ᴄᵃᵖⁱ́ᵗᵘˡᵒ ①

El constante sonido del contacto entre la tiza y la pizarra, estaban interrumpiendo su siesta.

Con un quejido, abrió sus ojos y parpadeó seguidas veces hasta que enfocó con claridad los cohetes y nubes que estaban pintadas en el techo del salón.

Se movió hacia un costado de su colchoneta y miró en dirección a la pizarra. La profesora escribía las vocales en grande y en la parte superior decía: Tarea para mañana.

Jungkook reconoció que era tarea e hizo una mueca “No quiero tareas” hizo puchero y cerró de nuevo sus ojos.

“No quiero tareas, no quiero tareas, no quiero tareas” repetía en su mente una y otra vez, "Si no lo miras, no existen" hasta que sonó el timbre.

—– ¡Niños a levantarse! —– los quejidos al unísono de los niños hicieron a la maestra castaña rodar los ojos —– Vamos, vamos. Hay que merendar para irnos.

Con pereza los niños se levantaron, recogieron sus colchonetas y se sentaron en los pupitres, esperando la tan ansiada merienda.

Con mirada sesgada y baja, Jungkook miraba a su alrededor con mucha flojera, no se molestó en doblar su pequeño colchón con dibujos de iron man y lo dejó en una esquina, tomó el lápiz y su cuaderno y anotó todo lo que la profesora había escrito.

Quería irse rápido a casa, era día de hacer galletas con la abuela.

Apenas terminó de escribir levantó su mano llamando la atención de la maestra MiSuk.

—– ¿Si, Jungkook?

—– Maestra, ¿Eso es todo? —– La castaña asintió —– ¿Puedo irme?

La maestra frunció el ceño —– No, todavía no. Debemos merendar y esperar a que sus padres vengan a buscarlos.

—– Pero… debo irme —– hizo puchero.

La maestra con delicadeza se acercó.

—– ¿Por qué tanta prisa, Jungkook?

—– Es que hoy haremos galletas con la abuela y hace mucho que no hacemos —– dijo en voz baja. La castaña suspiró.

—– ¿Mamá vendrá? —– Jungkook negó y nuevamente suspiró la maestra.

—– Está bien, solucionaremos esto ¿Vale? —– el pequeño asintió y ella sonrió.

Se había vuelto recurrente que la mamá de Jungkook no fuera a buscarlo. Antes lo hacía con frecuencia, pero, esa frecuencia se había extinguido.

El pequeño sólo tenía a su madre y abuela, quién no podía buscarlo por la distancia a recorrer de la escuela a casa y su edad más su condición no le permitían realizar el trayecto.

El timbre sonó justo cuando Jungkook guardaba la merienda en su mochila, emocionado, se dirigió a la salida pero, MiSuk lo detuvo.

—– Eh, eh, Jungkook, espera —– el pequeño castañito volteó —– Te llevo a casa de tu abuela.

—– Puedo ir solo.

—– Claro que sí, pero es peligroso que cruces las avenidas solo —– La maestra recogió sus llaves, cartera y un sobretodo color caqui que quitó del perchero —– Te llevo en el auto.

A Jungkook se le iluminaron los ojitos y asintió mostrando una gran sonrisa.

—– ¡Sí! —– dijo eufórico y tomó la mano de la maestra.

Salieron de la escuela y se dirigieron al estacionamiento, la castaña pulsó el botón de sus llaves y un lindo auto fiesta dorado chilló en respuesta, iluminando las luces delanteras.

Abriendo la puerta trasera, indicó a Jungkook que dejara su mochila en el asiento y subiera para mayor comodidad, cosa que el pequeño castaño obedeció inmediatamente.

—– Buen chico —– dijo ella sonriendo y cerrando la puerta con seguro.

Caminó dando la vuelta hacia al asiento del conductor y abrió para seguidamente, subirse al asiento y colocar sus cosas en el asiento de al lado.

—– Maestra, su auto es muy bonito —– dijo el pequeño observando a su alrededor.

El comentario la hizo sonreír, no era la primera vez que llevaba a Jungkook a su casa, pero siempre que subían al auto, el niño comentaba admirando el auto y cada cosa que veía en el.

—– Muchas gracias, Kook —– le contestó animada.

—– ¿Sabe, maestra? Cuando crezca, tendré uno así como el suyo, solo que de color negro, como Drácula.

—– ¿Ah, sí? ¿Y me dejarás subirme en él?

—– Sí, maestra, usted me enseñará a manejar —– sonrió en dirección a la maestra, mostrando sus hoyuelos, cosa que hizo reír a MiSuk muy fuerte.

—– Trato hecho, pequeño —– y con esa promesa, la maestra salió del estacionamiento en dirección al hogar de Jungkook.

Ella veía la carretera pero, de vez en cuando observaba las expresiones de Jungkook, asombrado y emocionado por los paisajes que, aunque ya había recorrido muchas veces porque era el trayecto de la escuela a su casa y viceversa, el hecho de que pasaran rápido de su vista le emocionaba.

Hizo una mueca de tristeza al analizar un poco la situación.

La madre de Jungkook había dejado de buscarlo y según los rumores que corrían entre las maestras del parvulario donde trabajaba algunos días, estaba saliendo con un hombre.

Por lo tanto, ese podía ser el motivo de su descuido.

Si bien, no juzgaba el hecho de que ella intentara animar y volver a experimentar el amor, sí le molestaba el hecho de que olvidara a su hijo en la escuela, más de una vez quedaba solo, esperándola mientras jugaba con la arena.

Se detuvo en el cruce del semáforo y por el retrovisor, vio que Jungkook miraba fijamente a unos hombres a los lados de las aceras, estos hacían malabares para entretener y hacer más divertida la espera por el cambio de luz.

“Unos tienen sus hijos y no los valoran… y luego estamos otro grupo, que no podemos tenerlo, pero, lo deseamos” pensó entristecida.

Desde varios años, ella y su esposo habían intentado concebir, pero fracasaron rotundamente. Luego de arduos exámenes, descubrieron su esterilidad.

Esos días fueron decisivos para su familia e incluso trabajo, en ese entonces, ella no laboraba en una escuela, lo hacía en una oficina como secretaria.

Sin embargo, quiso retirarse al no poder con la presión laboral y la que sentía emocionalmente, por lo menos hasta que su madre le recomendó trabajar en un parvulario.

Al principio se negó un poco, no lo veía tan apropiado, pero luego de intentarlo una sola vez y sin entrar como maestra, sintió un cariño por todos esos pequeños inocentes y tan llenos de luz que entraban allí.

Ellos se convirtieron en su terapia y su forma de compensar esa falta y soledad.

Aunque no dejaba de sentirse decepcionada por el favoritismo de los celestiales o el encargado de dar la esterilidad y fertilidad, sí era más llevadera su carga.

Incluso, estaba pensando en adoptar, recuerdo que la hizo sonreír, haciéndola desviar todo pensamiento egoísta y de conmiseración para seguir el camino a casa del niño.

No tardó ni cinco minutos, cuando reconoció a la abuela de Jungkook.

Estaba afuera de la casa, con el bastón en mano y con un alto moño arriba de su cabeza. Podía divisar que estaba maquillada y arreglada.

—– Maestra, es la abuela —– dijo animado y se asomó por la ventana —– ¡Abuela!

Ante el llamado del pequeño, la abuela reconoció la voz y divisó a su nieto en el auto y sonriente saludó.

—– Jungkook, hijo… Ya iba a buscarte.

La maestra se estacionó en la acera y saludó.

—– Buenas tardes, señora Juyi ¿Cómo se encuentra hoy?

—– Oh, ¡Hola, linda! —– Contestó mientras veía como Jungkook y la maestra bajaban del auto —– Estoy bien, gracias por preguntar —– sonrió —– Gracias por traer a mi pequeño, perdona las molestias.

—– Me alegro que se encuentre bien, señora y no se preocupe. No es ninguna molestia traer a Jungkook a casa. Estaba muy a prisas porque me contó un secreto —– miró a Jungkook y le guiñó el ojo, haciendo que el pequeño sonriera.

La abuela mirando al pequeño, ladeó su cabeza.

—– Uhm, ya puedo deducir cuál es ese secreto —– miró sospechosamente al castañito —– ¿Le contaste mi súper receta? —– espantado negó —– Jum… Más te vale —– y sonrió —– ¿Gusta en pasar, señorita MiSuk?

—– No, no, ya debo irme, tengo cita con el médico. Aun así, muchas gracias por la invitación —– hizo una reverencia para despedirse —– Adiós, Jungkook. Nos vemos mañana, recuerda la actividad —– dijo regresando al auto.

Jungkook agitó su mano, omitiendo lo último.

—– ¿Mandaron tareas? —– el castaño hizo una mueca —– Jungkook…

—– Sí, abuela, pero primero —– cambió su actitud a una extrovertida —– ¡Haremos galletas!

Y salió corriendo hasta la casa.

Negando, la abuela volvió sus pasos y entró, persiguiendo al pequeño que casi botaba la harina de trigo en plena sala.

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