Capítulo 5: Felicidad

Anda, tráeme la cebolla. — extendió su mano, aunque México haya visto su falta de “porfavor” le dio lo que estaba pidiendo.

El peruano cocinaba uno de sus platos típicos, ceviche. Si bien el mexicano nunca había probado tal platillo, sus hermanos le dijeron que era de lo más exquisito. E incluso teniendo una rivalidad en lo referente a gastronomía, se ofreció a ayudar a Perú a cocinar.

Ya casi era la hora de almuerzo, algunos de sus hermanos habían salido con la excusa de que trabajarían algunos trámites y cosas igual de insípidas. Se había quedado solo con Perú y el argentino, quien decidió darse una siesta, al parecer dormía de tarde.

Su mirada seguía fija en el peruano mientras pensaba todo esto, era sorprendente como cortaba pescado en pedazos, al parecer trabajaba mucho con este espécimen. Le pidió colocar los trozos de pescado en un bol y echarles limón. Era raro, pero no se negó.

Al terminar, simplemente lo dejo en la mesa.
¿No vas a freírlo o algo? — Perú le explicó que en su tierra, el ceviche no se cocinaba, sino que se comía crudo. Era interesante, quizás lo usaría en alguno de sus platos.

Después de acomodar la mesa, ordenar los platos, colocar los vasos en aquella. El mexicano salió hacia la calle, diciéndole a Perú que miraría la zona o que iría a un parque antes de comer, este solo le dijo que vaya con cuidado, después de todo, ya no estaba en el distrito de alta clase, donde nadie te asaltaba.

Cerró la puerta confiado en que el peruano seguiría allí y que su exconviviente ya de hubiera retirado ( Sería capaz de quedarse a esperar ). Tenía la mente plagada de cosas, ahora sí estaba pensando en las consecuencias de haber dejado el norte. ¿Irá a haber algún escarmiento? ¿Desastre natural o algún daño irreversible en las placas tectónicas? Su cuerpo se veía estable, así que dedujo que no era por eso. Quizás era el gringo quien le preocupaba, era quien siempre cargaba con los problemas, debe estar metido en un lío ahora por su rebeldía. Comenzó a odiarse por estar pensando en el estúpido de estados unidos. No merecía su preocupación, y menos su pena.

Como sea. . .debería preocuparme por mí, en vez de andar pensando en estados unidos. — se odiaría después, pero, empezaba a recordar las veces que estados unidos lo había protegido. No fueron muchas, pero no se quejaba.

Hubo una vez, después de que había terminado todo, después de que su padre huyó de su país y “Nueva España” se convirtió en el país llamado: “Mexico”. Después de toda esa sangre derramada, hubo alguien que mandaba donaciones para su gente, para él. Su donador fue anónimo, pero lo dedujo gracias a la nota de humor negro que había escrito el idiota. Además, Reino Unido ya le había mandado lo que prometió.

Se sintió muy feliz con él, pero claro que tenía que arruinarlo, le quitó a Texas y ahora quería construir un muro estúpido, para según él: “mantener y preservar el orden de migración” ¡Su puta madre! Solo era un racista de mierda.

De tanto pensar y pensar, se hizo de tarde, todo el tiempo se había quedado en una banca, había observado todo el barrio. Era humilde, pero bastante dulce y lleno de gente buena a su parecer. Era justo lo que estaba buscando. Algo que borre el poco egocentrismo que tenía y vuelva a ser el México de antes, el mismo que siempre debió ser.
Aah. . . I'm bored. — se sorprendió de sí mismo al oírse hablar en inglés, lo había oído muchas veces de la potencia, y se le había pegado.

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Leave him, now. — gruñó el de franjas Rojas y blancas. Estando frente a tal imperio y delante del mexicano, quien sólo temblaba al divisar a su torturador padre.

no puedes decirme que hacer niño, ¿Reino Unido no os enseñó modales? — Imperio español seguía acosando a su hijo, aunque la guerra había terminado, aunque ya nada los conectara, esto le aterraba al moreno.

Don't you listen me? — se acercó demasiado, intimidando al español con su mirada fija y su voz gruesa. Parecían dos seres peleando por presa o comida, o más bien un territorio. México no podía creer que alguien como él lo esté defendiendo, se sentía feliz. — Get out, Little slut.

—  Tsk, no olvides nuestro pacto, México, este gilipollas no siempre estará para ayudarte. — dicho esto, el imperio partió lejos de allí, para nunca ser visto de nuevo, al menos no como un Imperio.

C h a l e. . . — dijo con lenta voz, sus ojos se le llenaron de lágrimas y sus pies corrieron hacia aquel muchacho que lo había salvado de otra invasión, lo abrazó por detrás, no esperando que el mismo se separase casi de inmediato, con una expresión de confusión y asco en el rostro. — Gracias por eso. . .¿Cómo te llamas? — no le dio importancia a lo reciente, creyó que había sido un reflejo.

El de ojos azules lo ignoró, caminando lentamente mientras se alejaba de allí, por alguna razón decidió seguirlo. — ¿No hablas mucho? — de nuevo sin respuesta. — Me gustaría presentarme, soy el imperio Mexicano. Pues llamarme. . .

Shut up. — lo calló irritado de tener que escuchar una voz tan dulce y melancólica. Volteó para quedar cara a cara, después le dijo unas cuantas palabras que desanimaron por completo al descendiente azteca. — get away from me, dirty man.

. . . México.

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¡México! ¡Despierta! — habló una voz conocida.

¿Rusia. . .?

— ¿Quién? — abrió correctamente los ojos, se había equivocado de persona, aunque de echo no sonaba tan diferente.
Que bueno que estás bien hermano, me asustaste.

Gracias, yo. . .— no se espero que fueran a golpearle, al parecer si se había asustado. — ¡Auch! ¿Porque fue eso wey?

Idiota. . .— gruñó el peruano mientras lo abrazaba eufórico y preocupado, desde que había salido lo estuvo esperando, jamás llegó. — Vámonos a casa, la familia espera. . .

Familia. . .era cierto, ahora tenía una familia, no tendría que preocuparse más por el estadounidense, tenía de quiénes preocuparse porque ellos también se preocupaban por él.

Vamos, Perucho.

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