Capítulo 35: Amor y odio

Cuando ya no quedaba nada más qué aplastar del cuerpo de Dwight, Pepper decidió salir para ir al baño y quitarse toda la sangre de su cara y cuello, luego volvería para cambiarse de ropa; pero cuando trató de abrir la puerta, sólo se separó un poco, así que la empujó y escuchó quejidos del otro lado. Asomó su cabeza por el pequeño espacio de la puerta y vio a gran parte de sus seguidores recargados en ésta; negó con la cabeza y retrocedió unos pasos.

—Voy a patear la puerta a la cuenta de tres —avisó Pepper—, ¡y más les vale que se quiten!

Asustados, los seguidores empezaron a levantarse y a correr hacia otro lado, pero como no son personas serias, retuvieron a algunos ahí para que Pepper los golpeara o les aplastara los dedos.

—Uno... —tomó impulso.

—¡A un lado! ¡A un lado! —gritó alguien.

—Dos...

—¿Y ahora por qué están aquí? —preguntó Jonathan, fastidiado, pues no era la primera vez que los seguidores de Pepper se iban a otra parte y no le ayudaban.

—¡Tres! —gritó Pepper.

—¡No, señor Crane! —trató de intervenir un seguidor.

Justo cuando Pepper corrió hacia la puerta para patearla, Jonathan se había acercado para tomar la perilla y abrir; Crane terminó en el suelo y Pepper resbaló por culpa de que le pisó el estómago por accidente, y rodó por el piso. Finamente cayó boca abajo y sus codos se rasparon un poco, además de que la sangre en su ropa se dispersó por el piso.

—A ver, malditos infelices... —Pepper levantó su rostro y apoyó sus manos en el suelo—. ¡¿Qué les di... ?! Oh... fuiste tú, Crane —lo miró sorprendida—, no me lo esperé de ti.

Jonathan la miró mal; y cuando los seguidores quisieron ayudarlo a levantarse, él los rechazó y volvió a su trabajo. Pepper sí dejó que la ayudaran y sacudió el polvo de su suéter y pantalón, aunque aún había algo de sangre en su ropa que ya estaba seca.

—Bien, enciendan el micrófono —caminó hacia el escenario—, tengo que decirles algo.

De inmediato, dos chicas corrieron por el micrófono y lo colocaron en el centro, mientras que otra lo conectaba a una bocina; Pepper les agradeció con un gesto de cabeza. Todos en el culto empezaron a acomodarse y Jonathan se puso en la parte de enfrente, ya que era el lugar que más estaba cerca para él.

—Probando, probando... —Pepper dio golpecitos al micrófono, y eso fastidió a los oídos de las personas que estaban abajo—. Bien —vociferó para que le pusieran atención—. Sé que algunos de ustedes escucharon lo que se dijo adentro de ese cuarto —señaló su taller—, se que escucharon a Dwight morir... Y, para mí, eso fue un ejemplo de lo que no deben hacer. Enfrentarme o traicionarme. Es decir, les agradezco que me hayan dicho hasta hace poco que volví en vez de esa misma noche que él fue quien me asesinó, pero pongámonos serios y enfoquémonos en otro asunto. Dwight era un traidor, lo sabemos. Pero a lo que quiero llegar con esto es que ustedes de verdad quieren estar en este culto —celebraron—, son fieles a mí y a lo que representamos. Pero, ¿por qué sólo somos un puñado de gente a comparación de la ciudad entera? ¿por qué sólo existe un culto, en vez de que todos sean como nosotros?

Esas preguntas eran fáciles para alguien que de verdad comprendía a las personas, a su forma de comportarse; pero para mentes pequeñas, la única respuesta es: "todos pensamos diferente". ¡¿Pero por qué tiene que ser así?!

—¿No? ¿Nadie sabe? Bien, les diré. Cada persona en el mundo quiere algo, dinero, amor, fama, felicidad, etcétera. Pero lo que todos niegan por lo menos dos veces, es que muy en el fondo les gusta llamar la atención. ¿Alguno de ustedes se ha preguntado por qué el mundo sigue yendo por el camino incorrecto? ¿Por qué Gotham es tan violenta? Bueno, es porque no le interesa a nadie cambiar —colocó ambas manos detrás de su espalda—. Si con algo están felices, con eso les bastará. No quieren mover un dedo por los demás por su egoísmo, por creerse el centro de atención, la persona que mueve al mundo —rodó los ojos—. Admito que soy así, pero por lo menos estoy agitando mi mano completa por cambiar algo. Al igual que ustedes. Mis amigos, ustedes se están esforzando por dejar en el suelo a las personas que de verdad son malas —tomó el micrófono—, ¡y miren cómo los han tratado! —protestaron—. ¡¿Por qué la gente se niega a ver el verdadero problema?! ¡¿Por qué siguen viéndonos como extraños, si estamos salvándolos de algo peor?!

—¡Nos tratan como escorias! —gritó alguien del fondo.

—¡Sí! —lo señaló Pepper.

—¡Nos discriminan! —gritó alguien más.

—¡Nos excluyen! —gritó alguien, seguido de la otra protesta.

—¡Exacto! —señaló Pepper—. ¡Ahora estamos hablando! —soltó una risotada—. ¿Entienden? ¡Nosotros debemos hacer el cambio, tenemos que forzarlos a unirse! —celebraron—. Pero no nos olvidemos de que siempre existirá alguien que diga que son simples dementes siguiendo las órdenes, como ilusos, de alguien aún más enferma. ¡No los escuchen! Tratan de hacerlos cambiar de parecer sólo para que no les destruyan su ordinaria y aburrida vida —estuvieron de acuerdo, y lo demostraron con sus gritos—. Ustedes no son mis marionetas, son soldados y están luchando por algo realmente bueno. Ahora, quería avisarles que el video de aviso ya fue publicado en cada canal televisivo y radiofónico, ya saben que escapé. ¡Los medios están como locos! La gente está asustada, es momento de que les demuestren quiénes son —celebraron—. ¡Abran sus ojos y muéstrenles que no son sólo un culto!

Pepper levantó su puño como una señal; los demás rápidamente se dispersaron para tomar armas o "juguetes" y así salir a la calle. Luego, empujaron la puerta y salieron a hacer caos en la ciudad; Pepper tenía a sus favoritos, y esos favoritos eran los que monitoreaban a cada grupo en la zona que les tocara de la ciudad. No habría problema con que un hilo sd saliera del borde.

Cuando el teatro estaba casi vacío, Pepper bajó del escenario, con una gran sonrisa, y se acercó al pequeño grupo del culto que se había quedado para esperar sus órdenes siguientes sobre otra parte de su plan.

—¿Arkham? —preguntó Pepper.

—Ya está infestado, los reos han logrado expandirse hasta Monolith Square y nuestro grupo ya está preparado para ir a Blackgate —informó la líder de ese grupo. Un ejemplo de los "favoritos" de Pepper por su inteligencia.

—Esos locos se esparcen más rápido que un virus —opinó Pepper, colocando ambas manos en sus caderas—, parecen zombies... —negó con la cabeza—. En fin, me alegra oír todo eso, pero tenemos que darnos prisa. Tomen la furgoneta que está estacionada en la esquina de la farmacia, no la otra porque la usaré. Y otra cosa más... —habló Pepper, antes de que el grupo se fuera. Hizo una mueca—. Díganle que lo extraño.

—¿Está segura de que no quiere venir, jefa? —preguntó la líder.

—No me gustaría que me viera así después de tanto tiempo —señaló su ropa ensangrentada—. Además, tengo que ir con el otro grupo... —los señaló con la cabeza—... Oswald ya debió haber despertado, y el plan se echaría a perder si él está libre, ya saben, intentará detener todo esto.

—Entendido, jefa —asintió la líder—. Que tenga feliz cumpleaños.

—Oh, lo tendré —rió por lo bajo.

(...)

Al haber llegado a la cárcel abandonada de la ciudad —la cual Pepper decidió sacarle provecho para sus "invitados de honor"—,  caminó tranquilamente hacia la celda donde había ordenado que dejaran a Oswald. Pero no fue tan necesario buscar por número, ya que él estaba gritando y exigiendo ser liberado; ella sonrió y negó con la cabeza, y empezó a caminar más rápido.

—¿Qué tal, Ozzy? —vociferó Pepper, golpeando varias veces la reja para asustarlo y hacerlo retroceder, lo cual le funcionó muy bien.

—Tú... —gruñó.

—Yo —se cruzó de brazos.

—¡¿Por qué me encerraste aquí?! —alegó Oswald, y se acercó rápidamente a la reja y se apoyó de los barrotes.

—No quiero que te lastimen ni mueras por el borlote de allá afuera, mucho menos que trates de intervenir en mi plan —contestó, entrecerrando los ojos.

La manera en que había enfatizado "intervenir" no era nada más que una forma indirecta de odio y desprecio; a ella le molestaría mucho que Oswald intentara detener lo que había estado planeando por meses, desde antes de secuestrar a Jerome y morir. Ella odiaría tener que matarlo. ¿Que si se atrevería? Ahora sí, porque ella volvió algo diferente esta vez.

—Pepper, ya te lo dije, ¡tú lo admitiste! ¡incluso lo apreciaste! Debes dejar de hacer esto por...

—¡No es sólo por Jerome! —le gritó, y golpeó la reja—. Algo que me está fastidiando es que sólo me tomen como un chiste y que tengo una necesidad por tener atención como si fuera una adolescente porque creen que mi único objetivo es Jerome —entrecerró los ojos y tensó la mandíbula—. No, Oswald, ya no soy así. Tengo la mente más abierta ahora —se apartó de la reja—. He pensado en lo que la gente me hizo y lo que los llevó a hacerlo, la inseguridad, la violencia, el egoísmo, el dinero, el estúpido capricho de querer controlar una ciudad sólo porque sí. Todo eso influenció a mi familia, y por consecuencia a mí también. Quiero cambiar a esta ciudad, Oswald. No quiero que haya más personas como yo, y mucho menos que intenten superarme... —alzó las cejas y miró al suelo—. Eso ya sería el colmo, ¿no lo crees? —se acercó a la reja, y después de apartó para reír—. ¡Maldita ciudad loca! —dijo entre risas, y comenzó a reír más fuerte.

De pronto, pareciera que Pepper había recordado algo y guardó su risa para más tarde.

—Oh, cierto... —susurró—. No debemos hablar muy fuerte.

—¿Por qué no?

—Shh... ¡shh! ¡despertarás al tierno y dulce Martin! —gritó Pepper en voz baja, y luego sonrió al ver la expresión de preocupación en Oswald.

Pepper se alejó riendo en voz baja y se dirigió hacia la salida, todo lo que tenía que explicar ya había salido de su boca. Por otro lado, Oswald se apegó más a la reja y la observó caminar.

—¡¿Qué le hiciste?!

—¿Yo? —se giró, y siguió caminando—. Oh, nada, Martin me agrada. Él sólo estará... dormido por unas horas más, y no creo que te enteres cuando haya despertado —se burló, y volvió a mirar al frente.

—¡Pepper, deja ir a mi...!

—¿A tu qué, Oswald? —paró en seco y lo miró por encima de su hombro—, ¿a tu hijo?

Oswald se detuvo a pensar. Legalmente era su hijo porque ya lo había adoptado, pero nunca pensó llamarlo como tal, siempre había sido sólo "Martin" o "amigo"; la palabra "hijo" llegó como un impulso a lo que Oswald de verdad quería decir, pero no pensó antes de hablar.

—Me vas a hacer llorar —dijo Pepper, con ternura, y luego se alejó riendo.

Oswald sólo se limitó a golpear la reja y a gruñir por el enojo.
Al salir, ella entró en la furgoneta que la esperaba en frente y tomó el mapa que estaba a su costado.

—¿Ahora a dónde, jefa? —preguntó alguien del grupo, la persona que conducía.

—Iremos a visitar a mis queridos suegros —sonrió.

Al mismo tiempo, en otro lugar...
Jerome estaba algo contento ese día, pues por fin había podido ver a su amiga en la hora del almuerzo y por segunda vez en la comida, ambos estaban felices de verse, pero a Jerome a veces se le notó paranoico, mirando a todos lados cuando Brissa le hablaba o mirando la hora en el reloj de enfrente, ya que la fecha lo tenía nervioso. Jerome bien sabía qué día era, el cumpleaños de Pepper, y le asustaba que quisiera secuestrarlo por algo malo para él esta vez, que pensara que él la había golpeado ese día.

El silencio lo estaba matando, Blackgate estaba tranquilo a diferencia de los otros días; Jerome había estado cambiando de posición sobre su cama durante toda la tarde, tratando de dormir —para compensar las noches en que ésto le había sido imposible por las pesadillas— o por lo menos pensar en otra cosa, pero sólo lograba hacerse más preguntas acerca de Pepper y enumerar las formas en que ella podría llegar a irrumpir para sacarlo.

Entonces, pasó lo que había presentido.

Se escuchó una pequeña explosión dentro de la celda que estaba a tres de distancia de la suya, matando al residente, y Jerome inmediatamente entró en pánico y pensó en esconderse, pero solo quedó inmóvil sobre su cama. Luego, escuchó risas y todo en su mente empeoró, pero algo que lo confundió es que en ningún momento escuchó a Pepper. Las personas que reían dispararon a los guardias que estaban cerca y otra parte del grupo bloqueó las entradas y salidas; de hecho, cuando esa otra parte corrió al otro lado para cerrar la puerta, pasaron frente a la celda de Jerome y lo saludaron con gusto. La líder del grupo se dio cuenta y se acercó con las llaves.

—Hola, Jerome —saludó la líder, mientras abría su celda—. ¿Por qué esa cara? ¿Acaso no estás feliz por este día? ¡Es el cumpleaños de Pepper! —abrió la puerta.

—Ya lo sé —espetó Jerome, sentado en su cama.

—Ella dice que te extraña —declaró un seguidor.

Jerome no respondió, sólo bajó la mirada.

—Hmm... seguro la jefa hará que sonría —opinó una de las seguidoras, con tono infantil.

—Tienes razón —contestó la líder—. Ahora, vayan por él. Luego iremos por la chica.

—¿La chica? —preguntó Jerome, preocupado, mientras los seguidores de Pepper lo arrastraban afuera.

—Esa fue la orden.

(...)

—Ay, queridos suegros, fue un gusto conocerlos al fin —levantó el hacha sobre su hombro—. Qué lastima que no podremos vernos de nuevo, pero les enviaré fotos de mi boda con su hijo por internet —sonrió—, si es que pueden, siquiera, tomar el mouse...

Y se alejó riendo.

—Ah, y señora Lila... —se volvió—... me encantó la bienvenida —dijo, señalando el ligero moretón que había sido ocasionado gracias a la madre de Jerome y su zapato.

Pepper salió de la cocina —lugar donde estaban los padres de Jerome sin una mano y gritando horrorizados por ver su propia sangre derramada en el suelo—, y se dirigió a la salida. Tenía una gran sonrisa en la cara, un hacha goteando sangre sobre su hombro y las manos de los padres de Jerome en un pequeño costal.

Al salir de la casa, se aseguró de que los intentos de gritos de los adultos mayores no se escucharan por fuera —por culpa de que su boca estaba cubierta con un trapo cubierto de arsénico que pronto los mataría—, y subió a la furgoneta que la esperaba.

—Terminamos esta fase, muchachos —sonrió y se recostó en el asiento, mientras los otros celebraban y subían también.

Luego, estiró la mano hacia la parte de abajo de su asiento para tomar lo que anteriormente estaba comiendo, pero al no sentir nada, se giró rápidamente hacia sus seguidores.

—¿Quién de ustedes, grandísimos idiotas, se comió mis uvas? —espetó.

Y en eso, Pepper vio que uno de los chicos estaba escondiendo disimuladamente las pequeñas ramas y semillas de las uvas debajo de su bota.

—Hijo de...

Y se lanzó contra él para ahorcarlo.

(...)

Después de una hora, Jerome y Brissa estaban siendo llevados a la cárcel abandonada donde también estaban Oswald y Martin, pero a mitad del camino, un auto que venía en sentido contrario derrapó por la calle y les bloqueó el paso. Los seguidores tomaron sus armas de inmediato y bajaron para matar a quien estuviera en ese auto. Qué mala elección. Dos personas con máscaras de gas puestas, un hombre y una mujer, salieron del auto y les dispararon primero algunos lograron ocultarse, pero nunca pudieron darles porque lograban esquivar las balas.

Brissa y Jerome vieron esto como una oportunidad y comenzaron a desatarse las manos mutuamente, ya que nadie se había quedado ahí para vigilarlos. Cuando estaban a punto de salir de la furgoneta, Brissa abrió los ojos exaltada al ver que la mujer sacó una bomba de humo tóxico y la arrojó hacia los seguidores de Pepper.

—¡Atrás! ¡Atrás! —gritó Brissa, empujando a Jerome dentro de la furgoneta, y ambos se refugiaron ahí cuando la bomba explotó.

Los seguidores inútiles de Pepper cayeron y las dos personas se acercaron a la furgoneta, abrieron la puerta y se quitaron las máscaras.

—Soy difícil de tener, pero fácil de perder. ¿Qué soy?

—¿Edward? —Jerome frunció el ceño.

—Tanto tiempo —le sonrió.

—¿Qué corre alrededor de una ciudad, pero nunca se mueve? —preguntó Angelique, mientras se quitaba su máscara de gas.

—Un puente —respondió Jerome.

—Así es, tenemos que llevarte allá.

—¿Por qué? —preguntó.

—Porque Pepper nos dejó esto para que te lo diéramos... —dijo Angelique, sacando las manos de sus padres del pequeño saco.

En la mano que correspondía a su madre, estaba la palabra escrita, con cortes de cuchillo, "amor"; y en la otra, la de su padre, decía "odio". Además, venía con una nota, la cual Edward fue el encargado de dársela.

"Te veré en el puente del Río de Gotham, lleva contigo la mano que hayas elegido.

Atte.
—P. C. "

Jerome no sabía qué pensar.

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