ʜᴇᴀʀᴛ.
—Entonces... ¿Si iremos a ver "Mulán"?
—Jin... ¿Para qué? Te recuerdo que Mushu no estará en la peli, y tú ibas por él, además, aquí tienes a tu Dragón; entonces, ¿cuál es la gracia? -Rodó los ojos, fastidiado.
—Bueno... Es de Disney. Siempre sus películas son geniales... ¡Vamos Kookie! -Juntó sus manos e hizo un puchero, intentando severamente en no reparar en el hecho de que Kook se había llamado "su Dragón", suyo, de su propiedad. Jin iba a morir.
JungKook lo miró y negó divertido. Ellos ahora tenían quince años, eran los mejores amigos y Kook se acostumbró totalmente a la personalidad saltarina de Jin.
El rubio tenía energía para todo, mientras que él era un aburrido sin remedio.
A pesar de sus notables diferencias, JungKook se sentía muy a gusto al lado de su amigo, ese chico que lo había apoyado en todo, era su confidente, consejero, su compañero de aventuras.
JungKook agradecía que Jin nunca se diera por vencido con él, a pesar que en un principio, el Dragón fuera reacio hacia él, Jin con su paciencia y comprensión supo ganarse el corazón del alfa.
Ahora, Kook sabía que no podría seguir sin Jin. El rubio era su pieza clave, él podía sentir esa fuerte conexión con su amigo, pero sabía que era sólo eso, pura amistad. Pues entre Jin y él no podía existir nada más.
No. JungKook no estaba dispuesto a enamorarse, eso sólo era un problema y aunque Jin sea un Omega con una gran belleza y una personalidad encantadora. No podía abrir su corazón de esa forma.
¿Para qué? Él veía el ejemplo de sus padres, dos alfas amargados que sólo pensaban en hacerse ricos día a día. Ahí no existía amor, no existía nada de afecto. Él no quería llegar a eso. Por ello, había decidido cerrar su corazón.
—Oye Kookie... -Jin miraba al piso.
Por más cursi que sonara, Jin era el único en el mundo que tenía el permiso y derecho de llamarlo por aquel apodo ridículo.
—Suéltalo. -Dijo al ver la inquietud en el rubio.
— ¿Crees que algún día encontrarás a tu pareja destinada? -Preguntó con un brillo en sus ojos.
JungKook quiso reírse. ¿Pareja destinada? Eso era una mierda barata que sólo se leía en los cuentos.
Claro, Jin era sensible por lo que no le diría eso, pero, él no creía en esas estupideces. ¿Amor?, ¿Una persona que fue hecha a la medida de cada uno? No. Eso simplemente no existía.
—No lo sé, Jinnie. Y debo decir que tampoco me importa. -Contestó sincero, como siempre.
Jin asintió con una sonrisa forzada. A él si le importaba, y mucho más ahora que su Omega había estado ansioso ante la cercanía del Dragón.
Todos sus sentidos de Omega se estaban agudizando, tenía una mayor comunicación con él, y este había estado muy inquieto ante el pelinegro. Como si quisiera lanzarse sobre él.
Jin no lo entendía en ese momento, le parecía que su Omega sólo quería mostrar su enorme afecto por el chico malhumorado que tenía por mejor amigo.
Sin embargo, él había notado cambios en el alfa. Por ejemplo: su estatura, su rostro ya no era aquel inocente de niño, ahora empezaba a tener rasgos más fuertes, su cuerpo también sufría los cambios del crecimiento. Kook tenía mucha más masa muscular y se estaba volviendo una máquina asesina, como todos los de su especie.
Jin comenzaba a sentirse alarmantemente atraído por su amigo y siempre le reprochaba eso a su Omega, pues él le incitaba a acercarse más íntimamente al alfa.
— ¿Quieres acompañarme al entrenamiento? -Preguntó el más alto ante el silencio prolongado.
—Ummm... -Jin lo pensó.
Kook iba todas las tardes a entrenar a un gimnasio atestado de alfas de todo tipo. También habían betas y unos muy contados Omegas que iban acompañados de sus parejas, pues los alfas ahí eran bastante atrevidos.
Él había tenido un percance con uno, SuHo se hacía llamar, admitía que el hombre era guapísimo, pero extrañamente no despertaba nada en él.
Debido a ello, Jin acompañaba sólo en ocasiones a su amigo, pues ese alfa siempre estaba ahí acosándolo mientras su Kookie se hacía más musculoso.
—Prometo que cuidaré de ti. -Habló por fin ante la indecisión del Omega. —Ese tonto de SuHo no se te acercará.
—Está bien, pero iremos por burritos después. -Sentenció con un puchero.
Jeon sonrió. Nunca se podía negar a esos pucheros. —Como tú quieras.
Jin le devolvió la sonrisa, emocionado por la comida que degustarían al terminar su entrenamiento.
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