Capítulo 20: ¿Quién la encuentra primero? Parte 1
Esa misma tarde, Oswald reunió a todos sus aliados en la mansión y les habló de la situación; entre ellos estaban Tabitha Galavan, Bárbara Kean, Víctor Zsasz y uno que otro infiltrado del Departamento de Policía. También llamó a Angelique y Edward, pero no contestaron por más que insistió, incluso rastreó los teléfonos pero no tuvo respuesta.
—Muy bien —se dio la vuelta—, ¿alguna duda? —preguntó Oswald, recargando sus manos en la mesa.
—Entonces... ¿nos pagarás toda esa cantidad de dinero por alguien que está muerta? —preguntó Tabitha.
—No. Está. Muerta —contestó, sintiendo cómo casi le salía espuma por la boca—. Mientras más tarden en encontrarla, menos dinero habrá, Galavan —mencionó a la mujer, con un tono duro y molesto.
Luego, Bárbara elevó su mano.
—¿Estás seguro de que ella realmente respira? Hasta donde sé, sólo Víctor la ha visto.
—¿Por quién me tomas como para mentirle a mi jefe, Bárbara? —le preguntó Zsasz, volteando ligeramente la mirada hacia ella.
—Nunca dije eso.
—Pero estabas a punto.
—¡Ya basta los dos! —ordenó Oswald—. Quiero que la encuentren, busquen por toda la ciudad, estén atentos y observen con cuidado quién sale de los edificios y lugares públicos, ¡cualquier lugar, pero háganlo! —dicho lo último, todos se levantaron a prisa y caminaron hacia la salida.
Excepto Víctor, pues esperó a que todos los demás salieran para poder sacar el dispositivo que lo mantendría al tanto de los lugares que recorrerían los demás para buscar a Pepper y asegurarse de que de verdad estaban haciendo su trabajo, de lo contrario, iría por ellos. Los GPS se encontraban en la garganta de cada persona que hubiera bebido el vino tinto que ofreció Oswald a sus "invitados". Para su buena suerte, todos bebieron y el dispositivo se incrustó en su garganta antes de seguir el mismo trayecto que el vino.
Cuando la sala estaba vacía, el sicario caminó hacia la puerta, pero su jefe lo detuvo con un gesto de mano. Víctor giró su cabeza ligeramente y escuchó con atención.
—Investiga si Jerome está trabajando solo o con alguien, y si es así... a quiénes les está pidiendo ayuda. No dejes que nada ni nadie se te escape... —le murmuró Oswald, y el sicario asintió, dispuesto a salir de inmediato.
En cuanto El Pingüino cerró las puertas, se sintió aliviado y tranquilo de estar solo para poder recitar el mismo poema de siempre a Pepper, entonces sacó el portarretratos del cajón escondido debajo de uno de los asientos de la mesa y se dirigió a la sala de estar. Cuando se sentó en su sillón, Lou comenzó a ladrar desde afuera; así es, Oswald había conservado al cachorro porque era una de las dos cosas vivas que le recordaba a Pepper, la primera era la fea cara de Jerome.
Lou comenzó a ladrar con más desesperación, rascando la puerta y emitiendo chillidos que empezaron a estresar a Oswald; así que, suspiró con fuerza, dejó el portarretratos sobre la chimenea y fue hasta la puerta que daba paso al patio para abrirla.
—Agh... ¿qué?
Lou chilló.
—Única y última vez que te dejaré entrar a mi casa, ¿oíste, perro?
El Pingüino se hizo a un lado y el cachorro entró, agitando su colita de felicidad, él lo había mantenido afuera desde que Pepper se fue; todos los días lo alimentaba, le pagaba a alguien para que jugara con el cachorro y lo sacara a pasear, incluso le mostraba la fotografía de Pepper cuando ladraba mucho. Oswald cuidaba de Lou porque sentía que le brindaba un poco de entretenimiento... o tal vez otro motivo sentimental.
Cerró la puerta y se dirigió de nuevo hacia la sala de estar, pero ahora con algo de prisa. Tomó la foto y se dejó caer en el pequeño sofá.
—Lo siento, Pepper —dijo, avergonzado—... tu pequeño engendro me retrasó, pero ya estoy aquí. Empecemos, ¿quieres?
Cuando Oswald estaba a punto de hablar, Lou brincó hacia sus piernas y se recostó sobre él, se sorprendió y miró con enojo a la bola de pelos sobre su regazo, pero al ver cómo parecía haber encontrado cariño después de todos esos días, lo dejó en paz y decidió ignorarlo. En el fondo, quería acariciarlo por la ternura que sentía, pero se negó al pensar que eso lo haría verse débil, aunque no hubiera nadie en su casa.
(...)
—Recuerda, Pepper... quédate aquí, sé cortés, mantente tranquila y si te dicen algo que no recuerdas, es mentira, ¿está bien? —decía Brissa, tomándola por los hombros, y Pepper asintió—. Bien.
Din-don...
—Son ellos... —dijo Pepper, algo nerviosa.
—Sí, exacto. Ahora, respira... estarás bien —dijo, dedicándole una sonrisa amable.
Brissa se levantó y antes de abrir la puerta, Pepper habló.
—Me gusta tu vestido.
Se volvió.
—Gracias, Pepp.
—De nada —le sonrió—. En serio te ves hermosa, Queen B.
"—¿Y qué me pasará si quiero saber más?
—No te arriesgues, Queen B."
Queen B. Un simple apodo que aceleró el corazón de Brissa en el momento que lo pronunció, tenía miedo de que estuviera recordando y quisiera asesinarla por alejarla de la verdad, además de pensar que le estaba robando a Jerome. Una idea que, claro está, era incorrecta.
Din-don...
—¡Ya voy! —gritó Brissa, dirigiéndose a toda prisa hacia la puerta.
Al abrirla, ella se encontró con Edward y Angelique estando muy agitados, algo despeinados, pero aparentaban mantener la postura y trataban de llevar su respiración a un ritmo normal.
—Wow... oigan, ¿acaso vinieron corriendo?
Se miraron el uno al otro, luego comenzaron a reírse y miraron a Brissa.
—Claro que no —dijo Brissa, rodando los ojos y sonrió para retener la risa—, ustedes dos estuvieron...
—Sí —dijo Angelique.
—Bueno, más les vale no hacerlo en mi casa, ¿escucharon? Hay muchas razones por las que eso sería malo —dijo lo último, dejando pasar a la pareja y cerró la puerta.
—Dime por lo menos una —retó Angelique, mientras miraba la decoración de la casa.
—No limpiarían su desastre, mis muebles estarían rotos para cuando regrese y traumarían a la persona a la que se supone que deben cuidar —contestó, caminando a prisa para adelantarse y ponerse frente a ellos.
—¿Cuidar? —preguntaron al unísono.
—Pensé que nos habías llamado para otra cosa —dijo Edward, frunciendo el ceño.
—No causará problemas, no es un bebé ni nada problemático —bufó, recargándose en la puerta y tomó la perilla—, aunque sí delicado...
—¿A qué te refieres? —preguntó Angelique, cruzándose de brazos.
—Miren, es extraño y creerán que estoy demente por haberlo hecho. No pueden, en serio, ¡no pueden contarle a nadie sobre esto! —dijo Brissa, mirándolos con seriedad.
—Está bien, ambos callaremos —dijo Edward, y Angelique fingió poner un cierre en su boca y tirar la llave.
—¿Lo juran?
—Por nuestra relación —contestó Angie.
—Más les vale, o romperé los condones con una aguja mientras duermen —espetó, abriendo lentamente la perilla—. Por favor, sean de lo más amable con ella.
Brissa se hizo a un lado, Angelique entró primero y después, obviamente, Edward. Ambos contemplaron a alguien sentada en la cama dibujando algo; la pareja se miró, buscando en los ojos del otro algo que les pudiera decir quién creían que era, era uno de esos lenguajes que ellos tenían como pareja. Entonces, Angelique tocó ligeramente el hombro de la chica frente a ella, sujetó la mano de Ed y sonrió.
—Hola —dijo, con un tono amigable y tranquilo.
De inmediato, Pepper dejó de trazar líneas, elevó la mirada y volteó hacia un lado, lentamente; gracias a su cabello suelto, no pudieron verle el rostro por completo.
—Hola, Angie... —saludó Pepper, en voz baja.
Angelique y Edward abrieron los ojos al máximo al reconocer esa voz, tanto, que después de parpadear sintieron ardor; no podían creer que ella estuviera viva, ¡la vieron muerta! ¡su piel estaba quemada! Nada tenía lógica en ese momento, nada. De hecho, recordaron ese desafortunado día en que se enteraron de la tragedia.
Angelique regresaba de la cocina con su vaso de agua y apenas lo dejó sobre la mesa de noche, Edward la atrajo hacia él bruscamente y la colocó debajo de su cuerpo sobre la cama, comenzó a besar su cuello y a ella no le incomodó, de hecho, iba a seguirle el juego de no ser por el celular de Ed que comenzó a sonar, ambos lo miraron por unos segundos, pero volvieron a lo suyo; al escuchar que la llamada persistía, él finalmente se levantó y muy molesto, tomó el celular y lo colocó en su oreja:
—¿Oswald?
—¡Ed, he estado llamándote quince veces seguidas!
—¿Qué es lo que quieres?
—Tienes que venir rápido, ocurrió... —Oswald suspiró con fuerza—...sólo llega en cuanto antes.
—Pe-pero, ¿qué fue lo que...?
—¡Todo está en llamas, Nygma! —le gritó, con rabia y desesperación—. ¡Necesito que te muevas rápido, ¿entendiste?!
Edward sintió una punzada en el pecho, él sabía lo que Pepper haría en un circo esa misma noche y temía que fuera por ella que Oswald le llamara tan alterado. Lentamente, giró hacia su novia y aún con el celular pegado en la oreja, la miró con preocupación y comenzó a mover sus dedos frenéticamente contra el costado de su cuerpo, Angelique notó de inmediato el lenguaje de su pareja y se levantó a toda prisa para vestirse.
—Voy para allá.
Y finalmente, colgó.
Estaban atónitos, sólo siguieron mirando a Pepper como si fuera un fantasma, apenas si emitían algunos ruidos; entonces, ella decidió darse la vuelta para verlos de frente.
—¿Qué es eso que te pertenece, pero los demás lo usan más que tú?
—El nom-nombre... —respondió Ed.
—¿Pepper? —preguntó Angelique, en voz baja. La susodicha sólo sonrió.
De repente, dejó de sentir el leve apretón de mano de su novio y giró su cabeza hacia él, al verlo casi caer, se colocó rápidamente detrás de su espalda y lo sujetó de los brazos antes de que se desmayara.
—Ay, no —se levantó de la cama—, ¿está bien? —preguntó Pepper, algo nerviosa.
Angelique asintió, dio unos golpecitos en la mejilla de Nygma y él reaccionó de inmediato, acomodó sus lentes y se cruzó de brazos.
—¿Cómo... cómo es que...?
—Vengan, eso es justo de lo que les iba a hablar —dijo Brissa, dirigiéndose a la sala de su casa.
—Lindo traje —señaló Pepper—, y ese traje verde es fantástico —dijo, mientras les sonreía.
La pareja notó algo en ella. En esa sonrisa. No era la misma que se extendía de oreja a oreja, tampoco se tensaba, se mostraba agradable y no intimidante; pensaron que realmente era inofensiva. Había perdido su locura.
—Te agradezco, Pepper —dijo Nygma.
—¿Van a venir o qué?
Al escuchar a Brissa, recordaron que ella iba a salir y no querían que llegara tarde, aunque en realidad faltaba una hora para su "encuentro", así que se miraron y luego fueron hacia la sala, Angie cerró la puerta de la habitación y Pepper volvió a dibujar, lo que nadie se preguntó era qué estaba dibujando.
—¿Cómo diablos regresó? —preguntó Angelique, con los ojos muy abiertos, mientras caminaba hacia Brissa—, ¿tienes idea de lo que...?
—¡Se los dije! Sabía que me iban a juzgar, pero créanme cuando les digo que fue una buena idea —dijo, mientras se sentaba en el sofá.
—¡¿Buena idea?! ¿Estás consciente de a quién devolviste a la vida? —dijo Edward, alterado.
No es que a ellos les pareciera una "mala idea" del todo, de hecho, estaban felices de que una amiga como Pepper hubiera vuelto, los había ayudado a estar juntos de nuevo, pero sí consideraban su regreso algo peligroso. Desde la mañana, Oswald había estado llamando a ambos y ninguno contestó porque sabían lo que quería.
—¡Lo hice por Jerome! —gritó Brissa, levantándose de golpe. Por suerte, ninguno de los gritos se escuchaban fuera de esa sala—. Él estaba herido —sollozó—, no quería quedarme sólo ahí parada como en ese día...
Al decir eso, un pequeño recuerdo vino a la mente de Brissa:
Ella estaba saliendo de la carpa a toda prisa después de haberle disparado a Penélope, estaba feliz. Cuando estuvo lo suficientemente alejada, se sentó en el suelo y disfrutó del espectáculo, entonces, vio cómo todo el lugar se envolvió en llamas; escupió su refresco y corrió hasta allá con la escopeta colgándole del cuello. Al estar cerca, las llamas incendiaron la entrada y ella resbaló de la impresión, decidiendo arrastrarse por la tierra; la gente alrededor corría como si fueran hormigas y si no fuera porque se levantó, todos la hubieran aplastado.
Giró su cabeza hacia todos lados en busca de una entrada y fue cuando vio una parte de la carpa levantada que sintió un poco de alivio, corrió tan rápido que hasta las piernas comenzaron a fallarle, pero ella no se rendiría y hasta se arrastraría con tal de salvar a sus amigos. En cuanto puso un pie dentro, brincó hacia las escaleras que llevaban hacia la iluminación de la pista y luego, se colgó de la base para poder acercarse más a dónde creía que había visto a Pepper. Y gracias al cielo, estaba en lo correcto: ella tenía sujetado a Jerome para poder ayudarlo a salir.
De inmediato, se decidió a bajar, pero una barra de trapecista cayó debajo de ella y si saltaba, le atravesaría la garganta, entonces siguió colgada de esa base (que ya estaba algo inestable) hasta que pudo subir y buscó con desesperación a ambos. Para su desgracia, ella presenció el momento exacto en que Pepper arriesgó su vida por la de Jerome, se quedó paralizada y con la boca entreabierta al no creer lo que estaba pasando. No se pregunten cómo fue que Brissa salió después.
—Siento demasiada culpa, pude haber ayudado más —dijo cabizbaja—. Por eso la traje de vuelta.
—¿Cómo? —preguntó Angelique.
—Una amiga me habló sobre una fosa que podía hacerlo, pero me advirtió que quien la usara, se volvía demente al salir.
—Wow, wow, wow... espera —Angelique se detuvo a pensar—. Si Pepper ya estaba loca, ¿estás diciendo que ella se volvió...?
—¿...cuerda? —terminó Edward.
—Eso creo. Desde que la reviví, es cortés y tranquila, pero lo que me preocupa es que pareciera no reconocer Gotham.
—Perdió la memoria —afirmó Ed.
—Exacto, y lo último que quiero es que alguien le recuerde quién era —dijo Brissa, pasando una mano por su cabello en señal de estrés.
—¿Por qué? —preguntó Angelique, muy desconcertada.
—Porque creo que ésta es su oportunidad de vivir como una persona normal, que sea feliz y no tenga que ponerse una máscara para salir con Jerome, ¡quiero que ambos sean felices! —explicó, mientras sonreía—. Si Pepper sigue comportándose como lo ha estado haciendo, más pronto llegará el momento en que tenga que... decírselo a él.
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