Capítulo seis
Todo se encontraba oscuro, no entendía como había llegado allí, pero tenía una idea. Aquello era una pesadilla, de las muchas que solía tener en el pasado y actualidad.
Sentía claramente como las uñas de su padre rasguñaban su piel, hasta perforarla de forma que dejaran caer su sangre, atado de nuevo a la voluntad del imperio romano.
Cómo detestaba a ese tipo, más de una vez se había metido en sus conflictos. Deseaba que el maldito muriera de inanición en uno de sus calabozos.
Abrió los ojos, recuperando su visión cuando encontró el sol de nuevo en su rostro, tendría que dormir en una zona con más sombra.
Se levantó de la superficie rocosa, estirando sus extremidades para comenzar a caminar lentamente, mirando como a los alrededores sus hombres se habían acomodado para dormir, dejando sus armas en el suelo para poder descansar apoyados en las rocas.
Continuó a través de un sendero llano, un camino hacia un lugar desconocido, había aves de rapiña en el cielo y éstas daban vueltas en círculos, se adentró a una zona rústica, la flora era mucho más alta que él mismo.
Se escuchó un gruñido proveniente de detrás de los arbustos. Alerta, procedería a encaminarse hacia ese sonido desconocido.
Mala idea.
Un puma de 2.40 cm estaba acariciándose en las ramas de los arbustos, moviéndose inquieto pues al parecer eso le causaba mucho placer al animal.
Se dispuso a blandir su espada en el aire para defenderse, pero antes de concluir con su objetivo de “asustar” al animal una mano tapó su boca, llevándolo hacia atrás, dejando solo al puma quién solo volvió a rascarse.
Su cuerpo fue abrazado por un ser parecido a un ángel, su voz resonó como eco en toda su existencia, cerró los ojos avergonzado hasta el tope, era demasiado exitante como le hablaba.
---Amuki. (“Guarda silencio”)--- susurró a centímetros de su cuello, sus fuertes brazos rodearon su torso mientras la mano aún permanecía en la boca del español.
Sintió un escalofrío recorrer su espalda, aquello era tan brutal, que dejó caer su espada de aguja en el suelo, abriendo los ojos de a pocos para voltear la vista hacia el Inca.
Encontrando la poca distancia entre sus rostros, su sonrojo aumentó, liberándose de forma lenta con cierta pena.
--- Lamentarlo. Apu Puma (el Dios Puma) puede ser muy salvaje. --- dijo sonriéndole contento por salvarlo y esperando que entienda.
--- ¿Hay animales así por todo América? --- preguntó reaccionando con fastidio hacia tal peligroso felino. El más alto se quedó en silencio, aún mantenía esa sonrisa, le dió mirada de confusión.
---Awya yalla. Gustarme ese nombre. --- sonrió. --- ¿Iniciar con el estudio? --- preguntó agachando su rostro hacia el europeo, quién solo ladeó la mirada asintiendo.
---Agh...ngh...ya...no...más~ ---gimió agotado, tratando de rellenar sus pulmones de aire lo más que podía, sus piernas comenzaban a temblar, su sudor caía junto con sus fuerzas, habían pasado alrededor de tres horas caminando en esos cerros, el imperio americano seguía como si nada mientras el otro apenas podía levantar la mirada. ---¿Adónde mierda estamos yendo? Joder...
---Falta poco, no preocuparse. --- respondió volteando su mirada al de aspa de borgoña, mirando como aquel se estaba quedando más atrás conforme los minutos pasaban. Sonriendo se acercó, volteandose para agacharse a una altura considerada.
---¿Que haces?--- preguntó viendo como se inclinaba enfrente de él, su respiración seguía igual de agitada al hablar.
----Dejarme cargarlo. --- dijo esbozando una sonrisa para que no sea tan incómodo para el español.
--- Tsk, bien. --- sinceramente, eso era mucho mejor que fallecer por sequedad en su sangre o un paro cardíaco. Subió sus piernas a la cintura del más alto, haciendo que por inercia sus brazos rodearan el cuello de éste.
Se agarró un poco más fuerte cuando el colorido se reincorporó y agarró sus piernas para cargarlas, se sentía como una mujer cargando a un bebé en una lliklla (manta de vida; es como un saco de canguro donde las mujeres cargan a sus bebés que se lleva amarrada a la espalda).
El Imperio Español tenía angustia al ver los acantilados que rodeaban la delgada llanura del camino, el inca corría velozmente ahora que no tenía a quién esperar, y sí que era rápido.
Temeroso, abrazó fuerte sus extremidades al cuerpo del colorido, ocultando su rostro en su nuca para no mirar hacia el enorme vacío de la derecha, teniéndolo como único soporte en esos momentos; cerró los ojos con fuerza.
Ésto lo notó el de joyería de oro, mirándolo de reojo para aguantarse una pequeña risa que quería soltar, se sonrojó ligeramente, le parecía muy tierno su comportamiento, en el fondo no era tan soberbio como aparentaba.
(☄️) Adónde chucha se irán a ir, ni puta idea wbn ayudA.
A mi queridísima ayudante (alias Carly) le gusta esta historia, por eso le pongo tantos detalles aburridos, para que no se lea tan cutre jsjs q kreisi.
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