Capítulo 37: El reencuentro
Maratón 2/2
Ya en el puente del Río de Gotham, Angelique y Edward esperaron dentro del auto a que Pepper llegara, debían esconderse para poder atacar, pues la estaban traicionando sin que se diera cuenta. Por otro lado, Jerome estaba recargado en la parte de enfrente del auto con un cigarrillo en la boca, pensando en lo que podrían haber sufrido sus padres al no tener una mano. Jerome nunca había tocado un cigarrillo, ni en sus peores momentos. Brissa miraba hacia la ciudad preocupada, juraba que podía ver el humo desde ahí, como si estuviera incendiándose. Luego, un par de autos se les unieron y una sola persona que bajó, llenó de alegría sus tristes caras.
—¡Phillip! —gritó Jerome, arrojando el cigarrillo fuera de su boca; Brissa lo escuchó y los tres se abrazaron.
Ellos pensaron que estaba muerto, incluso pensamientos retorcidos sobre cómo había podido haber muerto intentando salvarse les pasaron por la mente aunque no quisieran. Qué buenos amigos, ¿cierto?
—Estás vivo... —musitó Brissa, mientras los tres se separaban. Luego, golpeó a Phillip en el rostro—. ¡Grandísimo idiota, malnacido, torpe! ¡Nos tenías asustados!
—Ya estoy aquí, ¿no? —dijo, algo molesto, pero luego volvió a sonreírle y la tomó del rostro para besarle la frente, luego se volvió a Jerome y dio palmaditas en su hombro.
Los tres estaban demasiado felices. Ojalá ese momento hubiera durado más tiempo...
—Apenas logramos salir de la ciudad. Parece un basurero en llamas —opinó Phillip—. Bueno, basurero ya era.
—Pepper... —susurró Jerome, con tristeza—. ¿Cómo supiste dónde estábamos? ¿Y quiénes son? —señaló a las personas detrás de él.
—Son contactos de ellos —señaló a la pareja en el auto. Gracias a Dios los vidrios estaban polarizados y no vieron lo que estaban haciendo—. Dijeron que necesitarían ayuda y llamaron a sus... amistades. Les pidieron que me buscaran para que ustedes estuvieran tranquilos —le sonrió.
—Gracias, Phillip —Jerome le devolvió el gesto.
Y antes de que pudieran volver a conversar, vieron una furgoneta llegando por el frente y Jerome vio que todos se estaban escondiendo detrás de los autos. Él se enfrentaría a Pepper primero. A medio vestir, Angelique bajó del auto y sacó un par de armas de la cajuela para dárselas a Phillip y a Brissa, ella sabía que no eran experimentados. Bueno, Phillip no.
La furgoneta se detuvo a unos metros de distancia y Jerome tomó el saco donde estaban las manos cortadas de sus padres. El grupo "especial" de Pepper bajó, luego les siguieron un par de seguidores y finalmente ella salió de un salto alegre. No salió primero porque estaba arreglando su apariencia.
—¡Jerome! —gritó ella, corriendo hacia él, y lo rodeó con sus brazos.
Ambos estaban felices de verse, pero uno tenía al miedo detrás de su pequeña sonrisa porque sabía que no simplemente podía estar con ella, todo tenía que ser complicado para su desgracia; ambos contuvieron las lágrimas para no verse débiles, pero su abrazo seguía siendo fuerte. Mientras Pepper mantenía los ojos cerrados del otro lado, como si por fin hubiera encontrado paz y calidez en un sueño, oliendo su aroma en su cuello y sintiendo sus brazos, Jerome lo único que veía era su cabello y a sus seguidores sonriéndole y saludándole.
—Te extrañé tanto... —susurró ella en su oído, luego besó repetidamente su mejilla y se apartó.
—Yo...
«Yo más...», pensó.
—Yo quisiera decir lo mismo —fingió rudeza, pero la miró muy triste.
—¿Qué? —expresó Pepper, sorprendida y asustada.
—Lo que oíste —espetó Jerome, y sus ojos se cristalizaron. No quería ser así con ella, pero debía—. ¿Cortarle las manos a mis padres, Pepper? —le mostró el saco—, ¿en serio?
—Yo sólo...
—Y seguro los mataste también —vociferó—. ¡¿Qué culpa tenían ellos?!
Pepper retrocedió otra vez. No reconocía a este Jerome, ella sabía que no era el otro por su tono de voz profundo y serio, pero nunca había visto a Jerome tan enojado. O tal vez sí una vez...
¡Estás enferma!
¡Un monstruo es lo único que eres!
Tres días antes de morir, Jerome ya la había tratado igual por la muerte de Penélope. No iba a dejarse humillar así otra vez, no dejaría que la vieran débil, en especial sus seguidores. No. Iba. A morir. Otra. Vez. Entonces, con lágrimas ya asomándose por sus ojos y con el cabello cubriéndole la mitad del rostro, miró hacia abajo y metió una mano en su saco.
—Pepper...
En cuanto trató de acercarse, ella sacó el arma y le apuntó. Jerome se mostró sorprendido a pesar de que sabía que haría algo como eso, y elevó ambas manos para mantenerse a la defensiva; Pepper, en cambio, se sentía dolida y asustada, no quería hacerle daño pero la estaba forzando. Tensó la mandíbula.
—No me hables así... —espetó, mientras sus labios temblaban.
Jerome sabía de su problema con las personas groseras y egoístas, él mismo la diagnosticó con esa intolerancia y aún así se estaba arriesgando a tener un agujero en la frente.
—Pepper, escúchame...
—Retrocede —vociferó—, no quiero hacerte daño... —y su mano comenzó a temblar.
De repente, una bomba explotó en la ciudad. Jerome comenzó a estresarse más y sus manos temblaron también.
—¡¿Cuál fue mi error?! —le preguntó Jerome, desesperado.
—¡Pensar que te dejaría cometer otro! —le gritó de regreso, y recargó el arma.
«No estaba recargada. Idiota. Idiota. Idiota...», pensó Jerome.
Entonces decidió tomar ventaja de esto; notó que Pepper se sentía amenazada y necesitaba protección, pero no sabía a quién pedírsela, así que decidió que él se la daría.
—Sé que estás asustada, te sientes presionada porque no sabes qué pasará —trató de acercarse—. ¿Re-recuerdas ese día...? —tragó saliva—. ¿... en que te grité monstruo?
—Me retumban tus gritos cada día... —gruñó, y se golpeó la cabeza.
—Entonces recuerdas que te dije que te conocía —dio un paso—. Sabes que yo sé que sientes algo de culpa por ciertas cosas que haz hecho, que te arrepientes por pocas, pero que te destruyen aún así.
—Recuerdo eso... —murmuró Pepper, mirando al suelo, pero aún apuntándole.
—Crees que no te conozco, pero sí lo hago y sabes bien lo que haces,¡sientes culpa!
—¡¿Tú?! ¡¿Conocerme?! Estás... muy equivocado, Jerome. Apuesto a que ni siquiera sabías que he matado niños también.
—¿Q-qué...?
—¡¿Lo ves?! Acéptalo, Jerome. Nadie puede con mi mente...
—Ese día... —volvió a murmurar.
—¿Lo ves? —Jerome la miró con tristeza—. Te conozco, Pepper, todo este tiempo. Y fue gracias a que me dejaste entrar en tu mente, sí hay alguien que puede con ella y soy yo.
—Tú fuiste el único que vio que no estaba tan loca —lo miró y bajó un poco el arma.
—Sí —asintió—, sí, exacto.
Jerome fue acercándose poco a poco para quitarle el arma de las manos, pero cada vez que daba un paso, sus seguidores también lo hacían. Mientras tanto, las personas detrás de él se preguntaban qué diablos hacía.
—Yo me ahogué en la culpa el día en que morí, por eso le pedí a Jim que me dejara ahí... —susurró para ella, mientras mantenía esa mirada perdida en sus ojos.
Eso Jerome no lo sabía, Jim le había dicho que ella ya estaba muerta cuando llegó y que por eso no había podido salvarla.
—Los psicópatas no sienten culpa linda —dijo Jerome, sutilmente, aunque estaba escondiendo lágrimas.
De pronto, Pepper comenzó a bajar el arma lentamente y se acercó lo suficiente a él como para que sus respiraciones se juntaran, luego lo miró y vio el arrepentimiento y la necesidad de cariño en sus ojos. Jerome lo logró. No esperó otro momento más y la rodeó con sus brazos, sintió el aroma de su cabello y la suavidad de su rostro en sus manos, ella se aferró a su espalda y lloró en su cuello; a Jerome lo destrozaba verla así, sentirla así.
Todos a su alrededor miraron ésto como algo extraño, pero a los que de verdad les fastidió fue a sus seguidores. Ellos apoyaron en todo momento a Pepper en cuanto a su idea de recuperar a Jerome, siempre oían lo que ella les contaba sobre él, pero se hartaron. Vieron cómo unas simples palabras habían ablandado a su líder y no iban a permitir que Jerome la hiciera cambiar para que todo por lo que habían decidido luchar el resto de su vida se fuera abajo. Entonces, una seguidora dio un paso al frente y les hizo una seña a los demás.
—¡Abran fuego!
Pepper reaccionó rápido y tomó la mano de Jerome, después lo hizo correr hacia la orilla del puente y ambos saltaron al río. Su grupo ni siquiera la esperó y también decidieron atacar. Daisy sacó una bomba de humo de su traje y la lanzó hacia los sicarios, luego corrió hacia ellos y comenzó a golpearlos con un pollo de hule mientras daba volteretas y reía; Alexander usó su "magia" para hacer que los otros miraran a otro lado y así los seguidores de Pepper pudieran ir tras ellos. Además, en el grupo de Pepper había tres integrantes más: una persona que no parecía ni hombre ni mujer, pero que era experta en bombas y era muy rápida; un sujeto con el cabello rizado y que además era muy alto, ayudaba en lanzar cuchillas a distancia; y Valery noqueaba a los demás con un golpe. Todos y cada uno de los integrantes de ese grupo suyo, parecían fenómenos de circo por sus habilidades y por la apariencia que les había dado con trajes y maquillaje.
Ahora enfoquémonos del otro lado. Phillip y Brissa estaban asustados, pero hacían lo mejor que podían y derribaron a varios; los sicarios, los "amigos" de la pareja ninfómana más querida, igual disparaban y trataban de derribar a los del otro lado. Edward estaba angustiado y Angelique no sabía por qué.
—Ay, no... ¡van a huir! —gritó Edward—. ¡Angelique, no dejes que se vayan! —le gritó, mientras salía a hacerle frente a los seguidores de Pepper.
—Pero, cariño, dijiste que...
—Cambié de opinión —se volvió a ella, y ambos se refugiaron detrás del auto—, Jerome y Pepper no deben estar juntos.
—¿Qué? ¿Por qué? —él disparó—. Edward —lo tomó del brazo y lo hizo girar.
—Destruirán la ciudad —se volvió—, todo esto está mal y nos cegamos al verlos como una simple pareja que necesitaba estar junta —le espetó, y luego volvió a girarse para disparar.
—¡Ah, ya veo! —dijo Angelique, con un tono burlesco, elevando ambos brazos—. No quieres que la gente se olvide del Acertijo porque Pepper está llamando más su atención, que le teman más a ella que a ti.
—No es cierto —espetó.
—¿No? ¡¿Entonces, por qué diablos ahora...?!
—¡Sólo ve por ellos! —le gritó Edward, y se alejó para esconderse detrás del otro auto y disparar desde ahí.
Angelique lo miró terriblemente mal y se quitó su chaqueta, luego los zapatos y saltó hacia el río por el lado en que nadie disparaba. Buscó a Pepper con la mirada y cuando la encontró boca abajo de una roca muy grande, recuperando la respiración, nadó hasta ella, la tomó del pie y la atrajo al agua. Ella se dio cuenta y giró con una patada rápidamente, pero al ver quién era, sintió un golpe en el pecho y una confusión la invadió. Lo vio como una traición. Angelique se acercó a ella y la rodeó con ambos brazos para arrastrarla hacia la superficie, pero Pepper, cegada por la ira, la golpeó en la nariz con su puño y Angelique contraatacó cortándole el brazo con su navaja; todo el tiempo oculta en su bota. Ella gritó bajo el agua y finalmente se decidió a terminar ese problema que estaba impidiendo que hiciera lo que debía. Así que, tomó a Angelique de su cabello y le estrelló la cara contra la misma roca que antes, dejándola inconsciente y a ella libre de irse. Iba a dejarla morir ahogada, pero se le ocurrió una idea mejor, así que la subió a la roca y la escondió con un par de ramas que estaban cerca.
Jerome ya no estaba con ella porque lo había obligado a irse hacia el otro lado, quería salvarlo; claro que se había negado a dejarla varias veces, e incluso trató de arrastrarla con él, pero con un beso y un "estaré bien", aceptó y se dirigió a la orilla. Pepper tenía que quedarse para arreglar el desorden de arriba, no huiría de esa pelea.
Al estar arriba, vio a su alrededor y comprendió lo que estaba pasando. Todos la estaban traicionando. De un lado, habían planeado algo a sus espaldas, algo para detenerla, por eso Angelique había ido por ella; del otro lado, no esperaron sus órdenes. Pepper se hartó y sacó todos los naipe-navaja de su saco, luego comenzó a lanzarlos hacia los lados con objetivos no muy claros.
—¡Traidores! —gritó, y se posicionó en el centro, disparando a todo aquel que veía y lanzando naipes cuando la oportunidad se presentaba.
Alexander y Daisy se detuvieron al verla y decidieron acercase para apoyarla, golpeando a todo el que se le acercaba. De repente, dos naipe-navaja le dieron a Brissa: uno en la mejilla y otro en la pierna, imposibilitándole mantenerse de pie por un segundo; Phillip se dio cuenta de esto y se molestó. Así que fue hacia Pepper y trató de llamar su atención. Qué desafortunado que se acercó justo cuando a ella le habían entregado su gas de la risa. Ella se giró cuando la llamó y accidentalmente el gas rocío todo su rostro, haciéndolo caer por el ardor en sus ojos y su rostro comenzó a palidecer; a Pepper no le preocupó en el momento, pero al escuchar el grito desgarrador de Brissa y verla corriendo hacia él como podía, la hizo sentir culpa y retrocedió unos pasos.
Brissa se deslizó a un lado de Phillip y trató de apartar sus manos de su rostro, sin importarle el cambio de color que éstas habían tenido. Luego, escuchó reír levemente a su amigo y su preocupación disminuyó al pensar que estaba jugando, ya que ella todavía no conocía el gas de la risa de Pepper. Al escucharlo reír más fuerte y más y más, finalmente vio su rostro y no le gustó lo que vio. Era horroroso, un final demasiado triste para un amigo tan importante como lo era Phillip para Brissa; Jerome estaría devastado cuando se enterara. Brissa retrocedió con miedo, arrastrando sus talones y raspándose los codos. Ese no era su amigo, el que la había acompañado toda su infancia y adolescencia, el que la buscó cuando tenía problemas, el amigo que siempre pudo llegar para defenderla de los abusadores. Y ahora, la estaba dejando.
—¿Phill...? —sollozó.
Su amigo estaba pálido como un payaso, sus labios eran rojizos y sus ojos comenzaban a sangrar, pero él seguía riendo. Cuando quiso acercarse a Brissa, su cuerpo comenzó a deteriorarse y a sangrar por todos lados, ella se asustó, era traumatizante lo que estaba viendo; como su último intento, Phillip se dejó caer sobre Brissa y la tomó por los hombros.
—Ayúd... a-me...
—¡Phillip!
Y cayó. Su cuerpo se tensó, se hizo duro como roca y cayó a su lado. Una sonrisa se quedó marcada en sus labios como si fuera de yeso, el contorno de sus ojos era negro y su cuerpo expulsaba sangre por todos lados: ojos, boca, nariz, orejas, incluso desde los dedos de sus manos. Estaba cubierto de sangre. Muerto. Brissa sintió que le faltaba aire y sus ojos se cristalizaron de inmediato, luego tomó el cuerpo de Phillip y lo puso en su regazo.
—¡Phillip, no! —gritó, mientras lloraba—. Phillip... —sollozó—. No, no, no, no, no, ¡no! ¡no!
Pepper vio todo. Se había quedado ahí, atónita por lo que había hecho; no fue su intención, bueno, no directamente a él. Escuchó cada una de las súplicas de su amiga, los gritos que desgarraban su garganta y las maldiciones que escupía, nunca creyó verla así. Entonces, retrocedió otro par de pasos y fijó su vista en un lado para pensar. Brissa no la perdonaría.
«No quería hacerte daño...», pensó Pepper.
De pronto, tuvo un presentimiento y volvió su vista al frente: Edward, estaba apuntándole con un arma. Cuando la bala salió, alguien detrás suyo gritó a los demás que la protegieran y ella no pudo moverse de la impresión. Edward quería matarla, ¿por qué?
Entonces, cuando la muerte se encontraba a centímetros de su rostro, la bala desapareció entre las llamas y se desvió. Alexander quemó la bala y Daisy la desvió, ambos, usando lo que Pepper antes veía como simples trucos de magia, pero que ahora se daba cuenta que eran poderes reales.
Ella los miró a los dos y sonrió. Luego, Edward disparó otra bala, ahora hacia pierna, y Daisy corrió para interponerse, sabía que debían proteger a Pepper y eso estaba haciendo.
—¡No! —gritó Alexander.
Entonces, al ver que no tendría tiempo de hacer su truco otra vez, se colocó frente a Daisy y la bala la atravesó el brazo derecho, Nygma se molestó y jaló el gatillo de nuevo, provocando que ahora la bala le diera en una pierna. Gritó de dolor físico y ella emocional, lo atrapó en sus brazos y lo puso en el suelo.
—¡Alex! —lo miró asustada—. ¡¿Qué estabas pensando?!
—¡¿Tú qué estabas pensando?! —se rió, pero luego se quejó de dolor al hacerlo—. Sácame de aquí, ¡sácame de aquí! —pidió asustado.
«Tal vez un cambio de personalidad», pensó Pepper.
—Eres un llorón —bufó Daisy.
—Llévatelo —ordenó Pepper—, en la furgoneta hay un botiquín.
—Pero...
—Yo puedo con él, ¡ahora ve!
Daisy ayudó a levantar a su novio del suelo y luego lo cargó en brazos como si fueran una pareja de recién casados, corrió hacia la furgoneta y se encerró ahí.
—De-después de es-sto querrás que me ponga un... ves-tido de novia —le dijo Alex, con dificultad, y ella rió.
—Lástima que, por tu condición, no tendremos luna de miel —le respondió.
Cuando Pepper se volvió a mirar a Edward, intentó dispararle, pero sus balas se habían acabado por fin. El ruido a sus alrededores eran sólo bombas explotando en la ciudad, balas, gritos, golpes y quejidos, pero a ellos no les importaba porque tenían toda su atención en lo movimientos del otro.
—No te voy a preguntar por qué haces esto —Pepper sacó un par de naipes-navaja—, y eso es porque ya lo pensé. La primera razón, es tu ego.
Entonces, lanzó ese par a su rostro y uno le cortó parte de la mejilla, mientras que el otro se desvió hacia su hombro. Inmediatamente, Edward sacó otra arma de su auto y le disparó a Pepper, pero ella también era inteligente, así que empezó a correr por la orilla del puente.
—¡Valery...! —llamó su atención y siguió corriendo—, ¡cuando te diga, me impulsas!
La chica asintió y corrió hacia ella, luego se arrodilló justo cuando Pepper estaba a punto de pasar por ahí.
—¡Ahora! —le gritó.
Pepper pisó las palmas de sus manos y ella se encargó de lanzarla hacia arriba. En el aire logró lanzar otro naipe-navaja, pero Edward lo esquivó. Al caer sobre el auto del ahora fallecido Phillip, ella comenzó a correr y se decidió a saltar hacia el auto de Nygma para golpearlo por detrás; pero cuando saltó sobre él, Edward la lanzó hacia el suelo y comenzó a ahorcarla.
Pepper luchó por liberarse, pateándolo, tratando de apartar sus manos de su cuello, pero se estaba quedando sin aire y su única arma eran unas palabras que se había guardado en caso de que eso sucediera.
—¿D-dónde...? —inhaló—, ¿... está tu... Angie...? —le preguntó casi sin fuerzas, pues las que le restaban las usó para reírse de él.
Edward reaccionó y volvió al mundo real, todo ese tiempo había estado cegado por la ira y no había notado que la persona que más amaba no estaba a su lado. Pensamientos malos recorrieron su mente y dejó a Pepper libre de inmediato, luego corrió hacia el río, con el corazón a punto de salirse de su pecho y las extremidades temblándole. Pero antes de que pudiera saltar, Pepper le disparó en la pierna con el arma que estaba escondida en su saco e hizo que cayera al suelo. Si no fuera por la impotencia que sentía, los pensamientos dolorosos que envenenaban su mente y el dolor en su corazón por abandonar a la persona que más le importaba, Edward hubiera saltado a buscarla aún así, herido de bala, pero su mente lo venció y lo inmovilizó en la orilla del puente.
Cuando creyó estar a salvo, Pepper se arrodilló en el suelo y trató de recuperar la respiración, pero un sonido sordo muy cerca de sus oídos la sorprendió e hizo que su corazón se acelerara. ¡Estuvo a punto de darle! Molesta, se volvió y tomó el arma que usó contra Nygma, pero a la persona que vio que le disparó, terminó por destrozar toda su fe en los amigos. Sus ojos se cristalizaron y finalmente su nombre salió acompañado de un suspiro de tristeza.
—¿Brissa...?
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