2.

Continuemos:

Geto no tardó en darse a conocer en la dichosa cárcel. Era típico que los presos se enteraran sobre los crímenes de cada persona que entrara ahí. Y Geto no fue la excepción, algunos le tenían respeto, otros rencor por sus hechos despiadados, y no era como que al peli negro le importaba lo que pensaran de el, de todas formas no pensaba quedarse mucho tiempo ahí.

<<Tenía un plan, solo necesitaba ejecutarlo a la perfección>> solamente necesitaba algo. Una "presa"

Y ya tenía los ojos puestos en una, una muy llamativa.

——————

Satoru patrullaba con normalidad, al ser destacado en su trabajo como oficial ya tenía un buen puesto. Aparte de siempre haber estado en uno de los cuadros de honor. No era facil usarlo, o bueno. <<Eso pensaban>>

En su turno nocturno pasaba normalmente. Viendo que cada preso estuviera durmiendo y no haciendo ningún ruido, solamente que algo llamo su atención, la silueta de uno de los presos.

—Sabes bien que es hora de dormir.

Dijo seco, sin mostrar amabilidad en su tono. 

—Las noches deben ser muy cansadas para ti ¿No?, no tienes ni una simple compañía—su tono mostraba tristeza falsa. Gojo solamente se acercó a la celda, viendo al hombre.  El cual sonreía, una sonrisa juguetona al parecer.

—Estar solo no es divertido-

—Este lugar no es para juegos, si no quieres un castigo, será mejor que te apegues a las reglas de este lugar.

—Si tu proporcionas el castigo, no me quejaré—dicho esto se echó a reír sin más.

<<Este idiota.. ¿Piensa que estoy jugando con el?>>

Una mirada de disgusto fue la que recibió Geto. Este fingió sorpresa por la acción contraria.

—Eres aburrido.. pensé que podríamos llevarnos, "mejor" ya sabes. —se quedó cerca de los barrotes mirando sonriente.
Satoru frunció el ceño. No iba a dejar que un cualquiera le hablara de dichosa forma.

Satoru dio un paso hacia adelante, dejando que el silencio llenara el aire por un momento. No estaba acostumbrado a que un preso le hablara de esa manera, y menos a alguien como Geto, que tenía la reputación de ser un hombre problemático. A pesar de la calma exterior de Gojo, su mente se encontraba en alerta. No permitiría que Geto intentara poner a prueba su autoridad.

—No te hagas el gracioso —dijo Satoru con voz firme, mirando directamente a los ojos de Geto. Sin embargo, por dentro, una pequeña chispa de curiosidad comenzó a formarse. Algo en ese hombre lo desconcertaba. El hecho de que se mantuviera tan tranquilo, aún estando encerrado, le resultaba intrigante.

Geto, por su parte, no mostraba miedo. Su sonrisa seguía intacta, una especie de desafío reflejada en su rostro. Sabía cómo jugar con las emociones de las personas, especialmente las de aquellos que se creían inquebrantables.

—Vaya, que persona tan seria —murmuró, sin apartar la mirada—. Pero dime, ¿qué harías si te digo que tengo algo que te puede interesar?

Satoru frunció más el ceño, pero en su interior la alerta se intensificó. No sabía por qué, pero Geto parecía estar probando algo más que sus límites.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, su voz menos segura de lo que esperaba, sin saber si la situación era un simple juego o si realmente había algo detrás de esa conversación.

—Oh, no te preocupes. No quiero nada de ti, por ahora —respondió Geto con una sonrisa ladeada, haciendo una pausa dramática—. Aunque... si alguna vez te aburres de ser tan... recto, sabes dónde encontrarme.

Satoru sabía que no debía dejarse envolver en esa conversación, pero algo lo impulsaba a escuchar más. Un tipo como Geto, encerrado en una celda, parecía tener un poder que iba más allá de lo físico, algo mucho más sutil, y eso comenzaba a intrigar a Gojo.

Al darse cuenta de que lo mejor sería no seguir alimentando esa conversación, Satoru dio un paso atrás, sin dejar de observar a Geto. La tensión era palpable en el aire, y aunque Gojo intentaba no mostrarlo, se dio cuenta de que sus pensamientos se volvían más dispersos cada vez que ese hombre estaba cerca. Tal vez no fuera una simple coincidencia.

—Hazme un favor, Geto —dijo Satoru, con tono frío, recobrando su compostura—. Mantén la boca cerrada y sigue las reglas. Eso será mejor para ti, y para todos los demás.

—Lo haré... solo porque tú lo pides, Gojo —respondió Geto, todavía sonriendo, pero había algo en su mirada que no pasaba desapercibido.

Al irse, Satoru no pudo evitar sentirse inquieto, y no podía sacarse la sensación de que había algo más que simple rebeldía en esos ojos. Algo que quería explorar, aunque sabía que no debía.

Geto lo observó alejarse, una ligera sonrisa aún en su rostro. Ya tenía a Satoru en su radar, y si algo sabía de ese tipo de hombres, era que los juegos solo comenzaban cuando las reglas se rompían.

—————
Al día siguiente;

Los presos fueron liberados en grupos al gran patio, un espacio abierto donde podían estirarse, caminar y tomar un respiro, aunque siempre bajo la vigilancia estricta de los oficiales. El patio estaba dividido por zonas; una para los presos más tranquilos y otra para los que causaban más problemas, y, claro, la presencia de los guardias era constante.

Satoru se encontraba en su usual puesto, observando el patio desde una de las torres de vigilancia. A su lado estaban Nanami, Haibara y Shoko, quienes conversaban entre ellos sin mostrar signos de estrés, más acostumbrados al trabajo que lo que un observador podría suponer. Cómo eran amigos de Satoru, y aunque a veces bromeaban, todos sabían la seriedad de sus funciones.

Pero algo había cambiado ese día. Satoru, que normalmente se mantenía relajado y seguro de sí mismo, no podía quitar la vista de un solo hombre en particular. Suguru. El hombre que había conocido en su turno nocturno y que había dejado una marca en su mente.

A lo lejos, Suguru destacaba entre la multitud, moviéndose con una elegancia casi inhumana. Su porte calmado y sereno no hacía más que intensificar su presencia, incluso rodeado de los demás presos. A pesar de ser uno más en la fila, parecía estar por encima de todo, caminando con una postura impecable, como si el uniforme de prisionero fuera solo una capa temporal que no podía ocultar su distinción natural.

El uniforme se ceñía perfectamente a su figura, acentuando cada línea de su cuerpo de una forma que dejaba claro que Geto no solo se destacaba por su presencia, sino por cómo lograba llevar consigo una aura de poder y confianza. Algo que Satoru, en su lugar de observador, no pudo evitar notar.

"Qué idiota… ¿Qué estás mirando?" se reprendió Satoru a sí mismo, apartando rápidamente la mirada. Sin embargo, sus pensamientos no lo dejaban en paz. Sabía que era un error, pero no podía evitarlo. Cada movimiento de Suguru, cada gesto, parecía magnético de una forma extraña.

Nanami, que lo había notado, no dijo nada al principio, pero la mirada que lanzó hacia Satoru era suficiente para que el albino supiera que su comportamiento no pasaba desapercibido. Haibara, más perceptivo de lo que Satoru esperaba, hizo una broma para aliviar el ambiente.

—¿Acaso tienes algo en mente, Gojo? No me digas que estás tan aburrido que ahora te fijas en los presos —dijo Haibara, con una sonrisa traviesa.

Satoru se rió, aunque no con la misma naturalidad de siempre. —No, no es eso. Solo… observando. Nadie dijo que no podía ver el espectáculo —respondió con tono desenfadado, sin querer mostrar que su mente estaba llena de pensamientos contradictorios.

Shoko, que estaba más concentrada en el calor del día y en beber agua, lanzó una mirada rápida hacia Satoru y luego hacia Suguru. —No me digas que te has encariñado con ese tipo, Gojo —dijo, jugando con la botella de agua.

Satoru frunció el ceño, algo incómodo, pero sin poder negarlo. Algo dentro de él le decía que lo que había comenzado como una simple curiosidad podría volverse algo más profundo.

Mientras tanto, Suguru, que parecía estar completamente ajeno a las miradas que recibía, se encontraba en su mundo. No estaba ahí para ganar la simpatía de los demás, mucho menos la de los oficiales. Para él, todo en ese momento era parte de su plan. Él sabía exactamente lo que quería, y observaba a cada uno de sus compañeros y a los oficiales con una calma que solo un hombre con su experiencia podía tener.

Satoru siguió observándolo por unos segundos más, antes de apartar la vista. De alguna manera, sentía que se estaba metiendo en un terreno peligroso, pero al mismo tiempo, algo dentro de él le decía que no podía dejar de explorar lo que realmente ocurría entre él y Suguru.

Geto, desde su posición en el patio, pudo sentir la mirada fija de Satoru sobre él. No era algo nuevo para él, siempre había sido consciente de la atención que generaba. Sin embargo, lo que percibió hoy era diferente. Había una tensión en el aire, algo en la forma en que Satoru lo observaba, como si el oficial estuviera atrapado en una maraña de pensamientos que no lograba deshacer.

El rostro de Geto se iluminó con una sonrisa sutil, pero confiada. "Este idiota", pensó, "no sabe lo que le espera". Había algo en la forma en que Satoru reaccionaba, algo que le decía que pronto estaría comiendo de la palma de su mano. Suguru sabía cómo jugar con la mente de las personas, y Satoru, por muy entrenado que estuviera, no era la excepción.

"Solo es cuestión de tiempo", murmuró para sí mismo, mientras sus ojos seguían fijos en Satoru, observando con una calma inquietante la forma en que el oficial trataba de ocultar su interés, pero fracasaba en el intento.

El ambiente en el patio era relajado para todos los demás, pero para Geto, la situación era un juego mental. Sabía que cada movimiento suyo, cada gesto, iba a ser observado, y eso lo hacía aún más intrigante. Satoru, sin saberlo, había entrado en su juego, y no había vuelta atrás.

Mientras tanto, Satoru, a pesar de intentar apartar la mirada, se encontraba una vez más mirando hacia Geto. La sonrisa de este último, tan arrogante y segura, lo hacía sentir algo que no podía identificar con facilidad. La curiosidad se apoderaba de él, y por más que trataba de convencerse de que estaba equivocado, algo le decía que Geto no era alguien con quien se pudiera simplemente "olvidar".

Satoru nunca había sido fácil de manipular, pero había algo en Geto, algo en su presencia que lo hacía dudar. Quizá era su calma, su control absoluto sobre todo lo que lo rodeaba. O tal vez, solo tal vez, era la forma en que los ojos de Suguru brillaban como si supiera algo que Satoru no sabía aún.

A medida que pasaban los minutos, la tensión entre ellos crecía sin palabras, solo con miradas y sonrisas fugaces. Ambos sabían que no era solo cuestión de tiempo, sino de paciencia. Y aunque ninguno de los dos lo admitiera, había algo en el aire que les aseguraba que esto iba mucho más allá de una simple rivalidad o un cruce de miradas.

Geto sabía que su plan debía ser simple, efectivo y, sobre todo, convincente.

Enamorar a Satoru. Era una estrategia extraña, sí, pero como dice el dicho: "el amor te vuelve un perro."

Así que Suguru se dedicó a encontrar cualquier excusa para estar cerca del oficial, incluso si eso significaba hacerse daño a sí mismo. No era algo nuevo para él; si tenía que jugar sucio, lo haría. Se trataba de paciencia y determinación.

Y su método funcionaba.

Cada vez que terminaba "accidentalmente" herido, Satoru, al estar a cargo del turno, era quien tenía que acompañarlo a la enfermería. Era un patrón que se repetía lo suficiente como para levantar sospechas.

—¿Me puedes explicar qué clase de idiota se cae de su cama, se rompe una costilla y se raspa la cara al mismo tiempo? —Gojo cruzó los brazos, mirando con obvio fastidio a Geto, quien sonreía con inocencia fingida.

—Supongo que tengo mala suerte. —Suguru se encogió de hombros con diversión, restándole importancia.

Gojo suspiró con frustración. Cada vez que este hombre terminaba lesionado bajo su supervisión, significaba más problemas para él.

Y justo en ese momento, Shoko entró con una expresión aburrida.

—Déjenme adivinar... ustedes dos otra vez. —dijo, revisando la ficha de Suguru.

—¿Puedes creerlo? —Geto suspiró dramáticamente, fingiendo debilidad. —Supongo que simplemente soy frágil.

Antes de que Gojo pudiera responder, Geto levantó las manos vendadas, señalando sus piernas también inmovilizadas.

—Vas a tener que llevarme.

Gojo lo miró, completamente incrédulo.

—¿Qué? Ni en un millón de años.

—Oh, vamos, Satoru. —Suguru le lanzó una sonrisa pícara. —Mira mi estado, ¿no sientes ni una pizca de compasión por mí?

————

Gojo apretó la mandíbula, pero antes de que pudiera protestar, Shoko ya estaba revisando las radiografías.

—Bueno, bueno... —murmuró, con una expresión de leve sorpresa. —Déjame ver si entendí bien. No solo te raspaste la cara y te rompiste una costilla. También tienes una fractura en el cráneo.

Gojo abrió los ojos con incredulidad.

—¡¿Qué?!

—Oh, y los dedos también están rotos.

Suguru soltó un suspiro dramático.

—Sí, bueno… supongo que no fue buena idea apostar mis dedos en una partida de cartas. Upsi, mi error. —sonrió con picardía.

Shoko no se molestó ni un poco con su actitud. Ella solo suspiró y se giró hacia Gojo con calma.

—Como tú estabas a cargo de su vigilancia, ahora también serás responsable de asegurarte de que no vuelva a lastimarse.

Gojo sintió un escalofrío de frustración.

—No me digas que—

—Tendrás que alimentarlo, asegurarte de que descanse y, en general, actuar como su asistente personal hasta que se recupere.

El quejido frustrado de Satoru resonó en toda la enfermería.

Por su parte, Geto sonrió con satisfacción.

---

Al salir de la enfermería, Suguru iba en una silla de ruedas, cubierto con vendas, con las piernas, manos, craneo y parte de su rostro con vendas o enyesadas y tenia una expresión de satisfacción absoluta.

—¿No es increíble, Satoru? —dijo con fingida emoción. —¡Ahora podemos pasar más tiempo juntos!

Gojo, empujando la silla de mala gana, solo rodó los ojos.

—Sí, increíble. —dijo con sarcasmo.

Pero Geto no necesitaba palabras para saber que su plan estaba funcionando.

El director Yaga observó el estado en el que se encontraba Suguru y no pudo evitar sentir que era inhumano dejarlo en una celda común. Por más que fuera un criminal, nadie en un estado tan deplorable debía permanecer en condiciones tan duras.

Así que tomó una decisión.

Suguru Geto sería transferido a la mejor área de la prisión: la sección de los internos con buen comportamiento.

A diferencia de las celdas frías y estrechas de los demás prisioneros, los cuartos de esta sección parecían más pequeños apartamentos de estudiantes. Las paredes eran de madera pulida, había camas decentes, incluso una ventana con vista al exterior. No era el lujo de un hotel, pero comparado con las celdas comunes, era el paraíso.

Sin embargo, había un detalle.

Satoru Gojo sería asignado como su cuidador personal.

Cuando Satoru escuchó la noticia, su reacción fue inmediata.

—¿Perdón? —preguntó, como si hubiera oído mal.

—Escuchaste bien, Gojo. —Yaga lo miró con seriedad. —Hasta que Geto se recupere por completo, serás responsable de asegurarte de que no haga ninguna tontería.

Gojo abrió la boca para protestar, pero se contuvo. No iba a conseguir nada quejándose.

Mientras tanto, Suguru, sentado en su silla de ruedas y con su expresión habitual de diversión, simplemente sonrió.

—Vaya, qué generosos. —dijo con una voz tranquila. —Me están tratando mejor de lo que esperaba.

Satoru resopló y cruzó los brazos.

—No te emociones demasiado. Sigo siendo yo quien te vigilará.

—Oh, lo sé. —Suguru inclinó ligeramente la cabeza, con una mirada juguetona. —Pero eso solo lo hace más interesante.

Gojo lo fulminó con la mirada, pero decidió ignorarlo y empujó la silla de ruedas con brusquedad.

—No hagas que me arrepienta de no haberte dejado en la enfermería.

Suguru soltó una risa baja, disfrutando cada momento.

Él había planeado esto desde el principio.

Y ahora que tenía acceso a un mejor lugar y a Gojo más cerca que nunca… su plan apenas comenzaba.

—————

Satoru, con la seguridad de que Geto no podía hacerle ningún daño en su estado, aprovechaba para dormir profundamente. Su respiración era tranquila, su expresión relajada. <<Su trabajo a penas y le dejaba descansar>>

En el rincón de la habitación, con la tenue luz de una lámpara iluminando su rostro, Suguru lo observaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa ligera, casi nostálgica.

—Si supieras que me lesionaba solo para estar contigo… ¿me llamarías loco? —murmuró en voz baja.

No obtuvo respuesta. Satoru seguía sumido en su sueño, completamente ajeno a la confesión susurrada.

Suguru dejó escapar una risa suave antes de intentar dormir él también, pero su mente no le dio tregua. En cuanto cerró los ojos, rostros familiares aparecieron en su cabeza. Miguel. Su "familia". Imágenes de su pasado lo atormentaban, como una película de terror que se repetía cada noche.

Los abrió de golpe, con el corazón latiendo con fuerza.

—Basta… —susurró para sí mismo, cansado de las mismas pesadillas.

Miró a Satoru, que dormía con tanta calma, y sin pensarlo demasiado, movió su cuerpo adolorido. Se levantó torpemente de la silla de ruedas, ignorando el dolor agudo en sus extremidades, y se arrastró hasta la cama donde Satoru descansaba.

Se acurrucó a su lado, cerrando los ojos en busca de paz.

Entonces sintió el brazo de Satoru rodearlo con naturalidad, como si fuera un reflejo. Un acto instintivo, inconsciente. Lo sostuvo con firmeza, atrayéndolo contra su cuerpo como si fuera un simple peluche.

Suguru sintió una extraña calidez en el pecho.

Lentamente, tomó la mano de Satoru y, con delicadeza, la guió hasta su propio pecho, dejando que descansara ahí.

Satoru balbuceó algo incomprensible en su sueño, pero en lugar de alejarse, se acurrucó aún más, apoyando el rostro contra el torso de Suguru.

Geto sonrió.

—Buenas noches, querido… —susurró antes de cerrar los ojos por fin, dejando que el sueño lo envolviera.

...

Gojo parpadeó un par de veces, todavía atrapado en la neblina del sueño. Su mente tardó unos segundos en procesar la escena frente a él.

Geto estaba profundamente dormido, con su respiración tranquila y su rostro relajado. Su camiseta estaba levemente levantada, dejando ver un poco de su piel.

Satoru miró su propia mano, que seguía apoyada sobre el pecho del otro hombre, y luego bajó la vista a la forma en que lo abrazaba por la cintura. ¿Cuándo demonios había pasado esto?

Podría haberse apartado en ese mismo instante, pero en lugar de eso, permaneció quieto.

No quería despertarlo.

Quizá porque ver a Geto dormir así de pacíficamente era un contraste demasiado grande con la versión de él que solía conocer. Un hombre siempre con una sonrisa burlona, con la mirada afilada, con ese aire de quien planea algo en todo momento.

Pero ahora… simplemente parecía un hombre normal.

Suspiró con calma, sintiendo la calidez ajena contra su propio cuerpo. Pero entonces, un murmullo rompió el silencio.

—Mnngh… Satoru…

Gojo sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda.

Geto acababa de susurrar su nombre en sueños.

Satoru se quedó en blanco por unos segundos.

No era solo el hecho de haberlo escuchado, sino cómo lo había dicho. Su voz, usualmente grave y firme, sonó tan suave… tan dulce.

Instintivamente, bajó la mirada hacia el rostro de Geto.

Sus pestañas largas temblaban levemente, su expresión era tranquila, pero su ceño se fruncía como si estuviera atrapado en algún sueño difícil.

Satoru tragó saliva.

—¿Desde cuándo… suenas así? —susurró sin darse cuenta.

No recibió respuesta.

Se quedó mirándolo un momento más antes de suspirar y pasar una mano por su propio rostro, tratando de despejar su mente.

Esto no significaba nada.

Solo… no quería despertarlo.

Sí. Solo era eso.

O al menos, eso quería creer.

Satoru sintió su cuerpo tensarse al escuchar los sollozos.

No se los esperaba.

El mismo hombre que lo había estado molestando, que jugaba con las reglas y se rompía los huesos como si no fueran nada… ahora se aferraba a su brazo con una expresión completamente distinta.

Su voz era apenas un murmullo tembloroso.

—N-no… no quiero que me toques… ya no más..

Gojo parpadeó, sorprendido.

—Te dije que no.. ¡NO!

De pronto, Geto se despertó con un jadeo ahogado.

Su respiración estaba agitada, el sudor perlaba su frente y sus ojos oscuros se encontraron con los de Satoru.

Por un segundo, el silencio entre ellos fue abrumador.

Suguru pestañeó, notando cómo seguía aferrado al brazo de Gojo. Sus dedos estaban crispados, como si su cuerpo aún creyera que seguía atrapado en aquella pesadilla.

Pero al ver la expresión de Satoru… comprendió.

Lo había escuchado.

La desesperación, el miedo en su voz.

Sin perder tiempo, se pasó el dorso de la mano por el rostro y esbozó su característica sonrisa burlona.

—¡Buenos días! ¿Cómo amaneciste? —dijo con una energía forzada.

Satoru no respondió de inmediato.

No se tragó la actuación.

No después de haberlo oído suplicar en sueños.

—¿Por qué llorabas?

La sonrisa de Suguru se congeló apenas por un segundo.

Fue un instante tan breve que cualquiera podría haberlo pasado por alto.

Pero Satoru lo notó.

Geto se incorporó con cuidado, asegurándose de que su expresión volviera a ser la misma de siempre.

—Pfft, ¿llorar yo? —se cruzó de brazos con una sonrisa ladina—. Vamos, Gojo, no es mi culpa que hables dormido y digas mi nombre.

Satoru frunció el ceño.

—Eso no responde mi pregunta.

—¿Y por qué debería hacerlo? —Geto inclinó la cabeza, como si realmente estuviera considerando la idea—. A menos que ahora seas mi terapeuta.

Gojo suspiró pesadamente, pasándose una mano por el cabello.

—Sabes que puedo obligarte a responder, ¿cierto?

Suguru soltó una carcajada.

—Me encantaría ver cómo lo intentas.

Satoru cerró los ojos por un momento, sintiendo su paciencia agotarse.

Pero no iba a dejarlo salirse con la suya tan fácil.

No después de lo que escuchó.
——————

Satoru lo observó en silencio, con el ceño fruncido.

No iba a caer en su jueguito.

Geto quería que se distrajera con su burla, con su actitud despreocupada.

Pero él no era un idiota.

Se giró en la cama, quedando de frente a Suguru, quien seguía sentado con los brazos cruzados y esa sonrisita arrogante que tanto lo irritaba.

—No me importa si quieres bromear con esto, pero no voy a ignorarlo —su voz sonó más seria de lo que esperaba—. No después de lo que escuché.

Geto no dijo nada.

Simplemente lo miró fijamente, sus ojos oscuros escrutando cada expresión en el rostro de Satoru.

Y luego… sonrió.

—Eres demasiado blando, Gojo —dijo con un tono casi divertido—. ¿Desde cuándo te preocupas tanto por un prisionero como yo?

Satoru apretó la mandíbula.

—No tiene nada que ver con eso.

Suguru inclinó la cabeza, como si realmente lo estuviera analizando.

—¿Entonces?

Gojo suspiró y apartó la mirada por un instante.

No sabía cómo explicarlo sin sonar ridículo.

Pero había algo en esa pesadilla… en el tono de voz de Suguru, en la desesperación con la que había hablado… que simplemente no podía ignorar.

Por más que quisiera, no podía tratarlo como a cualquier otro prisionero.

Volvió a mirarlo a los ojos.

—¿Quién era?

Geto parpadeó.

—¿Quién?

—La persona que te hizo eso.

La sonrisa de Suguru se borró.

Su rostro se volvió inexpresivo, como si de pronto se hubiera puesto una máscara.

—No sé de qué hablas —su tono fue completamente vacío.

Satoru no se dejó engañar.

—Sabes exactamente de qué hablo.

Hubo un largo silencio entre ellos.

Uno pesado.

Pero en vez de responder, Geto simplemente se acomodó en la cama y se cubrió con la sábana.

—Es temprano —dijo con calma—. No molestes.

Gojo lo miró con incredulidad.

—¿En serio? ¿Vas a ignorarlo?

—No lo ignoro, solo no me interesa hablar de ello.

Satoru sintió un impulso de tomarlo del brazo y sacudirlo, obligarlo a decir algo.

Pero sabía que no serviría de nada.

Suguru solo hablaría cuando él quisiera.

Y al parecer… todavía no estaba listo.

Gojo se pasó una mano por la cara, cansado.

—Eres un idiota.

—Lo sé —respondió Geto, con una sonrisa perezosa.

Satoru suspiró pesadamente.

Definitivamente, esto no se iba a quedar así.

——

Gojo suspiró con fastidio.

—¿Vas a comer por tu cuenta o tengo que seguir con esto?

Suguru lo miró con una expresión entre juguetona y desafiante, lamiendo lentamente sus labios antes de hablar.

—Si sigues tratándome así… podrías malacostumbrarme, Satoru.

Gojo apretó la mandíbula.

Este tipo sabía exactamente cómo jugar con él.

Pero no iba a ceder.

Con un movimiento rápido, metió la cuchara en la boca de Geto, forzándolo a cerrar los labios alrededor de ella.

—Mastica —ordenó con firmeza.

Suguru hizo un pequeño puchero pero obedeció, aunque su sonrisa burlona nunca desapareció.

—Sabes que hay formas más agradables de hacer que un hombre coma, ¿verdad?

Gojo lo ignoró, sacando la cuchara y preparando otro bocado.

—No estoy aquí para complacerte.

Geto rió entre dientes.

—Entonces, ¿por qué sigues jugando mi juego?

Satoru se quedó en silencio por un momento.

Era una buena pregunta.

Pero no iba a darle la satisfacción de una respuesta.

En cambio, le ofreció otro bocado, sin darle opción a rechazarlo.

Esta vez, Geto solo sonrió y abrió la boca con facilidad, dejando que Gojo continuara alimentándolo.

Había perdido esta pequeña batalla.

Pero en su mente, Suguru ya estaba pensando en su próximo movimiento.

———
El desayuno transcurrió en silencio después de eso. Geto comió sin protestar, aunque cada tanto lanzaba miradas juguetonas a Gojo, como si aún estuviera midiendo su reacción.

Cuando terminaron, Gojo limpió cualquier resto de comida en los labios de Suguru con una servilleta, pero este atrapó su muñeca antes de que pudiera alejarse.

—Eres demasiado atento, Satoru. Me harás pensar que te preocupas por mí.

Gojo chasqueó la lengua y se soltó con facilidad.

—No te confundas. Solo estoy cumpliendo con mi trabajo.

Geto sonrió de lado y se acomodó mejor en su silla de ruedas.

—Oh, claro, claro. Todo es parte del deber, ¿verdad? Nada personal.

Satoru ignoró el tono burlón y suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Voy a llevarte al patio. Un poco de aire fresco te hará bien.

—¿Tú crees? —Suguru ladeó la cabeza—. ¿O solo quieres mantenerme vigilado?

—Las dos.

Gojo no esperó respuesta y comenzó a empujar la silla de ruedas hacia la salida.

Mientras avanzaban por los pasillos iluminados de la prisión, Suguru sintió la mirada de otros presos sobre él. Algunos lo observaban con curiosidad, otros con recelo.

Pero él solo tenía ojos para una persona.

Levantó la cabeza y miró de reojo a Gojo.

Su guardián personal.

Su próxima presa.

La sonrisa en su rostro se ensanchó.

Esto apenas estaba empezando.

.

El patio era hermoso a comparación de los otros patios de la cárcel. Suguru observo como distintos presos convivían en armonía

Yuki se acercó con su actitud despreocupada de siempre, observando a los dos hombres con una ceja en alto.

—¡Vaya, vaya! Si esto no es la escena más extraña del día —comentó con diversión—. ¿Desde cuándo Gojo Satoru se convirtió en el niñero personal de un criminal?

Satoru suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—No es niñero, es vigilancia. Este idiota no puede mantenerse entero más de cinco minutos sin intentar autodestruirse.

Suguru sonrió con malicia, recargando su mejilla en la mano.

—Qué rudo, Satoru. Dirás lo que quieras, pero me cuidas con mucha dedicación.

—Más bien es por obligación —respondió Gojo con una mueca.

Yuki rió con ganas antes de apoyar las manos en sus caderas.

—Bueno, al menos no se están matando mutuamente, lo cual ya es un progreso. ¿Qué tal si bajan la tensión y disfrutan un poco del patio?

Suguru desvió la mirada hacia los gatos que se paseaban con tranquilidad entre los presos.

—¿Desde cuándo hay gatos aquí?

—Son parte del programa de rehabilitación —explicó Yuki—. No sé por qué, pero tener gatos calma a los internos.

Suguru observó a uno de los felinos, un gato negro de ojos dorados que se enroscaba en las piernas de un prisionero.

—Interesante.

Gojo lo miró de reojo, conociendo esa expresión en su rostro.

—No se te ocurra nada raro, Geto.

—¿Yo? —Suguru puso una mano en su pecho, fingiendo sorpresa—. ¿Desde cuándo soy un criminal?

Satoru chasqueó la lengua.

—Desde que estás en una prisión.

Suguru rio bajo, sin apartar la mirada de los gatos.

—Tienes razón… Pero lo curioso es que ahora tú también formas parte de mi condena.

Gojo sintió un escalofrío recorrer su espalda. Suguru lo miraba como un depredador paciente, como si ya estuviera tejiendo un plan del que no podría escapar.

Yuki tomó en brazos a un pequeño gato blanco de ojos azules que jugueteaba con las cuerdas de su sudadera y, sin previo aviso, lo depositó en el regazo de Geto.

—Aquí tienes. Tal vez esto te ayude a dejar de meterte en problemas.

Suguru parpadeó sorprendido cuando el minino se estiró sobre sus piernas, ronroneando con descaro. Luego, una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.

—Mira nada más… Todo blanco, con ojos llamativos y claramente necesitado de atención. —Le lanzó una mirada burlona a Gojo—. Lo llamaré Satoru.

Gojo, que estaba bebiendo un poco de café de una taza de plástico, casi se atraganta.

—¿¡Qué!?

—Es perfecto. Se ve mimado, orgulloso y claramente se cree el dueño del lugar —continuó Suguru con diversión, acariciando la cabecita del gato mientras este frotaba su cara contra su mano.

—¡No puedes ponerle mi nombre a un gato!

—Claro que puedo —respondió Geto con calma—. Además, así cuando lo llame “Satoru”, vendrá corriendo hacia mí, cosa que tú nunca haces.

Yuki soltó una carcajada mientras Gojo ponía cara de incredulidad absoluta.

—¡Ni de broma ese gato se parece a mí!

—Mm… —Suguru inclinó la cabeza, fingiendo pensarlo—. Bueno, en carácter sí. Seguro también es un fastidio cuando se enoja.

—¡Te oí!

El verdadero Satoru cruzó los brazos, fulminando a Geto con la mirada, pero este solo sonrió con satisfacción, rascando la barbilla del minino, quien se acomodó más en su regazo, claramente complacido.

—Quédate con él un rato, Suguru —dijo Yuki, aún riendo—. Te hará bien.

Suguru bajó la mirada al gato, que lo miraba con absoluta confianza, y por primera vez en días, sintió algo de calma.

—Tal vez sí.

(Nota: CATORU APARECIÓ BAKDHSKS AMOO LOS FANARTS DE ELLOS EN GATOS JADJHSKS ƪ⁠(⁠‾3‾⁠“⁠)⁠┐)

Gojo observó a su alrededor hasta que vio a un pequeño gato negro profundamente dormido en una de las bancas del patio. Tenía el pelaje esponjoso, una pequeña mota de pelo rebelde en la cabeza y sus ojitos chinitos permanecían cerrados con absoluta tranquilidad.

Sin pensarlo dos veces, lo levantó con cuidado y lo sostuvo frente a Geto con una sonrisa burlona.

—Míralo, tiene cara de que se cree el rey del mundo pero en realidad es un perezoso. Definitivamente es tu copia.

Suguru soltó una risa baja, observando al minino que ahora bostezaba en sus manos.

—Entonces supongo que esto es justo —dijo, señalando al gato blanco aún en su regazo—. Ya tenemos a Satoru y a Suguru.

Justo en ese momento, el gato negro, aún medio adormilado, se removió y brincó torpemente hacia el regazo de Suguru, acurrucándose junto al gato blanco.

—Oh, pero qué tiernos —comentó Yuki, cruzándose de brazos mientras los observaba—. Parece que son pareja.

Gojo arqueó una ceja y miró a los felinos con curiosidad. El gato blanco—“Satoru”—ronroneaba con entusiasmo, lamiendo con dedicación la cabeza del gato negro—“Suguru”—, quien recibía el gesto con los ojos entrecerrados y un leve maullido satisfecho.

—Entonces… ¿quién es el macho en la relación? —preguntó Gojo en tono divertido.

Yuki se llevó una mano a la barbilla, como si analizara la situación con seriedad.

—Ambos son machos, pero… —sonrió con diversión—. Si nos guiamos por su comportamiento, diría que el gato negro es el que usualmente toma el papel más sumiso. Créeme, es un gritón cuando quiere atención.

Gojo estalló en carcajadas.

—¡Es exactamente como tú, Suguru!

Geto resopló, claramente ofendido, y sin más, separó a los gatos, dejando al blanco en su regazo y sosteniendo al negro con una mano.

Ambos felinos maullaron en queja, mirándose el uno al otro como si hubieran sido separados injustamente.

—No sé de qué hablas, yo no grito.

—Claro, claro —Gojo rodó los ojos con burla—. Pero apuesto a que si te rasco la barbilla, ronroneas como él.

Geto le dirigió una mirada afilada, pero el leve rubor en sus orejas lo delató.

Yuki los observó con una sonrisa maliciosa.

—Creo que deberíamos hacer una apuesta al respecto.

——————
Geto se quedó en silencio al ver cómo los dos gatos se reunían de nuevo, frotándose el uno contra el otro con evidente afecto. El gato negro—su "versión felina"—se acomodó en forma de pan sobre el suelo, moviendo la cola con calma. Pero antes de que alguien pudiera decir algo, el gato blanco se subió encima de él y, sin previo aviso, lo mordió en la nuca.

Hubo un silencio sepulcral.

Gojo, Geto y Yuki se quedaron mirando la escena con expresiones incrédulas.

El gato negro maulló con un tono lastimero, mientras el blanco insistía en su “dominancia”.

—Oh… vaya —murmuró Gojo, con una mezcla de sorpresa y horror.

Yuki se llevó una mano a la boca, intentando contener la risa, pero al final no pudo evitar soltar una carcajada.

—Supongo que los gatos sí se parecen a sus dueños —comentó con diversión.

Gojo frunció el ceño, indignado.

—¡Oye, ni siquiera somos pareja!

Suguru desvió la mirada, sintiendo un calor incómodo subirle hasta las orejas.

—…Déjalos en paz, son solo animales —murmuró, cruzándose de brazos.

Yuki los miró con una sonrisa traviesa.

—Oh, claro, claro. Sólo gatos… igual que ustedes son “sólo amigos”, ¿no?

Gojo bufó y se cruzó de brazos.

—En primera ni somos amigos, estoy cuidando lo por pura obligación.

Geto no dijo nada, pero sintió un leve cosquilleo en el pecho al escuchar esas palabras. No entendía por qué, pero ver a esos dos gatos juntos, sin importar lo que pasara, le provocaba una extraña sensación. Como si en el fondo… quisiera algo así para él.

Sin embargo, decidió no pensar demasiado en ello.

—Será mejor que llevemos a estos dos de vuelta antes de que empiecen a hacer cosas indebidas en público —dijo con calma, levantando al gato negro de nuevo.

El felino maulló en protesta, mientras el blanco lo miraba con tristeza.

Gojo suspiró, pasándose una mano por el rostro.

—No sé por qué, pero siento que este es el principio de algo extraño.

...

Satoru suspiró con pesadez mientras empujaba la silla de ruedas de Suguru de vuelta a la habitación.

—¿Por qué siempre tienes que hablar tanto? —murmuró, ya sintiendo venir el próximo comentario molesto de Geto.

—Porque me gusta verte frustrado —respondió Suguru con una sonrisa ladina.

Gojo resopló, sin siquiera molestarse en discutir.

Cuando llegaron a la habitación, Gojo se dejó caer en la cama sin más, estirándose como un gato perezoso. Suguru lo observó desde su silla con una expresión aburrida.

—¿En serio vas a dormir otra vez? —bufó.

—Es lo único que vale la pena hacer en este lugar —contestó Satoru con los ojos cerrados.

Suguru frunció los labios. No tenía nada mejor que hacer, pero quedarse quieto tampoco le sonaba atractivo. Se quedó mirándolo por unos segundos hasta que una idea cruzó por su mente.

Con una sonrisa traviesa, se inclinó un poco hacia la cama.

—Oye, Satoru…

Gojo ni siquiera abrió los ojos.

—¿Qué?

—¿Sabías que cuando separan a una pareja de gatos, el que hace de "hembra" suele quejarse mucho hasta que los vuelven a juntar?

Gojo frunció el ceño, abriendo un ojo con sospecha.

—… ¿Y?

Suguru sonrió.

—Tal vez debería empezar a maullar.

Gojo se incorporó en la cama, mirándolo con incredulidad.

—No.

Pero Suguru ya había tomado aire y, con todo el descaro del mundo, dejó salir un maullido lastimero.

—Mnnnyaah~

Satoru se tapó la cara con las manos.

—¡Por Dios, Suguru, para!

—¿Por qué? ¿No extrañas a tu "pareja"? —dijo Geto con una sonrisa burlona.

—Te juro que te voy a dejar fuera de la habitación.

—¿Y cómo vas a hacerlo si yo tengo la silla de ruedas?

Gojo entrecerró los ojos, frustrado.

—¿Sabes qué? Voy a dormir. Haz lo que quieras.

Suguru se acomodó en su silla, satisfecho de haberlo molestado.

—Buenas noches, cariño.. pfff..

Gojo gruñó bajo las sábanas. Iba a ser una noche larga.

Suguru dejó escapar un suspiro dramático, recargando la cabeza en el respaldo de la silla de ruedas.

—Satoru…

No hubo respuesta.

—Satoruuu…

Silencio.

—¡Satoru, me siento solo!

Gojo bufó bajo las sábanas.

—No me importa.

Suguru sonrió con diversión antes de exagerar un gemido lastimero.

—Pero me aburro… ¿Cómo esperas que sobreviva sin atención?

Gojo apretó los ojos cerrados, tratando de ignorarlo.

—Tienes aire, comida y techo. Eso es suficiente.

—No para mí —se quejó Suguru, dejando caer los brazos dramáticamente sobre los apoyabrazos de la silla—. Yo necesito amor, cariño, afecto…

Gojo se giró en la cama, dándole la espalda.

—Entonces adopta otro gato.

Suguru se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

—No es lo mismo. Quiero que mi Satoru me preste atención.

Gojo gruñó contra la almohada.

—No soy tuyo.

—Pero podrías serlo.

Gojo le lanzó una mirada de advertencia sobre su hombro.

—Suguru.

Suguru sonrió, inclinándose levemente hacia él.

—Satoru.

Gojo lo miró fijamente, esperando que se detuviera. Pero cuando vio la sonrisa juguetona en el rostro de Suguru, supo que no iba a rendirse tan fácil.

Soltó un largo suspiro antes de darse por vencido.

—Si te doy cinco minutos de atención, ¿me dejarás dormir?

Suguru puso una mano en el mentón, fingiendo pensarlo.

—Mmm… Diez minutos.

—Cinco.

—Ocho.

—Cinco o nada.

Suguru infló las mejillas en un puchero.

—Eres cruel.

—Y tú insoportable.

Suguru rio suavemente antes de asentir.

—Está bien, cinco minutos.

Gojo se sentó en la cama, mirándolo con cansancio.

—Bien. ¿Qué quieres?

Suguru sonrió, satisfecho de haber conseguido su atención.

—Dame la mano.

Gojo entrecerró los ojos con sospecha, pero extendió la mano de mala gana.

Suguru la tomó con suavidad y, para sorpresa de Gojo, no hizo nada más que sostenerla.

—¿Eso era todo?

Suguru asintió, entrelazando sus dedos con los de Gojo.

—Sí.

Gojo lo miró fijamente, esperando alguna broma. Pero Suguru solo sonreía, con una expresión tranquila.

Satoru sintió su pecho apretarse por un instante, pero desvió la mirada rápidamente.

—Estás raro.

—Siempre he sido raro.

—Más raro de lo normal.

Suguru rio.

—Solo quería atención.

Gojo suspiró, pero no soltó su mano.

—Cinco minutos, y luego dormiré.

—Lo sé.

Suguru cerró los ojos, disfrutando el momento en silencio.

Y por primera vez en mucho tiempo, Gojo no sintió la necesidad de apartarse.

(Nota: k bellio es cuando Geto es el q busca atención ♪⁠ヽ⁠(ˇ⁠∀⁠ˇ) jekejskdh)

Geto apoyó la cabeza en el cuello de Gojo con un suspiro cansado. Satoru frunció el ceño, a punto de quejarse, pero al sentir lo relajado que estaba Suguru, decidió quedarse en silencio.

Como su cuidador, su deber era mantenerlo fuera de problemas, asegurarse de que no hiciera ninguna tontería… y si estar así lo calmaba, entonces podía soportarlo.

—No es cómodo usar tantos vendajes… —murmuró Suguru, jugueteando con un mechón del cabello de Satoru.

Gojo rodó los ojos.

—No deberías meterte en peleas, entonces.

—No me metí en ninguna pelea —dijo Suguru con un tono de falsa inocencia.

—Claro. Y yo soy monje.

Suguru rio suavemente, sintiendo cómo la vibración del cuello de Gojo lo tranquilizaba.

—Tú podrías ser cualquier cosa si quisieras.

Gojo suspiró.

—Deja de hacerte el profundo y duerme.

Suguru sonrió, pero en lugar de responder, simplemente se acurrucó más contra él.

—No tienes remedio… —murmuró Gojo.

Sin embargo, no lo apartó.

.

Durmieron abrazados, un capricho de Geto que, sin pensarlo mucho, enredó sus piernas alrededor de Gojo como si fuera a aferrarse a él.

Satoru abrió un ojo y miró hacia abajo, notando la cercanía de Suguru con una leve expresión de incomodidad.

—¿En serio, Geto? —murmuró, algo irritado.

—¿Qué? Solo estoy buscando algo de calor, ¿no te molesta? —respondió Geto con voz tranquila, su rostro casi oculto en el cuello de Satoru.

Gojo suspiró, sintiendo el peso de la situación. Estaba tan cerca, tan aferrado, pero en su interior sabía que, por alguna extraña razón, no le molestaba tanto.

—Solo esta vez… —murmuró, cerrando los ojos, resignado.

Geto sonrió débilmente, aliviado, y, sin decir más, se acurrucó aún más contra él, sintiendo esa rara sensación de paz que no encontraba en ninguna otra parte.

-

A la mañana siguiente, Gojo despertó lentamente, con la luz suave del sol entrando por la ventana. Notó la calidez de alguien más a su lado y, al girar la cabeza, vio a Geto adormilado, con el rostro sereno y tranquilo, como si no hubiera llevado consigo el peso de su pasado oscuro. Estaba tan calmado que por un momento, Satoru creyó que no había ocurrido nada de lo que ambos sabían que había sucedido.

Lo que más lo sorprendió fue el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, Geto no parecía estar teniendo pesadillas. Su respiración era regular, sin esa tensión que solía acompañarlo durante las noches.

Gojo, aunque con la mente aún algo nublada por el sueño, sintió un leve alivio al ver ese rostro tranquilo. Tal vez, por fin, Geto había encontrado un pequeño refugio, aunque fuera momentáneo.

—Supongo que este es el primer paso —murmuró para sí mismo, acariciando con suavidad el cabello de Geto.

Con un suspiro, se levantó cuidadosamente, no queriendo despertarlo, pero sabía que el día avanzaba y tenía que ocuparse de más cosas. Sin embargo, no pudo evitar mirar a Geto una vez más, deseando que al menos durante ese día, pudiera seguir manteniendo esa paz.

...


----------

¡Ya quiero que estos dos se besen! ƪ⁠(⁠˘⁠⌣⁠˘⁠)⁠ʃ Jjdkegdks es necesario
Cuánta tensión gay había en este cap.
Gojo se ve que si kiere a Geto, JDHEKSK

Bno byeee mis lectores 💗
Hoy cumple años mi esposa asi k tocaba actualizar

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top