Capítulo 4: Ahora o nunca

━× 𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 ×━

Martes 15 de diciembre, 1987.

Después de 21 largos días, me encontraba en mi celda nueva: no había humedad ni manchas de procedencia dudosa en las esquinas, la cama era menos dura y tenía una almohada rellena, no como la anterior, que estaba tan aplastada como un ciervo sobre la carretera. Seguía estando en el tercer piso, pero mi número de cuarto pasó de 31 a 47; tal parece que las instalaciones con números superiores a 40 eran mejor cuidadas y limpias. Nunca supe por qué. El día transcurrió normalmente, sólo que sin mis ansiadas terapias.

—¿Sabes? —habló Oswald de pronto, desde el otro lado de la celda—. Todo fue más tranquilo en el comedor mientras no estabas.

—Seguro alguien extrañó limpiar mis destrozos —sonreí.

Para esa hora de la noche, charlaba con Oswald a través de un agujero —entre la pared y la línea del suelo— que hice con una cuchara a golpes; parecía un mito, ¿eh? Pues no, son más efectivas que el jodido taladro. No es cierto, eso último sí es broma. Siempre tuve curiosidad por saber si hacer agujeros con cucharas era cierto. Aunque era algo inusual la que usé, la conseguí gracias a una enfermera distraída; por cuestiones de seguridad, a los pacientes no nos daban la comida con más de dos cubiertos y mucho menos si no eran de plástico.

Volviendo con el asunto del Pingüino, fue una suerte que pudiéramos reencontrarnos para contarle mi plan sin apuro, no podría resumirlo todo en la media hora que teníamos de almuerzo. Sin embargo, con el nuevo jefe en el manicomio muchas cosas cambiaron, una de ellas se trataba de ordenar a los reclusos por orden alfabético, según su apellido paterno: él era Cobblepot y yo... Crewell. Deshacerme de mis apellidos falsos no fue tan simple, el registro estaba bajo llave, pero me las arreglé.

—¿Cómo te sientes ahora que estoy de regreso?

Siento que ni siquiera podré descansar en mi propia celda, ya que estarás hablándome de cosas absurdas —suspiró—. Esos doctores me arrebatan el sueño con sus estúpidos medicamentos. Ni siquiera los necesito.

—Creí que eran los supervisores. Aunque no entiendo tu queja, es más sencillo ocultar las pastillas que antes.

Pero no los medicamentos líquidos, y no quiero vomitar cada vez que me los dan, o escupirlos como haces tú.

—Bueno, tienes un punto, es tedioso —admití—. Pero veamos el lado bueno, nuestras celdas no son sucias, la seguridad en esta zona es baja, los guardias no merodean por aquí más de tres veces al día.

¿Qué te tiene tan optimista? Desde que volviste de la enfermería, noto tu actitud un poco distinta.

—No soy muy pesimista, tampoco —señalé—. Siempre depende. Aunque, ahora que lo mencionas, no sé si es el nuevo ambiente o el hecho de saber que pronto saldremos —reí por lo bajo.

Cambiando un poco de tema, escuché que tu príncipe pelirrojo fue ascendido después de lo que pasó con Strange.

Al escucharlo decir simplemente "pelirrojo", sonreí aún más y pude sentir que mis mejillas se pusieron coloradas; Jerome debía estar muy feliz.

Pero...

Borré mi sonrisa.

—...ahora se encuentra ejerciendo en otra área. No volverás a verlo, lo sabes, ¿verdad?

—¡¿Cómo dices?! —me incliné hacia el agujero—. No, no, no, no, no... Harvey Bullock dijo que era mentira —me levanté—. ¡No voy a dejar que eso pase!

Ya pasó, Evelyn.

¡N-no me digas así! No, no...

Di vueltas y vueltas, mordiendo mis manos temblorosas, tratando de pensar. Aquella última frase de Oswald hizo que mi corazón se sintiera pesado y mis ojos se cubrieron de lágrimas.

—¡¿Por qué?! —golpeé la puerta—, ¿por qué lo alejaron de mí...? 

━× 𝐎𝐬𝐰𝐚𝐥𝐝 ×━

Incredulidad, confusión, miedo, ira, tristeza. Sigue siendo inestable. Demasiado... tan sólo mencionarle un poco del tema, la enloqueció. Ese vínculo que ella cree tener con Jerome es enfermizo. Pero tampoco soy psiquiatra, quizás sólo deba ignorarla un poco, de esa forma ella también podría restarle importancia.

━× 𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 ×━

Ahora todo lo que sentía era tristeza.

Me recargué sobre la puerta y cerré los ojos un momento, haciendo ejercicios de respiración para calmar mi llanto. Y fue ahí que el escape se tornó más llamativo que antes, lo ansiaba, quería que sucediera ese mismo día. Pero esas gotas de agua que caían sobre mi cuello no me dejaban repasar mis ideas, así que volteé hacia arriba para ver de dónde venían exactamente y si era posible cubrir esa fuga con un trozo de mi uniforme. Entonces, me di cuenta que la celda tenía ventilación.

—Oswald —lo llamé, arrodillándome hacia el agujero—. ¡Oswald, maldita sea, despierta! —grité, en voz baja, golpeando el suelo con mi zapato y eso bastó para que abriera los ojos.

¡¿Qué?! —gritó con el mismo volumen.

—¿Cómo pudiste quedarte dormido? —alegué.

Te dije que estaba cansado. Luego de tu berrinche, vi la oportunidad, creí que estarías llorando toda la noche.

—Pues no, ahora tengo un nuevo plan —sonreí—. Mira hacia arriba.

La ventilación...

—Exacto —me acerqué—. Tengo una idea, no muy bien pensada, pero a veces lo improvisado termina mejor —miré hacia la ventana—. Viendo la posición de la luna... el amanecer será en siete horas más o menos, significa que la mayoría de los guardias está en los pisos de abajo cerca de las máquinas expendedoras, buscando azúcar para pasar la noche. Tenemos media hora para subir a la asquerosa ventilación y hallar la salida hacia el tejado, que antes fue un lugar de recreación también, hasta que los pacientes comenzaron a lanzarse... ¡pero ése no es el punto! Luego de hacer eso, podremos bajar por las escaleras de emergencia. Para nuestra suerte, hoy llega el camión que surte los uniformes limpios y se lleva los sucios cada quince días. Entramos por la puerta del copiloto, amenazamos al conductor y cuando sea hora de salir, solamente nos escondemos por debajo. O robamos un auto, lo que parezca más sencillo.

¡Espera, espera, espera! ¿Cómo sabes cuánto tiempo tenemos? Todo suena como si lo hubieras planeado por semanas. ¿Tú qué sabes de los otros lugares? Es tan extrañamente conveniente que siento que no funcionará.

—¿Qué crees que hago cuando no es día de terapia? ¿Quedarme a llorar en mi cama? ¡No, observo el lugar! Cada rincón a mi vista, los horarios, la rutina que siguen las personas aquí. Aunque a veces, lo dejan demasiado fácil de intuir —me senté—. El guardia que cuidaba la puerta de la enfermería, se iba a cierta hora en la madrugada y volvía con algo dulce para comer, luego entraba para desechar el envoltorio en la basura. Supe que no sólo era él quien usaba las máquinas porque hablaba consigo mismo acerca de la fila que tenía que hacer para conseguir algo de azúcar. Lo de los uniformes es un poco más obvio, cada día 15 lavan nuestros uniformes.

Eres extraña, extremadamente analítica y observadora, pero útil. ¡Muy bien...! Los caballeros primero.

Escuché que se levantó.

—¡Hey! El dicho es: "Las damas primero" —me quejé, viendo por ese pequeño hueco cómo se ponía de pie sobre la cama con un destornillador en la mano, ¿de dónde lo sacó? Ni idea.

No eres una dama.

—Ni tú un caballero. ¡¿De dónde sacaste ese maldito destornillador?! ¿Ya tenías algo pensado y no me dijiste?

Sí y no, yo tenía una parte del plan, conseguí lo que necesitaba y ya sólo me faltabas tú para darme los detalles faltantes. Se podría decir que tú fuiste la que no me había dicho nada aún.

—¡Eso no tiene sentido, acabo de regresar!

Sé que no estoy eligiendo bien mis palabras pero, repito, ¡estoy cansado!

—Sólo estás buscando excusas para pelear y utilizar mi plan.

Cuando la ventilación de su celda estuvo abierta, algo rechinó por dentro e hizo demasiado ruido. Inmediatamente me puse de pie y giré hacia la ventanilla de la puerta para ver si alguien se aproximaba y, por desgracia, sí, había alertado a un guardia que no debió estar ahí todavía, pero parece que Oswald no le dio importancia al ruido. Así que me agaché hacia el agujero para prevenirlo.

—Está bien, tú ganas —dije angustiada, al escuchar pasos aún más cerca—. Pero promete volver. O al menos dame ese maldito destornillador.

Me ofende que creas que rompo mis promesas... 

Probablemente eso fue irónico. No lo sé, aún no medía del todo bien su capacidad de traicionar.

—¡Hablo en serio! ¡Un guardia viene hacia acá!

¿Qué está pasando ahí, Pingüino?

Escuché sus llaves golpear contra la puerta pero antes de que la abriera, Oswald lanzó el destornillador y un alambre que no había visto hacia el agujero. Tomé ambas cosas de inmediato e intenté salir de mi celda también. Estando cerca de hacerlo, comencé a desesperarme y terminé dándole una patada a la puerta que milagrosamente la abrió; parece que sólo le faltaba un golpecito.

El guardia me notó, pero fue tan lento para hacer algo, dándome oportunidad de apuñalarlo con el destornillador.

—Hasta para sangrar eres lento —me quejé.

Entonces me dispuse a golpear su cabeza contra el suelo, necesitaba que quedara inconsciente, me sentiría incompetente si acaso quedaba vivo; pero también debía seguirle el paso a Oswald, de quien lo último que vi fueron sus zapatos elevándose por la ventilación. Lo había logrado.

Y de pronto, escuché pisadas.

«No debí distraerme», pronto me arrepentí de no seguir a Oswald en cuanto apuñalé al guardia. 

Alguien me golpeó por detrás. Puedo recordar mis párpados cayendo, ese dolor de cabeza incesante y el ardor en mi ojo izquierdo, resultado de un segundo golpe que no vi venir.

Cuando desperté, sentí ataduras en mis cuatro extremidades e intenté removerlas, pero una voz no muy distante me hizo apartar la vista de aquella lámpara de enfrente, creí que sólo de esa manera podría ver quién se escondía entre tanta oscuridad, es un truco de iluminación; pero no tan útil como querer tener ojos en la nuca para avisarme que él estaba detrás de mí.

Hola, risueña.

—Gerzaid —sonreí, al reconocer la voz—. ¡Cuánto tiempo sin...!

...sin aviso, azotó mi cara contra la mesa.

—¡Ouh! —exclamé y sacudí mi cabello—. No hacía falta ser violento.

—Contigo siempre lo requiere —recargó sus manos en la mesa.

—Deja a un lado tus impulsos y ve al punto, acabo de recuperarme de...

Entonces, noté la placa sobre su uniforme.

—¿Ahora eres policía? —pregunté, arqueando una ceja—, ¿quién te invitó al asilo? Llegaste tres semanas tarde a la fiesta de Indian Hill —sonreí de nuevo en señal de burla.

—Yo soy el que hace las preguntas —espetó—. Dime, linda escoria, ¿tratabas de escapar?

Y al no responder, parece que se lo tomó como una ofensa y tiró de mi cabello hacia adelante.

—¡Pregunté que si tratabas de escapar!

—¡Sí! —contesté, en un acto desesperado para que me soltara.

—Muy bien —vociferó—, ahora tengo justificada mi falta.

—¿De qué hablas?

Inesperadamente, Gerzaid golpeó mi boca. 

Bueno, tal vez sí lo esperaba.

—Agredir a un paciente sin razón —sonrió.

En respuesta, le escupí una muestra de odio: mi sangre. 

—Mírate... ahora también golpeas a mujeres. ¿Qué diría Hazell? ¿Qué pasó con su... héroe? —pude ver que su mirada decayó—. Todavía recuerdo sus gritos, pedía a su hermano mayor que lo salvara de la bestia que le arrancó los ojos durante el torneo de básquetbol escolar, pero él no sabía que su héroe estaba divirtiéndose, tomando fotos inapropiadas a las porristas reí en voz baja—. Debo admitir que fue difícil, tenía los ojos demasiado juntos y...

—¡Cállate!

Aun estando atada en la silla, pateó una de mis piernas y me hizo caer de espaldas, golpeando mi cuello contra el respaldo. Pude morir, y no de la manera más digna. Pareciéndole poca cosa, pateó mi brazo derecho, volvió a golpearme en el rostro y estuvo a nada de seguir con el resto de mi cuerpo, si no fuera por los otros guardias que lo alejaron a rastras; pero lo que más podía sentir era mi ojo izquierdo palpitando... ¡Dios, mi ojo! Juraba que podía explotar en cualquier momento, la habitación se pintaría de un rojo muy brillante si lo hiciera.

¿Que de qué me estoy riendo...? Bueno, recién me había recuperado. Y aquí vamos otra vez.

(...)

━× 𝐉𝐞𝐫𝐨𝐦𝐞 ×━

01:35 a.m.

Ya estaba guardando mis cosas para ir a descansar en mi departamento, pero algo ocurrió. No había pasado mucho tiempo desde que oí a las enfermeras escandalizarse por un guardia enfurecido que golpeó repetidas veces a una mujer; creo que más bien era un policía. Hasta donde pude saber, hicieron un par de llamadas para asegurarse de que él recibiera una sanción; pero el sujeto no era quien me alarmaba. Además, había guardias recorriendo el edificio en busca de un fugitivo. Para ser horas de la madrugada, el ambiente se sentía bastante frenético.

De nuevo, ese sentimiento de duda me invadía, si acaso eso tenía que ver con... Evelyn; sentía que estaba viviendo un déjà vu, como en aquella ocasión en que fue golpeada en el comedor. No sabía si sólo estaba paranoico o si en verdad debía echar un vistazo y ver qué pasaba.

«Al diablo, Strange ya no está como para sancionarme por entrometido», pensé.

Primero, decidí ir a su celda, si ella estaba ahí, no hacía falta recorrer todo el hospital en su búsqueda y, por tanto, podría quedarme tranquilo sabiendo que no era la fugitiva. Ya me encontraba en camino, casi llegando, pero mi ansiedad no disminuía. Cuando di vuelta por el pasillo, me encontré a un guardia frente a la celda 47, a punto de cerrar la puerta.

—¡Un momento! —intervine y aceleré mi paso—. ¡Disculpe!

El guardia me miró bastante confundido, pero mantuvo las llaves cerca de la cerradura.

—Jerome Valeska, psiquiatra —mostré mi identificación—, necesito unos minutos con la paciente.

—Sé que va a insistir, aunque yo diga que no —sonrió con burla—. Adelante, tiene cinco minutos. Me quedaré cerca por si necesita que lo auxilie.

Cuando me dio la espalda, me acerqué a la puerta y gracias al cielo ella estaba ahí, pude distinguir que estaba recostada sobre sus brazos, respirando despacio pero entrecortado y muy, muy pesado. La saludé, pero no volteó a verme, su mirada permaneció en el techo, quedándose en silencio un par de segundos más.

—El mundo está lleno de héroes falsos, Jerome...

Giró hacia a mí.

—...los sinceros somos los malos.

No había expresión en su rostro, pero las heridas eran más que notables junto a esos restos de sangre y moretones, tenía las mejillas rosadas y aun así, parecía tan despreocupada de la situación. Cualquiera diría que está acostumbrada y que no le importan las consecuencias de sus acciones; pero yo escucho sus lamentos, mientras los demás ven que ríe.

Sangre y moretones. Se ha vuelto habitual ver eso en ella, como si ya fuera parte de su piel, un tatuaje, una pegatina, pareciera tan normal que tenga esas heridas; es preocupante y triste. No tiene ni dos meses aquí.

—Evelyn —me acerqué—, te prometo que...

Elevó su mano interfiriendo con lo que iba a decir.

—Tranquilo —sonrió de lado—, esto de los golpes se ha vuelto parte de la rutina.

—Nadie volverá a hacerte daño —afirmé, arrodillándome a su altura.

—Me parece tierno que quieras prometerme eso... —murmuró, acariciando mi mejilla y poco a poco, se acercó a mi rostro.

Pero tuvimos que bajar el tono, alguien nos estaba mirando. Escuché que carraspeó a mis espaldas y volteé temeroso de encontrarme con... mi jefe.

—Ho-hola, señor Howard, buenas noches —dije avergonzado, y me levanté al instante.

Creo que Evelyn sintió que debía hacer algo, noté que estiró su espalda y mantuvo su mirada en aquel hombre, esperando a enfrentarlo si era necesario.

—¿Qué está haciendo? —preguntó él—. ¿Vino a darle su beso de buenas noches?

—Parece que usted no está enterado del inciden...

—Fui el primero en saberlo, y no creo que esta visita suya tenga relación con ello, al menos no algo que la amerite. Lo veo mañana en mi oficina —señaló—, a las ocho.

—Sí, señor —dije cabizbajo, dando unos pasos fuera de la celda para que él lo hiciera también.

—Eso es —sonrió—. Que tenga buena noche —entonces miró al guardia—. Usted también, y, por favor, cierre la celda. No haga favores o también tendrá una llamada de atención.

—Sin problema, jefe.

Y sin más, el señor Howard se retiró. 

—Ya lo escuchó, doc.

—Sólo un segundo —imploré, revisando por fuera de la celda que ya no se viera ni la sombra de mi jefe.

Al estar estar seguro, regresé con Evelyn —quien estaba sentada sobre su cama— y besé su mejilla. Antes de que pudiera decirme algo, salí de prisa y el guardia cerró la puerta; creí que el momento se preservaría mejor si no daba explicaciones sobre mis nervios. Le daba su toque mágico.

(...)

Luego de visitarla me quedé un poco más tranquilo, aunque el asunto del beso todavía no lo sacaba de mi mente; si lo pensaba demasiado, empezaría a creer que fui exageradamente atrevido. Entonces, llegó otra preocupación más a mi mente; recordé que había dejado la puerta de mi oficina abierta y aunque no fuera un gran problema porque los guardias a veces cerraban por nosotros, tuve que volver por mis cosas. 

No imaginé que esa madrugada sería diferente.

Estando ahí me percaté de un objeto sobrante en el escritorio, era un corazón de goma, y en el suelo estaba un pedazo de papel doblado en dos, ambos objetos parecían haber sido lanzados desde una distancia corta, lo que explicaría el hecho de que estaban mal posicionados. Intrigado, tomé en mi mano aquel trozo de papel, notando que tenía algo escrito adentro:

"Nos veremos pronto, cariño"
—P.C.

Me preguntaba si Evelyn había sido la responsable, pero no tenía sentido. Jamás hubiera podido llegar antes que yo, escuché cuando cerraron la puerta de su celda y no eran sus iniciales, a menos de que fuera un mensaje oculto. No lo sabía. Tomé mis cosas y guardé el pedazo de papel junto con la goma en mi bolsillo. Y como si no pudieran haber más interrupciones, mi amigo Phillip tocó la puerta, recargándose en ella, parecía exhausto, como si hubiera corrido hasta mi oficina para decirme algo importante... o distraerme como todas las noches.

—¿Hoy tampoco tienes a alguien que te lleve a casa? —bromeé.

—Jerome —inhaló profundo—, tienes que ver esto.

Su preocupación empezaba a contagiarme. No valía la pena hacer preguntas porque su falta de aire lo limitaba para dar una respuesta, así que simplemente lo seguí hasta el cuarto de seguridad. Una vez dentro, me señaló una de las pantallas que vigilaba el tercer piso. Pedí que hicieran un enfoque hacia la otra mitad del pasillo. Mis ojos se abrieron con temor al notar que la celda 47 estaba abierta. 

—No es cierto... —murmuré.

—Aquí está —habló Phillip, señalándome otra pantalla.

Un grupo de control había rodeado a Evelyn, pero la pantalla se apagó antes de que pudiéramos ver algo de la acción y todo culpa de un empleado distraído que presionó cierto botón con su brazo. Para cuando la cámara se reactivó, solamente ella estaba de pie, sosteniendo a otro sujeto por el cuello y con intenciones de hacer girar su cabeza; no quise ver lo que hizo. Antes de empezar a correr, se acercó a uno de los guardias que yacía muerto en el suelo para tomar su zapato y lanzarlo hacia la cámara; no pudimos ver por dónde se iría.

—¡Maldición! —salí a zancadas del lugar.

Si había alguien que la pudiera hacer cambiar de opinión, era yo. O al menos conseguir algo de tiempo.

No creí que tuviera tanta confianza como para escapar por alguna de la puertas principales o del primer piso, ni el tiempo para atravesar la cafetería, así que la única salida era... arriba. Me apresuré a entrar en el elevador y seleccioné el quinto piso, donde se encontraban las escaleras de emergencia hacia la azotea. Una vez estuve ahí, la lluvia me cubrió por completo y tuve que sostenerme de la orilla para no resbalar. Al percatarme de una sombra entre la niebla, me acerqué sin hacer mucho ruido y pronto distinguí su cabello mojado, estaba de pie sobre el muro de poca altura y tenía ambos brazos extendidos para mantener el equilibrio. Ella iba a lanzarse.

Entonces, las luces de afuera se encendieron y al menos ocho guardias subían por las escaleras; claro, esto la alarmó.

—¡Evelyn! 

Traté de evitar que cayera, pero ya había saltado. Mi corazón se hizo un nudo, sentía frío en el pecho y mis piernas temblaban. Como pude, llegué a la orilla del muro y me incliné, pero la lluvia, aunada a la niebla, no me dejaban ver nada más que las luces de un camión de uniformes; a mis costados sólo estaban un par de guardias apuntando hacia abajo con sus linternas, el resto decidió bajar para buscar el cuerpo.

Pasados casi 30 minutos, insistieron en llevarme adentro pero me negué, quería estar a solas, por suerte la lluvia terminaba y la niebla se desvanecía. Ellos se fueron al cabo de unos minutos y por poco no me doy cuenta, igual no podría culparme estando tan sumergido en mis pensamientos mientras calmaba mis emociones. Lo cierto es que no sentí la pérdida de Evelyn de manera inmediata, estuve dispuesto a mantener la esperanza hasta que encontraran algo, después de todo, yo podía observarlos desde arriba. Todo había sido tan rápido... no podía ser real.

En ese momento, noté que las puertas de aquel camión de uniformes se extendieron un poco, dejando ver una cabellera castaña y un rostro golpeado. Enfocando la vista, noté que aquel rostro hacía una seña de silencio, luego me sonrió.

No puedo expresar coherentemente lo que sentí, pero creo que era una mezcla entre alivio y temor. Lo que parecía irreal ahora, era que ella hubiera sobrevivido a una caída de esa altura.

(...)

━× 𝐄𝐯𝐞𝐥𝐲𝐧 ×━

Mi cuerpo estaba temblando y ni las prendas sucias en ese camión eran de ayuda. Así que abrí la ventanilla que daba con el conductor.

Encender la calefacción no sería mala idea.

—La lluvia no fue del todo un obstáculo —dijo Oswald, mirando por el retrovisor—, seguro no habías tomado una ducha en semanas.

—Ja... ja... muy gracioso—rodé los ojos—. ¿Dejaste la nota donde te dije?

—Sí.

—¿El corazón de goma también?

—Sí... —dijo fastidiado.

—¡Fantástico! —di un salto—. Aunque te tardaste, te pedí que lo hicieras tres días antes de que me devolvieran a mi celda —reproché.

—Tuve algunas complicaciones —de pronto, rió—. Mentira, sólo no le di mucha importancia.

—Me lo esperaba pero ya da igual, está hecho... Seguro está muy confundido, y me emociona que lo esté, pronto dejaré las mentiras atrás.

Al instante en que toqué la ventanilla para recargarme, sentí que mis manos ardían.

—Tss... creo que no debí limpiarlas con la tela del uniforme, es demasiado áspera.

—¿Qué cosa? ¿Tus manos? —preguntó Oswald, desconcertado.

—Al caer del edificio, me sostuve de las barandillas en las ventanas, en la primera fue donde me lastimé, supongo que por el impulso y mi peso. Por suerte, en el resto de las ventanas, mis manos resbalaban con la lluvia.

—Debiste ir más despacio. Aunque eso no es nada comparado a la suciedad que hay en la ventilación —Oswald hizo una mueca de disgusto—. Junto a la falta de aire... aunque, debo admitir que no es la peor experiencia que he tenido en la vida.

—Pienso lo mismo... —quedé cabizbaja unos segundos, pero no podría dejar morir así la conversación—. Hey, viniste volando por mí.

—Por centésima vez, deja de hacer esos chistes... ¡los pingüinos no vuelan! —se quejó, presionado más el volante en sus manos y aumentando la velocidad.

—Es sólo una broma, me agradas —golpeé su cabeza ligeramente hacia delante.

—A mí no... —gruñó.

Para molestarlo aún más, imité el ruido de un pingüino y ahí fue cuando estalló, golpeando el volante repetidas veces y gritando que me callara, ya que no paraba de reírme. 

De la nada, comencé a toser y tuve que voltear a otra parte. La luz de la radio me iluminó el rostro un momento.

—¿Cómo es posible que...? ¿Te hirieron en el camino? —preguntó Oswald, con cierta... ¿preocupación?

—¿Qué? Ah, esto —supuse que se refería a los golpes en mi cara—, algo así. Tuve una visita muy inesperada del hermano mayor de un ex compañero de la escuela, fue hace casi dos horas.

—Sabía que no estaba exagerando cuando pensé que el tiempo estaba pasando muy lento, estuve esperando mucho tiempo aquí afuera, al camión de uniformes y a ti —dijo con fastidio. 

—Ha sido una noche larga para ambos —cepillé mi cabello hacia atrás con la mano.

—Si en un manicomio de alta seguridad te golpeaban cada cinco minutos, no quiero saber lo que pasará ahora que estamos libres.

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