ᴅᴇᴠɪʟ
Narradora:
Hyunjin se encontraba en su habitación, rodeado de la penumbra que siempre había acompañado su existencia como demonio. El espacio era vasto pero frío, adornado con símbolos y artefactos antiguos que lo ataban a un linaje que él nunca había elegido. Las paredes, recubiertas de tonos oscuros y sombras danzantes, estaban decoradas con imágenes de un mundo que nunca podría ser suyo, uno donde la luz y la oscuridad coexistían en armonía. Esa visión, aunque ilusoria, lo perseguía constantemente, una promesa de paz que su naturaleza jamás le permitiría alcanzar.
Desde pequeño, había aprendido que su condición como Alfa Puro lo diferenciaba de los demás. Aquellos con una mezcla de linajes lo miraban con una mezcla de admiración y temor. Pero para él, esa diferencia era tanto una bendición como una maldición. Sentía el poder recorrer cada fibra de su ser, pero también notaba cómo ese poder lo aislaba, empujándolo cada vez más lejos de lo que alguna vez soñó ser.
Hyunjin recordaba con claridad los días de su niñez, cuando su madre, una imponente demonio de la corte, lo había entrenado para dominar sus instintos. Su madre era un símbolo de poder, respeto y frialdad. Su mirada siempre fija, calculadora, rara vez mostraba alguna señal de cariño. Ella le había enseñado a ser fuerte, a no dejar que las emociones lo dominaran. "El amor es una debilidad, Hyunjin. Si te permites sentir, caerás", le repetía con una voz tan afilada como sus enseñanzas. Cada lección, aunque impregnada de sabiduría, cargaba un peso abrumador, el peso de las expectativas de un reino entero sobre sus hombros.
Con cada golpe, con cada entrenamiento brutal, Hyunjin sentía cómo una parte de él se rompía, perdiéndose en la oscuridad. Su vida estaba marcada por el deber, por la responsabilidad inquebrantable de proteger el reino de los demonios. Siempre había un enemigo en las sombras, una amenaza latente, y él debía estar listo para enfrentarlos, sin importar el costo. Pero en esos momentos de soledad, cuando la penumbra de su habitación lo envolvía, se permitía dudar. Se preguntaba si alguna vez podría escapar de ese destino que se le había impuesto, o si estaba condenado a vivir eternamente en la oscuridad, sin conocer la verdadera libertad.
Hyunjin se acercó a una de las ventanas de su habitación, desde la cual apenas se vislumbraban las luces débiles del castillo a lo lejos. El silencio de la noche lo envolvía, pero, en el fondo, sentía que algo estaba por cambiar. Algo más allá de su comprensión lo llamaba, una fuerza que no podía ignorar.
Un día, mientras caminaba por el oscuro y denso bosque que rodeaba su castillo, Hyunjin se encontró con un grupo de demonios jóvenes, riendo y disfrutando de su libertad. Sus risas resonaban entre los árboles, desafiando las sombras que los rodeaban. Hyunjin los observaba desde la distancia, su semblante serio e imperturbable, pero en su interior algo se agitaba. Un pequeño destello de envidia brotó en su corazón; aquellos demonios vivían sin las cadenas invisibles que lo ataban a él. Podían ser quienes quisieran ser, mientras que él estaba atrapado en un destino que no había elegido.
Con un suspiro profundo, se sentó en un tronco caído, permitiendo que la brisa nocturna, fresca y tranquila, acariciara su piel. Los sonidos del bosque llenaban el silencio: el crujido de las hojas bajo sus pies, el murmullo distante del agua, el canto melancólico de criaturas que habitaban la oscuridad. En ese momento, un pensamiento inquietante cruzó su mente: ¿Sería algún día libre de las cadenas que lo mantenían prisionero? Esa duda lo consumía en los momentos de calma, cuando la presión de ser el protector del reino de los demonios no lo ahogaba. Sabía que la libertad nunca le sería concedida fácilmente. Y, sin embargo, en su corazón, Hyunjin anhelaba algo más.
Anhelaba conocer al ángel de la profecía. Desde niño, había escuchado relatos sobre ese ser celestial que tenía el poder de alterar el equilibrio entre la luz y la oscuridad. Los sabios decían que, si el ángel elegía al demonio correcto, podría salvar o destruir a ambos mundos. La curiosidad inicial que esos cuentos provocaron en Hyunjin poco a poco se había convertido en algo más profundo, algo que rozaba la obsesión. ¿Y si el destino, en lugar de separarlos, los estaba conduciendo el uno hacia el otro?
A veces, cuando el peso de sus responsabilidades se volvía demasiado grande, se permitía soñar con la posibilidad de que su vida pudiera tomar un giro inesperado. En esos momentos, se preguntaba si el ángel de la profecía, Felix, el hijo de la luz, pudiera ser quien estaba destinado a él. La idea lo mantenía despierto por las noches, como un misterio que necesitaba resolver.
Mientras se perdía en sus pensamientos, la imagen de Felix emergió en su mente con una claridad desconcertante. Su sonrisa radiante, su cabello brillante, el aura pura que lo envolvía; todo acerca de él parecía desafiar la misma naturaleza de Hyunjin. Nunca había sentido una atracción tan intensa antes, algo que trascendía lo físico. Su corazón, normalmente frío, calculador y protegido por una barrera de desconfianza, se sentía extraño, casi vivo al pensar en el ángel. Un deseo inquietante comenzaba a echar raíces en su interior, aunque apenas podía comprenderlo.
Pero la duda lo corroía: ¿qué pasaría si se acercaba demasiado? ¿Qué sucedería si Felix descubría la verdad sobre su linaje, sobre la oscuridad que corría por sus venas? Hyunjin sabía que Felix era un ángel, criado en la luz, protegido de las realidades más crueles del mundo. ¿Se sentiría traicionado al descubrir la naturaleza demoníaca de Hyunjin? ¿Podría algún día aceptarlo por lo que realmente era, o su verdad solo traería odio y destrucción?
Por un momento, Hyunjin cerró los ojos, permitiéndose sentir el conflicto que lo atormentaba. El destino había puesto a Felix en su camino, pero no podía evitar preguntarse si, al seguir ese camino, lo condenaría todo. ¿Era posible que un demonio como él y un ángel como Felix pudieran cambiar el curso de la profecía, o estaban destinados a repetir los mismos errores del pasado?
Mientras se levantaba del tronco, sus pensamientos aún nublados por la incertidumbre, algo en su interior le susurraba que pronto tendría que enfrentarse a esa realidad. Y, cuando ese día llegara, Hyunjin tendría que decidir si estaba dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su corazón, por un ángel que quizás nunca podría ser suyo.
Un escalofrío recorrió su espalda al imaginar la reacción de Felix si llegara a saber la verdad: que su madre había sido una demonio y que su propio destino estaba entrelazado con el de un Alfa Puro como él. La verdad sería devastadora para Felix, un ángel puro que había crecido rodeado de luz y protección, lejos de las oscuras realidades que gobernaban el mundo de Hyunjin. Sin embargo, cuanto más lo pensaba, más crecía dentro de Hyunjin la necesidad incontrolable de estar cerca de él, de protegerlo. No era solo un deseo egoísta; era una necesidad primordial, un instinto que lo empujaba a proteger a Felix de todo mal, incluso si el mal venía de su propio linaje.
A pesar de las dudas que lo acechaban, Hyunjin sabía que debía encontrar la manera de acercarse a Felix sin revelar su verdadera identidad, sin permitir que sus instintos demoníacos lo dominaran. Conocía los peligros de ceder a su naturaleza. Si Felix veía en él el monstruo que temía encontrar, todo estaría perdido antes de comenzar.
Esa noche, mientras la luna llena iluminaba el cielo con un brillo pálido y fantasmal, Hyunjin tomó una decisión. Había pasado demasiado tiempo observando desde las sombras, consumido por el miedo a lo que podría suceder. Se embarcaría en un viaje para conocer más sobre el ángel que habitaba tanto en su mente como en su corazón. No sabía exactamente dónde lo llevaría ese camino, ni cómo enfrentar las revelaciones que encontraría en su viaje, pero lo que sí sabía era que no podía permanecer estático mientras el destino avanzaba sin él.
Sabía que el camino sería peligroso. Las tierras que separaban el reino de los demonios del reino de los ángeles eran traicioneras, llenas de incertidumbres y riesgos inimaginables. Cualquier desliz, cualquier error, podría desatar un conflicto mayor entre sus mundos. Pero Hyunjin no podía dejar pasar la oportunidad de descubrir quién era Felix realmente y, en el proceso, quién era él. Quería saber lo que significaba ser un Alfa, un protector. Más allá del poder y la responsabilidad, deseaba entender qué significaba ser un compañero, alguien que podría estar a su lado, quizás, incluso más allá de lo que la profecía dictaba.
Mientras se alejaba de su hogar, el frío de la noche envolvía su figura, y cada paso que daba resonaba como un eco en la oscuridad. Una sensación agridulce de esperanza y miedo lo acompañaba. Los hilos de la profecía, invisibles pero tangibles, comenzaban a entrelazarse en su vida, tirando de él hacia un futuro incierto. Con cada paso hacia lo desconocido, Hyunjin sentía que su destino estaba más cerca de cumplirse. Sin embargo, lo que lo mantenía en marcha no era solo el deber o la curiosidad, sino la inexplicable sensación de que, en algún lugar lejano, Felix también lo sentía. Que ambos estaban destinados a encontrarse, aunque el precio a pagar aún no estuviera claro.
Con la mirada fija en el horizonte, Hyunjin supo que ya no había vuelta atrás. Lo que sucediera a continuación determinaría no solo el curso de su vida, sino el de dos mundos que colisionarían al final de su viaje.
La noche era su cómplice mientras Hyunjin se adentraba en el bosque, un manto de oscuridad que lo abrazaba y lo guiaba en su búsqueda. Las sombras danzaban a su alrededor, creando figuras extrañas que parecían moverse con vida propia, como si el mismo bosque respirara a su alrededor. Cada paso lo alejaba de su hogar, de las expectativas y responsabilidades que pesaban sobre sus hombros, y se acercaba a la posibilidad de un futuro desconocido, uno que podría ofrecerle la libertad que tanto anhelaba.
Su corazón latía con fuerza, una mezcla de anticipación y temor que hacía eco en su pecho. En el fondo de su mente, el eco de las advertencias de su madre resonaba, envolviéndolo en una red de dudas:
"Nunca bajes la guardia, Hyunjin. La luz puede ser tan engañosa como la oscuridad."
Esas palabras, impregnadas de sabiduría, parecían advertirle sobre los peligros que acechaban tanto en su propio corazón como en el mundo que lo rodeaba. Sin embargo, el deseo de descubrir a Felix, de desentrañar el misterio que lo envolvía, era más fuerte que el miedo que se cernía sobre él. La profecía lo había marcado, y él no podía ignorar el llamado que vibraba en su ser.
A medida que caminaba, se recordó a sí mismo la imagen del ángel que había atormentado sus pensamientos: su piel resplandecía con una luminosidad que parecía desafiar las sombras. Era un contraste tan fuerte con su propia naturaleza, como si los dos fueran piezas de un rompecabezas destinado a encajar, un dualismo que desafiaba las leyes de su mundo. La luz y la oscuridad, el ángel y el demonio, unidos en un destino incierto.
Hyunjin había pasado años entrenándose para resistir el impulso de ceder a su naturaleza demoníaca, cultivando su fuerza y su control. Pero desde que había sentido la energía de Felix, un torrente de emociones lo había abrumado, dejando al descubierto una vulnerabilidad que había jurado no mostrar. No era solo atracción; era una conexión profunda que desafiaba la lógica de su mundo, como si sus almas estuvieran destinadas a cruzarse en algún punto del tiempo.
¿Sentiría Felix lo mismo? La pregunta se instaló en su mente, inquietante y persistente. ¿Sería capaz de reconocer el lazo que los unía, o estaba destinado a ser solo un deseo inalcanzable, una ilusión fugaz que nunca podría alcanzar? La incertidumbre lo torturaba, pero al mismo tiempo lo empujaba a seguir adelante.
La brisa nocturna susurraba secretos, y las hojas crujían bajo sus pies, cada sonido convirtiéndose en un recordatorio de la misión que había emprendido. Mientras avanzaba, la determinación se apoderaba de él. No solo buscaba a Felix por curiosidad o deseo; buscaba la respuesta a las preguntas que lo atormentaban, la verdad que se escondía detrás de la profecía y la posibilidad de un futuro que no estaba escrito.
Con cada paso, la oscuridad se volvía menos amenazante y más familiar, y Hyunjin sintió cómo el miedo se transformaba en una extraña emoción, una mezcla de esperanza y desafío. El camino ante él podría estar lleno de peligros, pero también estaba sembrado de oportunidades. Y aunque no sabía qué le esperaba, estaba decidido a descubrirlo, dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario por la oportunidad de conocer a Felix y entender el verdadero significado de su destino compartido.
A medida que avanzaba, la oscuridad del bosque se tornó más densa y opresiva. Hyunjin se dio cuenta de que había cruzado más allá de lo conocido, adentrándose en territorios donde las criaturas de la noche eran más audaces y peligrosas. Su instinto de supervivencia se activó de inmediato. Se detuvo, sus sentidos agudizados, escuchando el susurro del viento entre los árboles y el crujir de las hojas bajo sus pies. En ese silencio tenso, su mente divagó hacia su madre, su figura etérea con ojos llenos de sabiduría y preocupación.
Ella había hecho sacrificios inimaginables para protegerlo, pero a pesar de sus esfuerzos, siempre había una sombra de tristeza en su mirada. Las lecciones que le había impartido resonaban en su mente como ecos lejanos:
"Hyunjin", la voz de su madre resonó en su memoria, "no olvides que la oscuridad no es solo un lugar, sino también un estado de ser. La lucha entre la luz y la oscuridad es constante, y a veces, aquellos que parecen ser nuestros enemigos son en realidad aliados disfrazados."
Reflexionando sobre sus palabras, Hyunjin comprendió que debía aprender a navegar en ese delicado equilibrio. La luz de Felix podía ser su salvación, una fuente de esperanza en su vida sombría, pero también podía convertirse en su condena, revelando verdades que podrían destruir cualquier vínculo que pudieran construir. La complejidad de sus situaciones lo abrumaba, pero no podía evitar pensar en él.
Mientras más pensaba en Felix, más crecía la necesidad de conocer su historia. ¿Qué había llevado a un ángel a ser mantenido en un castillo, protegido de la realidad del mundo exterior? ¿Cuál era el peso de las expectativas que llevaba sobre sus hombros, las mismas que él sentía aplastantes? Hyunjin imaginaba a Felix atrapado en un ciclo de miedo y aislamiento, sin conocer la verdad sobre su herencia, sintiéndose como un prisionero en un mundo que no era el suyo.
El deseo de liberarlo de esa prisión lo impulsó con cada paso. La imagen del ángel, con su sonrisa radiante y su luz pura, se volvía cada vez más vívida en su mente. Sin embargo, también sabía que debía ser cauteloso. Revelarle su identidad lo llenaba de terror. La confianza era un cristal delicado, y el vínculo que podrían construir podría desmoronarse en un instante si él mostraba su verdadera naturaleza demoníaca.
Hyunjin se detuvo un momento, tomando una profunda respiración para calmar la tormenta de emociones que lo invadía. La soledad del bosque parecía comprender su conflicto, y las sombras a su alrededor se movían como si estuvieran esperando a que tomara una decisión. ¿Cómo podría acercarse a Felix sin arruinarlo todo?
La lucha interna lo atormentaba. Sabía que la verdad era un arma de doble filo; podría ser su salvación o su perdición. Pero a medida que avanzaba, la determinación se apoderaba de él. Si había una oportunidad de conocer a Felix, de entender su mundo y compartir el propio, debía arriesgarse.
Finalmente, decidió que sería honesto, pero no completo. Le contaría sobre su vida en el reino de los demonios, sobre sus luchas y su deseo de conocer al ángel de la profecía, sin revelar su verdadera identidad. Eso podría ser suficiente para construir un puente entre ellos, al menos por ahora.
Con el corazón acelerado, Hyunjin continuó su camino a través del bosque, decidido a encontrar a Felix y a enfrentarse a los desafíos que su destino le deparaba. La luz y la oscuridad podrían coexistir, pero primero debía encontrar el coraje para dar ese paso.
Finalmente, Hyunjin llegó a un claro donde la luna brillaba intensamente, su luz plateada iluminando el espacio como un faro en la oscuridad. Se detuvo y observó las estrellas, un mar de puntos brillantes que parecían murmurar secretos antiguos. En ese momento de introspección, comprendió que estaba luchando no solo contra la oscuridad del mundo exterior, sino también contra las sombras que habitaban en su interior, esas dudas y miedos que habían permanecido latentes durante tanto tiempo.
En un instante, la visión de Felix se apoderó de su mente. Lo imaginó aquí, en este claro, riendo y jugando, ajeno a la tormenta que se avecinaba. Hyunjin cerró los ojos, deseando poder estar allí con él, para mostrarle la belleza de la oscuridad, no como un lugar de peligro, sino como un espacio donde también podía florecer. La idea de compartir su mundo con Felix lo llenó de un anhelo profundo, un deseo de romper las barreras que los separaban.
"Debo encontrarlo", murmuró para sí mismo, su voz casi ahogada por la brisa suave que corría a su alrededor. "No puedo permitir que mi naturaleza me aleje de él."
Mientras se preparaba para regresar, un sonido rompió el silencio del claro. Sus instintos se dispararon, alertándolo de un peligro inminente. Con rapidez, se movió hacia la fuente del ruido, escondiéndose detrás de un árbol, observando en silencio. La tensión llenaba el aire mientras su corazón latía con fuerza.
En la distancia, una figura oscura emergió de las sombras. Hyunjin contuvo la respiración al darse cuenta de que no era un simple demonio; era un antiguo enemigo, uno que había estado buscando venganza contra los ángeles. La silueta, envuelta en oscuridad, parecía emanar un aura ominosa que hacía que las hojas temblaran. Era un adversario conocido, uno cuya presencia había sido temida en el reino demoníaco: un demonio caído, un ser que había traicionado a su propia especie y ahora vagaba en busca de venganza.
El aire se volvió denso con la tensión, y Hyunjin sintió cómo un escalofrío recorría su columna. Sabía que debía actuar con cautela. Este enemigo no solo representaba una amenaza para él, sino también para Felix. Si el demonio caído llegaba a cruzarse en su camino, podría desatar el caos y la destrucción que tanto había intentado evitar.
Con el corazón acelerado, Hyunjin se asomó un poco más, intentando captar cada detalle de la figura. La criatura se movía con gracia, como un depredador acechando a su presa, buscando algo en las sombras del bosque. En un instante, la figura se detuvo y alzó la mirada hacia la luna, dejando al descubierto unos ojos brillantes que reflejaban un hambre insaciable, un rencor que parecía haber consumido su alma.
"No puedo dejar que se acerque a Felix", pensó Hyunjin, mientras su determinación se renovaba. Sabía que debía actuar rápidamente, pero también con inteligencia. Este era un juego de estrategia, y no podía permitirse ser imprudente.
En su mente, comenzaba a trazar un plan. Si podía distraer al demonio caído, quizás podría llevarlo lejos de aquí, alejándolo de Felix y del peligro que representaba. Con un movimiento ágil, se preparó para actuar, su cuerpo tensándose como un arco, listo para soltar la flecha de su estrategia.
"Todo por él", se dijo, mientras el instinto protector ardía dentro de él, guiando cada uno de sus movimientos. Sabía que, sin importar el costo, debía proteger a Felix y asegurarse de que su luz no se extinguiera en medio de la oscuridad que amenazaba con engullirlos a ambos.
El demonio, con una risa fría y burlona, se detuvo en el claro, mirando hacia la luna, como si estuviera planeando algo siniestro. Hyunjin sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. La risa del enemigo resonaba en sus oídos, un eco ominoso que intensificaba su preocupación por Felix. Si este demonio lo encontraba, no solo podría descubrir su existencia, sino que también podría desatar un caos que podría cambiar el destino de ambos.
Hyunjin se acercó sigilosamente, decidido a proteger lo que más valoraba, aunque aún no conocía a Felix realmente. Enfrentarse a este enemigo significaba arriesgarlo todo, pero la idea de perder a Felix antes de haber tenido la oportunidad de conocerlo lo llenaba de una determinación feroz.
—No lo permitiré —susurró para sí mismo, apretando los puños con fuerza, sintiendo la energía oscura del demonio vibrar en el aire a su alrededor.
El destino de ambos estaba entrelazado, y Hyunjin sabía que era el momento de actuar. Con un paso decidido, salió de las sombras, listo para enfrentar la oscuridad que amenazaba su futuro y el de Felix.
El claro estaba iluminado por la luna, y el silencio de la noche se cortó por la voz de Hyunjin, resonando en la atmósfera pesada:
—¿Quién te crees para jugar con lo que no entiendes?
El demonio se volvió lentamente, su expresión burlona desvaneciéndose al notar la seriedad en los ojos de Hyunjin. Había algo en su porte, una firmeza que desafiaba su arrogancia.
—¿Un Alfa puro? ¿Aquí? —la voz del demonio era como un siseo, cargada de desdén. —¿Acaso crees que puedes proteger a un ángel de mí?
—Haré lo que sea necesario —respondió Hyunjin, sintiendo la adrenalina fluir en su sistema. El cumpleaños de Felix era mañana, el catorce de septiembre, y tenía que asegurarse de que estuviera a salvo para poder sorprenderlo como se merecía. Esa celebración debía ser un nuevo comienzo, un momento de alegría en medio de la oscuridad.
Hyunjin se mantuvo firme, su corazón latiendo con fuerza mientras se preparaba para el enfrentamiento. Sabía que nada podía salir mal, o al menos eso quería creer. Pero en el fondo, una inquietud crecía; ¿y si todo lo que había planeado se desmoronaba ante sus ojos?
El demonio avanzó, sus ojos centelleando con un brillo maligno. Hyunjin respiró hondo, recordando por qué estaba luchando. Su deseo de proteger a Felix superaba el miedo a lo desconocido.
—Esta noche no serás tú quien decida el destino de los mundos —dijo Hyunjin, desatando su poder, dispuesto a demostrar que incluso en la oscuridad, había quienes luchaban por la luz.
Con un grito desafiante, se lanzó hacia el demonio, decidido a cambiar el rumbo de la batalla y, con suerte, el destino de ambos.
Hyunjin POV'S:
El murmullo de la fiesta resonaba en el aire mientras me acercaba al palacio; la opulencia del lugar era abrumadora. A pesar de las risas que llegaban a mis oídos, había una tensión palpable que me hacía fruncir el ceño. Las luces brillantes parecían querer ocultar la oscuridad que acechaba en las sombras, y mientras cruzaba el umbral, no pude evitar sentir que esta celebración no era lo que aparentaba.
En la puerta del salón principal se encontraban dos guardias, quienes se interpusieron entre Haruto y yo, impidiéndonos el acceso al evento. Con una actitud implacable, nos exigieron una tarjeta de invitación, algo que, por supuesto, no poseíamos. Intenté negociar con los dos guardias betas, apelando a su razonabilidad, pero mi padre, con un gesto decidido y una mirada amenazante, se acercó y, en un abrir y cerrar de ojos, los eliminó. Tras el brutal acto, se volvió hacia mí y, con desdén, me soltó: "Miedoso de mierda". Sus palabras resonaron en mi mente, mezclando la vergüenza con el miedo.
A medida que avanzaba hacia la gran entrada del salón principal,mi atención se centraba en Félix, cuya sonrisa apenas podía iluminar su hermoso rostro. Lo conocía bien; conocía su luz y su calidez, pero esa noche algo en su mirada me decía que estaba luchando con demonios internos. Mi corazón se apretó al ver las sombras que lo rodeaban.
El murmullo de los invitados se detuvo de golpe cuando las grandes puertas de la mansión se abrieron de par en par, como si el aire mismo contuviera el aliento ante la entrada de una figura imponente. Haruto hizo su aparición inesperada en el gran salón, dejando a todos sumidos en un silencio cargado de miedo e indignación.
Su porte, majestuoso y frío, irradiaba un aura de autoridad que intimidaba incluso a los más poderosos entre los presentes. Cada paso que daba resonaba en el suelo, enfatizando su presencia dominante y desafiando la percepción de los que creían tener el control. Era un instante electrizante, en el que las miradas se entrelazaban con la mezcla de temor y respeto, conscientes de que algo monumental estaba a punto de suceder.
Las miradas de los nobles se dirigieron hacia él, algunas llenas de admiración, otras impregnadas de temor. Nadie esperaba que el propio Haruto asistiera a una celebración como esa, especialmente en un reino donde los ángeles y los demonios mantenían una frágil tregua. Felix, aún refugiado junto a su prometido, sintió cómo su corazón se aceleraba descontroladamente.
El calor en su cuerpo, ya intenso debido a su celo exacerbado por las potentes feromonas que habían comenzado a desbordar mis sentidos, se volvió aún más abrumador ante la imponente presencia de Haruto. Aquel aura dominante lo hacía sentir vulnerable, como si su control estuviera desvaneciéndose, y cada latido resonaba como un recordatorio de la conexión ineludible entre ambos mundos.
Cada paso que Haruto daba resonaba en el suelo de mármol, y sus ojos oscuros recorrían la sala hasta detenerse en Felix, quien sentía que la mirada del rey lo atravesaba como una daga. Era como si Haruto pudiera ver directamente a través de él, como si entendiera cada secreto que guardaba, cada miedo que lo consumía. Y entonces, a su lado, me vió a mi, haciendo que contenga la respiración.
Caminé junto a Haruto, mi porte elegante y letal al mismo tiempo, cada paso marcado por una confianza inquebrantable. Aunque no había habido interacción alguna entre nosotros hasta ese momento, Felix sintió una conexión extraña, una tensión palpable que lo aturdía. Lo sabía porque sus feromonas, antes amargas pero raramente atractivas, se transformaron en unas suaves y tranquilizadoras, similares a las de un Omega puro. Lo observaba con una intensidad que no lograba comprender del todo, como si una fuerza magnética los uniera de manera inexplicable.
Su cuerpo, ya sensible por el celo que lo embargaba, reaccionaba con un nerviosismo inquietante ante la cercanía de mi figura. Era como si el aire entre nosotros se cargara de electricidad, creando un lazo invisible que lo atraía y lo mantenía en un estado de alerta constante, haciendo que cada latido de su corazón resonara con un eco de deseo y confusión.
Changbin, siempre atento a las emociones de Felix, lo sintió tensarse.
—No tienes que quedarte aquí, Felix. Puedo llevarte a un lugar más seguro —susurró, colocando una mano firme sobre su hombro. Pero antes de que pudiera hacer algo, la atmósfera en la sala cambió de manera dramática.
Los padres de Felix, que hasta ese momento habían estado ocupados con los invitados, se acercaron a Haruto, sus rostros tensos y severos. El padre de Felix, con una expresión de dureza en sus ojos, fue el primero en hablar.
—¿Qué hace el rey del reino de los demonios aquí? Nadie lo invitó a esta celebración —dijo, su voz cortante y llena de desconfianza.
Haruto sonrió, pero era una sonrisa vacía, sin calidez alguna.
—No necesito una invitación para venir. Estoy aquí por algo más importante que su pequeña fiesta —su voz era grave, resonando en el salón con un eco amenazante.
La tensión creció como una ola gigantesca que amenazaba con arrasar con todo a su paso. A pesar de estar envuelto en mis propios problemas, no podía ignorar la confrontación entre el padre de Felix y Haruto. Las manos de Felix temblaban, su corazón latía con fuerza, y sentía que el suelo bajo sus pies se desmoronaba. Los ecos de las peleas entre sus padres volvían a su mente, y el miedo de que algo terrible estuviera a punto de suceder lo consumía.
Pero entonces, en medio de esa creciente confrontación, fui yo quien rompí el silencio. Mis ojos seguían fijos en Felix, como si nada más en la habitación importara. Caminé hacia él, ignorando la disputa que se desataba entre sus padres y Haruto, como si esa pelea fuera un mero ruido de fondo.
El pulso de Felix se aceleró aún más cuando me detuve frente a él. Mi presencia era abrumadora, más intensa de lo que había imaginado. Su cuerpo, ya debilitado por el celo, reaccionaba de manera confusa, su mente intentando resistirse, pero su naturaleza omega lo empujaba hacia mí.
Lo miré de arriba abajo, mi expresión seria, pero había algo más en mis ojos. Deseo. Y él lo sintió, su cuerpo temblando ante esa sensación incontrolable. La bruma de sus propias feromonas se intensificaba a su alrededor, y yo reaccionaba a ello como un depredador que percibe a su presa.
—Felix... —murmuré, mi voz suave pero cargada de intenciones que no lograba descifrar del todo. Estaba demasiado abrumado, demasiado vulnerable para pensar con claridad.
—Aléjate de él —la voz firme de Changbin cortó el momento como un cuchillo afilado. Se colocó entre nosotros, su postura protectora—. Felix no está bien. No intentes aprovecharte de la situación.
Mis ojos se estrecharon, pero no retrocedí. El aire entre nosotros se volvió denso, cargado de una energía peligrosa.
—No estoy aprovechándome de nada —respondí, mi tono desafiante.
La rabia en los ojos de Changbin fue palpable.
—Es mi comprometido, no lo toques.
Y entonces, sin previo aviso, intenté acercarme de nuevo, mi mano extendida hacia Felix. Pero Changbin fue más rápido, empujándome hacia atrás con fuerza. La tensión entre ambos se convirtió en una chispa que encendió el conflicto, y en cuestión de segundos, una pelea estalló entre nosotros.
Felix, demasiado abrumado por su propio cuerpo y las emociones que lo consumían, apenas pudo reaccionar. La visión de nosotros peleando por él le hizo sentir aún más atrapado, como si su existencia misma fuera el detonante de todo ese caos.
El sonido de los golpes resonaba en la sala, y algunos invitados comenzaron a retroceder, sorprendidos por la violencia de la escena. Felix quiso intervenir, detenernos, pero su cuerpo no respondía. El calor, la confusión, el miedo... todo lo abrumaba. Las miradas de los alfas jóvenes seguían fijas en él, como si esperaran el momento adecuado para abalanzarse.
Finalmente, fue el padre de Felix quien alzó la voz.
—¡Basta! —su grito hizo eco en el salón, y tanto yo como Changbin nos detuvimos, respirando con dificultad. Pero el conflicto no había terminado. Ni por un segundo.
El silencio que siguió al grito del padre de Felix fue sobrecogedor. La atmósfera se volvió densa, cada segundo se estiraba como un hilo tenso a punto de romperse. Todos los ojos en la sala estaban fijos en Felix, y él sentía el peso de cada mirada como un fardo pesado sobre sus hombros.
—¿Quién eres tú para decidir lo que es mejor para mi hijo? —dijo el padre de Felix, su voz llena de autoridad. Haruto lo miraba con desdén, como si fuera solo una pieza más en su juego.
—Soy el que puede ofrecerle la verdad, mientras ustedes solo ocultan mentiras —respondió Haruto, su tono frío y cortante.
La mirada de Felix se centró en mí nuevamente, buscando una respuesta, un apoyo en medio de la tormenta. Sentía que era un peón en un juego de ajedrez que no comprendía, y la incertidumbre lo envolvía.
—Felix —dije, mi voz más suave, intentando transmitirle calma—. Lo que pase aquí no es tu culpa. Solo estás atrapado en un mundo que no elegiste.
Felix se enfrentaba a un torbellino de emociones, y pude verlo en su mirada. La incertidumbre y el dolor luchaban en su interior, mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas. Cuando sus labios se abrieron para hablar, su voz temblorosa resonó en el aire.
—No... No sé lo que quieres, pero no puedo... —dijo, y la fragilidad de su tono casi rompió mi corazón. La impotencia se reflejaba en su rostro, y en ese momento, su vulnerabilidad me desarmaba.
Quería acercarme a él, ofrecerle consuelo, pero la tensión en la sala era palpable. Sabía que debía ser cuidadoso.
—No estoy aquí para hacerte daño. Siento tu dolor. Quiero que estés a salvo —le respondí, tratando de transmitir la sinceridad que llevaba en el corazón. Pero el celo y la confusión lo envolvían como un manto pesado.
De repente, Changbin irrumpió en nuestra conversación, su voz llena de rabia protectora.
—¡No lo toques! —gritó, y pude sentir la tensión electrizándose en el ambiente. —Felix no necesita tu ayuda. No cuando hay un rey demonio en la sala.
Las palabras de Changbin resonaron en el aire, y el impulso de proteger a Felix se encendió en mi pecho. Era evidente que él valoraba profundamente a su amigo, y eso me hacía sentir una mezcla de gratitud y frustración. Sabía que Changbin estaba tratando de protegerlo, pero la situación era mucho más compleja de lo que parecía.
—¿Es esto realmente el mejor ambiente para proteger al príncipe? —interrumpió Haruto, cruzando los brazos con una expresión de diversión—. ¿O es que, en el fondo, tienes miedo de lo que podría significar para ti y tu posición en este reino?
Las palabras de Haruto golpearon como un trueno, y pude ver el nudo de ansiedad formándose en el estómago de Felix. Las miradas se volvían más agudas y críticas, y la presión aumentaba.
—¡Basta! —gritó Felix, su voz resonando con una mezcla de temor y determinación—. No quiero esto. No quiero pelear, no quiero ser un peón en su juego.
El silencio se apoderó de la sala, y la culpa comenzó a consumirlo. Era su cumpleaños, un día que debería ser lleno de alegría, y sin embargo, todo se había convertido en un caos inquietante. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos, y me dolía ver cómo luchaba contra el deseo de huir.
Pero de repente, algo cambió en su expresión. Una chispa de determinación brilló en su mirada, y su voz resonó con un nuevo sentido de poder.
—Voy a descubrir la verdad —proclamó, y con esas palabras, la sala se llenó de murmullos. Su valentía me sorprendió. Sabía que estaba tomando el control de su destino, incluso cuando las sombras se cernían sobre él.
Changbin dio un paso adelante, colocando una mano protectora en el hombro de Felix.
—No estás solo en esto —dijo, su voz firme y llena de lealtad—. Siempre estaré contigo, pase lo que pase.
La conexión entre ellos era palpable, un ancla en medio de la tormenta que se desataba a su alrededor. A medida que la tensión aumentaba y las miradas inquisitivas se centraban en Felix, comprendí que él estaba listo para enfrentar la verdad. Era evidente que la lucha que estaba por librar no solo era externa, en un entorno lleno de juicios y expectativas, sino también interna, una batalla que se libraba en lo más profundo de su ser. Cada instante parecía alargarse, mientras los dilemas y los sentimientos se entrelazaban en su mente, desafiando todo lo que creía saber sobre sí mismo y su lugar en el mundo.
Ser un Alfa Puro trae beneficios.
Puedo ver y sentir las experiencias de los demás desde su punto de vista. Es una habilidad fascinante, pero a veces me enfrento a descubrimientos oscuros y comentarios malintencionados, tanto sobre mí como sobre mi reino. Especialmente aquellos que provienen de mi padre. Lo peor de todo es que, desde muy pequeño, he escuchado y sentido todo esto, las palabras hirientes que resuenan en mi mente, dejando cicatrices que parecen imposibles de borrar. Cada comentario negativo se convierte en una carga que arrastro, mientras trato de entender mi lugar en un mundo donde la luz y la oscuridad a menudo se entrelazan de maneras inesperadas.
Ya volviendo a donde estábamos, a medida que sus padres comenzaban a hablar, las revelaciones se deslizaban en el aire como sombras, y su historia se desplegaba ante todos nosotros. Podía sentir el peso de la responsabilidad de Felix, y sabía que no estaba solo. Él podía enfrentarse a la oscuridad que acechaba, y estaba decidido a descubrir su verdadero destino.
Mientras la fiesta continuaba, la atmósfera se tornaba cada vez más tensa, y las palabras de Felix resonaban en mi mente. Sabía que la verdad cambiaría su vida, y quizás la de todos nosotros. Pero, mientras estuviera a su lado, me aseguraría de que no tuviera que enfrentar la oscuridad solo.
Horas después, nos marchamos del evento, arrastrando una sensación de incomodidad que se sentía como un peso en el pecho. Haruto se veía sorprendentemente tranquilo, a pesar de lo sucedido. Sin embargo, sabía que, al llegar a casa, me esperaba el sermón de mi vida por haber interrumpido de esa manera... y ese pensamiento me llenaba de ansiedad.
Me resulta doloroso llamarlo "padre". Nunca ha sido un verdadero padre para mí; más bien, un tirano que me ha mantenido bajo su presión durante años. A menudo, me encontraba soñando con un futuro lleno de alegría y privilegios, imaginando un mundo donde, como príncipe y heredero, recibiría amor y mimos sin reservas. Pero, por lo que veo, esa visión era solo una ilusión, un espejismo que se desvanecía cada vez que recordaba la realidad de mi vida.
La presencia de Haruto a mi alrededor me incomoda, y, a veces, me siento como un extraño en mi propia vida, como si su mirada crítica y sus comparaciones constantes entre él y yo me excluyeran del cariño que anhelo. La imagen de su infancia, donde parecía ser el niño perfecto, brilla como un faro al que nunca podré alcanzar. En esos momentos, una profunda tristeza se apodera de mí, un recordatorio de que siempre seré visto como menos que él.
Recuerdo la primera vez que maté a alguien. La imagen de su rostro, la vida desvaneciéndose en mis manos, aún me persigue. No paraba de llorar, inundado de un torrente de culpa y desesperación. Ese día, mi mundo se desmoronó, y todo por un joven de 14 años. La vida que había conocido, llena de juegos y risas, se convirtió en un mar de sombras y gritos silenciosos. Aunque soy un Alfa puro y poseo un cierto grado de influencia sobre otros, cuando mi padre se enoja, el dolor que inflige es devastador. Cada golpe que recibo es un recordatorio de que, a sus ojos, nunca seré lo suficientemente bueno.
Después de lo que ocurrió en el cumpleaños de Felix, apenas llegamos al castillo, y él me dijo que debía ir a bañarme porque quería hablar conmigo sobre lo sucedido. Su tono era serio, y un escalofrío recorrió mi espalda. Sentí que la ansiedad se apoderaba de mí, como un viejo amigo al que no quiero ver. Hoy no será una noche fácil...
La incertidumbre se instaló en mi pecho, creando un nudo que se apretaba cada vez más. Sabía que la conversación que nos esperaba sería profunda, llena de emociones y revelaciones que podría no estar listo para afrontar. Temía el momento de enfrentar no solo las consecuencias de mis acciones, sino también lo que significa ser quien soy en un mundo que parece no tener lugar para mí. Era un peso que cargaba en silencio, un dolor que se escondía detrás de la fachada de un príncipe que se supone que debe tener todo bajo control. Pero, en el fondo, anhelaba desesperadamente la aceptación y el amor que nunca tuve.
La visión de Felix se entrelazaba con mis pensamientos, su sonrisa brillante contrastando con la oscuridad que me rodeaba. La idea de perderlo, de no poder protegerlo de las consecuencias de mi vida, me aterraba. Haruto no entendería. No podría ver más allá de su propio rencor y sus expectativas desmedidas.
Cuando finalmente llegué a mis habitaciones, el silencio del castillo me envolvió como un manto de soledad. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, proyectando sombras que danzaban sobre el suelo de piedra. Cerré los ojos, respirando hondo, tratando de encontrar un rayo de calma en medio de la tormenta interna que se desataba en mi pecho.
Había un destello de esperanza, un anhelo de ser más que solo un príncipe atrapado en su papel. Deseaba romper las cadenas que me ataban y encontrar un camino hacia la libertad, un camino que, con suerte, me llevaría a Felix.
No podía dejar que mi destino estuviera sellado por las expectativas de otros. Con esa determinación en mente, me preparé para enfrentar lo que estaba por venir. Quizás esta noche no sería fácil, pero sabía que tenía que encontrar la manera de luchar por mi propia felicidad, y por la de aquellos que amaba.
Solo son problemas los que me rodean..
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"Matenló"
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Me identifico con Hyunjin JKHADKHASK (Mis traumas mis chistes)
Bueno,byee
-Aly
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