더 나은
SeokJin despertó con pesar, sentía su cuerpo entumecido además de dolorido, creyó haber dormido por días pero eso era imposible, sólo se había desmayado.
Cuando abrió sus preciosos ojos verdes, no se sorprendió encontrar la habitación vacía y en penumbra, siempre era así, su corazoncito volvió a sentirse triste y pensó en cómo terminar con aquella absurda relación.
Se sentó en la cama, después de observar el lugar, se levantó y fue al baño, debía ducharse, se sentía tan sucio.
Al observarse frente al espejo, notó su deterioro, el enorme hematoma en su cuello producto de la última mordida, las costillas se marcaban, sus mejillas usualmente gorditas no estaban, las clavículas eran más notorias, sus labios secos, esas ojeras, el brillo en sus ojos había desaparecido, todo en él gritaba que estaba muriendo en vida.
—Debo terminar con esto. -Concluyó.
Por más doloroso que sea, debía renunciar a JungKook, él tenía mucho por lo que vivir aún.
Después de una cita con el médico y que éste lo regañara por descuidar su salud, salió con rumbo a su trabajo, un bar gay exclusivo.
Tenía alrededor de 3 años de trabajar en ese lugar, la paga era buena además de las propinas, lo cual le ayudaba a pagarse la universidad y los gastos de la casa, al quedar huérfano años atrás, se vio obligado a trabajar desde jovencito, eso no le molestaba pero a raíz de ello, prácticamente no tenía vida social, su único amigo era YoonGi, compañero de clases. Además, con la vida que llevaba, no estaba interesado en tener contacto con más personas.
—Jinnie, te ves pálido, ¿estás bien? -Preguntó su jefe, LeeTeuk, un hombre hermoso y amable. Había sido como su hermano mayor.
—Tranquilo hyung. Sólo estuve bajo presión en la universidad, pero nada de qué preocuparse. -Mintió con inocencia, el mayor le creyó.
—De acuerdo, pero sabes que cuentas conmigo, ¿sí?
Después de aquella corta pero amena conversación, Jin se puso su uniforme que consistía de un ajustado pantalón de cuero, que se aferraba a la deliciosa curva de sus caderas y exponía su pequeña cintura, una camiseta blanca de seda con cuello en "v", tuvo que cubrir con maquillaje aquel moretón, y por supuesto, peinar su cabello a un costado, dejando ver su frente y esa mirada tan seductora que tenía gracias a sus ojos claros, el maquillaje sutil que llevaba lo hacía ver angelical, era consciente de la máquina sexual que era, por eso tenía clientes que pedían exclusivamente ser atendidos por él.
Como el hermoso joven de cabello rojo que lo miraba con obvio deseo.
—Buenas noches. ¿Qué le serviré en esta velada, mi señor? -Preguntó suave, con un tinte de coquetería.
—Me encantaría que me sirvieras en la cama, pero no quieres, mi dulce hada. -Contestó con esa voz grave, tan característica de él.
Jin emitió una suave risita, acostumbrado a los coqueteos de sus clientes.
—Esta noche tenemos un menú exclusivo, ¿desea probarlo?
—Sólo quiero probar tus labios. -Siguió el hombre con esa mirada de depredador. —Pero está bien, tráeme dos platos de ese especial, además quiero una botella de vino, la más cara.
—Como ordene, mi señor. -Hizo una reverencia y con una pequeña sonrisa, volvió a la cocina con la orden.
Trabajar en ese bar como mesero era una de las cosas que más le gustaba, sólo así podía olvidar sus problemas, riendo con los coqueteos absurdos de los clientes, o las historias graciosas que a veces le relataban. Aunque también recordaba que dentro de ese bar; todo había comenzado.
Cuando la orden estuvo lista, Jin caminaba con elegancia hacia su cliente, pero se llevó una fea sorpresa al ver con quién estaba.
— ¡Oh! Por fin. -Dijo el hombre. —Estábamos muertos de hambre. -Comentó con su sonrisa cuadrada.
—Perdón por la tardanza, mi señor. -Contestó diplomático, sirviendo los platillos e ignorando la penetrante mirada del acompañante de su cliente.
En silencio y sin mirar a ninguno, sirvió el vino en ambas copas, retiró lo demás.
— ¿Algo más en qué pueda servirles? -Se dirigió al pelirrojo.
—Si te pones en cuatro sería perfecto. -Contestó esa voz de la que quería huir.
—Siendo así, buen provecho. -Dijo haciendo otra reverencia, para después salir casi corriendo de ahí, con su respiración agitada.
—No tenías por qué decir eso, JungKook. -Reprendió el pelirrojo. —Fue muy bajo, incluso para ti.
—No empieces Tae, te recuerdo que los tipos como él sólo buscan que los follen con esa sonrisita pretenciosa que tienen. -Escupió mientras tomaba los utensilios.
—Parece como si el chico te gustara. -Comentó burlón, empezando a comer.
— ¿A mí? -Rió amargamente. —A Jeon JungKook jamás, escucha bien, jamás le gustaría una perra como esa.
TaeHyung lo observó, cuando el mesero llegó a ellos, notó la tensión en sus hombros, además de que nunca despegó su mirada de los movimientos que hacía el chico. Estaba consciente de que su hada era un hombre caliente y hermoso como ninguno, a él lo tenía babeando, pero nunca había visto en JungKook tal reacción, siempre era indiferente, además de ese comentario al final, parecía como si deseaba provocarlo. Como si lo único que quería era tener su atención, pero no lo logró y ahora parecía herido.
—Como digas.
Con esa resolución, cambiaron de tema, hablando de sus negocios.
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