró—. Llevas todo el camino siguiéndome.
—No es cierto, vamos a la mitad —dijo con dificultad.
—Odioso —espetó Pepper, y lo soltó.
—Sólo... agh... —sostuvo su mano—, quería invitarte a jugar a mi casa. Mamá dijo que nunca hablas con ningún niño del vecindario.
Pepper volteó hacia otro lado.
—Vamos, ¡mi mamá puede convencer a tus padres!
—Perdón, no puedo.
—¿Por qué? —el niño frunció el ceño.
—Sólo no puedo, vete a casa —Pepper acomodó su mochila.
—No voy solo —dijo con cierto tono de diversión, y tomó a Pepper de la mano para llevarla lo más pronto posible a su casa para pedir permiso.
—¡No, no, no! ¡Suéltame! ¡Tienes que irte! —trató de soltarse.
Estaba asustada e inquieta, quería ir pero sabía que no podía, y al ver el auto de su padre fuera de la casa, su corazón latió mucho más rápido.
—¡Vete, por favor! —suplicó al niño.
Sus padres la escucharon.
—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó su madre muy histérica, y corrió a separar las manos de los niños—. ¡¿Qué te dije de tener contacto con otros niños, eh?! —regañó a Pepper.
—¡¿Quién eres tú?! —le gritó el padre—, ¿y qué haces con mi hija?
—Y-yo soy un vecino, ¡pero ya me voy!
El chico intentó correr, pero la mano de Frederick alcanzó la mochila y tiró al niño hacia el suelo.
—No quiero volver a verte cerca de ella, ¿entendiste? —lo señaló.
El niño sólo pudo salir corriendo, pero nunca afirmó nada. Iba a volver algún día. Por otro lado, Eleanor llevó a rastras a la pobre niña hacia la cocina, le raspó la mano y luego le hizo cortes no muy profundos con un cuchillo.
—¡Mamá, no, por favor! ¡No volveré a acercarme a nadie!
—¡Lo admitiste!
—¡No! ¡NO!
Entonces, tomó el bote de sal y lo dejó caer hasta cubrir toda su mano ensangrentada. Ese que el día en que Pepper gritó más fuerte, ¿pero alguien llamó a la policía? No. Todos le tenían miedo a la familia Crewell y Key Owlson, sabían en los problemas que andaban metidos.
Al llegar el fin de semana, los padres de Pepper se reunieron como todos los sábados con la abuela, junto a todos sus tíos y primos adultos. Nunca supo de que hablaban ocho horas seguidas en realidad.
La vecina de atrás, que estaba descolgando la ropa, vio cómo los padres de la niña se marchaban y ella se alcanzaba a ver por la ventana de su habitación, así que corrió hacia el cuarto de su hijo y lanzó la ropa a un lado.
—¡Joshua!
—¿Mamá? —arqueó una ceja.
—Vístete, vas a salir.
—¿Para qué? —se sentó en la cama.
—¡Para invitar a la niña de atrás a jugar aquí! —sonrió.
—Pero sus padres no la dejan —dijo desanimado.
—No están en casa, no hay nadie, Joshua.
—¿En serio? —el niño sonrió un poco.
—¡En serio! —su madre rió—. Vamos, apúrate. Así tendrán más tiempo de jugar.
—¡Ya voy! —dijo entusiasmado.
Al terminar de arreglarse, corrió a su patio y alumbró con una lámpara láser para gatos hacia la ventana de Pepper, ella vio el destello y se acercó, muy curiosa de qué podría ser, pero se arrepintió rápidamente y cerró la ventana al ver al niño.
—¡No, no, no! —apagó el láser—. ¡Oye, Pamela!
—¡Es Pepper! —abrió la ventana de repente.
—¡Pepper!
—¡¿Qué?! ¡Estoy ocupada! —se inclinó en la ventana.
—Oh... —Joshua bajó su mirada—. ¡Si no quieres, está bien! —volvió a mirarla—. Quería invitarte a jugar mientras tus padres vuelven, podría ayudarte a volver quince minutos antes.
Tentador. Ella lo pensó mucho, tenía clavada en la cabeza la idea de que no debía jugar, no debía estar con otras personas, pero sus padres no estaban... volverían hasta dentro de seis horas, y dijo que la traería de vuelta quince minutos antes. No hay problema, podría... ¿divertirse?
—¿Entonces, sí? —preguntó el niño, algo inquieto.
—Supongo... —aclaró su garganta—. Supongo que podría dejar la tarea para mañana —vociferó, y el niño celebró silenciosamente.
—¡Bien! —rió—. Ahora, acércate —brincó la barda de su patio—. Te ayudo a bajar.
Por respeto, no le preguntó por qué tenía la mano vendada, sabía que sus padres la habían castigado por tocarle la mano.
El resto de la tarde fue maravillosa, llena de juegos, risas, cariño de parte de la madre de Joshua, gaseosas de uva, fruta picada, incluso vieron una película y molestaron al gato con sustos. Pepper nunca se había divertido tanto, mejor dicho, nunca se había divertido. Faltando media hora, Joshua la devolvió a casa y ella se despidió por la ventana. Días así, transcurrieron cada sábado que los padres de Pepper no estaban, durante casi dos años, hasta que pasó su ataque de ira e intento de asesinato hacia sus padres y fue internada en el Asilo Arkham por primera vez.
Pepper se sintió afortunada de tener a Joshua, le regaló un recuerdo feliz para su vida.
—Joshua... —susurró Pepper.
—¿Disculpa? —Jerome se separó un poco.
—¡Bruce Wayne! —se levantó de repente.
—¿Qué pasa con él? —la siguió.
—Tengo que ir a ver a su mayordom... ¡Oh! —se cubrió la boca de inmediato.
Se supone que él no debía saber que estaba torturando personas. ¡No debía saber!
—¡Tú-tú no escuchaste nada!
—Pepper...
—¡No oíste, dije! —lo señaló.
—Ya lo sabía —confesó Jerome—. Era obvio que los traerías aquí para torturarlos. Pero, no creo que... —suspiró—, ¿de verdad era necesario?
—Ehm.. ¿sí? Tenía que demostrar a las personas que...
—No sólo hablo de eso, me refiero a que si de verdad era necesario darle a Bruce tan bajo, ¡torturaste a Alfred demasiado! Pudiste haberle dicho que estaba muerto y ya, esconderlo.
—Era para hacerlo llorar de verdad, tenía que dolerle... —tensó la mandíbula—. Y además, debía dejar al mayordomo débil para que no pudiera intentar nada.
—Sólo lo hubieras hipnotizado.
—Bruce no me hubiera creído que estuviera muerto —se acercó más a él—. Ver para creer, es su caso, corazón —lo empujó con el dedo—. Pero ve el lado bueno, podría hacerlo madurar más.
—Hará todo lo contrario, tendrá más traumas de los que ya tiene —espetó—. No lo conviertas en lo que tú...
—¡Soy un caso perdido, lo sé! —extendió ambos brazos—. Pero voy a...
—No tienes que seguir con esto, Pepper —la tomó por los hombros—. Ya acabaste con todos, capturaste a tus amigos para que no sufrieran daños, ¡ya me tienes a mí! —la agitó—. Ya todo acabó, déjalo.
—¿Para que la torre se caiga? Jerome, yo soy la base, me muevo y todo cae —se dio la vuelta—. La ciudad ya está en ruinas, ya casi está todo listo, ¡pero no ha acabado! —sonrió y se volteó—. Falta que los sobrevivientes salgan y empiecen de nuevo. Nosotros podríamos vivir en paz —lo tomó de las manos.
—Pero no así —la miró seriamente—, ¿quieres que vivamos tranquilos los dos? Acaba con esto.
Casi fue una orden.
—Sabes que te persiguirán. Tu culto querrá más, no espera la paz en la ciudad, quiere venganza y te van a asfixiar hasta que la consigan porque sólo tú puedes guiarlos.
—No si yo... s-si yo...
Jerome elevó ambas cejas, esperando una respuesta.
—La única solución, Pepper, es terminar lo que empezaste... —colocó su frente sobre la suya, y la miró amenazante, pero ella no lo notó porque estaba mirando al suelo—. Tú puedes guiar a tus seguidores, pero también acabarlos. Sin un culto que te presione y haga desastre, podremos vivir en paz.
—¿Y la policía? ¿Belle Reve?
Seguía sin mirarlo, estaba sumergida en su cabeza.
—Podemos escondernos. Sólo estaremos tú y yo.
—¿Es una promesa? —elevó su rostro se repente, con una chispa de entusiasmo en cada ojo.
—Lo es —le sonrió.
Pepper casi lloró. Pero el momento se arruinó cuando ella escuchó un tic cerca de su oído, muy cerca... Jerome fue alejándose poco a poco hacia atrás, pero ella se quedó quieta en caso de tener que atacar.
—Míreme a los ojos, señorita...
—¡Traidor!
Casi se lanzó hacia él, si no fuera por el polvo rojizo lanzado a su rostro que le distorsionó la visión e hizo que sólo viera Jervis en la habitación, dejándola confundida y sin poder moverse, ya que Jonathan la sostenía.
—Mire mis ojos, no por encima, no alrededor, justo en el centro...
Tic-toc.
Jervis le hizo una seña a Jerome y se acercó, ya que él le daría órdenes. Al estar frente a ella, se sintió... extraño; por una vez, tener control sobre todos sus sentidos.
—Ahora, escuchará las órdenes de Jerome Valeska y las cumplirá sin distraerse, sin dañar a nadie a menos que sea necesario —dijo Jervis, sin apartar su vista—. Cuando esté listo, señor Valeska.
—Quiero que liberes a Alfred y Bruce Wayne de la prisión. Sin hacerles daño, sólo abre las celdas y déjalos ir —la miró fijamente—. Si alguno de los dos te pide la ubicación del otro, le dices la verdad.
Pepper ni siquiera parpadeó, sólo fue liberada de Jonathan y se dirigió directo a la celda de Bruce.
—Si puedo preguntar... —habló Jonathan—, ¿por qué le pediste eso?
—Son buenas personas, incluso a mí me trataron bien. No lo merecían.
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Pepper les saluda c:
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