Capítulo 3.
Su vista estaba pegada a esa criatura que usurpaba el único lugar dónde nadie se atrevía a husmear.
Mirando embobado a ese hermoso ser de exuberante belleza.
En sus muñecas pequeñas hojas y flores de colores como pulseras y en sus tobillos igual.
Como única prenda, una túnica de seda adornada con hojas moldeando su figura, dejando a la vista lujuriosa del mago ese delicioso cuerpo que poseía una piel tan blanca como la nieve.
Una nariz fina que desembocaba en unos llamativos labios llenos de color carmín.
Mejillas tersas con un tenue tono rosa adornándolas.
Una corona de oro enredada entre flores postrada sobre el cabello negro, tan oscuro como la noche que se movía al compás de la leve brisa.
Un par de alas, preciosas alas casi transparentes que brotaban de la descubierta espalda; le daban un toque delicado y frágil.
Y unos ojos celestes que al posarse en él, lo dejaron sin aliento.
Su corazón palpitó acelerado.
Un Hada...
Ese muchacho tan hermoso era un Hada.
Era la primera vez que veía un hada masculino.
— ¿Este lugar es tuyo? –Le preguntó en tono suave, una pequeña sonrisa se asomó al ver los ojos negros del mago de aquel bosque.
Sus manos se paseaban por las flores que decoraban con encanto las enormes rocas que resguardaban con recelo la intimidad que sólo el mago podía tener.
—S-sí... -Respondió en un susurro, inmóvil ante el aura tan seductora y dulce de esa Hada.
El pelinegro caminó lento hacia él, su sonrisa sin borrarse, sus ojos mostrando un brillo que fascinó al mago que sentía sus labios picar por degustar esa jugosa boca.
—Soy SeokJin. –Le dijo al momento de estar a unas míseras pulgadas de distancia.
Fue entonces que el mago supo que aquella criatura sería su perdición.
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