RIDÍCULO + BAR: problemas

Salir del trabajo después de vender sardinas enlatadas todo el día debería sentirse como una victoria, pero para Allie solo era un recordatorio de lo miserable que era su vida laboral.

-Si un solo cliente más me pregunta si las sardinas están frescas, juro que voy a abrir una lata y vaciarla en su cabeza -gruñó, quitándose el delantal como si fuera una armadura después de una guerra.

-Espero que cuando finalmente pierdas la cabeza, no sea mientras estoy de turno. No quiero estar en las noticias como el tipo que presenció un asesinato con sardinas -respondió Donghyun, guardando su gorra de trabajo en su bolso.

-Cállate y dime si vamos a beber o prefieres seguir oliendo a mar muerto.

-¿Qué clase de pregunta es esa? Vámonos ya.

Así que se dirigieron a un bar cercano, el tipo de lugar donde podías encontrar a oficinistas cansados, parejas en citas incómodas y a un par de desquiciados con olor a pescado en busca de alcohol barato.

-Dame lo más fuerte que tengas -pidió Allie, apoyando los codos en la barra.

-¿Estás bien? -preguntó el bartender, mirándola con un poco de preocupación.

-Lo estaré después de un par de tragos.

Donghyun le lanzó una mirada de "te estás pasando", pero igual pidió un soju doble.

-No quiero sonar negativo, pero si terminamos borrachos y nos despertamos en un callejón, es tu culpa -dijo antes de dar un sorbo.

-Déjate de dramas. -Allie bebió de su vaso y frunció el ceño. -Esto sabe a gasolina.

-Pues mejor que te acostumbres porque no pienso dejar de beber.

TREINTA MINUTOS DESPUÉS...

-¡Si yo fuera rica, abriría una tienda de sardinas solo para prenderle fuego! -gritó Allie, levantando su vaso como si estuviera haciendo un brindis revolucionario.

-¡Y yo te ayudaría! Pero primero, le enviaría una caja de regalo a cada cliente que nos haya hecho preguntas estúpidas. ¡Gratis! Solo para que cuando la abran, exploten y los llenen de olor a pescado podrido.

-¡Eres un genio!

-¡Lo sé!

El bartender los miraba con cara de "estos dos ya se pasaron", pero los demás clientes parecían divertidos con el espectáculo.

-Escucha, ¿sabes qué deberíamos hacer? -preguntó Allie, con una sonrisa cómplice.

-Si dices "bailar sobre la barra", te recuerdo que esto no es una película de Hollywood -Donghyun la miró con sospecha.

-No, no, nada de eso... aunque ahora que lo mencionas, suena divertido. Pero no, estaba pensando en algo icónico, algo que la gente recuerde por generaciones.

-¿Como qué?

-¡Una batalla de karaoke improvisada!

Y así fue como, minutos después, ambos estaban de pie en el escenario del bar, micrófono en mano, gritando la letra de una balada dramática como si sus vidas dependieran de ello.

-¡NOOO PUEDO VIVIRRRR, SI VIVIR ES SIN TIIII! -Allie cantaba con los ojos cerrados y una mano en el pecho, completamente entregada a la actuación.

-¡NOOO PUEDO DAAAR UN PASO MÁAAS! -Donghyun, ya sin dignidad, se arrodilló en el suelo, agarrando la pierna de Allie para darle más intensidad al show.

El público, en lugar de echarlos del lugar, los vitoreaba, disfrutando del desastre.

-¡Un aplauso para los lunáticos! -gritó alguien del fondo, y Allie se sintió ridículamente orgullosa.

-Gracias, gracias -dijo, haciendo una reverencia exagerada mientras Donghyun hacía poses dramáticas como si estuviera en un concierto.

Pero el caos no terminó ahí. En algún punto, alguien les compró más tragos. Luego, una mujer los desafió a un duelo de baile y Allie, en su estado etílico, aceptó sin pensarlo dos veces.

-¡Señoras y señores, sean testigos del enfrentamiento del siglo! -gritó Donghyun, convertido en maestro de ceremonias.

Allie se subió a una mesa y comenzó a bailar con la seguridad de alguien que no debería tenerla.

-¡Muévelo, reina! -la animó su amigo.

El problema vino cuando, en un mal cálculo, perdió el equilibrio y cayó directo sobre un mesero que llevaba una bandeja llena de vasos.

CRASH.

El bar entero se quedó en silencio.

-Mierda.

-Mierda.

-¡Lo siento! -exclamó Allie, levantando las manos en señal de paz mientras el mesero, empapado en cerveza, la miraba con odio.

-Creo que es momento de irnos -susurró Donghyun, agarrándola del brazo.

-Pero aún no terminé mi trago...

-¡Corre!

Y así, con una mezcla de dignidad perdida y carcajadas ahogadas, salieron corriendo del bar antes de que alguien los obligara a pagar los daños.

-Bueno... fue una buena noche -dijo Allie, jadeando mientras se apoyaba en un poste.

-Sí... aunque probablemente nos vetaron de ahí para siempre.

-Bah, hay muchos bares en la ciudad.

Ambos se miraron y estallaron en carcajadas.

Allie llegó a casa tambaleándose, con una leve sonrisa en los labios y el eco de la música del bar todavía resonando en su cabeza. Su cuerpo olía a una combinación extraña de alcohol, sudor y, para su desgracia, cerveza derramada.

-Bueno, al menos no vomité -murmuró, tratando de meter la llave en la cerradura sin hacer ruido.

Pero, como era de esperarse, su suerte no estaba de su lado.

-¿Se puede saber DÓNDE estabas?

El alma se le salió del cuerpo.

Ahí, en la sala, con los brazos cruzados y una mirada que podía atravesar paredes, estaba su madre. Su pijama de flores y la pantufla medio salida del pie indicaban que llevaba rato esperando.

-Mamá... ¡qué alegría verte despierta! ¿No es un poco tarde para que estés por aquí? -Allie intentó sonreír, pero solo logró parecer más culpable.

-La que no debería estar aquí a esta hora ERES TÚ -su madre elevó la voz. -¿Sabes qué hora es?

Allie miró el reloj de la pared.

-Las... dos y media.

-LAS DOS Y MEDIA, ALLISON. ¿QUÉ CLASE DE DESCARADA LLEGA A SU CASA A LAS DOS Y MEDIA?

-Una trabajadora con mucha sed... -susurró, pero su madre tenía el oído más agudo que un sabueso.

-¿Qué dijiste?

-Nada, nada, que el tráfico estaba pesado.

-¡TRA...FICO! -Su madre casi se atraganta. -¡EN QUÉ MOMENTO TE CREÍSTE TAN LISTA PARA DECIRME SEMEJANTE MENTIRA!

-Bueno, técnicamente, había tráfico de gente en el bar, así que...

-¡¿EN EL BAR?!

Allie cerró los ojos un segundo. Qué idiota.

-Mamá, espera, déjame explicarte...

Pero antes de que pudiera armar una defensa decente, su madre ya la estaba oliendo como un perro rastreador.

-¿Qué es este olor?

-Eh... ¿perfume nuevo?

-ALLISON, HUELES A BORRACHERA Y A NO SABER TOMAR DECISIONES EN LA VIDA.

-Ay, mamá, no exageres, solo salí a tomar algo después del trabajo.

-¿"ALGO"? -Su madre le apuntó con el dedo como si fuera a exorcizarla. -¿ESO TE PARECE NORMAL? ¿CUÁNTAS VECES TE HE DICHO QUE LAS CALLES NO SON SEGURAS A ESTA HORA? ¿QUE SOLO LA GENTE SIN RESPONSABILIDAD ANDA DE ARRIBA PARA ABAJO A ESTAS HORAS?

Allie suspiró y se dejó caer en el sofá.

-Mamá, por favor, fue una salida normal, no es como si hubiera... no sé... bailado en las mesas o algo así.

Su madre entrecerró los ojos.

-¿Bailaste en las mesas?

Allie sintió que la sangre se le iba del cuerpo.

-¡NO! ¡OBVIO NO! ¿Qué clase de persona crees que soy?

-Pues justo AHORA, creo que eres una irresponsable que se la pasa en bares en lugar de enfocarse en su futuro.

Allie rodó los ojos.

-Mamá, soy una adulta.

-¿Ah, sí? ¿Y sabes qué hacen los adultos responsables? ¡NO SE EMBARRAN DE CERVEZA EN UN BAR!

-Eso fue un accidente...

-¿Te caíste?

-...No confirmo ni niego nada.

Su madre se llevó las manos a la cara, claramente a punto de desmayarse del coraje.

-Señor, dame paciencia porque, si me das fuerzas, le doy un sartenazo.

Allie puso cara de perrito arrepentido.

-Mamá... en serio, no es gran cosa. Llegué bien, no pasó nada malo, no hice nada ilegal...

-¡Eso dices porque no te he revisado el teléfono!

-¡Mamá!

-No quiero ni pensar en lo que habrás publicado. ¡A ver, dame el celular!

-¡Ni loca!

Se armó una persecución por la sala, con su madre tratando de arrebatarle el teléfono mientras Allie esquivaba los intentos con la agilidad de un ninja borracho.

-¡Allison, dame ese teléfono ahora mismo!

-¡Noooo, nunca!

-¡ALLIE!

Al final, su madre se rindió y la fulminó con la mirada.

-Mañana hablaremos de esto. Y te advierto, si llegas tarde otra vez, vas a encontrar la puerta cerrada.

-¿Me estás echando de la casa?

-¡No me tientes!

Allie puso cara de tragedia, pero su madre ya estaba harta.

-Lárgate a tu cuarto antes de que me arrepienta de no haberte dejado en el bar.

-Te amo, mamá.

-No quiero saber de ti en las próximas ocho horas.

Y con eso, Allie subió corriendo las escaleras antes de que se le ocurriera a su madre lanzarle la pantufla.

Se dejó caer en su cama con una sonrisa.

Sí, su mamá le había dado un sermón del demonio. Sí, probablemente se había ganado una vigilancia intensa durante la próxima semana.

Pero, sinceramente...

Había valido totalmente la pena.

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