Capítulo 36: Grupo de fenómenos

Maratón 1/2
Mientras ciertas personitas estaban en el puente decidiendo qué hacer, Pepper estaba disfrutando su fiesta de cumpleaños: las personas de su culto jugueteaban por todas partes, dando saltos, gritando y lanzando cosas, había música, pastel por todos lados y había una fila muy larga que recorría todo el teatro; personas formadas para esperar su repentina muerte. Eran los que se negaban al "cambio" de Pepper e hicieron lo posible para tratar de evitar que su plan avanzara, así que ella dio la orden de capturarlos y matarlos frente a sus ojos para hacerla reír. Todo esto, era observado por Pepper desde un trono improvisado que ella misma había ido armando con los cadáveres de las personas que antes habían estado en la fila, al tener suficiente altura le colocó un asiento y siguió disfrutando del espectáculo. Sin duda, casi era el mejor día de su vida; casi, porque aún le faltaba Jerome, pero pronto lo tendría con ella.

Entre la multitud que lloraba a sus pies y suplicaba que le dejaran vivir, escuchó un enorme grito, muy muy agudo, como el de un niño pequeño, que balbuceaba cosas y no la dejaba escuchar tranquilamente los otros gritos. Ese era molesto. Después de unos segundos que el grito se hizo más fuerte, la paciencia de Pepper se acabó y se deslizó sobre los cadáveres que formaban su trono para ir hacia donde el grito provenía. Apartó a sus seguidores bruscamente y cuando vio a la pequeña persona que estaba frente a sus ojos, éstos se cristalizaron y su corazón se ablandó por un microsegundo.

—¿Andy? —ella preguntó, aún mirando atónita al pequeño niño de tez morena y tiernos ojos grises que lloraba a sus pies.

El niño se dio la vuelta y en cuanto la vio con claridad al quitar las lágrimas de sus ojos, se lanzó a abrazar su pierna y se quedó ahí; Pepper permaneció quieta y frunció el ceño levemente ante la acción del niño. Estaba asustado y sólo quería protección, y como ya la conocía, era lo único que tenía al alcance.

—¿Nos lo llevamos, jefa? —preguntó un seguidor.

—No —respondió de inmediato—. Bajen el volumen de la música —ordenó, mientras se arrodillaba lentamente al niño y él se apartaba.

La música fue cortada y todo quedó sólo en llantos y algunas respiraciones agitadas de las personas que creían que Pepper le haría algo al niño. Especialmente las que eran madres.

—¿Por qué estás llorando? —le preguntó con brusquedad. Cuando lo conoció ella fue amable porque estaba cuerda, pero ahora no podía ni fingir eso porque simplemente no podía sentirlo.

—Y-yo qui-ro a m... her-ma... no —sollozaba.

—A ver, Andy. Deja de llorar y habla con claridad —lo miró fijamente.

El niño inmediatamente dio un suspiro, limpió las lágrimas de sus ojos y habló más fuerte.

—Quiero a m-mi her-mano... —dijo entre sollozos.

—Ah, eso... —Pepper bajó la mirada y suspiró—. Bien —se levantó—. Haré un trato contigo, Andy —puso las manos en su cintura—. Si dejas de llorar, buscaré a tu hermano y los llevaré a ambos a un lugar seguro, ¿te parece? —le sonrió, y el niño asintió lentamente.

—Pero... ¿y mi mamá? —preguntó, demostrando tanta inocencia en sus ojos. Una inocencia que demostraba que él no sabía que probablemente ya estaba muerta y formando parte del trono de Pepper.

—Buen punto. ¡Triss...! —gritó el nombre de una seguidora, y ella llegó enseguida—. Llévate al niño y busca a su familia, luego llévalos a... comer pastel —sonrió—. Ah, y asegúrate de que no vea nada que pueda dañar su mente miniatura.

"Comer pastel" era una burla hacia el lugar al que realmente sería llevado junto con su familia —si es que la encontraban viva—, pero estarían seguros al menos de todo el desastre que empezaba a extenderse por la ciudad. Ella se refería al lugar donde tenía retenidos a Oswald y a Martin, la cárcel. Antes de que el niño se fuera, Pepper se arrodilló de nuevo y lo tomó por uno de sus hombros.

—Escucha, Andy. Tú me agradas, fuiste una de las pocas personas que fueron amables conmigo cuando regresé, así que... te convertiste en un invitado de honor en mi fiesta de cumpleaños —le sonrió de lado.

—¡Wow! —exclamó Andy, luego se mostró confundido—. ¿Hoy es tu cumpleaños?

—Sí, hoy es —respondió Pepper, rodando los ojos—. Como sea, deberías irte ya o tu mamá se va a preocupar.

—Okey —le sonrió.

Andy se despidió con un pequeño abrazo y salió corriendo hacia la chica que lo estaba esperando detrás de Pepper, ella le tendió la mano y comenzaron a caminar por el teatro mientras él le contaba cómo eran sus familiares para encontrarlos. Pepper se sintió débil en ese momento. Sintió que algo que todas las mujeres alguna vez en su vida sienten, un sentimiento de cariño hacia una pequeña personita, como si fuera su hijo. Ella despejó todos esos pensamientos dolorosos de su mente antes de echarse a llorar y volvió a su "trono", pero alguien la interrumpió a mitad del camino.

—Jefa, estos dos entraron a la fuerza —avisó un seguidor a sus espaldas, y ella giró sobre su talón lentamente.

«¿Y ahora quién?», pensó.

Al darse la vuelta, vio a una joven pareja con los brazos adoloridos por lo fuerte que los retorcían sus seguidores por detrás de su espalda. El muchacho tenía el cabello verde, los ojos amarillos y llevaba un elegante chaleco negro y un pantalón del mismo color; la mujer tenía el cabello de color azul, vestía igualmente elegante, con una capa negra en su espalda, mallas de red, y sus ojos eran de diferente color. Azul y café. Ambos parecían venir de un circo, pues las figuras triangulares hechas de maquillaje debajo de sus ojos los delataron.

—Señorita Crewell, un gusto —saludó el muchacho, dando un paso al frente y estirando su mano hacia ella con libertad, mientras la otra la mantenía oculta detrás de su espalda en un puño cerrado.

Sus seguidores miraron confundidos cómo se había liberado si aún sostenían sus brazos, luego miraron bien y notaron que todo el tiempo habían estado reteniendo manos de maniquíes. La chica tomó ventaja de su distracción y golpeó en la cara a su opresor con un peluche enorme de unicornio, la facilidad con la que se soltó estaba en el mismo truco que usó su pareja. Intentaron retenerlos de nuevo, pero Pepper levantó la palma de su mano y los hizo retroceder.

—Déjenlos conmigo —ordenó, mientras seguía mirando fijamente al muchacho por si se le ocurría hacer otro de sus trucos. Cuando los seguidores se fueron, ella se cruzó de brazos—. ¿Qué quieren?

—Permítame presentarme —habló el muchacho, y sacó una tarjeta de su chaleco. Pepper la tomó y la miró con desinterés:

«Los magníficos Strauss», una tarjeta de presentación. Eran magos.

—Mi nombre es Alexander Strauss y...

—Y yo soy Daisy Gonzal...

—Cariño, no interrumpas —le llamó la atención su novio y ella hizo un puchero, retirando la mano con la que iba a saludar y se cruzó de brazos—. Le decía, mi nombre es Alexander, bla, bla, bla... y ella es mi novia, Daisy. Venimos porque escuchamos que está buscando personas con... habilidades sobresalientes, para un pequeño grupo especial de combate.

—¿Y qué habilidades tienen? ¿Sacar un conejito de un sombrero? —preguntó Pepper, con burla, arqueando una ceja.

—Oh, señorita... podemos hacer más que eso —respondió Daisy, sonriéndole cínica.

De pronto, ella sacó un cuchillo y lo empujó contra su propio estómago sin preocupación, Pepper se sobresaltó y puso más atención al truco. Luego, la chica sacó el cuchillo y lo tomó por la punta para demostrar que no tenía sangre, pero que era filoso y no era de plástico.

—Aquí está —lo hizo girar—. Ahora ya no.

Fue sorprendente lo que hizo. Cuando lo había hecho girar, la palma de su mano lo atrapó y ella, con sólo dar un aplauso, hizo desaparecer el cuchillo de sus manos.

—¿Dónde está? —preguntó Daisy, inocentemente—. Oh, ahí.

Entonces, se acercó a Pepper y se lo quitó de las manos, luego se lo dio a su novio y él lo hizo desaparecer envolviéndolo en fuego. Pepper no tenía palabras. Se sintió una niña otra vez con ese pequeño, gran, truco de magia, volvió a sentir esa emoción que le gritaba que pidiera otro acto.

—Wow... —pronunció lentamente—. Ustedes están dentro —sonrió ampliamente—, me servirán de mucho allá afuera.

La pareja celebró.

—Pero...

Se separaron.

—¿Pero...? —preguntaron al unísono.

—Todo tenemos defectos —Pepper se les acercó—. Y para que ustedes estén en un grupo así, seguro están locos también. Ya, díganlo.

La chica suspiró.

—Bueno, yo tengo ataques de ira y algo de bipolaridad, además de que a veces soy muy despreocupada —se encogió de hombros—. Y Alex tiene... ah...

—No importa, dícelo —le dijo el muchacho, mostrándole una pequeña sonrisa que escondía su tristeza.

—Alex padece de personalidad múltiple. A veces será caballeroso contigo, otras será despreocupado y desordenado, y otras veces puede ser agresivo —explicó Daisy, mientras le acariciaba el hombro a su novio.

—Pero mientras esté con ella... —le tomó la mano a Daisy—... no creo que mis cambios te afecten.

—Bien, qué lindo, qué lindo. Ahora, prepárense y pidan que les den un arma, estamos por ir de paseo —avisó Pepper.

—Wow, eso fue rápido —dijo Alexander.

—Sí, sólo falta que me traigan a una persona más para nuestro grupo especial —Pepper juntó sus manos en un aplauso, y luego escuchó que las puertas del teatro se abrían—. Y aquí está... —sonrió.

Luego, se dirigió hacia la persona que un grupo de seguidores arrastraban con toda la fuerza que podían; si uno la soltaba, ella fácilmente derribaría a los demás.

—¿Por qué tardaron tanto? —preguntó Pepper—, Jerome ya debe estar en el puente, seguro.

—Perdone, jefa. La chica se resistió demasiado y es más fuerte de lo que pensábamos —explicó un seguidor, y Pepper sólo rodó los ojos a su respuesta mediocre. Ella les avisó de su fuerza.

—Quítenle el saco de la cabeza —ordenó, y de inmediato el rostro de la chica estaba al descubierto, con algo de cabello encima—. ¿Qué tal? —le sonrió.

—Oh, bien, bien... Me acaban de secuestrar un grupo de locos, ¡¿y a ti?! —saltó hacia ella, pero sus seguidores la retuvieron.

—Valery, no seas agresiva —Pepper negó con el dedo—. No me gustaría tener que tratarte como un animal salvaje. Deberías agradecer que sólo te traje aquí y no te acosé, bueno, no tanto —sonrió burlonamente.

Y ella se tranquilizó. Pepper le hizo una seña a sus seguidores y ellos la soltaron, dejando que se sentara en el suelo, de piernas cruzadas, y recuperara la fuerza que había gastado en ellos.

—Así que... —Pepper se recargó en la pared, y Valery la miró—. Tu fuerza no es del todo normal, es como un poder, ¿verdad?

—Parece —dijo, volteando a otro lado.

—¿Dónde conseguiste ese... poder de la fuerza, eh? ¿Sabías que lo tenías o lo seguiste viendo como algo normal?

—¿Por qué el interés? —preguntó fastidiada.

—Quiero que te unas a un pequeño grupo especial que tengo. Uno que me acompañará a donde vaya —explicó Pepper, mientras se sentaba frente a ella.

—¿Como si fueran tus guardaespaldas? —arqueó una ceja.

—Vaya, no lo había visto así... —pensó—. Eh... sí, parece que así es. Y con esa fuerza que tienes —alzó ambas cejas—. Si te preocupa controlarla, podría ayudarte a conocerla realmente y...

—Olvídalo —Valery bufó, y Pepper frunció levemente ante su despreocupación.

La falta de miedo hacia su persona la confundió, cualquier persona normal que se atreviera a hablarle a Pepper así, siendo consciente de que odia a las personas groseras, elegiría sus palabras con cuidado. Sin embargo, Valery hablaba con toda libertad y no parecía preocupada de haber sido secuestrada. ¿No temía morir o algo así?

—No te estaba preguntando —le dijo Pepper, con seriedad. Luego, sacó la pregunta—. ¿Por qué no me tienes miedo?

—No lo sé, simplemente no lo hago —frunció el ceño—. Además, no le veo lo malo a lo que haces.

—¿No te han afectado en nada mis disturb...?

—No —respondió rápidamente—, en lo absoluto. Si tiras mi almuerzo al suelo, bien, consigo otro. ¿Entiendes? No importa.

Pepper no podía intimidarla y obligarla a unirse al grupo porue no tenía ningún miedo para presionarla, parecía tranquila con todo, el enojo se fue de su rostro, ya no tenía una ira con la cual trabajar y convencerla, no tenía nada con qué perturbarla. Luego, se le ocurrió una idea.

—Ahí está —la señaló—. Tú piensas como yo, te agrada esto —miró a su alrededor—. ¿No te gustaría formar parte de algo más emocionante en vez de quedarte a mirar? Es decir, es como si una persona con todo el poder del mundo decidiera vivir una vida aburrida, en vez de salir al mundo y darse a conocer.

Valery entrecerró los ojos y pensó las cosas un momento, trató de hallar el truco de Pepper en lo que le estaba proponiendo y la forma en que ella estaba convenciéndola, fue gentil con ella. Y bingo. Había encontrado el truco, pero ella de verdad quería ser parte de la emoción, había pasado parte de su vida escondiendo su fuerza cuando siempre quiso presumirla, así que rodó los ojos y la miró.

—¿Dónde es?

Y Pepper le sonrió. Alrededor de unos minutos, los seguidores necesarios y su grupo especial completo, subieron a la furgoneta y se fueron. Claro, no podían faltar los gustos musicales de Pepper que les retumbara en los oídos durante el viaje.

—Pon la música donde la dejamos la última vez, Trevor —ordenó, mientras se dejaba caer en el asiento del copiloto y los demás subían.

La música empezó a sonar y las puertas se cerraron.

—¡Vigilen que Crane no escape! —gritó Pepper, asomándose por la ventana.

¡Sé cuidarme solo! —le gritó Jonathan.

—¡Sí, claro, claro! —y rió. Luego golpeó un par de veces la puerta de la furgoneta y empezó a cantar—. Amo esta parte. Your mind is just a program, and I'm the virus. I'me changing the station, I'll improve your thresholds...



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