Capítulo 17: Fosa Lazarus
2:35 a.m.
—¿Con quién la vas a usar? —preguntó Eleanor, a través de la línea.
—Ah-ahm...
No, ni loca. No le iba a decir que era para Pepper, todos en Gotham la conocían por lo demente que había demostrado ser, y Eleanor era el tipo de persona que tomaba con seriedad las cosas. En pocas palabras, a Eleanor le valdría un pepino la vida de Pepper. Pero debía revivirla, sentía culpa por enfocarme en asesinar a Penélope y no poner atención en lo que estaba pasando del otro lado.
—¿Brissa?
—Está bien, no es humano. Es un gato que encontré en un callejón —respondí, tratando de hablar seria, mientras revisaba por el retrovisor que no viniera nadie.
—Buena mentira, para ti...
—¡Es en serio! —reproché—. ¿Por qué crees que dudé en decírtelo? Sabía que no me dirías nada porque es sólo un animal.
—No debería estar diciéndote esto —se quejó—. De acuerdo... pero no divulgues nada, mañana debo ir a trabajar.
Me alarmé al ver la luz de una linterna moviéndose, así que encendí el auto y puse mi celular en altavoz, luego arranqué con velocidad normal. Decidí ir despacio al pasar por un lugar muy abierto para simular estar calmada. Sólo una ciudadana más, dando un paseo de madrugada.
—¿Qué puedes decirme de la fosa, Elly? Me has contado algunas cosas, pero... ahora tengo que saberlo todo —hablé, sin despegar la vista del frente.
—Debí hacer un ensayo sobre esto en la escuela —rió levemente—. ¿Por dónde empezar...? Olvídalo, son las tres de la madrugada, te lo diré según recuerde. La Fosa Lazarus es una fosa que tiene ciertas propiedades que pueden devolverle la vida a alguien. Al igual que todas las cosas, utilizar una tiene su precio. Al salir de la fosa, la locura alimenta al sobreviviente. Entras muerto, sales demente.
¿Entonces qué sería de Pepper?
—¡Pero no tienes que preocuparte por eso! Dices que es un gato, ¿no?
—Sí, un... gatito...
—Sólo será algo inquieto —bostezó—. Otra cosa que debes saber, es que disminuye la edad de la persona o cosa que la utilice, dependiendo del tiempo que permanezca sumergido.
—¿El agua no debe tocarme? —pregunté, mientras doblaba la esquina, aún faltaba bastante para llegar a mi casa.
—No. Y es porque si una persona sana entra a la fosa, es muy probable que muera. Será mejor que no te arriesgues.
—Está bien... —suspiré nerviosa, y apreté el volante al ver por el retrovisor que una patrulla iba detrás de mí.
Dio vuelta. ¡Gracias al cielo...! O al infierno, dependiendo de dónde esté Pepper.
—¿Qué más? Ah, sí. El usuario envejece un año cada siglo, pero aun así pueden matarlo. Cuida mucho a tu gato —dijo Eleanor, con un tono burlón al final—. Ahora, los datos por los que debí haber empezado. Sólo existen seis fosas en el mundo.
—¡¿Qué?! —dije exaltada, y casi freno.
—Como lo oíste, Queen B. Sólo hay seis gracias a que alguien destruyó las otras, no se sabe aún quién o quiénes fueron.
—¿Y dónde están?
—La primera la resguarda alguien muy peligroso, no te voy a decir dónde está. La segunda está ubicada aquí, por algún lugar en los límites del lado norte, pero la encontrarás fácilmente si observas bien. La tercera, parece que está en lo alto del Himalaya. La cuarta, en el interior de Australia —bostezó—, la quinta en Tíbet y la última en Inglaterra.
—¿Es todo? —pregunté, mientras me estacionaba en la cochera de mi casa y tomé el celular.
—Sí, ¿ahora me dejarás dormir?
Colgué y caminé hacia la entrada, procurando que nadie me viera, abrí la puerta, encendí la luz y fui a mi habitación por ropa. Estaba muy frío afuera, y Pepper sólo traía puesto un traje azul marino, hecho con un material parecido al látex; por obvias razones, sabía que iba a necesitar ropa después de salir de la fosa. Tomé una blusa blanca sencilla, un saco que ya no usaba, un pantalón y los zapatos de mi trabajo, además, llevé una manta de ser el caso que la ropa no fuera suficiente. Todo lo acomodé en los asientos de atrás y me fui con prisa.
Algunos de mis vecinos se asomaron por la ventana para ver a dónde iba o con quién, a lo que bajé la velocidad y les mostré cierto dedo; siempre habían sido una bola de entrometidos.
Mientras conducía, decidí poner música desde mi celular para tratar de quitarme los nervios y mantenerme despierta. Fui seleccionando de a poco y encontré una de mis favoritas, adelanté hasta el minuto que me gustaba cantar.
—Who is in control? —dí la vuelta—. I paced around for hours on empty...
Después de algunas horas de conducir, el sueño me estaba matando, ¡eran casi las seis de la mañana! Y nunca había durado tanto despierta. Milagrosamente, estando en la carretera, vi la estructura de un templo antiguo. Minutos más tarde, logré subir, aparentemente, el lugar estaba solo. Fui hacia el otro extremo del auto y tomé en brazos el cuerpo de Pepper, me adentré en el templo y a unos metros de mí, noté una luz verde que iluminaba el suelo, al estar a un metro de la fosa lo único que quería era lanzarla ahí y ya, comenzaba a desesperarme; todo había sido demasiado fácil. Miré hacia ambos lados para asegurarme de que no hubiera nadie y luego me arrodillé al suelo, dejando el cuerpo y empecé a empujarla poco a poco.
A pesar de que habían pasado apenas unos segundos de que la había sumergido, estaba impaciente y hasta comiéndome las uñas por el miedo de que alguien llegara, nunca había podido saber lo suficiente sobre ese lugar.
—Por favor, Pepper... —miré su rostro, sumergiéndose poco a poco en el líquido—...hazlo por Jerome.
(...)
No hace mucho de que ella se había ido, ni siquiera había pasado una semana, pero mi vida era aún más insoportable que de costumbre.
Ahora tenía que caminar por las calles con más cuidado, siempre con un cuchillo en el bolsillo y sin mostrar mi cara, el guardia del edificio en el que vivía ya no me saludaba, todos me miraban extraño y los niños me tenían miedo. En pocas palabras, regresé a mi vida, a mi aburrido departamento y a mi horrible trabajo, pero más solo.
Oswald me dejó ir después del incidente, no sin antes de que algunos de sus matones me dieran una buena paliza.
Comenzaba a odiar todo lo que alguna vez amé en mi vida: mi familia, me aislé de mis amigos, el trabajo me parecía tedioso, ya no tenía tolerancia con los pacientes que no respondían mis preguntas ni tomaban sus medicinas. Y me puse a pensar en que Pepper había tomado todo lo que yo quería y lo tiró a la basura para cambiarlo por ella, por esa maldita necesidad de tener atención y cariño de alguien. Pero al haberme privado de mi libertad, me enseñó que hay otras maneras de ser feliz sin tener que ser como los demás.
A esa hora de la madrugada, estaba limpiando mi oficina y alguien tocó la puerta con el mismo ritmo que Pepper lo hacía para despertarme en las mañanas, volteé con una pequeña sonrisa de ilusión, pero sólo era Phillip.
¿Cómo se te ocurre que pudiera ser ella?
Patético...
—Hola, Jerome —saludó, adentrándose a la oficina.
—¿Qué tal? Me dijeron que tomaste el turno de la madrugada también —alcé las cejas y luego volví a lo mío, él rió levemente—. ¿Cómo va la cicatriz?
—Me hace ver muy cool —contestó, mientras se recargaba en mi escritorio—. Oye... —bajó la mirada—... siento mucho lo de Pepper. Tú de verdad la querías, y me pareció heroico que te haya salvado.
«¿Todo el mundo se puso de acuerdo para fastidiarme o qué? Estos días he tratado de olvidarlo y llega alguien a recordarme mis desgracias», pensé.
Un silencio incómodo (al menos para Phillip) se formó entre nosotros por un buen rato, hasta que él decidió hablar.
—Fui a llevarle flores a su supuesta tumba —dijo, con mucha tranquilidad.
Dejé de acomodar papeles al ver que había estirado su brazo hacia una carpeta que se suponía no estaba a la vista, había encontrado una foto de Pepper que tenía escondida entre las carpetas y se la arrebaté. Sentí cómo mi rostro se ponía rojizo.
—Lindo de tu parte, pero tenías por qué —espeté.
—Ya no tienes que ocultarlo, Jerome. Por lo menos, no de mí —se cruzó de brazos—. Te conozco desde hace años, supe que de verdad te gustaba esa chica por la forma en que la mirabas. Te escabulliste del guía en los días de práctica para ir a verla a su celda. No la encontraste, y estuviste más serio de lo normal el resto de la tarde.
Le había dicho a Phillip que creara una distracción mientras iba a verla otra vez, ya estábamos por terminar el recorrido y no podía esperar hasta el martes para volver al asilo; entonces se tiró al suelo y fingió que le faltaba aire, todos fueron a ayudarlo y aproveché para regresar por los pasillos hasta toparme con su celda.
—No... res-piro. Ayúden-me... —decía Phillip, con un tono fingido, y le hice una seña.
Cuando finalmente la encontré, me emocioné un poco y asomé la mirada por la ventanilla, pero no había nadie; luego, se me acercó una enfermera.
—La paciente #36912 está en su terapia, puede volver a buscarla en una hora —me dijo, mientras seguía caminando por el pasillo.
Me desanimé y volví con mi grupo, sentí una mezcla de tristeza y enojo. Phillip, al verme regresar, se levantó antes de que el guía le fuera a dar respiración boca a boca y actuó normal.
—Ah-ahm... ¡ya me siento mejor! —dijo, avergonzado.
Ese mismo día, ninguna tontería de Phillip, ni sus mejores chistes, me hicieron reír. Y para cuando volví a mi departamento, no pude dormir en toda la noche pensando en la persona que más tarde me haría sentirme un enfermo. Otra vez.
—¿Lo ves? —sonrió—. ¡Jerome, eres mi mejor amigo! No me gusta que te sientas así, destrozado.
—Por eso vine a trabajar, porque todavía tengo amigos que se preocupan por mí —le sonreí de vuelta.
—Ya cállate, sentimental —contestó, dándome un abrazo.
—¿Y me... lo dices... a mí? —pregunté con dificultad, por lo fuerte que me sujetaba.
10:00 a.m. Mansión Cobblepot
No había dormido nada, había salido de trabajar pocas horas antes, pero tenía que ir. Varios de mis objetos personales se habían quedado en la mansión de Oswald, ya que ese día que me liberó simplemente me echó. Pasé la reja de entrada y antes de tocar la puerta, noté que estaba entreabierta, di unos cuántos pasos sigilosos y escuché a Oswald decir algo.
—¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro terrible viaje ha terminado, el barco ha sobrevivido a todos los escollos, hemos ganado el premio que anhelábamos...
Era un poema de Walt Whitman. Al adentrarme a la primera sala, lo vi sentado frente a la chimenea y noté que sostenía una fotografía donde aparecía Pepper abrazándolo por el cuello con un brazo, al parecer ella había tomado la foto; sostenía el portarretratos con delicadeza, pero aun así no podría quitárselo nadie.
—Era el único poema que ella sabía de memoria... —dijo Oswald, con la voz notablemente rota.
No dije nada y sólo me acerqué. Al estar a un lado suyo, me di cuenta de que tenía la nariz y los ojos rojizos, lágrimas debajo y ojeras también.
—Lo narré ese día en la ambulancia —sonrió un poco—, y lo sigo haciendo —volteó a verme.
—Sólo han pasado dos días y...
—... ya sientes que mueres también —respondió—. Sólo por esta vez, admitiré que los dos estamos sufriendo lo mismo.
—Todos los días siento algo extraño, como si no fuera mi vida la que estoy viviendo —me acerqué a calentar mis manos—. ¿Sabes? Ahora entiendo por qué la toleraba. Todo lo hacía por mí, quería demostrar que le importaba y lo hizo de la única manera que conocía.
—Pepper era un perro con una correa, y tú la soltaste.
—Ya lo sé, desde que empezó a rebelarse contra la ciudad... era consciente de que yo era el propósito.
Ambos mirábamos hacia el mismo lugar, entonces me puse a pensar en qué estaría pasando en ese momento si estuviera viva: probablemente con su culto, a esas horas de la mañana siempre salía a la ciudad, o haciéndole bromas por teléfonos públicos a Jim Gordon, puede que hablando con Brissa en la pizzería, burlarse de Oswald cuando si se enojaba con su mascota, escuchar los acertijos de Edward y competir contra Angelique para ver quién los respondía más rápido; posiblemente haría eso en sus días tranquilos, no conocía más.
Una vez mencionó que buscaba convivir con cualquier persona que se le cruzara porque se sentía sola. Pensaba en lo que ella haría durante el día con todos menos conmigo, porque me mantenía cerca. Casi nunca me dejaba solo.
—Y... ¿qué haces en mi casa? —preguntó Oswald, sacándome de mis pensamientos.
—Vine por unas cosas.
Entonces, se levantó y me miró amenazante, retrocedí hacia la otra sala y metí una mano en el bolsillo donde había guardado el cuchillo.
—No. Vas. A llevarte. Nada. ¿Oíste?
—No tiene sentido que te quedes con mis pertenencias —alegué.
—Todo tiene que quedarse tal y cuál como ella lo vio por última vez.
—Ambos sabemos que no va a volver.
—¡No es cierto! ¡Tú no la quieres lo suficiente como para mantener las esperanzas!
—¡Yo la amaba! —grité, y mi respiración comenzó a agitarse—. ¿Sabes qué? No voy a discutir contigo —caminé a zancadas a la puerta.
—Es bueno saber que no quieres acompañarla.... ¡en el infierno!
Anda, Jerome...
Ve y dale su merecido...
Se está burlando de ti...
Presioné la perilla con fuerza y me debatí lo que estaba a punto de hacer, escuchaba risas en mi mente, el otro yo me pedía a gritos que lo dejara encargarse de Oswald, pero tenía autocontrol. Golpeé mi cabeza contra la puerta para desquitarme y salí.
(...)
Horas antes, 6:15 a.m.
Caminaba de un lado a otro desde horas atrás. Según lo que sabía sobre la fosa, Pepper ya estaba tardando para revivir... o eso pensé cuando vi que el agua comenzaba a moverse de manera brusca. Entonces, me arrodillé y la busqué con la mirada para poder ayudarla a salir, no había problema en que el agua me tocara porque traía guantes.
El agua dejó de moverse. Mi corazón comenzó a latir más rápido por temor a que algo le hubiese pasado. De pronto, cuando me iba a levantar, una mano se posó en la orilla y me caí de espaldas, retrocedí con miedo, pero luego ella sacó su cabeza y apoyó su otra mano para tratar de salir de la Fosa Lazarus; abrió la boca para respirar y de un salto, impulsado con sus brazos, apenas salió.
—Ay, Dios... ¡Pepper! —me acerqué y me puse a su lado de rodillas.
Tosió un par de veces y apartó mis manos enguantadas para poder sentarse, se le veía confundida; cuando aclaró su vista, ella me miró con temor y se arrastró hasta la pared.
—¿Qui-quién...? —tragó saliva— ¿...quién e-res?
—¿No me recuerdas? Soy Brissa, la chica que trabaja en la pizzería —respondí, pero no se le veía convencida—. Y tú, eres Pepper Crewell, la persona a la que voy a ayudar.
Se apegó más a la pared cuando traté de acercarme, entonces decidí ya no hacerlo y sólo extendí mi mano mientras le sonreía; volver de la muerte es de lo más confuso que puede haber. Ella tenía miedo porque no recordaba nada, acababa de renacer.
Miró mi mano unos segundos, después mi rostro y entrecerró los ojos, luego los abrió con sorpresa. Se lanzó hacia a mí para abrazarme y yo correspondí.
—Brissa... —murmuró, con voz aguda—, sí te recuerdo...
—Hola, Pepper... —murmuré de vuelta, y sonreí al sentir que me abrazaba con más fuerza.
—Me salvaste.
~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·~·
Elooooo
Créditos a Wikipedia y a "Hush", de Jeph Loeb, por colaborar en los datos de la Fosa Lazarus.
Ahora, quería pedir una pequeñita disculpa por haber matado a Pepper ╮ (. ❛ ᴗ ❛.) ╭...
Ya pueden lanzar los tomates
(๑¯ิε ¯ิ๑)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top