Capítulo 40: Carta para un amigo
Pueden escuchar la canción al final, mientras leen o antes de empezar, de todas formas no es importante.
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8:22 p.m.
Ni un ruido. Se creía que Pepper finalmente se había quedado dormida, que no podía hablar por lo mucho que grito o que estaba tan ebria que ni siquiera podía levantarse para hacer ruido. Fue algo de cada cosa; a Pepper le dolía la garganta, no podía hablar mucho y estaba a punto de quedarse dormida sobre su mesa de trabajo de lo ebria que estaba. Pero aun así, siendo conscientes de que no podía ni siquiera verlos bien para golpearlos o lanzarles algo, nadie quiso volver a intentar abrir la puerta; creían que era mejor dejarla dormir.
Entonces, Jonathan llegó al teatro. Tenía una bolsa colgando del brazo, la cual contenía un poco del nuevo material que podría facilitar, en tiempo y cantidad, la producción del gas de la risa, una planta llamada "Oenanthe crocata". Estaba dispuesto a hablarle a Pepper sobre ella en cuanto pusiera un pie en ese polvoriento teatro, ya que estaba ansioso de poder usarla. Así que, caminó hacia el taller de Pepper y sus seguidores lo vieron, se interpusieron en la puerta y otros lo alejaron tomándolo de sus brazos, pero luego lo soltaron.
—No puede entrar ahora, señor Crane —advirtió un seguidor.
—¿Por qué no? —frunció el ceño.
—Pepper ordenó que la dejáramos sola —habló una chica—, nadie debe entrar.
—Naaadie —bromeó otro seguidor.
—¿Pasa algo? —preguntó Jonathan, arqueando una ceja.
—Pepper está ocupada —intervino otro—, es todo.
—¿Ah, sí? Pues esto es más importante, así que largo —espetó, y dio un paso al frente, pero los seguidores hicieron lo mismo y le apuntaron con lo que tenían a la mano: una navaja, un arma de fuego, un palo de madera y una rebanada de sandía—. ¿En serio? —Jonathan miró al sujeto con la fruta.
—Te puedo abofetear con ella —se encogió de hombros.
—Déjenlo pasar —intervino Daisy, y todos voltearon.
—Ta-tal vez pueda ayudar —dijo Alexander, con cierto tono de timidez, apareciendo detrás de su pareja.
«¿Ayudar en qué?», se preguntó Crane, pero se guardó la pregunta porque pensó que sería mejor si lo veía él mismo.
Los seguidores se hicieron a un lado y Jonathan pudo pasar, pero nadie le quitó la mirada de encima; no le tenían confianza del todo. Antes de entrar, se quitó la máscara, ya que la había llevado puesta todo el día y aún no se acostumbraba al material del que estaba hecha, los seguidores de Pepper le habían conseguido un traje un poco incómodo. Al abrir la puerta, lo primero que vio fue a Pepper recostada sobre sus brazos, murmurando cosas sin sentido, una sola lámpara sobre su cabeza iluminando el cuarto, lleno de objetos rotos y una canción en el fondo que provenía de una bocina —con el volumen algo bajo—; Jonathan reconoció la canción por una parte que escuchó fuera de los murmuros de Pepper, era The Night de Voltaire.
Así que entró, dejó la bolsa en el suelo, arrojó su máscara al otro lado y se acercó —sin hacer el mínimo ruido— para comprobar que no estaba dormida. Aun así, cuando se detuvo a su lado y se inclinó para mirar, Pepper se dio cuenta de que estaba ahí por el sonido de la bolsa caer y se levantó de golpe, arañándole un ojo y haciendo que la botella de whisky —ahora vacía— cayera sobre la mesa y distrajera a Pepper por un segundo, dándole la oportunidad a Jonathan de empujarla para que volviera a sentarse y ella sólo se quedó quieta, mirándolo, tratando de visualizar quién era.
—¡¿Qué fue eso?! —le gritó, pero sólo obtuvo un gruñido por respuesta, y Pepper dejó caer su cabeza hacia atrás.
Por instinto, Jonathan deslizó su mirada y se encontró con la botella de whisky, entonces se dio cuenta de todo. No podía calcular exactamente por cuánto tiempo había estado ebria, pero fue al menos media hora por los destrozos alrededor y que no había rastro de vómito aún. Y a todo esto, sus seguidores no hicieron nada por ayudarla. Jonathan frunció el ceño y bajó totalmente el volumen de la música, Pepper dio manoteos al aire intentando encontrar la bocina, pero él detuvo una de sus muñecas y la levantó de la silla; a regañadientes, se levantó. Su cabello corto cayó sobre su rostro y sus piernas se tambalearon, obligando a Jonathan a colocar uno de sus brazos débiles sobre su cuello para poder arrastrarla hasta el baño; presentía que en cualquier momento vomitaría. Justo cuando empezó a caminar hacia la puerta, notó que la mano izquierda de Pepper tenía un gran agujero y sangre deslizándose entre sus dedos, además, como Pepper no traía puesto su saco —sino que estaba sobre la silla—, notó que su blusa blanca estaba teñida de rojo en una de las mangas, pero era sangre que ya estaba seca.
De repente, Pepper emitió un quejido y se apresuró a salir cuando se dio cuenta de que estaba reteniendo algo en su boca. Pateó la puerta y salió casi corriendo del cuarto; con Pepper arrastrando los pies en un intento de seguirle el paso.
—¡A un lado, escorias! ¡A un lado! —gritaba.
De repente, Jonathan dejó de sentir el brazo de Pepper sobre su cuello y la vio dejarse caer al suelo. Vomitó. Todos alrededor, incluyendo los ciudadanos prisioneros, se alejaron de inmediato y miraron asqueados, segundos después, Pepper se puso de rodillas, se dejó caer hacia atrás sobre su espalda y comenzó a llorar; su traje estaba aún más arruinado, su boca conservaba parte del vómito y las puntas de su cabello igual. Entonces, Jonathan pensó que ahora debía llevarla al baño sólo para que se limpiara, a menos que volviera a vomitar.
—¡Limpien eso! —ordenó Jonathan, y un par de chicos se movieron entre la multitud para buscar objetos de limpieza—. Dios, Pepper, sí que estás mal... —murmuró, mientras volvía a levantarla de su brazo izquierdo, con cuidado de no tocar la herida y mucho menos el vómito.
—Jer... sss... in... re... —sollozaba.
—Deja de llorar —se quejó, mientras la colocaba en la misma posición que antes para guiarla, y su llanto paró de repente.
Todos seguían mirando. Era sorprendente para los seguidores ver cómo alguien a quien idolatraban tanto, había sido derrotada por una botella de alcohol; para los ciudadanos que esperaban su muerte en una fila, les parecía satisfactorio ver cómo alguien que se burlaba de los "débiles" frente a una cámara y los había ridiculizado mientras morían uno a uno, había terminado igual.
Crane conocía el teatro entero, entradas, salidas, vestuarios que eran utilizados para guardar armas, todo, ya que tuvo que vagar por ahí un par de veces para encontrar materiales que no podía exigir a Pepper porque estaba fuera; y sus seguidores eran demasiado mediocres para entender lo que él decía que necesitaba. Giró por la izquierda y encontró el baño, pateó la puerta para abrirla un poco más, encendió la luz estirando su mano libre y acercó a Pepper al lavabo, ella apenas pudo sostenerse unos segundos cuando volvió a caer y se golpeó la frente con el lavabo.
—Auch... —murmuró.
—La primera cosa que dices bien —dijo Jonathan, y se inclinó para levantarla del suelo—. Pon tus manos aquí, Pepper —le señaló el lavabo.
—Ser... tem... b-nilo... —pronunciaba mientras se tambaleaba. Sólo ella sabía qué decía, o tal vez no.
—No, no, no... ¡apóyate en esto! —dijo ahora fastidiado, tomando bruscamente ambas manos de Pepper y las puso sobre el lavabo.
Abrió la llave, el agua salió y comenzó a limpiar su herida mientras la sostenía con su otra mano por la espalda, ya que seguía tambaleándose; pero mientras hacía esto, Pepper se quedó dormida de nuevo, inconsciente del dolor, y su frente terminó estrellándose contra el espejo. Jonathan, al notar esto, soltó un grito ahogado y la tomó por los hombros de inmediato para enderezarla; al ver que le sería imposible ayudarla de esa forma, volvió a enredar uno de sus brazos sobre su cuello y la sentó en el suelo con cuidado. Sí, en el suelo, el inodoro ni siquiera tenía tapadera. Estando ahí, Crane agradeció que Pepper dejara caer su cabeza hacia atrás para poder limpiar su cabello también, pero primero, la herida. Así que tomó un trapo que estaba a un lado en el lavabo, lo limpió y lo puso alrededor de su mano, presionó para después atarlo y retuvo el sangrado por el momento.
Luego, fue por una toalla al estante que estaba en la esquina, la mojó también y se arrodilló para limpiar las puntas de su cabello, lo cual fue rápido y le dio oportunidad de limpiar su boca del vómito con algo de papel higiénico antes de que despertara. Ocasionalmente, se quejó mientras dormía, entonces Jonathan supo que era por su brazo derecho y la blusa que hacía presión sobre la herida, por los constantes movimientos que hacía para tratar de deshacerse del dolor, así que tomó la manga de la blusa y la levantó con cuidado hasta que la venda estuvo descubierta; se alivió de ver que los seguidores de Pepper, por lo menos, se habían encargado de esa herida.
Exhausto, se levantó una vez más para buscar algo para desinfectar la herida en la mano de Pepper, pero no encontró nada y se vio obligado a buscar a alguien. Asomó su cabeza por la puerta y buscó opciones; suficiente vergüenza había pasado ella allá afuera, por eso necesitaba a alguien que estuviera cerca y así nadie más tendría que verla. La chica de cabello azul. Estaba a unos pocos metros de distancia practicando unos trucos frente a su pareja, quien admiraba y celebraba cada truco bien hecho; como un niño. Pepper comenzó a toser de repente y abrió los ojos un poco, luego miró su mano, frunció el ceño y trató de quitar el trapo; Jonathan no perdió más tiempo y llamó a la chica:
—¡Hey, Diana! ¡Dian...! No, espera, no se llama así... —pensó—. ¿Daria? ¿Daniela? ¿De-Denisse? Agh... —golpeó el marco de la puerta—. ¿Di...? No. Daisy. Es Daisy... ¡Daisy! —volvió a llamar, y la chica volteó—. ¡Sí, tú, chica de cabello extraño! ¡Necesito que vengas!
Daisy le susurró algo a Alexander antes de irse y caminó a zancadas a Jonathan; Alexander torció lo labios y se dejó caer al suelo, deslizando su espalda contra la pared, luego tomó el pollo de hule de Daisy y lo abrazó.
—¿Sí? —dijo Daisy, arqueando una ceja.
—Ella —Jonathan señaló a Pepper, quien ahora estaba mordiendo el trapo y gruñendo porque no podía quitarlo.
—Ay, cielos, ¿qué le pasó? —preguntó, arrodillándose frente a ella, y la examinó.
—¿No es obvio? ¡Está ebria! —alegó Jonathan—. Oye —lo miró—, necesito curar su mano y aquí no hay nada. Además, creo que se queja de su brazo.
—Herida de bala —afirmó Daisy, levantándose—. Ya está vendada, pero puedo conseguir un anestésico o algo para calmar el dolor.
«Ya sé que está vendada», pensó Jonathan.
—Bien, haz eso y consigue lo que te dije.
De pronto, Pepper estiró su brazo herido y colocó su mano en el lavabo, luego apoyó su otra mano herida en la pared y se levantó poco a poco, soltando gruñidos y quejidos por el dolor de las heridas. Finalmente, pudo mantenerse de pie en el pequeño espacio que había entre la pared y el lavabo, intentó caminar hacia el frente, pero cuando tropezó y golpeó la puerta, Daisy y Jonathan la sostuvieron y la sacaron del cuarto de baño.
—Me daré prisa —avisó Daisy, dejando a Pepper al cuidado del chico de nuevo. Pero ella habló y ambos la miraron:
—Preguunta ssseria... —se tambaleó—. ¿Porrr qué tennngo una servillet-a en el braaazo? —frunció el ceño—. Oooh... esperen, ¡es una veeenda! —soltó una carcajada, y luego se le ocurrió tocarla con su dedo. Al instante, lo apartó y su sonrisa se borró—. Auch... —volvió a fruncir—. Esso dolió...
—¿Cariño? —la tomó por los hombros.
—Oh, Alex, qué bueno que te acercaste —le sonrió—. Vamos a necesitar tu ayuda.
—¿Con qué? —preguntó.
—Aww... ussstedes s-se ven taaan lindos juuntos —opinó Pepper, mientras seguía tambaleándose en el hombro de Jonathan—. Loos voy a ssshippear... —tosió de nuevo.
—¿"Shippear"? —preguntó Daisy.
—Suena lindo, gracias —habló Alexander—. Pero, ¿qué es shippear?
—¿En serio le vas a preguntar cuando está ebria? —susurró Jonathan.
—¿Qué? —vociferó Pepper.
—Ay, no...
—En pleeeno dos mil catuorce...
—Pepper, estamos en dos mil dieciocho —corrigió Jonathan.
—¿Eh? Aaagh, no importa —se tambaleó—. Cooomo decía —tragó saliva—. En pleno dos mil veintiocho...
—Déjalo así... —Jonathan rodó los ojos.
—¿Y no sssaben qué eees eso? —alegó Pepper, y se inclinó un poco al frente, casi cayéndose.
—Eh... no —contestó Alex.
—No es como si hubiéramos tenido una adolescencia más allá de estar encerrados dentro de una carpa de circo —Daisy se cruzó de brazos.
—Dejen de hablar de tonterías con ella y llévensela, es cansado sostenerla —dijo Jonathan, y dejó que Pepper cayera en los brazos de ambos.
—Pero dijiste que...
—Sí, Diana, ya sé que dije la curaría...
—Es Daisy —corrigió ella.
—... pero olvidé que dejé algo importante en su taller, y si alguno de estos idiotas lo toca, estamos perdidos. Ustedes curen su mano y luego llévenla a su taller, tiene una cama ahí.
Y Jonathan corrió antes de que pudieran quejarse de algo. La pareja se miró y luego volvieron a la mujer ebria en sus brazos, se dieron la vuelta y se agacharon un poco para pasar cada uno de sus brazos sobre el cuello de cada uno, y cargarla.
—¡Adióoos, sssaco de pájarooos! —se despidió Pepper, y luego dejó caer su cabeza de nuevo para reírse—. Eeesssto va a seeer divertido...
(...)
Mansión Wayne. 1:45 a.m.
Jerome se despertó de golpe y sus ojos se acostumbraron a la oscuridad en segundos. Estaba muy confundido, no sabía qué hora era, su estómago rugía y no recordaba nada después de que...
—Ay, no...
De que el otro lo controló. Lanzó la manta fuera de su cuerpo y se levantó de inmediato; notó que no tenía sus zapatos puestos, pero no quiso perder tiempo en buscarlos sabiendo que podría utilizar mejor ese tiempo para salvar una vida, tal vez Bruce podría estar por ahí desangrándose por su culpa. Al tomar la perilla y abrir la puerta, chocó contra el muchacho que buscaba y él derramó algo hirviendo en su pecho; Jerome retrocedió y apartó su camisa de su piel de inmediato, tomando los dobladillos de su cuello y levantándolos.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! —Bruce se acercó.
Entonces, Jerome ya no sintió el líquido —que creyó que era café— hirviendo en su camisa y la soltó para que volviera a la normalidad. No podía distinguir bien de qué era la mancha, ya que aún estaba a oscuras.
—Estoy bien —le dijo Jerome, colocando ambas manos al frente como defensiva.
—En serio, perdón —volvió a disculparse—. Pensé que estabas en el sofá todavía.
—Y yo no te vi, en parte fue mi culpa también —admitió, recargándose de espaldas en la parte trasera del sofá.
—No, de hecho sí fue mía, debí encender la luz del pasillo —dejó la bandeja a un lado—. ¿Cuánto llevas despierto?
—Como cinco minutos —respondió—, ¿qué hora es?
—Casi las dos de la mañana.
—¡¿Y qué estás haciendo despierto?! —gritó en voz baja—. ¿Planeabas no dormir con ese café?
—Es un té de manzanilla —encendió la luz—. Y no, ni siquiera era para mí.
—¿No crees que sería mejor si no...?
—Alfred está dormido, no creo que le molesté que hagamos ruido o encendamos la luz si no es en su dormitorio.
—Bien —fue todo lo que dijo Jerome, pero algo lo intrigó—. ¿Por qué me trajiste ese té? ¿Sabías que estaba despierto?
—Algo así, bajé porque quería vebir a revisar que no te hubieran secuestrado aún. Luego, te escuché hablar.
—¿Hablar con...?
—Hablabas dormido —interrumpió Bruce, y Jerome se alivió de que fuera eso y no que el otro estuviera contactando a Pepper por teléfono o algo así—. Pensé que un té te ayudaría a volver a dormir
—Bueno, entonces deberíamos volver a dormir —sugirió Jerome.
—Cierto, ¿pero no te gustaría dormir en alguna de las habitaciones de arriba?
—No, gracias —le sonrió—. Estoy cómodo aquí.
—Está bien.
Entonces, Bruce se decidió a volver a su dormitorio y abrió la puerta, pero Jerome lo detuvo:
—Bruce —lo llamó, y el susodicho giró.
—¿Sí? —frunció el ceño.
—¿Sabes de casualidad... de qué hablaba dormido?
Bruce pensó un poco su respuesta, tal vez podría inquietarlo saber, interpretarlo como algo malo si no cuidaba su tono. Pero también podía ser que le alegrara.
—Sobre Pepper —le sonrió, y Jerome parpadeó sin creerlo—. Que descances.
Y cerró la puerta. Pero Jerome no durmió, no mucho, ya que pensó durante casi una hora sobre lo que pudo haber dicho de ella; una hora hasta que el sueño lo venció.
(...)
Ahora con la mano vendada, el brazo poco adolorido y recostada en su cama, Pepper despertó por arte de magia; literal y metafóricamente. Alexander puso algo alrededor de su nariz, una especie de polvo, y ella despertó de un estornudo; no pensaron que iba a funcionar por culpa del profundo sueño en el que estaba, por eso fue como "por arte de magia". Después de que la pqreja la hubiera atendido, cambiando su ropa sucia por un vestido largo y gris que parecía un camisón y dándole agua para eliminar los mareos, también se las arreglaron para dormirla con el mismo truco del polvo y la dejaron por unas cuantas horas así, hasta que Jonathan les ordenó que la despertaran para ver si seguía en ese estado ebrio o no; quería mostrarle algo antes de que perdiera la cabeza de nuevo. Por suerte, ya no lo estaba, pero tenía un aspecto muy enfermo...
—¿Qué...? ¡Agh! —sostuvo su cabeza.
Un dolor punzante atravesó su cabeza como una bala apenas despertó, la hizo retorcerse sobre la cama e incluso golpearse con sus puños, pero Daisy sostuvo sus muñecas y no le quedó de otra más que sentarse y golpearse contra la pared.
—Pepper, sólo harás que el dolor sea peor —habló Jonathan, pero no lo miró—. ¡Deja de golpearte!
En ese instante, Pepper lo miró y dejó de hacerlo poco a poco, al igual que sus ojos lo observaban de forma amenazante, luego dio un último golpe a su cabeza y se deslizó por la pared para volver a recostarse.
—¿Por qué me duele tanto la cabeza? —preguntó con la voz temblorosa y ronca; una voz tan débil, nada comparada con su tono divertido y lleno de gracia.
Luego, su mirada se deslizó hacia su mano vendada justo cuando Daisy la estaba liberando.
—¿Y qué me pasó ahí? —volvió a Jonathan.
—Bebiste una botella entera de whisky, destruiste todo en tu taller, te desgarraste la garganta gritando y llorando y, según lo que me dijeron tus leales seguidores, te apuñalaste la mano con un cuchillo. ¿Crees que no iba a doler después? —le sonrió molesto.
Pepper sintió la culpa y bajó la mirada; fue estúpida, nunca debió dejarse llevar, debió ser fuerte y seguir con su plan en vez de lloriquear porque algo había salido mal. Su padre le enseñó a golpes que no debía molestarse por ese tipo de cosas; le enseñó a ser "fuerte", a su manera de percibir el concepto, claro.
—Ya pueden ir a besuquearse, tengo que hablar con ella —dijo Jonathan, y se sentó en una silla frente a Pepper.
—¡Nosotros no estábamos...!
—Shh... no lo contradigas, cariño —dijo Alex, colocando un dedo en los labios de Daisy, y le sonrió con picardía—. Mejor vamos a obedecerlo.
La tomó de la mano y ambos salieron del cuarto, cerrando la puerta y dirigiéndose a uno de los balcones del teatro para "obedecer a Jonathan".
—¿Y bien? ¿Sigues mareada? ¿Puedes verme o tienes la vista borrosa?
—Nada de eso —respondió, aún destacando su voz rota, y no atreviéndose a mirarlo—. Estos dos días fueron eternos, todas las cosas que pasaron en tan poco tiempo.
—Para gente como tú no existe el descanso.
—La fuga de los reos, Arkham intoxicado, la captura de Oswald y Martin en la mañana, la tarde de fiesta aquí, la muerte de los padres de Jerome, la pelea en el puente... Dios, es cierto, ¡no he dormido en tres días!
—Bueno, empezaste con tu fiesta desde que el Sol salió el día de tu cumpleaños, es más, ya pasó tu cumpleaños.
—No, no, no, prometí a mis seguidores que la fiesta duraría más de una semana...
—Entonces piensa, ¿cómo ibas a dormir si estabas avanzando con tu plan así de rápido? Deberías descansar después de que me vaya.
—¿Por qué te preocupas? —le preguntó fastidiada.
—Porque te necesito en tu mejor juicio otra vez, tenemos que seguir con el plan y...
De inmediato, Pepper se sentó de nuevo en la cama y abrió los ojos con temor, una sensación de frío le recorrió el pecho y sintió que quería vomitar de nuevo.
—Jerome.
—Oh, no, no, no... —volvió a recostarla—. No empieces con él.
—Pero...
—Ya está en la Mansión Wayne, esa parte del plan sigue en pie, pero quería proponer algo...
Entonces, Jonathan tomó la bolsa de abajo de su silla y la elevó en el aire, pero antes de abrirla, se puso su máscara y le ofreció un trapo mojado a Pepper.
—Cubre tu nariz —le ordenó, ahora usando la voz grave de su máscara.
Pepper obedeció algo confundida, y Jonathan pudo sacar la planta de la bolsa, era peligroso que la olieran; él no tuvo que preocuparse por tocarla, ya que siempre traía puestos los guantes que iban con el traje.
—Mi propuesta más bien es un aviso, quiero usar esta planta en el gas de la risa.
—¿Qué tiene de especial? —Pepper frunció el ceño.
—Esta planta tiene el mismo efecto, paraliza a sus víctimas cuando la huelen y les deja una extraña sonrisa marcada en los labios. Su toxicidad es mayor en invierno y principios de primavera, lo cual nos beneficia ya que estemos en enero —volvió a guardarla—. No había visto nada igual.
—¿Cómo la encontraste?
—Salí a buscar materiales. Le pedí a alguien que fuera por mí después, pero el zopenco que se ofreció se perdió en el bosque y tuve que ir a buscarlo. En el camino, me topé con la planta, la guardé y luego la probé con el sujeto antes de irnos, murió por la planta. Había algunas más cerca, y el material para el gas de la risa se estaba agotando. Tú dijiste que necesitabas para cada zona de la ciudad.
—Entonces te felicito, de verdad estás haciendo tu trabajo —Pepper aplaudió.
—No lo digas así, no trabajo para ti —se quitó la máscara.
—Me refería a tu trabajo, no tu parte del trabajo. Tú querías intoxicar a la ciudad, ahora lo estás haciendo. Con la producción del gas de la risa sólo me estás devolviendo el favor de que te liberé, es un favor de amigos —sonrió.
«Amigos», esa palabra le resonó en cabeza a Jonathan. Él nunca había tenido amigos.
—Todo este tiempo tuve la sensación de que se me olvidaba algo, y acabo de descubrir qué —se levantó. Y Jonathan pudo ver si expresión asustada—. Lou no estaba en la mansión de Oswald cuando lo secuestré a él y a Martin.
«Cierto, me olvidé del perro», pensó Jonathan.
—No estaba ahí porque terminó en una perrera —dijo Crane.
—¿Qué?
—Dijeron que escapó poco después de que te internaron en Arkham y lo encontraron vagando por la calle, tus seguidores buscaron en todas las perreras de la ciudad desde entonces, querían darte una sorpresa para tu cumpleaños.
«¿Cómo se enteraron de que tenía una mascota?», se preguntó Pepper. «Son más acosadores de lo que pensé».
—¿Y? —tragó saliva—. ¿Lo-lo encontraron?
Jonathan sonrió a esto y luego silbó como una señal para el seguidor que esperaba —del otro lado de la puerta— para entrar. Abrió la puerta y dejó al perro en el suelo para que él mismo fuera hacia Pepper, ella lo recibió con los brazos abiertos y gritó de emoción en su mente, ya que su garganta no podría; casi lloró. Luego, el sujeto cerró la puerta de nuevo y se fue para contarle a sus colegas la reacción de Pepper.
—¡Lou, corazón! —lo besó en la cabeza—. ¡Pensé que te había perdido! —y lo abrazó.
Forzaba su voz por gritar de felicidad, pero sólo había sonidos secos o palabras entrecortadas. Lou estaba emocionado por ver a su dueña después de bastante tiempo, estaba inquieto y no paraba de lamerle la cara; Pepper sólo sonreía. Crane también sonrió un poco, por alguna razón se sentía bien de haber reunido a Pepper con su mascota, a pesar de que no había sido su idea; ni siquiera creyó que tuviera una mascota, pensó que podría mutilarlo o apuñalarlo si hacía algo que no debía, pero Pepper parecía tolerante con el perro.
—Qué bueno que estés feliz —dijo Jonathan, con cierto tono sarcástico.
—Claro que lo estoy —rió, y Lou le lamió la boca—. ¡Agh, qué asco! —rió de nuevo y cubrió su boca para que no volviera a suceder.
Jonathan rió un poco por lo que hizo el perro, pero luego volvió su rostro a la normalidad, poco a poco, para no mostrar mucho sus emociones; no le gustaba hacerlo.
—No puedo creerlo... —acarició a Lou, y él poco a poco se quedó quieto—. Me importa un maracuyá si fuiste tú el de la idea o no, pero gracias —sonrió a Crane.
El tragó saliva en respuesta.
—Ah... ¿de nada? —frunció el ceño.
Pepper soltó un suspiro de cansancio, seguido de un bostezo, y se recostó de nuevo, Lou se acomodó junto a sus piernas y juntó sus patas para recostarse. Hubo silencio por unos momentos; Pepper pensaba en lo aliviada que se sentía al darse cuenta de que aún tenía los hilos entre sus dedos y nada se le había escapado, pero Jonathan sólo esperaba el momento para irse, pues creía que ella tenía algo más qué decir.
—¿Sabes? —la miró—. Pensé que había perdido a todos mis amigos... —murmuró, y sus ojos se cristalizaron—... pero todavía tengo algunos aquí.
Pepper le sonrió a Jonathan y él le devolvió el gesto, pero algo incómodo. Después, se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta, apagó la luz y se giró de nuevo a Pepper.
—Duérmete ya, necesitarás tu cabeza mañana —aconsejó Jonathan, y luego cerró la puerta.
En medio de la oscuridad, Pepper recordó que no había hecho una parte de su plan: la carta. Pero no podía encender la luz, Crane se daría cuenta de que estaba despierta y no la dejaría escribir, así que se giró hacia su mesa de trabajo —con cuidado de no hacer ruido— y buscó la libreta en la que escribía sus planes, y una pluma. Luego, tomó una linterna que siempre estaba debajo de su cama y la encendió.
—Incluso con un dolor de cabeza insoportable... —tomó la pluma—... sigo pensando en mis planes. Es como hacer tarea a media noche...
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Hoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooola, ¿qué tal?
Sé que los últimos capítulos fueron deprimentes, por eso quise sacarles una sonrisa otra vez ;)
Estoy 50/50 segura de que algunxs buscaron a la planta, y sí, es esta:
Como ya leyeron, su nombre científico es Oenanthe croata (gracias Google), o también llamada "Hemlock water dropwort" (yo la conocía por este nombre) y tiene un efecto bastante... raro.
Cuidado al bajar.
Si eres sensible, no sigas.
Nah, mentira, búsquen en Google: "hemlock water dropwort smile" (y así evitamos que me borren el capítulo); no se vayan a reír de sus caras, están muertos, mejor ríanse de este meme:
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