Capítulo 43: Torturas
M E G A M A R A T Ó N
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Al llegar a la prisión abandonada, encerraron a Alfred y a Bruce en celdas distintas, bastante alejadas entre sí, de hecho, lo suficiente como para que ningún grito de dolor de alguno de ellos lo pudiera escuchar el otro. Pero a Jerome lo dejaron descansar en los que antes era el cuarto de limpieza, ya que ahora era el nuevo taller de trabajo de Pepper; los seguidores que no fueron atrapados por la policía, habían transportado los objetos personales de su líder a la prisión para que estuviera más "cómoda", lo cual puso muy feliz a Pepper al saber que lo hicieron sin que ella hubiera tenido que decirles.
Pero el efecto del gas somnífero, por alguna razón, no duró mucho en Jerome. Él despertó poco después de que llegaron y cuando se iba a levantar para ver en dónde estaba, escuchó que Pepper hablaba con alguien del otro lado de la puerta, obviamente iba entrar a verlo. Así que se lanzó de nuevo a la "cama" y fingió estar dormido todavía. Cuando ella abrió la puerta, se dio cuenta de que con quien hablaba no era una persona...
—Quieto, Lou —exigió Pepper, y el perro chilló—. No, no te voy a bajar, lo vas a despertar. Sólo te traje para que lo vieras —puso al perro a un lado—, ¿lo recuerdas?
De repente, Jerome sintió algo húmedo en su mejilla izquierda, algo que le dio un poco de asco por el aliento del perro, pero tuvo que morderse el labio internamente para no hacer ningún gesto. Pepper apartó al perro inmediatamente después y lo llevó hacia la puerta.
—No, Lou, te dije que te quedaras quieto... Ahora tendrás que irte —regañó Pepper—. Anda, ve con Martin, le dará gusto verte otra vez.
Luego, Jerome escuchó la puerta cerrarse y al perro rasgándola, pero después de tres golpes a la madera de parte de Pepper, el perro dejó de hacerlo y, aparentemente, se fue. Ella suspiró de cansancio y la escuchó acercarse a él...
—De verdad te ves lindo con los ojos cerrados. Quiero decir, vivo —se arrodilló junto a él—, con los ojos cerrados y vivo...
Jerome sabía que estaba en ese lugar porque había sentido sus brazos apoyados en la orilla de la "cama" y su respiración casi sobre él; creía que si abría los ojos, vería los de ella.
De repente, un sollozo.
—No tienes idea de cuánto te extrañé... —murmuró a su oído, con la voz tornándose quebrada—. Recordarte y fingir que no te conocía, tenerte a mi alcance y que alguien destruya todo al dejarme inconsciente con golpes, estar encerrada esperando el momento adecuado para escapar cuando en el primer minuto ya quería verte, y todavía estando libre, esperar a que tuvieras confianza en mí otra vez.
De repente, Jerome sintió otra vez algo húmedo en su mejilla, pero esta vez no era la saliva de un perro, era una lágrima de la persona que creía que no lloraba.
—Me gustaría demostrarte que no eres y nunca fuiste un capricho mío, pero al parecer ya lo hice y me di cuenta hace unos días —otra lágrima—. Yo le quito la vida a las personas, les arrebato lo mejor que tienen y me río de ellos, pero tú eres la única persona por la que he dado mi vida, la única por la que sentí afecto por primera vez en años. El único que vio la cicatriz antes que al cuchillo...
Después de decir eso, ella besó su frente con cuidado mientras acariciaba su otra mejilla. Luego, la sintió moverse hacia su costado, se recostó y lo abrazó, pero no esperó que se disculpara por algo que hizo, que sintiera culpa y arrepentimiento. Se sentía feliz de que ella siempre había tenido tanta confianza en él como para llorar frente a sus ojos, pero no creyó que algún día la escucharía decir de corazón que lo sentía...
—Perdóname, Jerome... —sollozó—... por todo. No me lo merezco, no te merezco a ti, te he hecho tanto daño y tú sólo estás enterado de la mitad, quisiera decirte todo, de verdad, pero... —lo abrazó más fuerte—... no soportaría que me odiaras. Fuiste la primera muestra de cariño verdadera que conocí, justo cuando pensaba que todo el mundo me odiaba —sollozó—. No, no... —negó con la cabeza—... no quiero que te vayas nunca, no —sollozó—, por favor...
Jerome ya no podía más con ese nudo en la garganta. Abrió lentamente los ojos y sonrió, dejando escapar un par de lágrimas poco después, pero no sabía si era buena idea mostrarle a Pepper que no estaba dormido, podría asustarla o tal vez arruinar el momento.
—¿Te quedarías conmigo si te lo preguntara? —ella susurró, mientras arrugaba su camisa con los dedos.
—Ya estoy aquí —habló Jerome de repente, con un tono algo ronco, mirando directamente a sus ojos llorosos.
Ella se alejó de inmediato y su rostro se ruborizó, sus ojos muy abiertos hacia él y la respiración alterada, pero lo único que Pepper pudo ver, fue el contorno rojizo en sus ojos, señal de que había llorado también; Jerome la había escuchado todo este tiempo y Pepper estaba consciente de que él siempre había sido una persona sentimental.
Después de un momento de inquietud y silencio, Pepper reaccionó.
—¡Estuviste despierto y no me dijiste! —se levantó.
—No quería arruinar tu momento de confesión —dijo Jerome, sentándose en dirección a ella.
—Maldito gusano aplastado... —gruñó Pepper, acercándose con los puños apartados.
—¿Soy un gusano lindo? —le preguntó Jerome sin sonreír, pero con obvia burla en sus palabras.
—Me jugaste una broma —Pepper sonrió un poco.
—En realidad, no. No tenía intenciones de burlarme, pero... ahora es gracioso —él sonrió.
Pepper rodó los ojos y se limpió las lágrimas con el suéter que traía puesto, luego se acercó a Jerome y acarició su cabello de un lado.
—Gracias por escuchar y no juzgar —le sonrió un poco más.
—Soy tu psiquiatra, eso hago —le devolvió el gesto.
—Eras, querido —dijo Pepper, y después se alejó—. Tengo que ir a revisar cómo están los demás, no salgas, pero si necesitas algo, hay dos personas del otro lado de la puerta.
—Está bien.
(...)
—Señor Pennyworth... —canturreó Pepper, golpeando la reja de la celda para asustarlo.
Cuando tuvo su atención, se inclinó hacia él, con los brazos detrás de su espalda, y le sonrió descaradamente.
—¿Qué tal?
—¿No tienes a un idiota que soporte tus tonterías? —espetó el mayordomo.
—Lo tengo en frente —Pepper lo miró decepcionada, luego enderezó su espalda y se acercó un poco más a la reja—. Verás, Pennyworth, si no te necesitara ya te habría matado frente a la celda del muchacho, pero quiero... ya sabes... causarle un daño más psicológico que eso —sonrió otra vez.
—Libera al señor Wayne, tú buscabas a Jerome —la señaló.
—Oh, no, no, no, no, no... —lo miró molesta—. Estás mal informado, el chico se metió en donde no debía y tuve que incluirlo.
—¡Mientes!
—¡Ah, ¿en serio?! ¡Porque yo creo que el mentiroso aquí es otro! —se rió—. Ese chico tiene muchos secretos, ¿verdad? Secretos que ni siquiera a la persona que lo educó y protegió, ¡le tuvo la confianza para decírselos!
Y antes de que Alfred pudiera alegar algo o tratar de golpearla, Pepper chasqueó los dedos y tres personas de su culto llegaron.
—Traté de tener una educada charla contigo, Pennyworth —se hizo a un lado para que abrieran la celda—, pero no eres tan educado como creí —rió—. Bueno, te dejo con estos amigos para que jueguen con aparatos filosos y de alto voltaje, tal vez así logre hacerte sonreír, anciano cara larga.
Cuando la reja estuvo abierta y Pepper ya estaba alejándose por el pasillo, dos de los tres seguidores entraron y el otro se quedó afuera para filmar todas las torturas que le harían al mayordomo, pero también para asegurarse de que la celda permaneciera cerrada. Alfred se preparó para algunos golpes.
(...)
Los policías cerraron la calle de ambos extremos y por la parte de atrás de la casa, los vecinos se alarmaron e incluso fueron desalojados de sus hogares temporalmente, pero para ellos no era de extrañar que el DPGC estuviera ahí; aún recordaban a las personas que vivían en la casa café con detalles blancos. Y a su hija.
Con adolescentes y adultos entrometidos grabando todo, niños jugando en los parques como si no pasara nada y ancianos tomados de las manos mirando desde lejos, Jim rogó al cielo que Pepper no tuviera una bomba adentro. Empujaron la puerta de entrada y entraron Gordon y Bullock, acompañados de unos cuantos policías detrás, otros equipos entraron por la puerta de la cocina y otra parte por las ventanas disponibles, ya que algunas de éstas estaban selladas con ladrillos. Examinaron el primer piso, cada rincón y puerta, pero no encontraron nada, así que fueron por el segundo, aunque los equipos que entraron por las ventanas aseguraban que no había nada de todas formas, pero que en la habitación que le correspondía a Pepper la ventana estaba sellada con más que ladrillos. Así que subieron las escaleras y rodearon la puerta:
—Pepper —vociferó Jim—, si vas a hacer algo... —tomó la perilla—... será mejor que...
Y lo que vieron, los dejó boquiabiertos, y tal vez con un trauma. En la pared de la izquierda, frente a donde debería estar la cama, había tres cuerpos pálidos con el estómago abierto en una curva y aún goteando sangre; un poco arriba de esa curva, estaban sus ojos, los cuales habían sido arrancados de sus cuencas de una manera brusca, o eso imaginaron algunos. Su rostro estaba golpeado y lleno de cortes, además de parecer forzado a sonreír; sus párpados estaban pintados de negro alrededor y su boca tenía labial rojo mal colocado. De esa forma, tanto sus rostros maltratados como sus estómagos, parecían una cara sonriente. Pero ahí no terminaba la enfermedad; los cuerpos colgaban únicamente de sus brazos, que tenían clavos justo en las venas principales, lo que le daba un aspecto aún más grotesco al seguir expulsando bastante sangre.
—Maldita enferma... —dijo Bullock, todavía sorprendido.
Entre cada cuerpo, había una palabra escrita con pintura negra, la misma que se usó para los párpados de las víctimas: "CA–ÍS–TE". Otra de sus grotescas bromas, pero ahora se había superado a ella misma con lo que les hizo a esas personas. A sus pies, se encontraban tres ramos de flores muy hermosas de color blanco, que tenían en cada tarjeta: "Descansen. En. Paz", palabras a las que les sobraba sarcasmo.
—¡No se acerquen! —advirtió Jim, y cerró la puerta inmediatamente.
A la flor ya la habían visto en un caso anterior, pero sólo con una persona. El hecho de que Pepper la hubiera usado en tres personas más y que aún se tomara la molestia de colocarles ramos debajo de ellos, significaba que ella tenía bastante cantidad de ese veneno que podría acabar con gran parte de la ciudad en menos de cinco días.
(...)
Terminada la tortura de Alfred, la cámara con la que se grabó todo fue entregada a Pepper después de que el mayordomo había sido sedado, ya que trató de evitar que ese video fuera visto por Bruce.
—No sabes lo que es rendirse, ¿verdad, Pennyworth? —le dijo Pepper, con un tono molesto, arrebatándole el objeto y pateando su mano al final.
El pobre Alfred había dado lo último de él en ese momento, su rostro estaba ensangrentado y lleno de golpes, destacando un moretón en el ojo izquierdo, sus labios y manos estaban hinchadas, su espalda tenía varios cortes y sus pies tenían pedazos de vidrios, incluso entre los dedos.
Pepper ordenó que lo dejaran solo y se retiró por el pasillo hacia la celda de Bruce, recorriendo lugares por los que no quería pasar, pero tuvo qué. Desde antes de dar la vuelta, se escuchaban los gritos desesperados de Edward y los insultos de Oswald hacia él porque no se callaba; Brissa sólo estaba golpeando su cabeza contra la reja una y otra vez. Pepper no quería entablar una conversación ni de broma, pero sabía que ellos tendrían mucho qué decirle.
—¡ANGELIQUE! —rogó Edward, casi desgarrándose la garganta, y golpeó su cabeza contra la pared para volver a llorar.
—¡Tienes horas y una noche gritando, Ed! —protestó Oswald—. ¡Cierra la boca de una buena vez! ¡Ni siquiera por Kristen te pusiste así!
—¡Ella no era importante! —espetó Edward, y volvió a llorar.
—¡Oswald, cierra el pico! —le gritó Brissa.
—¡¿Qué clase de chiste fue ése?! —la señaló.
—¡Aaagh, pero, ¿qué hice para rodearme de gente así?! —se quejó Brissa, volviendo a recargarse en la reja de la celda.
Un minuto más con ese par y enloquecería. Incluso, ya estaba pensando cómo podría matar a dos personas con una caja o un brazo mutilado. De pronto, Pepper pasó frente a su celda a paso acelerado (aquí llego a decir io "¿cómo leen algo tan largo de esta morra?" Pero wenu, sigan disfrutando. Atte YueReiko), sin querer apartar la vista de enfrente, pero un golpe de parte de Brissa a la reja la hizo sobresaltar y parar en seco:
—¿Jerome está aquí? —preguntó con un tono firme, mirándola seriamente, pero con rabia contenida en el alma.
Pepper sólo pudo suspirar en respuesta y voltearse para enfrentar sus ojos, pero en el momento en que lo hizo, apartó la mirada de inmediato; no podía soportar esa mirada en su amiga. Y mucho menos cuando aún recordaba haber hecho algo que la hirió demasiado.
—¿Qué? ¿Ahora soy desagradable de mirar? —Brissa arqueó una ceja y sonrió—. Recordemos que tú nos tienes en estas condiciones, no te quejes de que nuestras apariencias no sean de tu agrado.
—No es eso —contradijo Pepper, aún sin atreverse a mirarla—. Mira, tengo el tiempo medido y personas muy impacientes con quienes hablar, así que, sí... —carraspeó—... Jerome está aquí, a salvo.
—¿Y le dirás sobre Phillip? —le preguntó Brissa, un tanto dolida al decir su nombre—. Tienes que hacerlo, o te ahogaras en la culpa por el resto de tu miserable vida —escupió molesta.
La garganta le dolió al tratar de no llorar, era muy difícil contenerse. ¿Cómo es que aceptas la muerte de alguien con quien compartiste muy poco después de verlo luego de algunos años? Y lo que es peor, superar la forma tan descarada y desesperante en que murió. El descaro de que fuera a manos de una loca narcisista, y la desesperación de que fue un accidente, un error, que pudo haber sido evitado.
—¿No vas a decir nada? Bien, se lo diré yo —avisó ella, y se dio la vuelta hacia la pared dentro de la celda.
Al escucharla, Pepper volteó de inmediato; el miedo a que Jerome supiera que ella mató a su mejor amigo era mayor a los ojos penetrantes de Brissa.
—No lo harías.
—¡¿No lo haría?! —le gritó, volviendo a ver su rostro.
Pepper sólo retrocedió. Brissa se había vuelto más fuerte, más decidida, más inteligente, peligrosa. Sólo hizo falta el trauma de la muerte de alguien para que ella pudiera ser todas esas cosas a través del deseo de venganza.
—Tú me quitaste todo, prometiéndome el mundo. No voy a dejar que también le hagas algo así Jerome —amenazó Brissa, apegándose a la reja otra vez.
—Para lástima de los tres... —se acercó, ahora con lágrimas en los ojos—... ya lo hice —torció los labios —. Por lo menos le guardé algo de respeto a Phillip al no reírme, ¿cómo le pides a un loco que no se ría?
—Estás enferma...
—Y ahora tú también.
Y con eso, la conversación terminó; Pepper se alejó por el pasillo y Brissa sólo la miró irse. Oswald no quiso entablar una conversación con Pepper, ya que la mayoría de sus dudas habían sido contestadas con sólo escuchar la conversación anterior; por el lado de Edward, él siguió llorando en el suelo con la caja que contenía la cabeza de Angelique en sus brazos, sin darse cuenta de que Pepper había llegado; tenía tantos insultos para ella...
Ahora, estando frente a la celda de Bruce, Pepper se encontró con el muchacho caminando de un lado a otro, con una mano dentro del bolsillo de su pantalón y la otra en su mandíbula. Como se le notaba muy concentrado, ella pateó la reja y rió fuertemente después al ver su rostro sorprendido.
—¡Hola, hola, Brucie! —saludó entusiasmada.
Vaya cambio de humor. O de rostro solamente.
—¿Pensando cómo escapar? —le preguntó ella, arqueó una ceja—. Oh, ya no te molestes, porque ni de chiste vas a salir de aquí.
—¿Dónde está Alfred? —preguntó con firmeza.
—Cierto —se recargó en la reja—, no te había dicho que noté que tu voz cambió, ¡y eso es genial! Ya que antes tenías voz de...
—No voy a volver a preguntar —espetó.
—Okey, entiendo —dijo Pepper, y alzó ambas manos—. Bueno... —carraspeó—. Como había dicho, nunca saldrás de aquí. Ni siquiera muerto —sonrió—, ¡pero no te desanimes! Que para eso siempre te traeré algo de entretenimiento cada día —le mostró la cámara—. Y si te portas bien, conseguiré palomitas para la próxima.
—¿Qué es eso? —se acercó.
—Es una cámara, zopenco —lo miró decepcionada.
—Lo que contiene, Pepper —vociferó Bruce, ya harto de sus "bromas".
—A eso vamos, paciencia...
Entonces, caminó un poco hacia el frente para arrastrar una mesa de ruedas con un televisor y un reproductor encima, hacia la parte de enfrente de la celda de Bruce. Colocó la cinta de vídeo dentro, conectó la extensión que daba con el televisor, lo encendió y, finalmente, con presionar un botón el video comenzó. Lo primero en oírse, fueron insultos de parte de Alfred a los seguidores de Pepper:
—Ustedes son débiles de voluntad, siguen creyendo que esa demente les dará una mejor vida, ¡cuando en realidad los está arrastrando con ella!
Un golpe.
—Sermonea todo lo que quieras, no nos harás cambiar de perspectiva —le contestó la persona que lo golpeó.
—Y yo que pensaba que sólo había gente ignorante en este culto, pero ahora veo que también hay imbéciles.
Otro golpe.
—Para ser viejo, sigue conservando su rostro, ¿no lo crees? —habló Pepper, ahora cruzada de brazos.
—Alfred... —murmuró Bruce, preocupado.
—Qué lástima que las torturas podrían desfigurarlo —se encogió de hombros.
—¡¿Qué?! ¡NO! —Bruce golpeó la reja—, ¡déjalo en paz!
De repente, un grito de Alfred; estaban empezando con los electrochoques a su cabeza.
—¡POR FAVOR!
Bruce casi lloró al volver la vista hacia el televisor, su mayordomo, su amigo de confianza, su figura paterna, estaba siendo torturada frente a sus ojos de una forma tan cruel... Bruce no podía soportarlo. En cambio, Pepper sólo se le quedó viendo, sin sonrisa, sin ceño fruncido, sólo sus ojos fijos sobre él y sus reacciones, lo cual desesperó mucho a Bruce y volvió a golpear la reja. Una y otra vez.
—¡Déjalo ir! ¡Déjalo ir! —casi lloró. Y en ese momento, otro grito—. Por favor...
Ahora en el video, se mostraba que lo estaban ahorcando mientras otra persona le golpeaba el estómago, pero Alfred no es estúpido, no se iba a dejar ganar así de fácil. Obviamente peleó y algunas veces logró vencerlos, pero luego entraban más seguidores y lo golpeaban mucho, mucho más fuerte.
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